sábado, 18 de junio de 2016

EL BOSCO Y LOS PINZONES


(una de las “arquitecturas mas inquietantes del cuadro de El Bosco)

La semana pasada hablaba de que se había estrenado de una forma inusual y arriesgada el documental de López Linares sobre El Bosco. Ahora lo he visto y puedo comentarlo.
Lo primero es destacar el hecho de que el film se haya estrenado como un evento, un acto, más que como una película. Me parece una buena idea para dar relieve y distinguir un producto que se debe consumir no como simple entretenimiento, que lo es, ni tampoco como solo cultura, que también lo es. Es una idea de riesgo ofrecer el film como si fuera una obra de teatro o un concierto. Pero algo ha fallado en la comunicación y por eso ha sido difícil verlo. El camino me parece bueno, pero se tiene que encontrar la forma de que la gente, el público potencial de este tipo de productos, se entere y vaya a verlos.
Y ya en materia del documental. Dos cosas.
La primera es agradecerle a la película las ganas que despierta de ver el cuadro El jardín de las delicias, directamente o a través de imágenes, de sumergirse en él, descubrir las sirenas, las frutas, los instrumentos, los animales. Ver las caras y donde miran, las escenas de amor, intuir su arquitectura interna, las máquinas de anticipación futurista de ese jardín del edén. El jardín de las delicias es un cuadro lleno de misterio, de múltiples lecturas, de ensoñaciones. Es también un retrato de su tiempo, tanto de la vida cotidiana como de los monstruos y fantasmas que poblaban la imaginación en ese momento de transición entre la Edad Media y el Renacimiento.  También de su sabiduría, las artes ocultas que empezaban a dejar de serlo como anticipo de las ciencias.
El Bosco es un personaje de leyenda que merece una novela o muchas novelas, como dice Salman Rushdie, uno de los que se ponen delante del cuadro y lo miran.
Y esa es la segunda cosa que me gustaría destacar. El cuadro está ahí para ser mirado. Desde siempre, desde su creación, desde que se pintó. Y es la mirada la que completa el cuadro (esto vale para toda la pintura, para todo el arte que intenta llegar al espectador, no excluirle y considerarle un ignorante incapaz de entender lo que el artista quiere expresar y que no se entiende a ningún nivel). El Bosco pintaba para la gente y es la gente la que mira el cuadro y se queda con una cosa u otra. Y en esta mirada, el que queda retratado es el que mira, ya que proyecta en el cuadro su inteligencia, su sensibilidad, su capacidad de emocionarse o de ir mas allá. Esa mirada dice mucho de cada uno de los que en la película se posicionan delante del cuadro y a algunos, la verdad, no les hace ningún favor. Lo que la mirada de la gente ve en este cuadro es a si mismos, afirma uno de los mejores interlocutores del cuadro. Y tiene razón.
El Bosco, el documental, es un primer paso de aproximación al cuadro y al pintor, quizás una aproximación un tanto académica, un poco acotada en la historia. Pero se siente en la selección de imágenes y en el contrapunto musical, que su director no es ajeno a ese misterio que emana del cuadro. Y por eso cierra el film con unas palabras que dan la clave de su propia posición delante del cuadro. El cuadro quiere atrapar al espectador, ser entendido, pero no del todo. El autor no quiere que resuelvas el misterio. Quiere que permanezcas en el misterio.




(estos pájaros del cuadro El jardín de las delicias son una buena ilustración para la película de Miguel Gomes)
Este viernes se ha estrenado la tercera parte de Las 1001 noches de Miguel Gomes. El tercer volumen se llama El encantado y es, de los tres, el más sorprendente y también el más hermoso. En esta tercera entrega Sherezade aparece ante nuestros ojos en un largo paseo fuera de la ciudad. Intuye que su fin está cerca y quiere ver el mundo antes de que el sultán la mande decapitar. Se encuentra con múltiples personajes, cada uno de ellos susceptible de ser objeto de una historia. Pero ella sigue. Al final del día vuelve al palacio y empieza contar la mas extraña de sus narraciones: El embriagador canto de los pinzones. Prácticamente sin hablar, con los trinos de los pájaros estableciendo un diálogo musical entre ellos y una serie de letreros semi explicativos, este largo episodio se mueve entre el documental sobre un submundo desconocido para la mayoría, el de los criadores de pájaros que también retrato Marc Recha en Petit Indi, y una mirada sobre una zona marginal de la ciudad, de la sociedad, del mundo.
Esta semana se pueden ver las tres entregas. Una cada dos días es lo que su autor recomienda. Si pueden, no se las pierdan. Pocas veces se ve un retrato tan preciso de la realidad contemporánea a través de una mirada que va de la poesía a la comedia, de la fantasía al western, del cuento oriental a la broma mas actual. Y todo con una gran belleza.

 LES COWBOYS

De los estrenos de esta semana, solo quiero destacar uno, Mi hija, mi hermana, del francés Thomas Bidegain. Remake confesado de Hardcore, de Paul Schrader que a su vez era un remake confesado de Centauros del desierto, de John Ford, este film que en su título original se llama Los cowboys, (buen punto de enlace con Ford) tiene el acierto de convertir el submundo del porno y la droga de la película de Schrader, en el submundo del terror y el aislamiento del yihadismo contemporánea. El viaje al fin de la noche de un padre y su hijo tras las huellas de una niña perdida, es tan terrible por su dilatación en el tiempo (espléndidas elipsis temporales resueltas con una sola frase) como en su constatación de que es un viaje sin retorno. Kelly nunca volverá a casa, ni tendrá, como Debbie en Centauros, una segunda oportunidad. Estupenda película, debut del guionista de las tres mejores películas de Jacques Audiard: Un profeta, De óxido y hueso, Deephan. 

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