sábado, 15 de junio de 2019

CHINOS Y LIBROS


Largo viaje hacia la noche
Se estrena el cuarto film chino del año, Largo viaje hacia la noche del director Bi Gan. Esta barroca experiencia visual que tiene sus referentes en David Lynch y Wong Kar Way, es la prueba de que China ha entrado definitivamente en una nueva etapa donde una buena parte de la sociedad ya no quiere recuperar el pasado (Yimou), ni revisar la historia reciente (Zhangke), ni ser testigo de la decadencia moral y social de una sociedad en crisis (Hu Bo) y se entrega a lo que podríamos considerar un cine más propio de sociedades ricas. Largo viaje hacia la noche es cine negro, romántico, ciencia ficción. Los tres géneros se mezclan en esta historia inclasificable que peca, quizás, de un exceso de estilo, de una cierta grandilocuencia estética. Bi Gan se centra en la forma de contar y nos arrastra en su sueño imaginario, pero al final uno se  pregunta: ¿para ir donde? En todo caso, lo que es evidente es que estamos ante un cineasta con un universo propio, alguien que propone nuevos retos estéticos que vale la pena disfrutar sin intentar analizarlos muy a fondo. Largo viaje hacia la noche es, antes que nada, una experiencia visual.



(libros quizás rechazados en un cuadro de Ramon)

La biblioteca de los libros rechazados
La película que mas me gusta de los estrenos de esta semana es otra. No sé si es una gran película, pero no me importa. Me gusta la idea, me gusta el tono, me gusta cómo se resuelve y además, cualquier película con Fabrice Luchini dentro, me gusta más. Se titula La biblioteca de los libros rechazados, la dirige el francés Rémi Bezançon y pasa en un idílico pueblo de la Francia rural donde vive el padre de una joven editora, casada con un escritor de libros no rechazados, pero sí de escaso éxito. En una visita a su padre, la editora descubre en la curiosa biblioteca, el manuscrito de una novela que se llama Les Dernières Heures d’une Histoire d’Amour, escrita por un tal Henri Pick que resulta ser un oscuro cocinero en una pizzería, muerto dos años antes, que según su mujer, jamás leyó un libro ni escribió tres líneas seguidas. El libro se publica, se convierte en un best seller y ahí entra en el juego el personaje de Luchini, un crítico literario pedante, prepotente, odiosamente seguro de su poder, que no lo ve claro y sospecha que hay un fraude. Con la ayuda de la hija del pizzero, que tampoco acaba de creerse que su padre sea el autor, se embarcan en una investigación para descubrir al asesino, perdón, al escritor, sin tener la más remota idea de cómo hacerlo. Y ya no cuento mas de esta divertida y curiosa historia en la que se cruzan los tres personajes fundamentales para que exista un libro: el escritor, el editor y aunque sea un tanto innecesario, el crítico de libros. Creo que todos los que en algún momento de su vida hayan sufrido la miopía de editores con menos olfato que un ratón ciego, o que hayan visto como sus obras eran maltratadas y relegadas al olvido por críticos que se creen con derecho a todo, se sentirán reconfortados con este film ligero y sencillo que solo puede ser francés, un país donde la lectura de los clásicos y la enseñanza de la literatura no se consideran algo prescindible, inútil o superfluo. (Quién quiera que haga la extrapolación del crítico al arte que prefiera, cine, teatro, música, pintura… en todos los ámbitos de la cultura hay personajes muy parecidos a Jean-Michel Rouche).


La luz del 14
Y aprovecho esta entrada para hablar de un libro que fue rechazado, pero que gracias a la tenacidad de su autor, ha conseguido salir a la luz. Y de luz habla La luz del 14, de escritor sevillano Emilio G. Romero. Luz que iluminaba la ciudad de Barcelona en el primer año de la primera guerra mundial cuando la ciudad se convirtió en un nido de espías alemanes, ingleses y franceses, de burgueses sin escrúpulos dispuestos a hacerse ricos con la guerra, de mujeres que empezaban a sacar la cabeza y hacer valer sus derechos y de asesinos. Porque de eso va también esta estupenda novela de intriga. Un asesino en serie que mata mujeres imitando cuadros famosos, perseguido por una pareja de policías tenaces que acaban por desentrañar el misterio. Siempre con el telón de fondo de esa Barcelona que empieza a ser cosmopolita y burguesa.
Conocí a Emilio G. Romero hace cinco años, en un curso sobre La Gran Guerra en el cine  en la Universidad de Verano del Escorial que dirigía Fernando Lara. Él estaba allí por su libro La primera Guerra Mundial en el cine, yo acudía para hablar de Johnny cogió su fusil. Nos hicimos amigos enseguida. Es fácil hacerse amigo de Emilio. Es inteligente y como buen sevillano es divertido y muy tranquilo, dos cosas que deben ser muy útiles en su trabajo como abogado. En aquel verano de 2014 Emilio me contó que estaba escribiendo una novela ambientada durante la primera guerra mundial en Barcelona. En seguida le pregunté ¿por qué Barcelona, qué había de interesante en la ciudad en 1914 como para convertirla en escenario de una intriga entre política, amorosa y de espías?. La respuesta la tuve cuando me dejó leer un primer borrador de la novela donde de pronto me enteré de un montón de cosas que no sabía. Pero lo mejor de la novela era el ambiente que describía. No sé cómo se las ingenió Emilio para captar el aroma de esa Barcelona, desde sus barrios más ricos en Pedralbes hasta los más tirados de los alrededores del puerto. La novela está llena de personajes que dan color y sabor a su narración  y aunque poco a poco se centra en la historia de la protagonista, nunca pierde de vista el contexto donde está pasando: las películas porno que rodaron los hermanos Baños por encargo del rey; las primeras mujeres periodistas, Tórtola Valencia y el Paralelo… La luz del 14 no es exactamente una novela histórica aunque pase hace cien años. Tampoco es una novela de amor, aunque sea casi un melodrama. No es novela negra pero está llena de crímenes espeluznantes y tampoco es una novela de espías. Es todo eso junto, pero no revuelto, cada trama está colocada en su sitio para hacer avanzar el relato y eso es algo muy difícil de conseguir. Un placer leerla sin duda.
(el libro, editado por Caligrama, se puede comprar bajo demanda a través de Internet o pedirlo en las librerías para que lo traigan)

EL RINCÓN DE LAS SERIES

Press
La serie de esta semana no tiene que ver con un libro pero si con escritores, concretamente, con periodistas. Se trata de Press, serie inglesa que se puede ver en Filmin. Está ambientada en dos periódicos, el progresista Herald y el tabloide sensacionalista Post, inspirados más o menos directamente en el tabloide The Sun, que en la ficción es el Post y en el progresista The Guardian, convertido en el Herald. La serie consta de seis capítulos en los que seguimos en paralelo a las dos redacciones, viendo como enfocan las noticias desde sus puntos de vista empresariales e ideológicos, y como se cruzan sus relaciones personales en encuentros más o menos fortuitos, zancadillas, robos de noticias, amistades. El contexto es el de la gran crisis de la prensa escrita, enfrentada al reto digital, a las fake news, al auge de la información paralela sin contrastar. Contra eso han de luchar y lo hacen con armas distintas, pero un objetivo común: sobrevivir como medios de comunicación. El macguffin de la historia es un tenebroso programa del gobierno que ambos investigan y que va apareciendo en todos los capítulos. Espléndidamente interpretada por Charlotte Riley como la integra y progresista directora adjunta del Herald y Ben Chaplin, como el cínico director y editor del Post, la serie cuenta con una colaboración especial, la de David Suchet, inolvidable Poirot, que aquí asume un personaje secundario pero fundamental en la trama. Press es voluntariamente atemporal, no hay nada que nos diga cuando está pasando, aunque es obvio que sucede ahora mismo. No hay una voluntad de realismo, el Brexit, por ejemplo, no existe y nunca se identifica a nadie como laborista o conservador. Esto le ha valido algunas críticas en Gran Bretaña que le reprochaban una falta de vinculación con la realidad. Pero el creador de la serie lo justificaba diciendo que el mundo de la prensa es siempre igual y siempre diferente: hay apasionados y honestos, hay arribistas y puros, hay corrupción, hay miedo y hay dependencia de los que controlan el soporte político y económico de la publicación. Press tiene todos los ingredientes para enganchar a cualquier espectador, pero seguro que los periodistas que viven el día a día de una redacción se sentirán profundamente identificados con las situaciones que se muestran. Una serie estupenda.



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