viernes, 18 de octubre de 2013

A DE ADÈLE, A DE AZUL


(dos chicas azules de Ramon)
Como la semana que viene no podré escribir (bastante me cuesta en mi ordenador con una sola mano) cuelgo ya un comentario sobre La vida de Adèle que se estrena el viernes 25.

Hay una cosa que me gusta mucho en las películas, cualquier película: ver crecer los personajes. Da igual que la historia dure una tarde o toda una vida. Los personajes tienen que ir de A a B. Como sucede en La vida de Adèle. Adèle comienza siendo una adolescente dulce, hermosa, llena de dudas y acaba siendo una mujer fuerte y hermosa, llena de dolor. Desde que su mirada se cruza con el cabello azul de Emma, la vida de Adèle cambia y se tiñe de ese azul en todos sus aspectos. Esa es otra de las cosas que me gustan en las películas, que los espacios y los colores, la ropa y los muebles, den tanta o mas información que los diálogos. Adèle es azul y en ese azul se sumerge con placer infinito.
Placer es una palabra clave en este film. Placer y amor. Porque esta es una historia de amor con sexo mostrado sin miedo, sin falsos pudores, con la pasión de una relación que va mas allá del deseo. En ese sentido Adèle y Emma viven su amor plenamente y lo muestran de una manera explícita.  Por eso, cuando llegue el dolor, las dos lo vivirán mal, aunque de distinta manera.
Una acotación marginal. Me produce una envidia terrible ver como en las escuelas francesas se enseña a amar la literatura, su literatura. Una de las consecuencias mas nefastas de los años de la dictadura franquista es el profundo rechazo que existe hacia la cultura y la historia española. Y no estoy hablando de Catalunya, hablo de toda España. No existe, como en Francia o Alemania o Italia un orgullo por lo que se ha hecho, al contrario, se desprecia y se intenta ningunear todo lo que se puede.

Me pregunto si las cosas no irían mejor si en las escuelas de todo el país se leyera a escritores catalanes, gallegos, vascos, andaluces con total normalidad y en sus lenguas originales, sintiéndolos como propios y de todos. Y al mismo tiempo en las escuelas de Catalunya se leyera a los escritores castellanos no como una imposición, sino como un placer. Aunque, ahora que lo pienso, me conformaría con que simplemente leyeran. Lo que fuera.

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