Se estrenan esta semana cuatro
películas españolas., las cuatro tienen alguna cosa que las
hace interesantes o especiales. Hay un documental precioso, un duelo madre e
hija, una madre dividida y unas novias no demasiado felices. El repóquer se
completa con una serie ambiciosa y desigual, pero importante.
As
de Diamantes: Ciento volando de
Arantxa Aguirre
Este documental es un
diamante pulido. Pulido por la mirada de Arantxa Aguirre que se
acerca al mundo creativo de Eduardo Chillida desde una perspectiva nueva. No es
un documental biográfico, es un documental sensitivo. La protagonista es la
casa museo de Chillida, Chillida Leku, la obra que construyó lentamente para
que fuera el hogar de sus esculturas, la casa y el jardín, un jardín que invita
a pasear y a dejarse mecer por el baile de las hojas en la superficie pulida de
las esculturas, un baile que da la
sensación de que son las esculturas las que danzan con la luz. Ciento volando nos descubre otro
Chillida, mas oculto, mas callado, mas intimo y sobre todo nos acerca a una
obra impresionante: el proyecto del museo al aire libre de Chillida Leku. El
titulo ya es una invitación a acercarse a este mundo. En una carta que Eduardo le
escribe a su mujer Pilar, en un momento de dudas, le dice que “más vale ciento
volando que pájaro en mano”, dándole la vuelta al refrán. Un refrán conservador
que se transforma en soñador al enunciarlo de otra manera. Ciento volando, es una invitación a andar y pensar a la sombra de
esculturas que bailan.
As
de Picas: Desmontando un elefante,
Aitor Echevarría
Una pica es algo que hace daño,
punzante, la punta de una espada. Este film, debut en el largometraje de Aitor
Echevarría, conocido como director de fotografía, tiene dos picas, dos
punzones. La madre, Emma Suárez, la hija, Natalia de Molina. ¿Y el elefante? El
elefante no es otro que el alcoholismo y su dependencia. Marga, la madre,
arquitecta y muy inteligente, ha estado toda su vida entrando y saliendo de
clínicas de desintoxicación para su adicción al alcohol. Blanca, su hija menor,
bailarina con muchas inseguridades, intenta ayudarla y comprenderla. Entre las
dos está el elefante de la dependencia de Marga. La película se mueve entre los
ensayos de Blanca en una coreografía que es casi un combate y las rutinas de
Marga en un intento de dominar su deseo de beber. Ellas tienen las mejores
secuencias, los momentos más tensos. El duelo que establecen es lo mejor de la
película en la que la figura de Darío Grandinetti, el padre, queda
completamente desdibujada. Casi tan desdibujada como el propio alcoholismo, un
elefante más presente en lo que no se ve que en lo que vemos. Un elefante que
llena los espacios vacíos entre estas dos mujeres, tan distintas y al mismo
tiempo tan cercanas. Un buen melodrama
As
de Corazones: La mitad de Ana, Marta
Nieto
La ópera prima de Marta Nieto
es toda corazón. O la mitad del corazón. Ana es madre de Son, una niña de ocho
años, una niña que quiere ser, o cree que es, un niño. Son empieza a sentirse
mal en su papel de niña y Ana empieza a sentirse mal en su papel de madre. Ana
es la propia Marta Nieto, desdoblada en actriz protagonista y directora. Una
Marta dividida. Lo más interesante de una propuesta que merece ser tenida en
cuenta, es el uso que hace del arte, concretamente de un cuadro muy especial.
Porque Ana es vigilante en el Museo Reina Sofía donde, en la soledad de su sala,
acaba siendo hipnotizada por el cuadro Un
mundo, de la pintora vanguardista Ángeles Santos, un cuadro pintado en
1929, cuando la autora tenía 18 años. En este mundo onírico en el que habitan
seres extraños y hadas que vuelan, Ana se pierde en las luces que iluminan las
casas y las calles de una ciudad que ella reconoce. Para Ana, ese cuadro es un
misterio, como lo es su hija y su deseo de ser otro. La mitad de Ana, o la mitad de Marta, anuncia una directora que
dará mucho juego.
As
de Trébol: Las novias del sur, Elena
López Riera
Un trébol de cuatro hojas, de
cuatro retratos, en realidad de varios retratos, de las novias del sur, las
novias del pasado, las que posaban felices y asustadas, con sus vestidos
blancos y sus ramos de flores, antes de darse de bruces con una realidad que
casi nunca era de color de rosa. A partir de una foto de su madre el día de su
boda, la directora se pregunta cómo debió sentirse esa mujer más joven que ella
en este momento. Y eso la lleva a preguntar a un pequeño grupo de mujeres
mayores el recuerdo de su boda, su vida de casadas, su primera vez. Lo que
surge es un diálogo fresco y desinhibido en el que las mujeres se abren a
contar experiencias y emociones muy intimas. Las novias del sur combina estas
entrevistas de plano fijo y voz en of de la directora, que asume un rol
fundamental en el relato, con materiales de archivo, fotos y videos domésticos.
El resultado es tanto un film antropológico, como una historia de amor de
distintas caras. Un trébol de vidas.
(Las novias del sur es un mediometraje de 45 minutos, una rareza entre los estrenos)
( la complicidad entre Sorogoyen y Trueba se ve en Volveréis: Alejandra visita el rodaje de Los años nuevos)
Comodín: Los años nuevos, Rodrigo Sorogoyen, Paula Fabra, Sara Cano, Movistar
El repóquer de esta semana lo hacemos con el último trabajo de Rodrigo Sorogoyen, por primera vez sin la inseparable Isabel Peña. Los años nuevos es una propuesta distinta en el terreno de las series. Está pensada como una película, realizada como si fuera cine. Tiene dos temporadas, pero en realidad es una unidad. Cuenta la historia de Ana y Oscar. Los dos cumplen años el 1 de enero. Cuando se conocen en la Nochevieja del 2015, están a punto de cumplir 30 años. Oscar es médico, Ana intenta encontrar su lugar en la vida. Los seguimos en su evolución como pareja y después como dispareja, a lo largo de diez años. En los cinco primeros, su relación se va construyendo poco a poco y culmina en un viaje a Berlín decisivo para sus vidas. En los cinco segundos vemos sus vidas separados y como una extraña fuerza del destino los va volviendo a acercar. A veces, aunque luches en contra, lo que está escrito está escrito, y estaba escrito que Ana y Oscar tenían que estar juntos. No hago ningún spoiler con esto porque no aclaro que les pasa en ese último año nuevo en el que cumplen 40 años. Interpretada por Iria del Río y Francesco Carril, esta serie tiene un extraño y curioso paralelismo con el cine de Jonás Trueba, (de hecho Franceso Carril es un habitual en su cine). Lo que Trueba ha ido construyendo película a película entre Itsaso Arana y Vito Sanz, desde que se conocen en La virgen de agosto, hasta que se separan en Volveréis, es casi lo mismo que les pasa a Ana y Oscar en Los años nuevos. Pero en este caso, la necesidad de llenar diez horas de serie, juega un poco en contra del conjunto, porque igual que en la vida, no todo es tan digno de ser contado y hay muchos momentos muertos o simplemente anodinos, que en el cine de Trueba no tienen cabida porque en una película el ritmo es otro y en la serie de Sorogoyen, pesan en algunos capítulos. Para mí, la segunda parte, los cinco capítulos de ellos separados pero añorándose, son mejores que los primeros cinco. Probablemente porque los personajes son más interesantes al hacerse adultos, o también, porque el mundo en crisis pero controlado, donde todo se daba por sentado, del fin de año del 2015 al fin de año del 2019, saltó por los aires en el 2020 y aun ahora no nos hemos recuperado de esa fractura emocional. Sorogoyen recomienda ver la serie seguida, cosa bastante complicada porque dura casi diez horas, pero en todo caso, si vale la pena ver cada una de las dos temporadas sin cortes. Es una manera de apreciar mucho mejor este fino retrato de una pareja de ahora mismo, del final de la juventud, de los deseos perdidos y los deseos conseguidos. Los años nuevos nos hace recordar como éramos y que hacíamos no hace tanto tiempo. Su cotidianidad y su naturalidad son la mejor baza para compartir las vidas de Oscar y Ana.
El regalo de esta semana es una acuarela verde y naranja, una hoja del
jardín con una flor del granado
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