sábado, 3 de octubre de 2020

WOODY Y VIGGO

Woody Allen

Esta semana se estrena la última película de Woody Allen. No voy a hablar de ella, no me gusta demasiado. Pero si me apetece hablar de Woody Allen, de él, de la persona más que del director. No he sido nunca fan de Allen, en general no me gusta su cine, –hay muy pocas pelis suyas que me gustaría volver a ver y la verdad, prefiero no hacerlo por si acaso me decepcionan. En su larga filmografía de casi 50 películas, hay una etapa que detesto particularmente. La que protagoniza Mia Farrow, una mujer que siempre me pareció horrible. Mucho antes de todo su affaire con Allen. Su afán de acaparar niños como si fueran muñecas, decidiendo ella cuáles eran las preferidas en cada momento (generalmente los propios más que los ajenos), me producía un cierto repelús. Como no me gustaba su cine, nunca me preocupé de averiguar nada más de Allen, al que, sin embargo, nunca creí sospechoso de las acusaciones de Mia. Bueno, todo esto para decir que me enfrenté a su autobiografía A propósito de nada, con muy pocas ganas. Quizás por eso me enganchó desde el principio, la leí de un tirón y reconocí que me había descubierto una persona completamente desconocida para mí. Los personajes que ha hecho en sus películas han ocultado al otro Allen, el de carne y hueso, durante mucho tiempo. Este libro escrito con la lucidez de los 84 años (y una memoria prodigiosa) descorre el telón para dejarnos ver quién está detrás de su neurótico, agobiado y siempre frustrado judío neoyorquino. Allen desmonta los muchos tópicos que se han construido a su alrededor, recuerda su infancia, sus primeros pasos en una Nueva York de pequeños teatros. La gente que conoció. Habla de sus mujeres con mucho cariño, la prueba es que, menos con Mia Farrow, sigue teniendo muy buena relación con ellas, especialmente con Louise Lassiter y Diane Keaton, que se han mantenido a su lado durante estos últimos años en los que Farrow se ha dedicado a sembrar la sospecha sobre él amparada en el movimiento Mee Too (Abro un paréntesis que me parece importante. Hay movimientos reivindicativos necesarios, útiles, imprescindibles. El mundo está bastante mal y hay muchas cosas en la sociedad que hay que denunciar y sobre todo cambiar. El movimiento Mee Too me parece importante y creo que era necesario plantar cara a muchos comportamientos abusivos. Pero como en todos los movimientos, hay veces que se usan mal, o mejor dicho se instrumentalizan a favor de causas no siempre tan defendibles como el espíritu que lo impulsa. Bajo el Mee Too se ha agazapado mucha venganza personal, muchas pequeñas rencillas, muchas historias siniestras. Una de ellas es la de Mia Farrow y la manipulación de su hija Dylan contra Allen, una inquina que se demostró falsa en su momento y que ha resucitado gracias al Mee Too. Estoy a favor de denunciar los abusos de todo tipo .Pero no de usar la sociedad, las redes sociales, la opinión pública para satisfacer venganzas. Cierro paréntesis). 

Está claro que Allen escribe este libro para dar su versión de los hechos, Por eso dedica una buena parte, 120 páginas de libro, a contar su tormentosa relación con Mia Farrow y las terribles acusaciones de haber abusado de su hija Dylan cuando tenía 7 años. Mia nunca le perdonó a Allen que se fuera a vivir con Soon-Yi, una de sus hijas adoptivas. Soon-Yi tenía 22 años cuando decidió que quería vivir con Woody Allen. Mia Farrow no pudo soportarlo. La denuncia de los supuestos abusos a su hija Dylan fueron la excusa para vengarse de él. Allen fue absuelto de todas las acusaciones, pero el mal ya estaba hecho. En el año 1997 Allen se casó con Soon-Yi, llevan veintitrés años juntos y han adoptado dos hijas sin ningún problema. Esa es la mejor prueba de que las acusaciones de Mia eran completamente falsas. La respuesta de Allen a la histeria colectiva desatada de nuevo veinte años después por el tándem Mia/Dylan es contar su propia vida en este libro escrito de una manera muy espontánea y poco trabajada, en forma casi de monólogo, sin capítulos que lo fragmenten. Los que busquen anécdotas de sus películas o un análisis de su cine, se sentirán defraudados. No descubrirán nada nuevo pero se encontrarán con una persona inesperada. Después de leer esta autobiografía, sigue sin gustarme su cine, pero he descubierto que me gusta él.

 

(coincidí con Viggo Mortensen hace unos años en Casa de América para hablar de Jauja. Fue una charla estupenda)

Falling

Otro estreno destcabale de esta semana es Falling, debut como director de Viggo Mortensen. No creo que a estas alturas tenga que presentar a Viggo Mortensen. Su nombre, su rostro, está en muchas películas memorables de los últimos treinta años. Pero sí voy a hablar un poco de Falling. Lo primero que me sorprende es su clasicismo (no confundir con conservadurismo). Falling es una película clásica en el mejor sentido de la palabra. Cuenta la difícil relación entre un padre que está perdiendo la memoria y un hijo que intenta olvidar todo el mal que le hizo para apoyarle en esos duros momentos. El recurso de los flashbacks es quizás lo menos interesante del film, aunque era necesario para entender porque el padre es como es que supiéramos cuál fue su pasado. Mortensen en su doble calidad de director y protagonista, asume el riesgo de caer en los tópicos de este tipo de situaciones, pero lo soslaya con pequeños apuntes laterales. Por ejemplo, la presencia de la hija adoptiva, nieta de ese viejo irascible, que es la única que le planta cara con todo cariño y respeto. Pero para mí, lo mejor de Falling es algo muy difícil: conseguir despertar en el espectador la empatía, incluso la simpatía por ese viejo cascarrabias, homófobo, reaccionario y detestable. Mortensen hace que el público, o al menos yo, se sienta como se siente el personaje del hijo, sumido en la contradicción de querer ayudar y entender a este anciano perdido y confuso y las ganas de darle un par de bofetadas y dejarle a su aire. Falling es la historia de una caída al vacío de la mente, un estudio de la decadencia de alguien que nunca fue ejemplar y por eso mismo, es tan cercano y tan reconocible. Auténtico duelo entre Lance Henriksen y Viggo Mortensen, Falling es una nueva aproximación a la difícil convivencia entre los padres que viven cada vez más años y los hijos que los cuidan, cada vez más viejos

No sé cómo, pero el tema de la vejez se ha vuelto a colar en el blog.. Allen tiene 85 años, y Falling es la historia de un hombre de 80. ¡Espero que la semana que viene no tenga que volver a hablar de gente mayor!

Retales en una frase

-Explota, explota, es una película feliz, absurda, divertida, llena de añoranza y de colores pop, como una vieja película de Marisol pero con las canciones de Raffaella Carrà.

-Emma Suárez está muy bien en Una ventana al mar, una película, pequeña, previsible, vista mil veces, pero que se crece gracias a ese amor crepuscular en una isla griega. 

 El regalo de la semana es un cuadro otoñal que me gusta mucho





 

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