sábado, 5 de junio de 2021

POLICÍAS


La policía siempre está en el punto de mira de la sociedad. La necesitamos, pero no nos gusta. Queremos que nos defiendan y nos cuiden, pero cuanto más lejos estén de nosotros, mejor. En realidad somos muy hipócritas. Sobre todo en sociedades democráticas. Es evidente que el papel de la policía durante las dictaduras (la franquista sin ir más lejos) cumple una función represora al margen de su trabajo como protección contra el delito. Eso justifica que durante esos años intentáramos mantenernos lo más lejos posible de los grises y procuráramos evitar pasar cerca de Vía Layetana en Barcelona o La Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol en Madrid. Con la consolidación de la democracia, la presencia de la policía en nuestras vidas se fue normalizando, aunque aún nos quedan resquemores muy profundos que yo, al menos, intento olvidar. La primera vez que fui consciente de que la policía era otra cosa fue cuando vi una manifestación de policías, mossos y guardias civiles reivindicando sus derechos y cantando La Estaca de Lluis Llach. No sé qué pensaría el independentista cantautor de esto, pero a ´mí me puso de pronto frente a la realidad: la policía había cambiado. Como debe ser. A esa normalización ha contribuido y mucho, la ficción tanto en cine como en televisión o en literatura, que ha encontrado en el colectivo uniformado una de las fuentes más fructíferas de argumentos.

Todo esto viene a cuento porque esta semana se estrena una importante película danesa de policías que ahonda en uno de los temas claves de  la realidad y la narrativa de este género: la brutalidad policial, tan presente en las primeras páginas de los diarios, sobre todo en Estados Unidos, donde se entremezcla de manera malsana y conflictiva con un racismo rampante y un enfrentamiento de clases entre ricos y pobres, no siempre asociados a blancos/ricos y negros/pobres, aunque esa sea la simplificación más repetida.


 


Shorta. El peso de la ley

La película se titula Shorta. El peso de la ley y es la opera prima de dos jóvenes directores daneses. El film se abre con una secuencia que recuerda el caso de George Floyd; un detenido, Talib Ben Hassi, gritando que no puede respirar. A partir de aquí, el protagonismo recae en dos policías que tendrán que pasar un día juntos. Uno de ellos es racista y prepotente, un claro ejemplo de un policía de derechas; el otro es callado, reservado, idealista. El primero es fiel al cuerpo: hay que protegerse entre compañeros; el segundo, testigo de la detención ilegal del joven negro que muere en prisión, se debate entre la lealtad al cuerpo y la honestidad de su conciencia. Juntos integran una bomba de relojería que explotará cuando se metan imprudentemente en un barrio marginal, un gueto de inmigración musulmana.  La historia arranca de verdad cuando entran en ese laberinto no solo de calles también de sensaciones y de emociones, donde quedarán irremediablemente atrapados. Porque en ese viaje al fondo de esa noche de pesadilla, Hoyer, el más decente y Andersen, el más brutal, se van a ver arrastrados a una experiencia que les cambiará para siempre. Todo empieza cuando detienen injustificadamente a Amos, un chico sospechoso, coincidiendo con la noticia de la muerte de Talib en la comisaria que desata una ola de violencia en las calles. Los tres, juntos o separados, transitarán de un punto a otro físico intentando salir de esa ratonera, y emocional, pasando de la confianza al miedo, de la certeza a la duda. Y es ahí donde Shorta deja de ser solo una película sobre la policía para convertirse en una reflexión sobre los prejuicios (de la policía respecto a los jóvenes sin futuro que viven en esas zonas marginadas; de los habitantes de los guetos respecto a la policía) y convertirse en un film que nos obliga a pensar en nuestro propio comportamiento. Los directores lo resumen muy bien cuando dicen: “Para nosotros, Shorta. El peso de la ley no es una película política, sino que habla sobre la gente. Nuestro objetivo no es defender ni criticar, sino intentar comprender qué hay detrás de los actos y de la visión del mundo que tienen las personas. Hablamos de unos jóvenes desfavorecidos y enfurecidos, privados de su derecho de acceso a la vivienda, jóvenes que se sienten demonizados e incomprendidos, así como de policías con exceso de trabajo y mal pagados que también viven una situación difícil.” Una combinación explosiva que se repite en cualquier ciudad de Europa, incluidas las nuestras. Lo mejor de todo es que, además, Shorta es una película de género que juega muy bien sus giros narrativos y que mantiene la expectación hasta el final.

 


Line of Duty
(Movistar y Netflix)

Si hablamos de policías, tenemos que hablar de Line of Duty, una de las mejores series sobre la policía que se han hecho nunca. La verdad es que me ha sorprendido comprobar que no había hablado de ella en el blog, cuando es una de las que más me gustan y lleva nada menos que 6 temporadas y 36 episodios desde su estreno en el 2012. Line of Duty, término que significa literalmente Cumplimiento del Deber, es una serie inglesa, ambientada en una ciudad no identificada. Sus protagonistas forman parte de una unidad policial dedicada al control de asuntos internos, es decir la policía de la policía. Los tres personajes principales son los investigadores Steve Arnott y Kate Fleming y el jefe Ted Hastings. Su trabajo es ingrato; vigilar a sus compañeros, acusarlos si es necesario y luchar contra la corrupción que se extiende por todo el cuerpo de policía como una lacra. Un caso sin resolver recorre las seis temporadas avanzando de una a otra al mismo tiempo que en cada una de ellas se enfrentan a un nuevo problema. Basada en investigaciones sobre el trabajo de la AC-12, la unidad anticorrupción de la policía británica, Line of Duty combina la ficción y la realidad con una gran dosis de verosimilitud. No podemos imaginar la serie sin su trío protagonista, pero al mismo tiempo hay que reconocer que es imposible sentir empatía por ellos. Ni Steve ni Kate ni el jefe Hastings son perfectos y transparentes, los tres esconden muchas cosas que lastran su trabajo irremediablemente, Pero juntos son implacables y aunque no te caen bien, no puedes dejar de seguirlos y querer saber más de ellos, sus relaciones, su vida y su trabajo. Line of Duty se puede ver entera en Movistar y en Netflix están  cinco de las seis temporadas.

 

EL RINCÓN DE LA RAREZA


Karen

No tiene nada que ver con policías, ni con problemas de actualidad. Pero no quería dejar pasar la oportunidad de hablar de Karen, sugerente película de María Pérez Sanz. La Karen del título es Karen Blixen, es decir la escritora Isak Dinesen, en sus últimos días en África. Esta Karen que habla en castellano, se mueve por un paisaje extremeño poblado de vacas, acompañada siempre de su fiel criado y amigo Farah Aden, es una figura casi abstracta, volátil, ligera, encarnada en una Christina Rosenvigen poseída por el espíritu de la escritora sin dejar de ser ella misma. Karen dura solo 65 minutos en los que acompañamos a esta mujer y su criado en un deambular por los campos de los que se está despidiendo, reflexionando sobre el fracaso de su empresa africana que sin embargo será la matriz de su éxito como escritora. La cotidianidad de los gestos, la belleza inesperada del lugar, la creciente complicidad entre los dos únicos personajes, se van colando poco a poco en el espectador, llevándole hacia un terreno muy alejado de cualquier realidad. Karen es un experimento delicado, minimalista que sentimos como un soplo de aire fresco. Para mi ha sido un pequeño descubrimiento que, además, me ha despertado el deseo de volver a leer a Isak Dinesen desde la imagen de Christina Rosenvigen.

 

El regalo de esta semana es un dibujo feliz y lleno de luz, que le gustaría a Karen y nos compensa de tanta policía.

 


 

 

 

 

 


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