viernes, 20 de septiembre de 2024

RECUPERACIONES

Recupero dos películas estrenadas la semana pasada de las que no pude hablar. Las dos me gustan mucho, las dos hablan de mujeres desplazadas de su espacio habitual. Una es una francesa en Japón, la otra es una africana en China. Acabo de darme cuenta de un error que cometemos (cometo) todos muy a menudo. Decimos francesa y no europea, en cambio decimos africana y no de Costa de Marfil. Seguramente es la consecuencia directa de lo mal que conocemos el mundo. Mas o menos, todos sabemos donde esta Francia, ¿pero sabemos dónde está Costa de Marfil? Es más fácil decir África, aunque eso sea un claro resto del colonialismo y la ignorancia. En Estados Unidos suelen decir “europeos” sin distinguir si es español o húngaro. Es lo mismo, no tienen ni idea donde está ningún país más allá de su ombligo, de nuestro ombligo. Corrijo pues, una francesa en Japón, una costa marfileña en China.

 


Sidonie en Japón, de Élise Girard

La francesa no es otra que Isabelle Huppert en uno de sus experimentos con el cine oriental. Acostumbrada a trabajar con el coreano Hong Sang-soo, no le debió resultar difícil meterse en la piel de Sidonie bajo la dirección de Élise Girard, una chica francesa mucho más joven que ella. Sidonie es una escritora mayor, aunque muy atractiva todavía. Hace tiempo que no escribe nada, desde la muerte de su marido en un accidente. Un editor japonés ha decidido publicar el último libro que hizo hace tiempo y ella acepta hacer una pequeña gira por Japón. Sidonie (Isabelle/Élise) siente una extrañeza y fascinación en ese país que es tan parecido al nuestro y sin embargo es completamente diferente. Un universo paralelo, igual, pero otro. Esta extrañeza me hizo recordar la que yo misma sentí cuando estuve en Japón. Y entendí porque la directora había escogido una manera de narrar la historia de Sidonie en su viaje a Japón desde la abstracción. El Japón que ve Sidonie está vacío, no hay gente, es un mundo solo para ella, un Japón precioso, poético, de cerezos en flor. Y un fantasma. Porque Japón es el país de los fantasmas. En este caso el de su marido muerto que la visita, la acompaña y la ayuda a recuperar su vitalidad y su energía. Y su capacidad de amar. Sidonie en Japón es una película muy bonita, muy tranquila, una historia de recuperación, de sanación.

 


Té negro, de Abderrahmane Sissako

Esta también es la historia de una mujer fuera de su contexto. Conocemos a Aya, en una ceremonia conjunta de bodas concertadas en cualquier país africano. Cuando llega el momento de contestar a la pregunta de rigor, Aya dice NO. Este es el arranque de la película. Un corte nos lleva directamente a Aya viviendo en un barrio africano de una ciudad china. Aya es una mujer joven, guapa. Trabaja en una tienda de té y está aprendiendo la Ceremonia del Té con el atractivo y solitario propietario de la tienda. Es curioso el paralelismo entre las dos películas. Las dos son historias dirigidas por un extranjero en un país que no es el suyo, las dos son historias de extrañeza y fascinación. Las dos son abstractas en su manera de contar. Sissako es un director (iba a decir africano) mauritano educado en Francia. El mundo occidental, europeo, le resulta muy familiar, lo conoce bien, igual que el africano. Su cine siempre ha sido muy reconocible y con una carga social. Pero en esta ocasión, Sissako, como su protagonista Aya, está en un terreno que no es el suyo (como Élise y Sidonie) y busca una manera de mostrarlo a través de un colorido y poco realista contexto. Estamos en una China representada, soñada. Una China en la que ambas culturas, la africana y la oriental, conviven en armonía intentando conocerse, integrarse. La ceremonia del té es el vínculo que encuentran Aya y el Señor Cai para establecer ese vínculo en un film hermoso y ensoñador. Hay un tema sobre el que este film me ha hecho pensar: las intensas relaciones entre China y África (aquí sí, toda África). El gigante asiático ha ido colonizando lentamente el continente negro, sin invasiones, sin demasiado ruido, con el sigilo propio de los confucianos. Poco a poco se ha ido apoderando de sus riquezas, de sus industrias, de su comercio. África ha dejado de mirar a Europa como referente cultural y económico. El África rica, se entiende, el África pobre sigue huyendo como puede de sus países y ante la imposibilidad de llegar a China, allí no se pude se llegar en cayuco en una semana, se lanza sobre Europa como primer paso en su viaje de superación. Sissako se ha dado cuenta de esa dependencia de China a la que intenta acercarse con este film intercontinental. Té negro, las dos palabra encierran el sentido último de esta película. Oriente y África.

EL RINCÓN DE LAS SERIES


Shetland, Filmin 4 temporadas

Filmin es siempre un refugio seguro cuando buscas una buena serie británica. De crímenes si es posible. Shetland es en ese sentido perfecta Está basada en una serie de libros de la escritora Ann Cleeves protagonizados por el taciturno inspector Jimmy Pérez y su pequeño equipo de investigadores. Pérez es viudo, tiene una hija adolescente que comparte paternidad con su mejor amigo Duncan. Duncan es el padre natural de Cassie, Jimmy es el padre que la crió y con el que vive. Toda la acción pasa en las islas Shetland, al norte, muy al norte, de Escocia, cerca de Noruega. Es un paisaje magnífico (yo me iría a vivir allí sin dudarlo) un lugar tranquilo, una ciudad pequeñita, un mundo de paz. Donde, claro, suceden cosas terribles: asesinatos que Jimmy y Tosh y Andy resuelven con gran lucidez. Lo curioso de esta serie que tiene cuatro temporadas y anuncia otra, es que casi todos los asesinatos se cometen por razones tremendamente humanas. Eso, y la tipología de sus protagonistas, en especial el rubio y muy escocés Douglas Henshall, son la garantía de que estamos ante una serie que no te va a defraudar. He leído en una crítica en The Guardian que la definen como un cruce de Wallander, el detective de Mankell, y Los asesinatos de Midsommer, una vieja serie inglesa que no recuerdo. Algo de Wallander si hay, pero Jimmy Pérez es más humano, más empático. Aunque para mí, lo más interesante son las relaciones entre los personajes, verlos crecer en los cinco años que van de la primera temporada en 2013 a la cuarta en 2018, y el contexto de la ciudad. Y sobre todo esas islas paradisiacas. 

El regalo de esta semana es una tetera andaluza que le encantaría a Sidonie y con la que Aya prepararía un té negro buenísimo.



  

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