A veces pienso que el
feminismo en el mundo occidental, entendiendo esto como Estados Unidos y
Europa, se ha perdido en un cierto manierismo. La (falsa) impresión de que
hemos conseguido muchas cosas –aun queda mucho camino para alcanzar la auténtica
igualdad en muchos terrenos–, hace que la batalla se plantee en términos quizás equivocados, aunque no dudo que necesarios. A lo mejor es que nos equivocamos de enemigo. El enemigo es el abuso
de poder que anula la personalidad, que obliga a un pensamiento único, que dicta
lo que está bien y lo que está mal. El enemigo es el fundamentalismo sea del género
que sea. Por eso es bueno recordar que hay lugares, ahí mismo, al lado de casa,
donde las mujeres carecen de cualquier derecho a existir. Ellas no tienen
tiempo de perderse en tonterías. Su lucha es por no desaparecer.
Dos estrenos de esta semana, Raqa de Gerardo Herrerro y el documental
Bread &Roses de Sahra Mani, nos ecuerdan por si lo hemos olvidado, que en
Siria y en Afganistán, ahora mismo, las mujeres siguen siendo humilladas,
anuladas, ignoradas y sobre todo usadas. La manera de acercarse a estos temas
que no están en la primera plana de la realidad urgente del día a día, es muy
distinta en cada caso. La película tiene una clara vocación comercial para
hacer llegar al máximo posible de público el relato que quiere contar. El documental
surge de la urgencia de dejar constancia de una situación al límite. Los dos
son interesantes y merecen verse desde la perspectiva de recordar lo que nunca
se debió olvidar.
Raqa, Gerardo Herrero
Esta es una película de
aventuras, de espías y de desiertos. Bajo esta apariencia, casi de película
clásica, se cuenta una historia que no es de amor entre un hombre y una mujer.
Esta es una de las cosas más curiosas e interesantes de Raqa: entre Haibala y Malika no hay una historia de amor, ni
siquiera de complicidad. Hay una alianza instrumental por parte de ambos. Estamos
en el 2017, Haibala, El Saharaui, es decir Álvaro Morte hablando en árabe, es
un espía ruso; Malika, Mina El Hammani, es una espía de la Europol. Los dos se
encuentran en Raqa con la misma misión: acabar con El Jordano, un poderoso jefe
del ISIS. Sus caminos se cruzan sin que uno y otro sepan quién son en esa peligrosa
ciudad donde las mujeres o son esclavas vendidas al mejor postor o son
obligadas a casarse y tener hijos con quién les mande la poderosa y temible Brigada
Al-Jansa, policía moral y sección femenina del autodenominado Estado Islámico,
siempre vestidas de negro, y con el fusil al hombro. Junto a Haibala y Malika
hay dos mujeres que son importantes en la narración por lo que representan.
Muna, una joven española convertida en esclava a la que Haibala quiere salvar,
y Alia, una joven ceutí que ha venido al califato voluntariamente y acaba en
manos de El Jordano. Muna representa las mujeres esclavizadas, Alia las mujeres
engañadas. Todas ellas utilizadas. Raqa es
una muestra, también, de que los enfrentamientos en oriente medio tienen
poderes que manejan los hilos desde lejos. Los mismos poderes que siguen manejándolos
ahora mismo.
Bread&Roses de Sahra Mani Apple TV
Este documental de urgencia y
de combate es otra cosa ya desde su planteamiento formal: todas sus imágenes
están rodadas con los teléfonos móviles de las mujeres afganas que han querido
dejar constancia de sus reuniones, sus manifestaciones, su combate y la soledad
de su vida familiar. Son imágenes impactantes en su verismo: no hay manipulación
posible. Solo un cierto orden en el montaje a partir de tres protagonistas
principales. Zahra, una joven dentista casada con Olid el día antes de que los
talibanes entraran en Kabul el 15 de agosto del 2021, se convierte en una de
las líderes del clandestino movimiento de las mujeres afganas. Sharifa vive con
sus padres, era funcionaria, pero los talibanes la han privado de todo. Sharifa
vive con dolor su aislamiento hasta que decide unirse a las mujeres que se
manifiestan en las calles de la ciudad. Rehala es una activista que logra salir
del país en los primeros días de la toma del poder. Refugiada en Pakistán,
Rehala no llega a ser libre. Vive en una casa tutelada que es más una cárcel
sin barrotes. Las tres graban lo que hacen con mayor o menor calidad, con mayor
o menor peligro y gracias a sus testimonios y a los de muchas más, podemos
entender el infierno en el que viven las mujeres bajo el régimen
fundamentalista de los talibanes. El documental acaba con este letrero: “Desde
el 15 de agosto de 2021 miles de mujeres han salido a las calles de Kabul
pidiendo pan, trabajo y libertad. Centenares de ellas fueron arrestadas,
torturadas y asesinadas. Muchas siguen desaparecidas.” Bread &Roses es un documento imprescindible entre otras cosas
como advertencia de que hay talibanes de muchos tipos y no todos llevan
turbantes y viven en la Edad Media.
Tiempo compartido, Olivier Assayas
Tiempo
compartido se titula en francés Hors
du temps, Fuera del tiempo, un
nombre que explica mucho mejor lo que cuenta esta tranquila película que habla
de otro tipo de tema del que tampoco debemos olvidarnos: la pandemia que dejó
el mundo, el planeta entero, en un tiempo suspendido, o compartido, es decir
fuera del tiempo. Olivier Assayas se coloca en primera persona con el nombre de
Paul, el actor Vincent Macaigne, para contar como vivió los meses más duros de
la pandemia. Un tiempo de obsesiones y miedos, pero también de una cierta
felicidad. A Paul y a su hermano Etienne, el confinamiento les pilla en la casa
de su infancia en un pequeño pueblo de Francia. Morgane y Carol, sus parejas,
los acompañan en ese encierro. Assayas con un relato en off nos coloca en el lugar:
la casa de su infancia, la casa de los vecinos con su gran parque, el pueblo.
Pero es Paul el que nos cuenta la enorme contradicción en la que vive al
sentirse seguro y casi feliz en esa situación. Paul es director de cine,
Etienne es crítico musical, Paul está obsesionado con la limpieza y el miedo al
contagio, Etienne encuentra refugio en cocinar. Las dos chicas los observan
divertidas. Es primavera, la primavera más bonita que se pueda imaginar con
lilas, y campanillas en el campo. Paul habla con su terapeuta debajo de un
árbol y le confiesa su mala conciencia de vivir en ese pequeño paraíso cuando sabe
que hay mucha gente que lo está pasando muy mal. Pero no puede remediarlo. Hay
algo romántico en este precioso film de verano confinado. Algo de las
afinidades electivas o de las reuniones de Lord Byron y Shelley. Pero sin
amores cambiados o relatos fantásticos. Porque todo es muy banal en su
cotidianidad. En todo caso, creo que el film se atreve a recordarnos que a
pesar de todo el dolor y la pérdida, vivimos el silencio de un tiempo
suspendido y compartido.
Ver Tiempo compartido me ha llevado a revisar los textos del blog que
escribí durante el confinamiento, los meses de marzo y abril del 2020 y me he
encontrado con mi propio tiempo suspendido. Ha sido interesante y revelador: no
hay que olvidar.
El regalo de esta semana es un refugio seguro para las mujeres de Raqa y de Kabul.
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