sábado, 2 de noviembre de 2019

OCULTOS



(¿un hombre oculto de Ramon?)
Esta semana solo destaco una película: La trinchera infinita, de Jon Garaño, Aitor Arregi y José Mari Goenaga, con guión de Luiso Berdejo y Goenaga. Para los que no se acuerden, los directores vascos son los autores de la estupenda Loreak y de la extraña Handía, dos películas profundamente arraigadas en Euskadi. Esta es la primera sorpresa de este film: tres vascos rodando una historia que pasa en Andalucía. Sorpresa relativa, porque aunque esté ambientada en un pueblo malagueño, la historia de La trinchera infinita podía suceder en cualquier sitio. De hecho sucedió en muchos lugares de España donde las rencillas y envidias ancestrales, que tantas muertes terribles produjeron en los pueblos y ciudades más pequeñas, tuvo como consecuencia la aparición de los topos: personas que al acabar la guerra civil se escondieron en sus casas en zulos, o habitaciones cerradas, ocultos de sus vecinos por miedo a las represalias. Los topos salieron a la luz en 1969 cuando se ofreció una amnistía general de los delitos cometidos antes de 1939 y fueron estudiados y nombrados por primera vez en 1977 en un libro de los periodistas Manuel Leguineche y Jesús Torbado. Pero antes de este libro, el cine ya se había interesado en estas historias en una película inclasificable, tan oculta como el hombre oculto que retrata. Este fue el titulo que Alfonso Ungria le puso a un film que descubría la realidad de estos topos invisibles, no solo en el cine, también en la sociedad. Blanco y negro, cine abstracto, un poco casposo en palabras de su director, El hombre oculto tenía mucho sentido del humor y una fina ironía que es lo que permite hoy revisarla. No sé si el trío de directores vascos la han visto, supongo que si, porque hay situaciones parecidas. Pero en su caso, sin humor. Quince años más tarde, en 1986, Fernando Fernán Gómez dio su particular visión de los hombres ocultos en una de sus películas más inverosímiles y descabelladas, Mambrú se fue a la guerra. Tendrían que pasar más de veinte años, para que en 2008, José Luis Cuerda volviera al tema adaptando la novela de Alberto Méndez, Los girasoles ciegos, con Maribel Verdú y Javier Cámara como el topo escondido. La novela es una pequeña joya (Joaquín Jordá era uno de sus máximo defensores, incluso volvió a leer tras el ictus solo para poder disfrutarla). Los girasoles ciegos es un melodrama en el que el punto de vista es el de la mujer, obligada a vivir una doble vida. Diez años más tarde, los vascos vuelven a los topos con la historia de Higinio y Rosa, es decir Antonio de la Torre y Belén Cuesta. Felicidades a los directores por la apuesta que hacen con Belén Cuesta, ofreciéndole la posibilidad de demostrar que es una actriz con mucho mas recorrido del que hasta ahora había tenido. Al margen de lo que el maquillaje, el vestuario, y la peluquería hace por su personaje, Belén le da a su Rosa una serie de matices, a veces muy sutiles, para mostrar como la situación claustrofóbica y agónica en la que viven condiciona toda su vida. La trinchera infinita toma partido por el punto de vista de Higinio, el hombre oculto, por eso vemos la vida a través de las rendijas de su escondite, los agujeros que le conectan con un mundo que solo puede imaginar. El apostar por esta mirada hace que la película prácticamente nunca salga de la casa en la que vive escondido Higinio durante 33 años. Hay una dilatación del tiempo narrativo que quizás necesita las dos horas y media que dura la película. A veces es un tanto reiterativa en sus situaciones, pero la vida está hecha de repeticiones y rutinas. Usar como banda sonora las músicas populares de cada época, es una manera de situar la historia en el tiempo sin necesidad de insistir en fechas. Yo tan solo le pediría que hubieran tenido un poco mas de sentido del humor, no el humor salvaje de El hombre oculto o el surrealista de Mambrú, pero si algún resquicio de aire para respirar en ese cuarto emparedado que es metáfora de un país emparedado por el miedo y la cobardía.

EL RINCÓN DE LAS SERIES



En la sombra
Otra clase de hombres ocultos son los que retrata la serie francesa En la sombra que se puede ver en Filmin. Tiene tres temporadas, la primera del año 2012 y la ultima del 2016. Es una serie política de absoluta actualidad en estos días de plena campaña electoral. Porque de eso habla la primera temporada de la serie, sin ninguna duda la mejor y la que yo recomiendo ver en estos momentos. Las otras dos son menos interesantes y sobre todo menos “actuales”. Pero vamos por partes, ¿Quiénes son los hombres ocultos en la sombra que protagonizan esta serie? Ni mas ni menos que los asesores de imagen de los políticos. Para que se entienda, los ivanes redondos del mundo. Bueno, no del mundo sino de Francia. El protagonista es Simon Kapita, un publicista especializado en temas políticos, que se ve catapultado a jefe de campaña y asesor de la candidata a la presidencia del país casi sin darse cuenta. Kapita va ganando poder de convicción con sus métodos de aplicar el marketing a la política sin que se le caigan los anillos por trabajar para una ideología que no es la suya. En eso, la serie es absolutamente verosímil y real como la vida misma: lo que cuenta son los resultados de quien te contrata. El capitulo cuatro de la primera temporada es especialmente interesante y pertinente estos días de debates en la tele. Kapita y sus oponentes, los asesores de los otros, saben muy bien la importancia de los pequeños detalles en estos debates. Los de aquí, también. Pasan mas cosas En la sombra, hay un par de líneas narrativas paralelas que sirven para completar el eje central sin molestar demasiado. Es importante fijarse en la fecha de la primera temporada, 2012, cuatro años antes de que Emmanuel Macron ganara las elecciones con el lema En marche. Del Ensemble de la candidata ficticia al En marche de Macron hay un trecho  muy pequeño. Seguro que los Kapita del presidente se miraron la serie muy atentamente. También la han debido ver los ivanes de todo tipo que pululan por los partidos españoles y que estos días están haciendo horas extras. Una pequeña lección de historia.






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