sábado, 17 de agosto de 2019

TRES T PARA UN (T)ERRAGOSTO



Este 15 de agosto, el ferragosto italiano, justo en la mitad de ese momento vacío que es el mes de agosto, se estrenan tres películas que pasan en verano. Tres veranos distintos en el espacio y el tiempo. Tres films de tres directores que empiezan con T. Tres T para el (T)erragosto.


T de Tarantino, Quentin
Érase una vez…. Hollywood
Me encanta esta película. Me gusta mucho compartir el tren eléctrico con el que Tarantino se ha puesto a jugar a lo bestia. Hay de todo en este cuento que convierte la leyenda (y la historia) en un relato de cotidianidad. Tarantino se ha permitido hacer muchas películas en una sin perder nunca el hilo que conjuga todo el puzle. Hay western de televisión en blanco y negro y de spaguetti western, hay comedia de los sesenta, hay terror, hay cine de guerra y de suspense, un poco de kung fu y mucha, mucha música. Todo ambientado en ese Hollywood de neones, luces, estudios más o menos cutres, autopistas, mansiones y ranchos llenos de muy dudosos hippies. Es un gran juguete cinéfilo con momentos emocionantes, (Sharon Tate en el cine viendo una película protagonizada por ella), momentos divertidos (todo el final es espectacular), momentos de reflexión (estupendo Rick o sea Leonardo di Caprio hablando de lo que significa envejecer para un actor), diálogos brillantes y una doble historia paralela: la de Rick, un actor en horas bajas que hace Di Caprio y Cliff, su doble y amigo para todo, que interpreta Brad Pitt, al que Tarantino le reserva dos grandes secuencias: la del rancho y la de la pelea con Bruce Lee. La otra historia es la de sus famosos vecinos: Sharon Tate, Polanski y su grupo de amigos. Estamos en 1969, en agosto, todos podemos recordar o conocer si no se había nacido aún, lo que pasó aquella calurosa noche agosto de 1969 en un barrio residencial de Hollywood. Pero Tarantino es mucho Tarantino y se atreve con todo en este retrato de un tiempo, un lugar y unas gentes que ya no volverán. El cine, y Hollywood, perdió la inocencia en aquellos años de finales de los sesenta. La diversión está garantizada, el espectáculo también, los actores, principales, secundarios y cameos, son estupendos, hay muchos hijos e hijas de famosos encarnando a la siniestra familia Mason, hay muchas referencias cinéfilas que se pueden o no reconocer y sobre todo, hay un canto de amor a una industria que ha hecho soñar y sigue haciendo soñar, invitándonos a subir a ese magnífico tren eléctrico que es casi un AVE de lujo. Disfrútenla. 


T de Tedeschi , Valeria Bruni
La casa de verano
“Charlie Chaplin contaba un recuerdo de su infancia, decía: “Había una cabra en un campo que se había enredado en un alambre de espinas. El animal intentaba liberarse. Era triste verlo así, pero, a la vez, sus movimientos eran graciosos. Había una mezcla de tragedia y comedia en el animal. Y en esa lucha por liberarse, en lo incómodo que se sentía intentando desenredarse, la cabra era irremediablemente graciosa”. Esta cita de Chaplin que Valeria Bruni Tedeschi recuerda en una estupenda entrevista, es la mejor definición que se puede hacer del personaje protagonista de La casa de verano. Desde que hizo su primera película hace 16 años, hasta ahora mismo, la actriz y directora ha construido una falsa autobiografía a lo largo de cuatro largometrajes en los que ella es la protagonista. Ella que no es ella, pero si es ella. Ella que ficciona su vida, que coloca a su familia en primera plano, pero siempre, como la cabra de Chaplin, se encuentra enredada en una maraña de sentimientos de los que intenta escapar sin miedo al ridículo. En este caso, Valeria sitúa a Anna en un contexto veraniego pero no feliz, para contar la ruptura sentimental con su marido (Lou Garrel en la realidad, Luca en la ficción), mientras prepara un film, Un castillo en Italia, como homenaje y recuerdo a su hermano muerto (el de Valeria y Carla murió efectivamente en el año 2006). Una hermana casada con un hombre muy poderoso caído en desgracia, (grande Valeria Golino), su propia madre, su propia hija y un conjunto de personajes chejovianos, circulan por los jardines y la piscina de esa casa en una evocación inconsciente de La regla del juego de Renoir. Estamos en el paisaje de una villa en la Costa Azul de la que prácticamente nunca se sale, con el mar de fondo y lo sentimientos aflorando en cada esquina. No sé si Valeria es una gran directora, creo que sí. Pero de lo que si estoy segura es de que está construyendo una obra muy personal, diferente, desinhibida, que es tanto el retrato de ella misma como de una época y un país. Una obra que se  debería ver en continuidad, como los capítulos de una serie con final abierto.


T, de Trueba, Jonás
La virgen de agosto
Si he citado al Renoir de La regla del juego en La casa de verano, tengo que volver a Renoir, esta vez el de Partie de campagne, como referente oculto de esta virgen de agosto. Rohmer es la primera y lógica cita cinéfila que viene a la cabeza viendo el cine de Jonás Trueba, pero en este caso, el espíritu de Renoir flota en el aire de ese Madrid veraniego, de tiempo vacío, horas alargadas y noches llenas de estrellas fugaces. Jonás, como Valeria, siempre está contando su vida y la de la gente de su generación. Pero Jonás no es actor y necesita rostros que le sirvan para hacerlo. Hasta ahora, aunque había chicas en su cine, sus personajes principales siempre eran hombres que de alguna manera eran él mismo tanto como eran los personajes o los propios actores que los interpretaban. La gran novedad de La virgen de agosto, es que Jonás deja de ser el protagonista para ceder el espacio a una mujer, Eva ,o lo que es lo mismo Itsaso Arana, coguionista y centro absoluto de ese tiempo suspendido entre un desconcierto y un acierto. Todo dura quince días, del 1 al 15 de agosto, en una geografía muy concreta, un paisaje urbano que Jonás conoce y ha retratado muchas veces: la frontera entre Lavapiés y el Madrid de los Austrias, con el Viaducto como eje de (des) unión entre barrios, entre épocas, entre mundos y el río como frontera liberadora. El río es muy importante en este film urbano y madrileño, de verbenas y canciones. Es en el rio donde tiene lugar una de las mejores escenas de la película, la que me hace pensar en Renoir, es en el río donde la quietud de Eva, el mirar sin hacer, empieza a resquebrajarse cuando se sumerge (o la sumergen) en sus aguas cristalinas. Y es el rio que atraviesa casi al final para encontrar otra vida, otro hilo del que empezar a tirar, el elemento definitivo que marca ese final de vacaciones de sí misma y le permite entender (o al menos empezar a entender) lo que le pasa y por qué le pasa. Es un milagro acuático en una ciudad nocturna en la que la solitaria Eva se construye casi sin darse cuenta una nueva familia con la vecina alemana, el chico galés, la terapeuta alternativa y su vieja compañera recuperada tras mucho tiempo. Pero sobre todo Eva encuentra en Agos, un hombre melancólico que mira el abismo del horizonte desde el viaducto, el pilar para empezar de nuevo. Agos, de Agostino, pero también de Agosto, ese agosto en el que Eva saldrá de su burbuja y cruzará el río. Jonás desaparece en ese contexto, se funde en las calles, mira a Eva en su balcón, se deja llevar por ella, al museo, al cine, a los bares, a la noche y al día. Y va viendo como los días que pasan son como las flores de ese ramo blanco que Eva coloca en su nueva casa el primer día, un gran ramo al principio, una sola flor al final. Porque Eva vive un milagro y ya no necesita las flores. Pienso que el cine de Jonás también se puede ver en continuidad. De la ingenuidad de Todas las canciones hablan de mi, pasando por Los ilusos y Los exilados románticos, y con La reconquista de la que La virgen de agosto podría ser un spin off, su cine es el retrato de una generación que crece a su lado, que se hace adulta y sigue buscando una razón que explique su vida. Preguntas filosóficas sin respuesta, vestidas de la ligereza renoiriana. La virgen de agosto es un film que encuentra en lo local y lo más cercano, un aliento universal. Muy bonita.

EL RINCÓN DE LAS SERIES


The night of
Miniserie de 8 capítulos que se puede ver en HBO desde hace bastante tiempo. ¿Por qué la traigo hoy al Rincón de las series? Porque es una de las mejores series de Serie Negra que he visto en mucho tiempo. Parece una novela, pero no está basada en ningún texto literario. Es un remake americano de una serie inglesa del año 2008. Esta se rodó en el 2015 en Nueva York y evoca por su luz, su ambiente y su historia, el cine clásico de los 70 (si, los 70 son ya clásicos) del primer Scorsese, de Lumet, de Schlesinger. Está protagonizada por John Turturro en el papel de un abogado de oficio, desastrado pero eficaz y Riz Ahmed, el joven actor británico al que hemos visto hace poco en The Sisters Brothers. Riz es Nasir, un joven pakistaní de clase media y vida tranquila que se ve envuelto en un crimen del que es el principal sospechoso. Todo gira en torno a este crimen. Mientras Nasir es arrastrado por la implacable y racista cadena de la justicia, desde su detención en una comisaría de barrio, hasta su ingreso en prisión en espera de juicio, Stone, el abogado que hace Turturro, intenta demostrar su inocencia por todos los medios a su alcance. El realismo y la crudeza de la fotografía, contrasta con el humanismo de algunos personajes, incluso con un humor casi oculto y el suspense de una historia de la que es imposible preveer nada. Detrás de esta estupenda serie criminal, nocturna y urbana están dos nombres importantes. Steven Zaillian, guionista y director que de alguna manera prolonga aquí su trabajo en Gangs of New York, aunque la época sea muy distinta y Richard Price, escritor y guionista al que debemos buena parte del éxito de The Wire y de otra serie negra que también se puede ver en HBO The Deuce. La conjunción de todos estos nombres delante y detrás de la cámara hace de The night of una de las series más interesantes de HBO y sin duda un buen ejemplo de cine negro, o mejor decir, de televisión negra.

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