viernes, 9 de agosto de 2024

DEPORTES Y PELICULAS

 


Llevo unos días pensando de que hablar en el blog de esta semana. Ninguna de las películas que se estrenan me han despertado el interés (no quiere decir que no lo tengan). Tampoco he visto recientemente ninguna serie digna de ser recomendada. Son entretenidas, están bien hechas, pero la sensación de ser más de lo mismo flota como una nube por encima de ellas, quizás es que no he sabido buscar los tesoros escondidos. La verdad es que hace demasiado calor para hacer nada, ni siquiera eso. He de confesar que las Olimpiadas de París han ocupado buena parte de mis ratos de no ser capaz de moverme. Y las he disfrutado más de lo que imaginaba.

Si le quitan la voz a los comentaristas, da igual de la cadena que sean, todo son muy parecidos, es bonito ver a los atletas y a los deportistas. Las chicas de la natación sincronizada, que ahora se llama de otra manera, han sido preciosas y aunque solo fuera por ver sus trajes de baño, a veces más parecía un concurso de trajes de baño que otra cosa, ya valía la pena. También los saltos de trampolín. Y desde luego las carreras, la de 100 metros espectacular y las de 400 también. Me ha sorprendido que prácticamente cada vez que ponía un canal deportivo olímpico me encontraba con competiciones de mujeres: futbol, atletismo, lucha, natación, hasta una cosa absurda que ni siquiera sabía que existía, Baloncesto 3x3. Se trata de una incorporación del clásico basket de barrio de las calles de Nueva York, la primera vez que lo vi fue en West Side Story, donde solo hay una canasta y los equipos son de tres contra tres. Es divertido porque es muy corto, cuando empiezas a aburrirte, ya se ha acabado. Una de las reflexiones que hemos hecho Ramon y yo viendo desde cierta distancia estos juegos es lo tremendamente raro que resulta ver a gente haciendo cosas tan aparentemente inútiles como lanzar un disco o saltar con una pértiga. Hay gente para todo, eso está claro y respeto que la haya, pero no deja ser extraño. La otra reflexión, esa me la he hecho yo para mí, es lo rápido que se consume todo. Estos chicos y chicas, estos hombres y mujeres, llevan todo el año, o varios años, trabajando, entrenando, dejándose la piel y la vida personal para un acto que en algunos casos apenas dura ¡30 segundos! No me negarán que esto del deporte es bastante incomprensible. Pero me gusta y me saca del tedio.

 


Un libro: Concepción de Álvaro del Amo

No todo han sido saltos y carreras, en estos largos días me ha quedado tiempo para leer una novela muy curiosa. Se llama Concepción y está escrita por Álvaro del Amo. Álvaro del Amo tiene ya 82 años. Su nombre quizás no diga mucho a las gentes más jóvenes, pero para los que éramos fans de Fila 7, el mejor programa de cine que ha habido nunca en la televisión (o televisiones), Álvaro del Amo está unido a algunos reportajes legendarios. Le llegué a conocer un poco gracias a Mercedes Juste, la productora del programa. Recuerdo en especial un Berlín pre-muro nevado y frío, cuando volvíamos hacia nuestros hoteles en la Kudam. Nunca fue un crítico convencional ni muy ortodoxo. Y mucho menos un director previsible. Tan solo tres películas en cuarenta años, tres rarezas invisibles, menos una El caso Dreyer que se encuentra en Flixolé. Ni Dos, de 1980, ni Una preciosa puesta de sol, son accesibles o al menos yo no las he encontrado. Autor de teatro, crítico de ópera, también es un novelista escondido. El cine, de una u otra manera, siempre ha estado presente en su trabajo, ya fuera en la tele, obviamente, en el teatro o en las novelas. El cine es el protagonista principal de Concepción (una novela cinematográfica). El cine y Concepción, Concha, y Juan Jacobo, el crítico. Dividida en dos partes que parecen distintas, el hilo sutil que las une es el de los seminarios de cine comparado que da el veterano crítico de cine, en la primera parte en el Escorial, en la segunda parte, en un pueblo de la costa norte. En la primera parte, Juan Jacobo compara secuencias ante un público de una sola persona, Concepción. Y mientras él habla, asistimos a un doble relato, el de un niño rubito y de ojos azules y una niña de pelo rizado, que coinciden en la calle sin hablarse, se tropiezan de adolescentes, se cruzan de jóvenes y se reconocen de mayores, como si el destino, que es el mejor guionista, hubiera decidido que así fuera. En la segunda, Juan Jacobo imparte un seminario en un encuentro al que también ha sido invitado Abelardo. Su única alumna es Leonor que ha vuelto al pueblo y allí se reencuentra con Martín. Las vidas de estos personajes narradas en primera persona, trenzan una novela de amor y de amistad que desemboca en una estación de tren, donde descubrimos el hilo invisible que une las dos partes de Concepción.

Leer esta novela ha tenido un efecto secundario muy interesante y muy entretenido. Como Álvaro del Amo, transmutado en Juan Jacobo, describe y compara secuencias de films clásicos que están en mi memoria, me he puesto a recordar y comparar escenas de películas que aparentemente no se parecen en nada. Y me han salido algunos ejemplos muy curiosos.

Solo voy a contar uno: los descensos por un río.


Bajar el rio, la acción es la misma, la situación muy distinta, el objetivo diferente:

Alcanzar una nueva tierra

En 1830 encontramos a la familia de colonos Prescott bajando por un río de rápidos y aguas turbulentas en el que perderán gran parte de sus pertenencias y marcará el final de su viaje de conquista al oeste.

Salvar la vida

En 1870, una rubia hermosa y solitaria, acompaña a un padre y su hijo cuando se ven obligados a bajar en un río sin retorno escapando de una muerte segura.

Destruir al enemigo

En 1914, una misionera puritana y valiente y un borrachín capitán de un barco que se cae a pedazos, arriesgan sus vidas en un río de África en un viaje que les conducirá al amor y al heroísmo.

Cumplir una misión

En 1969, el capitán Willard se embarca con una tripulación de jóvenes marines en un viaje al corazón de las tinieblas en el que las turbulencias del río no serán acuáticas, sino emocionales.

Arriesgarse inutilmente

En 1972 cuatro amigos esperan pasar un fin de semana de aventuras y pesca bajando un río que no conocen en el que se enfrentarán tanto a los peligros de la naturaleza, como a los peligros de los humanos.

Seguro que han adivinado las películas. Y si no, da igual. Le agradezco a Álvaro del Amo haberme descubierto este tranquilo pasatiempo mental.

El regalo de esta semana es uno de los pocos ríos que Ramon ha pintado

 


 

 

 

 

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