sábado, 17 de octubre de 2015

PAISAJES



Paisaje verde
Amama de Asier Altuna se puede definir como un film antropológico. He escrito antropológico y creo que tengo que aclarar porque lo digo. Se puede pensar que es por el canto a la tradición, la presencia de lo mágico, el mundo cerrado de los bosques  y el caserío. Un mundo condenado a desaparecer, a transformarse en aras de la modernidad que representa la joven frente al padre y la amama, la abuela. Pero creo que la tradición y la fuerza de la naturaleza no es lo más antropológico porque es algo que perdurará y que además es universal, no es patrimonio de un pueblo o un lugar: está en todas las culturas. Lo auténticamente antropológico es la forma de arte que utiliza la joven Amaia, el videoarte, las instalaciones, actuaciones con fecha de caducidad, condenadas a desaparecer en el olvido de su superficialidad. Lo antropológico aquí es lo moderno, mientras que lo viejo, lo de siempre, permanecerá vivo aunque cambien las personas. Los árboles, como sabe la amama, son para siempre.

Y hablando de árboles, quiero mostrar en este blog mi tristeza por los árboles de Barcelona. Primero fueron las palmeras, luego los cipreses. Los plátanos, hace años. Todos están enfermos, muriendo por plagas que suben por sus raíces y los destrozan. Es una pena verlos, es una pena darse cuenta de que se está dejando morir una parte imprescindible de nuestra vida. No quiero hacer metáforas de ningún tipo, pero me duele ver que quienes se preocupan de salvar las patrias, dejan que los árboles se mueran.

Paisaje azul
Un paisaje idílico no siempre es un espacio de paz y felicidad. Un pueblo de la costa  tranquilo y silencioso; unas playas limpias; una casa estupenda. Sí, pero no. Porque los que viven en esa casa no son precisamente personajes que transmitan serenidad y despierten simpatías. Eso es lo que nos cuenta la última película del chileno Pablo Larraín, El club. Un club muy especial; el club de los curas exilados. Cuatro sacerdotes católicos  cuidados por una monja entregada, están recluidos en esa casa, en ese pueblo, como castigo a sus pecados. Pecados de todo tipo, no solo pederastia, hay muchos más igual de terribles. Entre todos han conseguido un cierto equilibrio que se verá alterado, roto y recuperado a base de maldad. Lo más interesante de este film neblinoso (por el paisaje físico y por el paisaje del alma) es que el personaje más detestable de todos sea la monja amorosa que cuida a sus niños con todo el control del mundo. Curioso film que no debería pasar desapercibido.

Paisaje rojo
El que seguro no pasa desapercibido es Marte de Ridley Scott. Tengo con este film varios sentimientos encontrados que me llevan a no compartir ciegamente el entusiasmo que ha despertado entre la crítica. Para ser una película de ciencia ficción, le falta misterio, eso desconocido que hay en el universo; para ser un film de aventuras, le falta un antagonista, un peligro real, sentir auténtico temor de que el protagonista vaya a morir. Para ser una comedia, le falta ritmo. Todo es demasiado cotidiano, demasiado fácil, demasiado terrenal, marcianal, deberíamos decir. Este Robinson marciano parece que esté de vacaciones en Marte jugando a ser un naufrago, como si se tratara de un Gran Hermano con un único personaje que sabe que cuando las cosas se pongan realmente feas, seguro que el realizador dirá corten y todos a casa. 

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