sábado, 15 de diciembre de 2018

D DE DANZA, D DE DIBUJOS



D de danza
No soy muy aficionada a la danza, lo que no quiere decir que no sepa apreciar un buen ballet clásico o contemporáneo. Tampoco me gustan demasiado los biopics de personajes que aun viven y pueden haber influido en la manera más o menos complaciente de mostrarlos en la pantalla. Estas dos cosas juntas me preocupaban al ir a ver la película de Iciar Bollain Yuli, sobre la vida del bailarín cubano Carlos Acosta. Pero tengo que reconocer que al acabar de verla respiré tranquila: la danza era espectacular; el biopic era sincero, pero sobre todo y eso era lo más importante para mí, me di cuenta de que Iciar y supongo que Paul Laverty desde el guión, habían sabido contar una vida con dos lenguajes distintos. La combinación entre el humanismo naturalista de la vida del niño Yuli y sus sacrificios para llegar a ser Carlos Acosta, las dudas del joven Yuli para asumir que ya era Carlos Acosta; y la madurez del bailarín consagrado al asumir que representa una isla, pero no debe cargar con el peso de lo que esa isla representa, se cuentan en paralelo con coreografías de una gran belleza que van ilustrando como cuadros bailados los episodios que vamos viendo. Todo junto le da cuerpo a un film que si solo fuera el biopic podríamos calificar de convencional y bien intencionado y si solo fuera el ballet podríamos decir que era demasiado abstracto y artificial. Juntos los dos lenguajes producen una película mucho mas interesante en la que resalta una figura por encima incluso del propio Carlos Acosta, su padre, heredero de las tradiciones africanas, un hombre que por su machismo y autoritarismo debía estar en contra de la idea de tener un hijo bailarín y que sin embargo, supo ver el potencia que aquel niño de once años tenía dentro. El que sea el propio Carlos Acosta el que asuma el rol del padre en los ballets que está montando, es un claro homenaje al hombre que con su tozudez le ayudó a ser quién es. Enmarcado todo, el antes y el ahora, en la Cuba de los Castro, presente pero no obsesivamente, con los problemas que genera en la gente normal la falta de libertad, la falta de medios, la falta de todo, pero sin cargar las tintas en ningún sentido. Yuli no es una historia de la Cuba revolucionaria, es la historia de un niño que hizo su propia revolución para convertirse en un artista indiscutible. Quizás por eso me sobra una de las piezas de baile a la que se le concede demasiado protagonismo. El ballet antiimperialista que aparece como un bolet (como una seta) en medio del bosque del relato y que no pinta nada en la historia. Pinta tan poco, que incluso una de las bailarinas le pregunta a Carlos que hace ese ballet ahí, en su espectáculo, Carlos parece no saber qué contestar y al final le dice, piénsalo tú misma. Yo lo he pensado y he llegado a la conclusión de que, a lo mejor, al darse cuenta el guionista que la historia no era política sino humana o artística, sintió la necesidad de dejar clara cuál era su postura (no sé si la de Carlos, a lo mejor si la de Iciar) respecto al imperialismo yanqui. Y colocó el ballet. Si somos capaces de abstraerlo del conjunto, como baile autónomo, es realmente bueno; en el contexto de la historia me molesta un poco porque me saca del tono que tiene todo el film. Un tono que me gusta, vuelvo a decirlo.




D de los dibujos de Nuria Díaz para el precioso libro El Gran Hotel Wes Anderson. Hay muchas maneras de acercarse a la obra y la vida de un director que te (nos) gusta. La joven dibujante gallega lo ha hecho de una forma original que seguro le encantará al autor de películas inolvidables como Los Tennenbaums, Moonrise Kingdom o Fantastico Mr. Fox- Diaz ha construído un hotel de muñecas con distintas habitaciones en las que se aloja Anderson, su familia, sus amigos, sus personajes, sus manías, sus objetos, todo lo que uno se pueda imaginar. No es una imitación ni es un homenaje, se puede decir que es la traducción de las imágenes de cine de un director melancólico, entrañable y absurdo a las imágenes dibujadas de una andersoniana convencida tan melancólicas, entrañables y absurdas como él mismo. Un regalo para todos los que adoran a Wes Anderson y para cualquiera que disfrute con un libro/hotel donde no me importaría pasar las Navidades.


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D de los dibujos de Karishma Chugani Nankai, en otro libro, una joyita escondida que hay que buscar para disfrutarla. Se titula Las visitas de Nani, lo ha publicado Ediciones Ekaré y cuenta la vida de una familia india, de la India, que extiende sus ramas por los cinco continentes. Nani es la abuela de la autora, tiene 91 años y “ha viajado por el mundo viviendo una vida de mudanzas y aventuras”. La autora, su nieta, la utiliza como hilo conductor para hacer un viaje que es una versión imaginada, dibujada y soñada de la vida de Nani. Cada página del libro requiere ser mirada con mucho cuidado para no perder ninguno de los pequeños detalles de los pequeños dibujos, una palmera, un pájaro o los ingredientes indispensables para hacer las recetas de Nani. Porque éste es, también, un libro de recetas de postres tradicionales que Nani ha transmitido a sus hijos y a sus nietos. Las visitas de Nani es un libro muy especial, único, diferente, hermoso que despierta en mi el deseo de contarle a Karishma mi propia vida para que me la dibuje con el mismo amor. Búsquenlo, es un regalo precioso.



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