Llevo unos días pensando de
que hablar en el blog de esta semana. Ninguna de las películas que se estrenan
me han despertado el interés (no quiere decir que no lo tengan). Tampoco he
visto recientemente ninguna serie digna de ser recomendada. Son entretenidas,
están bien hechas, pero la sensación de ser más de lo mismo flota como una nube
por encima de ellas, quizás es que no he sabido buscar los tesoros escondidos.
La verdad es que hace demasiado calor para hacer nada, ni siquiera eso. He de
confesar que las Olimpiadas de París han ocupado buena parte de mis ratos de no
ser capaz de moverme. Y las he disfrutado más de lo que imaginaba.
Si le quitan la voz a los
comentaristas, da igual de la cadena que sean, todo son muy parecidos, es
bonito ver a los atletas y a los deportistas. Las chicas de la natación sincronizada,
que ahora se llama de otra manera, han sido preciosas y aunque solo fuera por
ver sus trajes de baño, a veces más parecía un concurso de trajes de baño que
otra cosa, ya valía la pena. También los saltos de trampolín. Y desde luego las
carreras, la de 100 metros espectacular y las de 400 también. Me ha sorprendido
que prácticamente cada vez que ponía un canal deportivo olímpico me encontraba
con competiciones de mujeres: futbol, atletismo, lucha, natación, hasta una
cosa absurda que ni siquiera sabía que existía, Baloncesto 3x3. Se trata de una
incorporación del clásico basket de
barrio de las calles de Nueva York, la primera vez que lo vi fue en West Side Story, donde solo hay una
canasta y los equipos son de tres contra tres. Es divertido porque es muy corto,
cuando empiezas a aburrirte, ya se ha acabado. Una de las reflexiones que hemos
hecho Ramon y yo viendo desde cierta distancia estos juegos es lo tremendamente
raro que resulta ver a gente haciendo cosas tan aparentemente inútiles como
lanzar un disco o saltar con una pértiga. Hay gente para todo, eso está claro y
respeto que la haya, pero no deja ser extraño. La otra reflexión, esa me la he
hecho yo para mí, es lo rápido que se consume todo. Estos chicos y chicas,
estos hombres y mujeres, llevan todo el año, o varios años, trabajando,
entrenando, dejándose la piel y la vida personal para un acto que en algunos
casos apenas dura ¡30 segundos! No me negarán que esto del deporte es bastante
incomprensible. Pero me gusta y me saca del tedio.
Un
libro: Concepción de Álvaro del Amo
No todo han sido saltos y
carreras, en estos largos días me ha quedado tiempo para leer una novela muy
curiosa. Se llama Concepción y está
escrita por Álvaro del Amo. Álvaro del Amo tiene ya 82 años. Su nombre quizás
no diga mucho a las gentes más jóvenes, pero para los que éramos fans de Fila 7, el mejor programa de cine que ha
habido nunca en la televisión (o televisiones), Álvaro del Amo está unido a
algunos reportajes legendarios. Le llegué a conocer un poco gracias a Mercedes
Juste, la productora del programa. Recuerdo en especial un Berlín pre-muro
nevado y frío, cuando volvíamos hacia nuestros hoteles en la Kudam. Nunca fue
un crítico convencional ni muy ortodoxo. Y mucho menos un director previsible.
Tan solo tres películas en cuarenta años, tres rarezas invisibles, menos una El caso Dreyer que se encuentra en
Flixolé. Ni Dos, de 1980, ni Una preciosa puesta de sol, son accesibles
o al menos yo no las he encontrado. Autor de teatro, crítico de ópera, también
es un novelista escondido. El cine, de una u otra manera, siempre ha estado
presente en su trabajo, ya fuera en la tele, obviamente, en el teatro o en las
novelas. El cine es el protagonista principal de Concepción (una novela cinematográfica). El cine y Concepción,
Concha, y Juan Jacobo, el crítico. Dividida en dos partes que parecen
distintas, el hilo sutil que las une es el de los seminarios de cine comparado
que da el veterano crítico de cine, en la primera parte en el Escorial, en la
segunda parte, en un pueblo de la costa norte. En la primera parte, Juan Jacobo
compara secuencias ante un público de una sola persona, Concepción. Y mientras
él habla, asistimos a un doble relato, el de un niño rubito y de ojos azules y
una niña de pelo rizado, que coinciden en la calle sin hablarse, se tropiezan
de adolescentes, se cruzan de jóvenes y se reconocen de mayores, como si el
destino, que es el mejor guionista, hubiera decidido que así fuera. En la
segunda, Juan Jacobo imparte un seminario en un encuentro al que también ha
sido invitado Abelardo. Su única alumna es Leonor que ha vuelto al pueblo y
allí se reencuentra con Martín. Las vidas de estos personajes narradas en
primera persona, trenzan una novela de amor y de amistad que desemboca en una
estación de tren, donde descubrimos el hilo invisible que une las dos partes de
Concepción.
Leer esta novela ha tenido un
efecto secundario muy interesante y muy entretenido. Como Álvaro del Amo,
transmutado en Juan Jacobo, describe y compara secuencias de films clásicos que
están en mi memoria, me he puesto a recordar y comparar escenas de películas
que aparentemente no se parecen en nada. Y me han salido algunos ejemplos muy
curiosos.
Solo voy a contar uno: los descensos por un río.
Bajar el rio, la acción es la
misma, la situación muy distinta, el objetivo diferente:
Alcanzar una nueva tierra
En 1830 encontramos a la
familia de colonos Prescott bajando por un río de rápidos y aguas turbulentas
en el que perderán gran parte de sus pertenencias y marcará el final de su
viaje de conquista al oeste.
Salvar la vida
En 1870, una rubia hermosa y
solitaria, acompaña a un padre y su hijo cuando se ven obligados a bajar en un
río sin retorno escapando de una muerte segura.
Destruir al enemigo
En 1914, una misionera
puritana y valiente y un borrachín capitán de un barco que se cae a pedazos,
arriesgan sus vidas en un río de África en un viaje que les conducirá al amor y
al heroísmo.
Cumplir una misión
En 1969, el capitán Willard se
embarca con una tripulación de jóvenes marines en un viaje al corazón de las
tinieblas en el que las turbulencias del río no serán acuáticas, sino
emocionales.
Arriesgarse inutilmente
En 1972 cuatro amigos esperan
pasar un fin de semana de aventuras y pesca bajando un río que no conocen en el
que se enfrentarán tanto a los peligros de la naturaleza, como a los peligros
de los humanos.
Seguro que han adivinado las
películas. Y si no, da igual. Le agradezco a Álvaro del Amo haberme descubierto
este tranquilo pasatiempo mental.
El regalo de esta semana es
uno de los pocos ríos que Ramon ha pintado
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