miércoles, 5 de enero de 2011

TAMBIEN LA LLUVIA


(un cristal de agua feliz)
El primer gran estreno del año es una película española. También la lluvia de Iciar Bollaín. Hay dos secuencias en este film que me parecen importantes. Una, poco después de empezar, nos presenta al equipo de la película durante la lectura del guión sobre Cristóbal Colón que están apunto de rodar en Bolivia. Sin transición, Karra Elejalde, que interpreta al actor Anton, se convierte en el personaje Colón y nos arrastra a una escena donde se muestra toda la inocencia y la codicia de la primera llegada a las Indias ante la mirada impasible de dos indígenas que están allí como camareros. Cine en el cine, realidad dentro de otra realidad donde la vieja y la nueva colonización se confunden. La otra secuencia es casi al final, cuando Costa el productor se despide de Daniel el actor. Daniel, el indígena le regala una pequeña caja donde se esconde un auténtico tesoro. El oro contemporáneo, mas necesario y valioso que cualquier otra cosa: el agua. Estos dos momentos me parecen fundamentales para entender este film que se mueve entre el espectáculo y la denuncia política sin miedo a entretener y sin maniqueísmos de ningún tipo. El guión de Paul Laverty le ofrece a Iciar una historia que pone el dedo en la llaga de la(s) colonización(es), pero sin hacer demagogia: en ese sentido es clarificador que el personaje de Anton/Colón, a pesar de ser el explotador por excelencia, sea mucho mas solidario que el personaje de Alberto/Bartolomé de las Casas, populista en su discurso y cobarde en su comportamiento. Pero para mi, el tema principal de esta historia es el agua. Yaku/El Agua y su importancia para la vida, el agua que no es de nadie y es de todos, el agua de la que estamos hechos los seres vivos. El agua que sufre y se alegra, que padece y disfruta. Para los que no crean que el agua tiene vida propia y refleja las actitudes, los sentimientos, las situaciones, las violencias y la belleza de los espacios por donde circula, les recomiendo el libro Mensajes del agua, de Masaru Emoto. Seguro que si Emoto hubiera hecho una foto de un cristal del agua de También la lluvia le habría salido la imagen preciosa de un agua satisfecha por lo que la película hace por ella.

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