sábado, 23 de agosto de 2025

PROPUESTAS DE VERANO 4


Dos propuestas (que son cinco) de verano muy americanas: un libro (una saga mejor dicho) y dos series (que son cuatro) ambientadas en el mismo año.


Un(os) libro(s) Los mensajeros de la oscuridad John Connolly

Este verano he leído la última entrega de la serie de libros de John Connolly  sobre el detective Charlie Parker. Leí el primer libro, Todo lo que muere, en el 2005 y me sorprendió que siendo tan americano estuviera escrito por un irlandés. Desde entonces los he leído todos, llevo 20 años siguiendo a Parker y sus fantasmas a lo largo de 22 títulos, el último Los mensajeros de la oscuridad. Y espero que siga. Porque aun no me he cansado del detective mas  atormentado del mundo, ni de sus inseparable amigos el inteligente Ángel y el elegante Louis, sus auténticos ángeles de la guardia en el mundo tenebroso y oscuro donde se mueven todas sus historias. Charlie no es un detective normal, en ningún sentido. Charlie ve cosas que otros no ven, tiene enemigos muy peligrosos que surgen de las zonas más oscuras de la mente y la tierra. No hace falta leerlos todos para sumergirte en sus historias, pero para mí, que los he ido leyendo a medida que se publicaban, ha sido como ver crecer a un amigo y acompañarlo en su camino en esa  América tan stephenkingiana de los paisajes brumosos de Maine donde vive Charlie, uno de los lugares más antiguos y con más secretos enterrados de todo Estados Unidos. Cuando aparece Parker por primera vez en 1999 (aquí se publicó más tarde), Bill Clinton aún era presidente y el país vivía los últimos años de una edad de la abundancia. En los 25  años transcurridos entre el primero y el último, Estados Unidos, y el mundo, ha dado un vuelco de 360ª. Nada es igual. Ni en la tecnología, no había móviles en 1999, ni en la política, no había populismos ni yihadismo en 1999, ni en la vida diaria, la vida era más fácil y sobre todo más despreocupada y sin redes sociales en 1999. Pero si había maldad y esa maldad que atacó duramente al detective Charlie Parker, estaba ahí, acechándonos a todos. A medida que Connolly iba avanzando en la vida de Parker, el mundo iba cambiando: el ataque a las Torres  Gemelas, la guerra de Irak y Afganistán que desangró el país, George Bush en sus dos mandatos fraudulentos, la esperanza negra de Obama que tuvo que lidiar con la mayor crisis económica del mundo en 2008,  la primera presidencia de Trump y el ascenso lento pero imparable de la amenaza rusa y de la extrema derecha. Todo esto está en los libros pero no es el tema de los libros. Las historias y los seres depravados a los que se enfrenta Charlie son mucho más antiguos, mucho más tenebrosos y crueles, tienen sus raíces en Lovecraft. Pero ahí está Charlie un superviviente acompañado de sus hijas, la hija muerta y la hija viva, a las que hemos visto morir y nacer. Y Maine y Portland y el pantano y el misterio. Si no lo conocen y les apetece, empiecen por el principio. Vale la pena leerlos en orden, pero no de golpe, es mejor dejar pasar un tiempo antes de leer otro y así seguir con los 22. Hay lectura para años.

 


Dos series: La edad dorada, Julian Fellowes,1883, Taylor Sheridan, Sky Showtime

¿Por qué hablo de las dos series juntas? Porque las dos suceden en el mismo tiempo histórico: 1882-1883. Una en Nueva York, la otra en el lejano oeste camino de Montana. Ver las dos en paralelo es un buen ejercicio de historia para entender ese complejo país en el que convive lo más sofisticado con lo más brutal, la rancia tradición con la insolente modernidad. El despilfarro de los nuevos ricos con la lucha por la supervivencia de los colonos en el lejano oeste. Todo está ahí: los demócratas y los republicanos, los que miran adelante y construyen y los que dejan el pasado atrás pero no el peso de sus prejuicios. Y la violencia, una violencia diferente en la ciudad de la que se ejerce en los polvorientos caminos de las carretas, pero violencia siempre. Y el triunfo del individuo frente a lo colectivo. Hay que triunfar, hay que conquistar, hay que imponer: la nueva riqueza sucia del petróleo y los ferrocarriles, frente a la riqueza heredada de la vieja aristocracia; la nueva riqueza sucia de las ganaderos frente a  la riqueza de los indios que son los auténticos propietarios de las tierras ocupadas. Ambas series son historias de familias. La edad dorada evoca la década prodigiosa de 1882, cuando Nueva York era el centro de una revolución urbanística, cultural y social muy lejos del salvaje oeste y la culta Europa. En este contexto acompañamos a Marian Brook, una joven sin fortuna que llega a Nueva York para vivir en casa de sus tías Ada y Agnes, representantes de la vieja tradición de americanos descendientes de los primeros colonos, auténtica aristocracia neoyorquina, en la calle 61 del Upper East Side de Manhattan. Al mismo tiempo que ella, se instalan en la gran nueva casa que se levanta enfrente, los Russell, una poderosa familia de nuevos ricos industriales. En la segunda temporada de La edad dorada, Berta Russell consigue destronar a la vieja aristocracia neoyorquina construyendo el Metropolitan Opera House. Toda la lucha de Bertha tanto en la primera como en la segunda temporada, es conseguir ser aceptada en la restringida y elitista sociedad neoyorquina de los 400, las familias que realmente  contaban y cuentan, con la mayor influencia en la vida pública. En la tercera temporada, que es la que se estrena ahora, Berta Russell  da un paso más al empeñarse en casar a su hija con un duque inglés. Mientras, la vida de Marian y de su amiga Peggy, una chica negra periodista y escritora a la que conoce en el tren que la lleva a Nueva York en la primera temporada, da varios giros en sus particulares historias. Y de fondo, el oeste como tierra prometida y explotable.

Ahí enlaza La edad dorada con 1883, una precuela de Yellowstone en la que encontramos a los tatarabuelos de John Dutton luchando por llegar a Oregón aunque el destino los conduce a Montana donde sentarán las bases del futuro rancho Yellowstone que se consolidara en una segunda (falsa) temporada en la serie 1923, donde John Dutton con el rostro envejecido de Harrison Ford, ya es el poderoso dueño de un gran rancho. Comparar 1883 y La edad dorada da mucho juego, también lo puede dar ver en paralelo 1923 y Boardwalk Empire, de Martin Scorsese, las dos pasan en los primeros años 20, una en el lejano y salvaje oeste, la otra en el cercano pero también salvaje este de Nueva York y Atlantic City. Son series muy buenas en todos los sentidos, entretenidas, apasionantes, llenas de giros. Son series que se pueden ver separadas unas de otras, pero juntas, 1883/La edad dorada; 1923/Boardwalk Empire,  componen el mejor fresco histórico, social, económico y político de Estados Unidos. Donald Trump no nace de la nada. Tampoco Barak Obama nacía de la nada. Tienen muchas raíces.  Una curiosidad: un irlandés se inventó a un detective típicamente americano; un inglés, Julien Fellowes, se ha inventado a dos familias genuinamente americanas. Al principio sorprende. Luego te das cuenta de que Estados Unidos es un país de acogida, hay pocos americanos que  no tengan abuelos o tatarabuelos europeos o chinos. Quizás por eso los europeos los conocen tan bien.  

La edad dorada y Boardwalk Empire, están en HBO; 1883 y1923, están en Sky Showtime.

El regalo de esta semana es un árbol que podría estar en Maine, o en los bosques de Montana



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