viernes, 31 de mayo de 2013

DESPILFARRO Y BASURA



Esta semana he leído el libro de Antonio Muñoz Molina Todo lo que era sólido. Es un libro estupendo donde se puede encontrar escrito con una prosa sencilla y muy clara lo que la mayoría de la gente con sentido común pensamos sobre lo que ha pasado y está pasando en España en estos momentos. En estos y en los inmediatamente anteriores cuando España iba bien, cuando éramos los reyes del mambo y tirábamos la casa por la ventana alegremente. Algunas de las cosas que cuenta Muñoz Molina de su etapa como director del Instituto Cervantes en Nueva York, hacen enrojecer de vergüenza y los datos que da sobre la especulación y su análisis de la evolución del deterioro social y político de los últimos años, es de una lucidez absoluta que se resume en una palabra: despilfarro.
Despilfarro, esa es la palabra justa. Despilfarro de dinero publico en gastos inútiles, edificios que no hacen falta, viajes desorbitados, infraestructuras innecesarias; despilfarro del legado histórico de un país que olvida continuamente su historia como si todo empezara de nuevo cuando llega un nuevo gobernante; despilfarro de un paisaje degradado, destruido en aras de una codicia desmesurada y una corrupción generalizada; despilfarro de una cultura a la que nunca se ha cuidado ni se ha respetado, únicamente utilizado. Despilfarro que ha hecho de España un espacio de espejismos.
De aquellos polvos vienen estos lodos, mas que lodos pantanos de inmundicia, que se suelen englobar bajo la crisis. Una crisis que sirve para justificar toda clase de recortes en las conquistas sociales colectivas, o para espolear toda clase de reivindicaciones nacionales absurdas que nos remiten a tiempos que ya creíamos superados.
Acabé de leer el libro el día que salía en La Vanguardia un reportaje sobre la Bienal de Venecia donde se daba cuenta de la representación española y catalana. Me sentí profundamente insultada cuando me enteré que el pabellón español, que ha costado nada mas y nada menos que 400.000 euros (¡la mitad que el de la anterior bienal! lo dicho, el despilfarro que había y que por visto continua) era una montaña de escombros llenando una habitación firmada por una artista que se llama Lara Almarcegui. ¡Pero que es ésto!, hasta donde hemos llegado en este retablo de las maravillas que nos impide reconocer la desnudez, por no decir la estupidez, de los que se escudan en la basura como pretendida arte. Ya está bien de tanta tomadura de pelo. Ya está bien de pensar que la gente es idiota. No lo somos. Pero mi enfado no solo no se apaciguó sino que creció cuando, en la misma página leí un artículo referente al pabellón catalán que ha costado la friolera de 480.000 euros y que es, ni mas ni menos, que una reivindicación de los parados de este mundo.  No sé si los que han impulsado esa idea son muy conscientes que con el gasto que ha supuesto su obra de arte han contribuido notablemente a que haya mas parados en esta ciudad. Quizás el próximo año puedan buscar entre los despedidos del TNC o las victimas del ERE de diarios y revistas o quizás entre los farmacéuticos que no cobran, nuevos parados para una edición renovada de su pabellón.

Cuanta razón tiene Muñoz Molina y que poco hacemos por impedirles que sigan con el despilfarro y la basura. Yo ya me he cansado y este post es prueba de ello.

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