sábado, 28 de mayo de 2022

BOM BOM BOM

 

Buenos pues ya he pillado el bicho o mejor, me ha pillado el bicho. Tras dos años esquivándolo, al final se ha instalado en mi cabeza, mi garganta y mi cuerpo entero. No es muy grave, pero desde luego es muy pesado. Recuerdo que cuando leía La montaña mágica de Thomas Mann pensaba que una de las pocas cosas buenas de estar enfermo era no tener que hacer nada, poder leer, mirar el paisaje y dormitar. Pero no es verdad, cuando estás enfermo tienes ganas de tener ganas de hacer cosas, no tienes ganas de leer y el paisaje, ya sea el que se ve a través de las ventanas o el que se ve en las pantallas, no tiene suficiente atractivo para sacarte del espesor y la bruma. En medio de este estado semifebril (no mucho, no piensen que me he puesto a delirar) el recuerdo de la ultima película que vi antes de que me atacara el bicho no ha hecho más que crecer y crecer. 



Memoria de Apichatpong Weerasethakul

Al cine del tailandés Apichatpong Weerasethakul le sienta muy bien la enfermedad. Memoria es el título de su último trabajo. Y memoria es lo que he estado rememorando estos días entre test y test, entre paracetamol y paracetamol. Una memoria fértil, mágica, misteriosa, mística, salvaje, acústica, interplanetaria. Memoria es un film envolvente, hipnótico. El más accesible de un director críptico que no siempre consigue romper la barrera de la comunicación con el público, Pero esta vez sí. Utilizando la antena maravillosa que es Tilda Swinton, nos conecta a través de ella con un sonido, BOM, BOM, BOM, que solo escucha ella (y nosotros). Un sonido que viene de más allá de la realidad de este mundo, viene del núcleo de la tierra, nace del círculo de la luz. Un sonido que viene de otros mundos. Tilda/Jessica, hablando un castellano especial, es una botánica de visita en Bogotá. Ella vive en Medellín, pero la extraña enfermedad de su hermana la ha traído a la capital de Colombia. Y es allí, en la soledad nocturna de casa de su hermana, donde oye por primera vez el BOM, BOM, BOM. Obsesionada por saber que es y de donde viene, Jessica, la antena, conecta con dos hombres que se llaman igual, Hernán. Uno es el cable tecnológico que la ayuda a encontrar un sonido parecido en un ordenador; el otro es un cable humano que la conecta con otros mundos a través de la muerte, a través del sueño y las piedras que guardan los secretos más escondidos. Y todo esto en un ambiente húmedo, de lluvias, de orquídeas, de plantas tropicales, de insomnios, de perros vagabundos, de esqueletos de hace seis mil años. Memoria es un viaje sonoro (hay que verla en versión original y con un buen sistema de sonido en el cine) Memoria es un viaje al otro lado. La película me hizo pensar en las personas que tienen acufenos, esa maldición terrible de oír ruidos permanentes, siseos, silbidos, bom bomes, siempre, continuamente. Es insoportable para ellos, algo que los que no tenemos acufenos no podemos ni llegar a imaginar. Memoria me hizo pensar en ellos porque de alguna manera intenta dar una explicación nada lógica, muy mágica, muy misteriosa a esos ruidos que no se saben de dónde vienen. BOM, BOM, BOM. Jessica/Tilda, la antena, se sumerge en ellos y en las historias de las piedras que recuerdan, en los sueños que son puentes al otro lado. Los espectadores que se dejen arrebatar por sus imágenes, su cadencia, su ritmo, su humedad, que se sientan fascinados por el BOM, BOM, BOM del latido de la tierra, podrán sentirlo como ella. Solo una cosa es necesaria para conseguirlo: ser capaces de convertirnos en antenas hacia otras maneras de ver, de escuchar, de sentir.

(Escribí este texto cuando el bicho me dominaba. Hoy sábado, el bicho ha empezado a dejarme en paz y estoy mucho mejor, pero sigo pensando que Memoria es uno de los films más mágicos, reveladores, únicos que he visto desde hace mucho tiempo).

El regalo de esta semana es evidentemente una oreja misteriosa y fantástica, hermosa y laberíntica. Forma parte de un cuaderno de dibujos de orejas, uno de los proyectos más originales y personales de Ramon.



 

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