Vuelvo al blog esta semana.
Ale y Alex quizás volverán a estar juntos. Tatiana volvió. Tres tiempos del
mismo verbo que me sirven de guía en esta vuelta.
Volveréis, de Jonás Trueba
Conocimos a Vito Sanz como
Bruno en Los ilusos, del 2013. Vito
era uno de los jóvenes ilusos que paseaban por la noche madrileña soñando con
hacer cine, hablando, bebiendo, discutiendo, entre otros, con Francesco Carril.
En definitiva, viviendo. Lo recuperamos como Vito en la preciosa Los exilados románticos (2015). Vito era
uno de los tres amigos que a bordo de una camioneta emprenden un viaje entre
Madrid y París buscando el amor. Vito, no lo encontrará aunque crea que sí, Francesco
Carril tampoco lo encontrará, aunque también crea que sí.
Conocimos a Itsaso Arana como
Manuela en La reconquista, (2016) un
film de desamor en el que se encontraba con Olmo, Francesco Carril, para
perderlo del todo. Itsaso se quedaba sola. Tres años después, el 2019, en La virgen de agosto, Itsaso, ahora como
Eva, conoce una noche de calor madrileño a Agos, que no es otro que Vito Sanz.
Por fin sus caminos se juntan. Han pasado tres años más, estamos en el 2022,
Itsaso como Elena y Vito como Daniel, viven juntos en un Madrid que sigue
siendo su hogar aunque sus amigos, Irene Escolar y Francesco Carril, se empeñen
en que vayan a ver su casita en el campo. Su relación es muy firme y les gusta
dónde y cómo viven.
Estamos en el 2024. Itsaso es
Ale, Vito es Alex, ella es directora de cine, él es actor. Están bien como
pareja, pero han decidido separarse y dar una fiesta para celebrarlo con sus
amigos, Francesco Carril, antigua pareja de Itsaso, Sigfrid Monleon, siempre
presente, Isabel Stoffel, un rostro recurrente y muchos colegas y compañeros:
“Mi padre (Fernando Trueba) dice que hay que celebrar las separaciones no las
uniones”. A lo largo de Volveréis
asistimos a este tira y afloja entre seguir o cambiar, o cambiar para seguir,
en un circulo de retornos constantes, siempre iguales y a la vez distintos. La
película no lo aclara y deja en suspense que pasará. Lo decidirán Jonás, Itsaso
y Vito cuando se sienten a escribir el siguiente capítulo de su biografía de
cine.
El año 2015 escribí acerca de Los exilado románticos: “De todos modos
yo creo que la película de Jonás en realidad no hace referencia a nadie más que
a sí mismo y sus gentes: las gentes del cine, las que confunden el trabajo con
la vida. Hay una conversación absolutamente tanneriana en el film. Un viejo
americano que acoge en su casa a esa pandilla de adolescentes tardíos,
reflexiona sobre el mal uso que se hace de la palabra trabajo entendida como
una maldición, una condena. Trabajar, el trabajo, debería ser la vida, hacer lo
que te gusta, hacer lo que sabes hacer. Disfrutar con ello y poder vivir. Rodar
una película entre amigos, en el caso de Jonás Trueba.” Creo que estas palabras
siguen siendo válidas nueve años después.
También creo que sigue siendo
válido lo que escribí de La reconquista
en 2016: “Lo que yo creo que se reconquista
en esta historia y no tengo ni idea de si a Jonás Trueba le puede parecer una
estupidez, es la fuerza para enfrentarse a una segunda etapa de la vida. Porque
esta reconquista del tiempo pasado es la mejor preparación para el tiempo
futuro.” En Volveréis también se
cierra una etapa y se abre otra llena de incertidumbres y de esperanzas.
De La virgen de agosto recupero estas
palabras que cuentan el principio de la relación entre Eva y Agos, entre Itsaso
y Vito: “Eva
encuentra en Agos, un hombre melancólico que mira el abismo del horizonte desde
el viaducto, el pilar para empezar de nuevo. Agos, de Agostino, pero también de
Agosto, ese agosto en el que Eva saldrá de su burbuja y cruzará el río.:”
Cuando
se estrenó Tenéis que venir a verla,
escribí. “Los
urbanitas, Itsaso y Vito, pasean por un Madrid callado y nocturno camino de su
casa y descubren que les gusta su ciudad. Seis meses después los cuatro se
vuelven a encontrar esta vez en el campo, en el supuesto paraíso rural, en la
casa que por fin han ido a ver. Comidas, paseos, lecturas, todo muy truebiano
(nunca más usare el término rohmeriano, Trueba se ha ganado a pulso dar nombre
a su estilo) tranquilo, sin estridencias, sin contrastes.” El estilo sigue
siendo ese, pero en Volveréis
introduce la complejidad de la mirada: la de la directora Ale mirando al actor
Alex en la película que está rodando que no es otra que la misma película que
estamos viendo: la vida, el trabajo, el cine, todo se confunde en una nueva
realidad.
Jonás Trueba no
es Linklater, no escribe para la misma pareja, pero queriéndolo o sin quererlo
ha construido un viaje vital con Itsaso y Vito de la mano. Un viaje que no
concluye en Volveréis, simplemente da
un paso más hacia un mundo adulto en el que todos, ellos, nosotros, da igual la
edad, da igual la condición, seguimos viviendo en el desconcierto y la
incertidumbre. Todos, menos Fernando, el padre, el que cree que hay que
celebrar las separaciones y se presta a dejarse dirigir por su hijo en un
ejercicio de generosidad sin límites. Su cine es el retrato de una generación
que crece a su lado, que se hace adulta y sigue buscando una razón que explique
su vida. Revisar las películas de Jonás permite reconstruir la vida de este
país en los últimos años. Cada uno se reconocerá en uno u otro relato, en uno u
otro personaje. Pero todos estamos o hemos estado por ahí.
El eco, de Tatiana Huezo
En cierto modo también la directora mexicana ha vuelto
a sus orígenes, al documental. Pero nunca se vuelve igual que se partió y en
este retorno, Tatiana vuelve con una mirada distinta. Pasar por la ficción de Noche de fuego, historia de tres niñas
que en una perdida aldea de la sierra se ven obligas a vivir una doble vida en
un pueblo que vive atemorizado por la llegada inesperada de los grandes
todoterrenos que roban a las adolescentes, con el pelo corto y pantalones pasan
por niños, con los vestidos de sus madres y los pintalabios, intentan recuperar
su feminidad a escondidas, le ha dado a Tatiana la fuerza para enfrentarse a la
realidad de el Eco, una perdida comunidad en la sierra de Puebla, con los ojos
de quién sabe ver lo cristalino en la oscuridad, lo feliz en la cotidianidad,
el valor en la lucha diaria de un grupo humano (mujeres la mayoría) que saca
fuerzas de su solidaridad y su convivencia para seguir adelante. Tatiana sigue la vida de
cuatro familias de una comunidad en el valle de Puebla durante un año bajo el
ritmo de los ciclos de la naturaleza, las relaciones entre los miembros de la
familia. Las niñas y los niños con sus miradas son los auténticos guías de este
viaje que se va tejiendo con alegría, con dolor, con ternura y con realismo. El eco es muchas cosas a la vez. Un
documento y un cuento, una historia real transformada por la mirada y el montaje.
Todo lo que sucede en la película paso de verdad, pero la manera como lo
muestra la directora lo convierte en una narración cinematográfica nueva.
Cuatro años tardó en rodar este film en distintos momentos del año, cuatro años
desde que escuchó a una viejita decirle: “Cuando sopla el viento, agarra las
palabras de la gente y se las lleva a pasear por los cerros.” Tatiana las ha
capturado en una película hermosa en sus paisajes humanos y combativo en su
denuncia de un mundo que desaparece.
El regalo de esta semana es una jarra que podría estar igual en la casa de Ale y Alex como en la aldea de El Eco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario