sábado, 7 de septiembre de 2024

MIEDO(S)

 

El domingo pasado hubo elecciones en dos lands alemanes: Turingia y Sajonia, los dos geográficamente pertenecen a lo que se conocía como Alemania Oriental. Los dos ideológicamente se colocan bajo la órbita de la ultra extrema derecha: los neonazis. No es raro que sea precisamente en la ex Alemania comunista donde el neonazismo tenga una mayor implantación. En definitiva, el régimen estalinista de la RDA fue una herencia directa del nazismo (muchos de sus funcionarios eran los mismos reciclados de nazis en comunistas). Igual que tras la caída del muro, muchos de los que mandaban en la RDA como convencidos miembros del partido, se reciclaron en demócratas de primera hornada. Pero el sustrato de la añoranza de un partido fuerte, de volver a hacer Alemania grande, de recelo, cuando no odio, a lo que significa la otra Alemania, Europa, Estados Unidos, ha permanecido más o menos latente y aflora ahora en forma de neonazismo. 

Todo esto viene a cuento porque justamente el domingo 1 de septiembre, mientras se votaba en esos dos lands, acabé de ver una serie alemana súper interesante y el lunes 2 de septiembre, cuando todos los periódicos se hacían eco de lo que significaban ese avance imparable de la ultra-ultra derecha, empecé a ver una serie noruega mucho más interesante aún. Una aclaración antes de empezar. La derecha política e ideológica es perfectamente demócrata y forma parte del ADN de las democracias occidentales. La extrema derecha, suele ser mucho más radical (como la extrema izquierda), pero en todo caso está integrada en el sistema democrático de occidente que se puede permitir tolerarla. Pero lo que ha ganado en Alemania, y lo que se intuye que va ganando adeptos en Europa y Estados Unidos, no es extrema derecha. Es ultra derecha o directamente neonazismo. Estos son los que me dan miedo.

 


Las semillas del mal, Stephan Rick Filmin

Año 1993, con la resaca de la caída del muro y el desconcierto extendido por lo que hasta tres años antes era Alemania Oriental, la vida intenta seguir en una pequeña ciudad cercana a la frontera con Polonia. La serie empieza de una manera misteriosa. Y el misterio sigue durante los seis capítulos: una adolescente aparece muerta en el bosque en una especie de ritual antiguo. Ulrike, una joven inspectora, es la encargada de intentar encontrar al asesino. Justo en ese  momento llega a la ciudad y a la comisaria un nuevo investigador, Korai Larssen un policía de Hamburgo, del otro lado. Los pequeños resquemores entre Uli y Korai serán el telón de fondo de su relación profesional: eso y los secretos que los dos tienen detrás. La historia la hemos visto muchas veces, de acuerdo, pero  en esa pequeña comunidad el contexto de la Historia pesa mucho. Y las semillas del mal que ya entonces se detectaban claramente en su población: neonazis, nostálgicos del comunismo, cuadros de la Stasi reciclados en políticos del nuevo orden, vínculo inquebrantable con la URSS, sueños de una Alemania fuerte heredera de los Grandes Dioses Germánicos: Odin como guía. Racismo, xenofobia, (contra los polacos especialmente), degeneración y violencia: pederastas permitidos.  Todo esto es el substrato en el que Uli y Korai deben moverse para  llegar hasta el centro de una trama que hunde sus raíces en algo que sucedió hace veinte años, en 1973. La atmósfera de los años noventa y las grandes diferencias  con la “otra” Alemania, están muy bien recogidas. Se puede oler el miedo. Las semillas del mal no es una serie redonda, pero es muy entretenida y sobre todo es un anuncio de lo que treinta años después ya es una realidad.

 


Furia Magnus Martens Lars Kraume, Filmin

Furia es una serie noruega. Eso ya me llamó la atención, me encanta el noir escandinavo. Pero lo que no sabía es lo que me iba a encontrar al empezara a verla. La primera temporada pasa en el 2021, diez años después del terrible atentado de Utoya perpetrado por un militante de la extrema derecha nacionalista. Copio el resumen del argumento que ofrece Filmin: “Ragna es una agente encubierta que ha penetrado en una célula terrorista de extrema derecha empeñada en llevar a cabo una atrocidad de dimensiones desconocidas en Europa. En otro lugar, el ex oficial de operaciones especiales Asgeir vive tranquilo en una apacible localidad al oeste de Noruega, tras haber escapado de las alcantarillas rusas y adquirir una nueva identidad.” Ragna y Asgeir cruzan sus caminos y se descubren uno al otro como policías con doble identidad. Ragna es Furia, el alma de una web extremista que alimenta las ansias de venganza y de frustración no solo de los ultra derechistas noruegos, también de los alemanes y de otros países de Europa. La trama da muchas vueltas en un guión muy bien escrito que permite no perderse a pesar de su complejidad, viajando de los fiordos noruegos al Berlín de ahora mismo, de los sótanos de la ultraderecha noruega a los sótanos de la ultraderecha alemana (¿los hijos de la semilla del mal?). Pero para mí lo mejor y sobre todo lo que me puso los pelos de punta, es la subtrama política en la que se confirman los peores indicios sobre la desestabilización de Europa y la destrucción de todo lo conseguido desde la Segunda Guerra Mundial. Las conexiones rusas (que tantas ramificaciones tienen en todas partes, incluidas algunas muy cercanas) son las que mueven los hilos de estas organizaciones que tiene como principal objetivo enfrentar a la sociedad, provocar el odio y la violencia contra los inmigrantes y si es posible y deseable, destruir la Unión Europea. La serie lo cuenta tan bien, de manera tan precisa que se le perdonan algunos pequeños fallos.

Realmente tanto Las semillas del mal como Furia son la prueba de que la ficción es un excelente vehículo para contar la Historia. 

Entre los estrenos de la semana hay uno que me gusta mucho.



Reinas, de Klaudia Reinicke

A pesar de ese nombre tan europeo, Klaudia Reinicke es una directora peruana y Reinas es una película peruana. Muy peruana. Coincidencia con la serie alemana: pasa en los mismos años más o menos, primeros años noventa. Coincidencia con las dos series: el miedo. Claro que en este caso el miedo es otro, aunque a personajes muy parecidos: la policía, el ejército, el poder. Pero la gracia de este film que se mueve en el terreno de la comedia familiar y la denuncia social, es el de centrarse en una familia de clase media de Lima, y el conflicto no es político (directamente) sino familiar. Elena es una mujer con dos hijas, separada de Carlos. Elena se quiere ir a Estados Unidos (o Canadá) a trabajar, pero necesita que Carlos le firme la autorización para poder llevarse a las niñas. Esa es la razón de que aparezca Carlos en escena. Carlos es el protagonista (en teoría) un hombre soñador, fantasioso, divertido, incapaz de tener ninguna responsabilidad. Sus hijas son sus “reinas”. Elena y él se llevan bien, pero no pueden vivir juntos. En el momento que los conocemos, Elena ha cerrado su casa para irse a casa de su madre, la abuela, una excelente Susi Sánchez en un papel pequeño pero fundamental en el relato, y espera que aparezca Carlos para ir a firmar con el notario. Como fondo del paisaje, los militares patrullando, el toque de queda, la inflación galopante, el miedo y la incertidumbre del futuro. Es en este contexto donde vemos como Carlos descubre que quiere y necesita a sus hijas; como las niñas descubren que quieren y necesitan a su padre. Reinas es un ejemplo del vigor del cine latinoamericano que poco a poco se aleja del miserabilismo que le caracterizaba hace unos años. Igual que las dos series, Reinas demuestra que la ficción es el mejor camino para mostrar (y denunciar) la Historia.

El regalo de esta semana  son unas flores para todas las protagonistas de esta semana: Uli, Ragna, Elena, su madre y sus hijas.



 

 

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