sábado, 1 de diciembre de 2012

SECUENCIAS



(yo tengo mis particulares Richard Parker: una gata negrita y de verdad,  y un Calvin, de rayitas y de peluche. La Negra y Calvin conviven estupendamente)
Hay varios estrenos esta semana. De todos ellos me quedo con dos: La vida de Pi, de Ang Lee y El capital, de Costa Gavras. Y de las dos películas, absolutamente recomendables por muy diferentes motivos, me quedo con algunos momentos inolvidables.
De La vida de Pi, aparte de unos increíbles títulos de crédito, me quedo con las imágenes del joven Piscine y el tigre Richard Parker en medio de un Océano cuajado de estrellas en el cielo y en el mar. Pocas veces el cine ha sido capaz de evocar la belleza que tienen algunas de los dibujos de las miniaturas indias, con la precisión del detalle, la composición perfecta del cuadro, el equilibrio de las formas, en este caso el tigre y el adolescente en una barca. Los colores, la luz, la atmósfera, todo se conjuga para hacer de la parte central de la película de Ang Lee, una experiencia sensorial memorable. En Holy Motors, de Leos Carax, había un episodio que producía una sensación parecida, pero sin la dimensión metafísica (y no quiero meterme en terrenos espirituales o religiosos que no me interesan) que tienen este tigre y este humano frente a frente.

De El capital me quedo con una conversación aterradora: la que tiene el personaje de Marc Tourneuil, el ejecutivo sin alma, con su mujer Diane, aparentemente una persona con mas conciencia. Es ella, sin embargo, quién le da la clave para resolver el espinoso asunto de despedir a 10.000 personas: haz como el Presidente Mao en China durante la Revolución Cultural; no te ensucies tú, que sean las propias bases las que decidan a quien hay que echar. Una cascada de delaciones y venganzas personales se desencadena en el poderoso Banco que preside Marc. Y él tan contento. De todas las lecciones que se pueden sacar de este frío y despiadado retrato del funcionamiento de los negocios de los grandes bancos y su implacable afán de ganar mas y mas dinero a costa de gobiernos, personas y lo que sea,  la mas feroz es esta: el Libro Rojo de Mao que tantas y tantos enarbolaban  en los años 60 como símbolo de progreso, es el mejor manual para los jóvenes depredadores de los mercados.   

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