sábado, 3 de junio de 2023

ENCANTAMIENTOS


 De los estrenos de esta semana, que son muchos, me gustaría destacar cuatro que parecen unidos por un encantamiento. Dos son historias de mujeres, las otras dos son historias de disidencias aplastadas



Mujer 1 Els encantats de Elena Trapé

Pongo Mujer y no Mujeres porque esta historia es un cuento solista. Una partitura de un solo instrumento que asume todos los movimientos de los vaivenes de su aventura emocional. A diferencia de sus dos anteriores trabajos, Blog y Las distancias, Els encantats de Elena Trapé no es un film coral; pero a semejanza de sus dos anteriores trabajos, sí es un film generacional y sobre todo vivencial. Sin la pandemia, sin la maternidad, sin el desconcierto contemporáneo que ella ha vivido en primera persona, no se entiende este film frío y emotivo a la vez, vacío y lleno de sentimientos. Els Encantas es una montaña de la Vall Fosca, pero también es una leyenda, la de los seres encantados que permanecen en un limbo. La película transcurre en su mayor parte en un impresionante paisaje de alta montaña dominado por el pico del Encantats y es la historia de una mujer encantada, paralizada, Irene, es decir Laia Costa, el violín que ofrece un recital de emociones a lo largo de su recorrido. Desde que Irene deja a su hija de cuatro años con un padre del que no hace mucho se ha separado, su vida se queda sin sentido. Ni el trabajo, ni los amigos, ni la familia, nada será capaz de llenar ese enorme agujero que le ha dejado no tener que estar pendiente de su hija. “Tendrás tiempo para ti”, le dicen sus compañeros de trabajo y ella piensa “¿Y qué hago con este tiempo?” Irene decide ir a pasar su duelo en un pueblo de montaña donde vivió tiempos felices de pequeña. Y poco a poco, los movimientos de su particular partitura la irán conduciendo hasta una catarsis emocional que solo una actriz de la fuerza de Laia Costa puede asumir. Se insiste en casi todas las criticas en que Els encantats parece una continuación de Cinco lobitos. Pero no es cierto, no lo es. Los conflictos de las dos madres son muy diferentes y solo tienen en común su protagonista, Laia Costa, a la que por cierto, me encantaría ver muy pronto en una buena comedia.

 


Mujeres 2 Secaderos de Rocío Mesa

Aquí hay muchas mujeres, pero solo dos son protagonistas. Vera, la niña de ciudad que llega al pueblo de sus abuelos en la Vega de Granada, al pie de Sierra Nevada, y Nieves, la adolescente que nunca ha salido del pueblo. Son ellas dos las que conducen por separado una historia en la que hay un tercer personaje protagonista; el espíritu, el ser encantado que encarna toda la tradición y toda la sabiduría de esas tierras dedicadas al cultivo del tabaco y condenadas a desparecer bajo la piqueta inmobiliaria. Vera descubre la libertad de moverse por el campo y la libertad de imaginar y soñar con ese ser fantástico que la acompaña y que al principio solo puede ver ella. Nieves sufre el encierro de esa jaula sin barrotes en la que vive y sueña también con el espíritu de los campos que al final acabará salvándola. Rocío Mesa mezcla de forma armoniosa el realismo documental de los secaderos con el realismo mágico de la extraña figura errante, el monstruo que viene a verlas, el único que las comprende. Y añade a todo esto un gramo de locura lisérgica que convierte la película en su último tercio en otro tipo de viaje. He dicho que Vera y Nieves son las protagonistas, sí, pero hay más mujeres importantes a su alrededor; la abuela que representa la tradición y el arraigo a la tierra, las dos madres, la madre de Vera que escogió irse del pueblo, la madre de Nieves que escogió quedarse. Y las amigas, tanto las pequeñas como las adolescentes. Los hombres están ahí, el abuelo enamorado, el padre preocupado, el novio que quiere casarse y los niños que juegan con Vera, pero son ellas y el ser mágico, las que asumen el relato de un film que podría formar un díptico maravilloso de realismo rural fantástico con El agua de Elena López Riera.

 


Disidencia 1 Los osos no existen de Jafar Panahi

En este caso no hace falta explicar nada sobre la disidencia del director iraní. Es sobradamente conocida su lucha contra la represión que sufre cada día y que le ha llevado de nuevo a la cárcel. Panahi parece encantado por un sortilegio de maldad que le prohíbe hacer cine en su país. Pero el director ha encontrado la manera de romper el encantamiento de su cautiverio y ha conseguido realizar cinco películas en los últimos años que escapan al control  de esta rígida prisión. Panahi ha hecho cinco películas inconfundibles, rabiosamente personales, pensadas para reflexionar tanto sobre el hecho de hacer cine, dándole la vuelta a ese encierro y ese silencio impuesto, como a retratar una sociedad anquilosada por el fundamentalismo social, religioso y cultural de un poder tiránico. Los osos no existen es en este sentido su película más elaborada, más compleja. Un director de cine, él mismo, se refugia casi clandestinamente en un pequeño pueblo de montaña en la frontera con Turquía y desde allí dirige en la distancia una película que se rueda al otro lado, en una ciudad turca. Él, mientras tanto, aprovecha para filmar a los habitantes de ese pueblo perdido que se prestan a que los retrate con una cierta ingenuidad no exenta de consecuencias. Panahi construye un film de múltiples capas en el que nos cuenta dos historia de amor: la de la película de ficción que se rueda en Turquía y la de una joven pareja del pueblo que intenta que su amor sea aceptado por una comunidad cerrada, masculina y muy religiosa Sin perder nunca de vista el humanismo y el humor inteligente y sutil que le caracteriza, Panahi hace un film casi feliz, aunque lo que nos muestra es una tragedia colectiva y privada. La aventura del director de cine que él interpreta acaba con una amenaza que lamentablemente se cumplió en la realidad. Poco después de acabar el film, Panahi volvió a ser detenido, y está en la cárcel desde entonces. Pero su cine, sus osos que si existen, siguen en libertad.


 Disidencia 2: El caso Padilla de Pavel Giroud

Este es un caso de disidencia y de encantamiento muy distinto.

Primero, los hechos. Heberto Padilla era un joven poeta y escritor que se sumó con entusiasmo a la revolución de 1959 en Cuba, En los primeros sesenta trabajó en el diario Revolución y fue corresponsal en la Unión Soviética. Volvió en 1966 un tanto desencantado del comunismo, pero aun fiel a la revolución, aun creyendo que era el mejor camino para ser libres. Un artículo en defensa de Guillermo Cabrera Infante, considerado como traidor por el régimen, y sobre todo la publicación del poemario Fuera de juego en 1968, con el que ganó el Premio Julián del Casal otorgado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, le pusieron en el punto de mira de los inquisidores culturales del régimen de Castro. Apartado de cargos públicos, pero aun no marginado del todo, Padilla fue detenido, junto con su esposa la escritora Belkis Cuza, el 20 de marzo de 1971 después de la lectura pública de uno de sus libros titulado Provocaciones. Les acusaron de actividades subversivas y contra revolucionarias. Durante 38 días, el matrimonio estuvo retenido en las siniestras y temidas dependencias de la prisión Villa Marista. Qué pasó allí dentro, no lo sabemos, pero el hecho es que el mismo día que le soltaron, Padilla convocó una reunión de la Unión de Escritores Cubanos ante la que hizo una larguísima declaración de Autocrítica. De esa Autocrítica se sabía lo que unos y otros contaban a media voz. A pesar de esta vergonzosa autoacusación, Padilla fue enviado al exilio interior en una lejana granja donde se le permitió escribir, hasta que  Castro accedió a dejarle exiliarse de verdad en Estados Unidos, donde nunca logró ser feliz ni adaptarse.

Segundo, el documental de Pavel Giroud. Según cuenta él mismo, hace un tiempo recibió anónimamente un video, en el que se recogía el largo testimonio de Heberto Padilla en su famosa Autocrítica. Giroud pensó en colgarlo en youtube tal cual estaba, pero se dio cuenta que sería más eficaz mostrarlo en un documental para el cine: El caso Padilla. El tronco y sostén del documental es la larguísima intervención de Padilla ante sus compañeros y amigos donde reconoció que su obra era contrarrevolucionario, renegó de ella y se declaró plenamente entusiasta del régimen de Fidel Castro, incluso llegando a denunciar a sus compañeros a los que pidió que hicieran autocritica de su comportamiento contra revolucionario. Esa declaración humillante, dictada por el miedo, deja muy claro lo que era la “libertad de expresión” para el régimen cubano. Libertad para alabar y seguir las consignas, represión para los que pensaban distinto. Una profunda censura ideológica que les conecta con el más siniestro estalinismo soviético (o putinesco), una prueba de que desde los primeros años de la revolución, Cuba no era un paraíso sino un infierno para los que tenían ideas propias.

Tercero, nosotros, y en este nosotros englobo a todos los jóvenes rebeldes y luchadores españoles que en esos años creíamos y defendíamos a Fidel Castro. Lo que más me aterra de este documental revelador es recordar que las noticias que nos llegaban de Cuba de amigos y conocidos que viajaban allí, eran de entusiasmo y de entrega absoluta. Lo que me duele de este film no es constatar la crueldad y miseria moral del régimen cubano, sino que nos lo creyéramos y lo defendiéramos cuando no merecía más que un enorme desprecio. El caso Padilla es un documento imprescindible como aviso de navegantes para todos aquellos que se erigen en poseedores de la verdad, la suya naturalmente. Imprescindible para no caer en encantamientos malvados como el que sufre Cuba desde hace más de sesenta años.

El regalo de esta semana me lo han dado a mí. El miércoles 31 de mayo fui nombrada Miembro de Honor de la Academia de Cine Catalán junto con un grupo de grandes amigos. Lola Salvador, Ernest Blasi, Jesús Garay, Lala Goma y Vicki Peña. Fue una tarde muy bonita y llena de reencuentros. !Gracias Academia!

 


 

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