sábado, 9 de noviembre de 2019

VENTAJAS DE VIAJAR EN TREN



(una estación de tren siempre es promesa de una aventura)

Este es el  título de una excelente novela de Antonio Orejudo publicada el año 2000. También es el título de una película que se estrena esta semana, opera prima de Aritz Moreno. Ventajas de viajar en tren es un film inesperado, sorprendente, absurdo y divertido. Y muy crítico. Todo empieza con una inocente pregunta, la que le hace un pasajero a la mujer que se sienta delante de él “¿Le apetece que le cuente mi vida?” La mujer dice que sí y así empieza un laberinto de historias que se abren a otras historias, se pierden en otras historias y acaban por volver a la historia del principio, la de la mujer que responde que sí a la inocente pregunta. Mientras tanto, hemos asistido a un desfile de situaciones, personajes y espacios que abarcan un catálogo completo de perversiones y manías en una espiral delirante que escritor y director cierran porque en algún sitio hay que cerrar. Creo que solo alguien muy atrevido podía adentrarse en este mundo de mundos sin miedo a caer en el ridículo. Seguramente la inconsciencia y el valor de hacer una primera película han sido las mejores bazas para que Aritz Moreno se propusiera adaptar esta novela con guión de Javier Gullón y hacerlo con gran éxito. Y con la colaboración de un grupo de actores estupendos. Ernesto Alterio como un psiquiatra que necesita otro psiquiatra; Luis Tosar como soldado/basurero (en ambos caso recoge basuras); Quim Gutiérrez como amante de los perros y sobre todo de las perras; Belén Cuesta como hermana imaginada; Pilar Castro como pasajera del tren y centro indiscutible de una de las historias. Y hay mas. Pero ya los descubrirán. Ventajas de viajar en tren no deja indiferente. Te gusta o no te gusta. A mí si me gusta.

De hecho, hay muchas ventajas de viajar en tren.



Ventaja 1: mirar el paisaje, por ejemplo el de Vilafranca del Penedès, con sus viñas otoñales y tranquilas donde esta semana ha comenzado un festival muy peculiar. Se llama Most Festival Internacional de Cinema del Vi i el Cava. Ya lo conocía, pero este año he tenido ocasión de vivirlo al ser miembro del jurado que otorga los premios. Cuando accedí a formar parte de este jurado no podía esperar que me iba a interesar y a divertir tanto. Las ficciones eran ingeniosas, los spots bonitos, pero sobre todo los documentales me han descubierto un montón de cosas que no sabía del mundo del vino. Nunca habría imaginado que hubiera viñas que vienen de las viñas salvajes de Estados Unidos prohibidas en Europa y que los que las cultivan clandestinamente fueran auténticos rebeldes contra el sistema. Tampoco sabía que había uvas que se sumergen en el mar antes de convertirlas en un vino súper especial. Ni todo lo que se esconde detrás de algunas DO, una especie de mafia de las denominaciones de origen contra la que muchos viticultores se rebelan o quieren cambiar. Desconocía por completo la historia de la industria del vino de Jerez, con su ascensión, éxito y fracaso a lo largo del siglo XX. Y no podía pensar que en las Islas Azores se cultiva una viña y se hace un vino que escapa a cualquier definición y control, un vino libre hecho de una manera, no solo artesanal, sino ancestral. He aprendido muchas cosas que me han hecho mirar las viñas de otra manera y apreciar mejor un buen vino después de conocer el inmenso trabajo que hay detrás para hacerlo. Ha sido una gran lección.



Ventaja 2: leer un libro, por ejemplo ¡Me cago en Godard! de Pedro Vallín. Confieso que el libro me atrajo por dos cosas. El autor, al que leo en sus crónicas políticas en La Vanguardia, y el título con el que me sentí identificada aunque nunca lo he expresado con tanta contundencia. La tesis de Vallín es muy sencilla: el cine americano es de izquierdas, el cine europeo es de derechas, (con excepciones, claro). Es una tesis provocadora y muy estimulante que el autor desarrolla, expone y razona en la primera parte del libro, brillante y cargada de verdades con las que desnuda el pensamiento único dominante. Leyéndolo, vemos que mas que cagarse en Godard, lo que hace es explicar porque cree (y fundamenta) que el cine de Hollywood es mucho mas progresista que el europeo. Las reflexiones de Vallín van mas allá del cine y se adentran en el arte en general cuando afirma que “El Arte hoy es un enigma en el que el plebeyo a menudo se pierde pues todos sus signos son un arcano indescifrable para el común de los mortales. Está lleno de mensajes en código, de modo que solo un miembro del endógamo mercado en que opera puede desencriptarlo”. O cuando explica el nacimiento de las vanguardias desde un punto de vista de clase. O cuando encuentra en la historia y en la geografía las razones que justifican la lejanía de uno y otro cine. O por qué las películas de Hollywood son “productos” mientras que las europeas son “creaciones”. Es un placer leerlo asintiendo muchas veces, preguntándose si es cierto lo que cuenta o discutiendo con él en silencio. La segunda parte del libro es menos brillante, se centra mas en ejemplos que ilustren sus tesis y eso siempre es menos divertido. Pero sigue siendo provocador y te genera las ganas de hacer tus propias listas que corroboren (o destruyan) sus criterios. Solo hay una cosa que echo en falta. Vallín utiliza para sustentar sus tesis dos elementos: los argumentos, es decir lo que se cuenta, y la producción, es decir cómo se hace. Pero deja de lado el lenguaje cinematográfico propiamente dicho, la capacidad de crear imágenes visuales potentes que también es algo importante y sustancial del cine. Pero eso es posiblemente tema de otro libro. Lo mejor es leer ¡Me cago en Godard! ya sea para enfadarse con él, ya sea para compartir sus ideas.



Ventaja 3: nunca te encontraras con Las niñas bien de la directora mexicana Alejandra Márquez que, por supuesto, jamás pondrían los pies en esa cosa tan poco elegante como es un tren (sobre todo en México). Pero que no las encuentres en el tren no es motivo para no ir a verlas en el cine y disfrutar con sus desgracias de niñas ricas que no saben vivir de otro modo. Son las niñas popof de la alta sociedad mexicana, burguesas acomodadas e inútiles, clasistas y racistas condenadas a desaparecer, que la directora observa sin crueldad, como personajes de un pasado lejano que ya no existe arrollado por la crisis y la modernidad. Las niñas bien es un film  impecable visualmente, con unas localizaciones y una ambientación perfectas, que se ve con la sonrisa congelada al observar la decadencia moral y material de estas mujeres que creyeron tenerlo todo. Y que, por supuesto, nunca viajarán en ningún tren.


(lo que queda del muro, memoria en piedra)

Ventaja 4: cerrar los ojos y recordar un hecho importantísimo que sucedió hace treinta años: la caída del muro de Berlín. Yo estuve allí. Casi en directo. Menos de un mes antes, estaba en Berlín como jurado de lo que entonces se llamaban Premios Félix, que la recién fundada Academia de Cine Europeo otorgaba por segunda vez. La experiencia fue extraordinaria, pero una de las mejores cosas fue darnos cuenta de que el mundo estaba cambiando. Escribí de esto en el libro La vuelta al mundo en 20 festivales. Lo copio aquí porque me sirve para recordar ese hecho extraordinario: “La ciudad vivía uno de sus momentos más importantes históricamente. La caída del muro parecía inminente, todo el mundo estaba excitado. Una noche Aina Bellis, secretaria y alma de los Félix, me llevó a pasear por Kreuzberg. Caminamos mucho rato junto al muro, contemplando los grafittis y entramos en la famosa iglesia de Marianemplatz cuyos muros formaban parte del Muro. Fue un paseo magnífico que acabó en una pequeña taberna bebiendo vino. Ni una ni otra podíamos imaginar que esa iba a ser una de las últimas oportunidades de ver el muro. Poco menos de un mes más tarde, el símbolo de la Guerra Fría desaparecería para siempre. Pero aún tuvimos tiempo de vivir una jornada histórica. Impulsados por Donner, fuimos a Berlín Oriental el día que Gorbachov presidía un gran desfile patriótico junto con Honecker. Pasamos por Checkpoint Charlie con cierto temor (Jörn Donner era miembro del parlamento finlandés y podía tener problemas diplomáticos), pero una vez en la zona oriental nos dimos cuenta de que habíamos llegado a una gran fiesta. La contradicción entre el desfile oficial con las banderitas y los niños uniformados y los grandes grupos de jóvenes que se manifestaban por su lado exigiendo cambios radicales, producía un cierto vértigo. Llegamos hasta la famosa avenida Unter den Linden donde se congregaban las fuerzas de seguridad y alcanzamos a ver y oír a Gorbachov en un discurso que iba a hacer historia. Fue la última vez que Honecker apareció en público. El mundo estaba a punto de dar un giro radical. Tras casi cuarenta y cinco años de guerra fría, de política de bloques, de espías y de ideologías opuestas, la caída del muro de Berlín se iba a llevar por delante, no sólo las piedras que lo sustentaban, sino una manera de entender la sociedad.” Hoy, 9 de noviembre, se cumplen 30 años de ese día especial en que Europa empezó a unirse. No por mucho tiempo, como vemos con temor y tristeza a la vista de los pujantes nacionalismos populistas que nos acechan. Pero no nos dejemos abatir. La ventaja de viajar en tren es que puedes abrir los ojos y ver que el mundo sigue adelante. Con sus gentes que van a trabajar y que quieren vivir. En paz si es posible.
Una última ventaja de viajar en tren. Si estás de viaje no tienes que pensar a quien votarás: ¡felices votaciones a todos!







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