Dos estrenos poco
convencionales, y en las antípodas uno del otro, pero los dos muy
representativos de nuestro extraño tiempo. Dos documentales de vida cotidiana
de gente de ahora mismo. Uno, Los últimos
pastores, es un canto al pasado que nunca volverá, el ensueño de la
desaparición de una forma de vida. El otro, Diario
de mi Sextorsión es una pesadilla del presente y sobre todo del futuro.
Verlos uno detrás de otro, como he hecho yo, ha sido un contraste. No estoy segura
que la vida de los pastores sea envidiable, pero si estoy segura que la mala
experiencia que pasa la chica del diario es un auténtico horror.
Los últimos pastores, Samu Fuentes
“Desde hace más de 5000 años
los pastores habitan estas montañas de los Picos de Europa. Para los hermanos
Mier, pastores desde los 13 años, éste sigue siendo su hogar. El año pasado
tuvieron que vender su rebaño de ovejas. El lobo y las continuas
restricciones administrativas, están haciendo desaparecer las reciellas de ganado
en estos puertos de montaña…y con ello, a sus pastores. Fernando y Manolo son
dos de los últimos pastores.” Estas palabras abren el documental Los últimos pastores con una imagen de
niebla que poco a poco se va disipando. Oímos los cencerros del ganado. Es el
primero de los sonidos del silencio que domina estas imponentes montañas.
Durante buena parte del documental solo oiremos sonidos de la naturaleza,
ladridos de un perro amigo, pájaros, la lluvia y la voz del pastor que habla un
lenguaje incomprensible: “la lengua del pastor” que solo entienden sus
animales. Fernando o Manolo, no sé cual, está en la Majada de Tordín a más de
1.200 metros de altura en los Picos de Europa. Está solo con las pocas cabras y
vacas que le quedan. Manolo o Fernando, está más abajo, a 680 metros, en los
invernales de Vierru, en una cabaña más grande y sobre todo más poblada: allí
hay gallinas, cabras, caballos, un burrito, un perro amigo y una gata cariñosa.
Hay un sonido que les acompaña y que nos permite saber en qué año estamos. Si
no fuera por la radio, esta escena pastoril podría pasar hace cien años o
trescientos años. Pero la radio nos sitúa en el ahora mismo, con un
recordatorio constante de los problemas ambientales y del cambio climático y
sus repercusiones en la naturaleza. A lo largo de un año, seguimos a los
hermanos en su trashumancia entre un lugar y otro, con un pequeño paréntesis
invernal en el pueblo Arenas de Cabrales. Ellos viven, no sobreviven, en ese
entorno hermoso, grandioso, imponente, sobrecogedor y liberador. Viven porque
este es el trabajo que han escogido. Son los últimos que han hecho queso de Cabrales
de verdad, ya no lo hacen, demasiadas restricciones sanitarias. Durante todo el
viaje de estos dos hombres hay una presencia invisible, poderosa, amenazadora,
el lobo. El lobo protegido que se come a los animales, el lobo con el que se
puede competir, pero no convivir. El lobo, la principal amenaza a la que se
enfrentan estos pastores y que nunca vemos, solo sentimos. De todos modos, creo
que este documental no se debería llamar los últimos pastores, sino los penúltimos.
Porque hay todavía un rayo de esperanza, un niño que quiere seguir esa senda. Ojala
lo consiga.
Diario de mi Sextorsión, Patricia Franquesa
Podemos situar este kafkiano documental en las antípodas de la calma que se respira en el film de los pastores. Aquí estamos en un entorno urbano (nunca lo vemos, pero es Barcelona), la lengua que escuchamos es la del ordenador tecleando, llamadas en el móvil, avisos de WhatsApp, algún mensaje de voz. Lo que vemos es el lenguaje digital que nos rodea continuamente: pantalla de ordenador, pantalla de móvil. Con estos elementos Patricia Franquesa nos permite entrar en su diario. Un diario muy especial, el diario de su sextorsión. Todo empieza cuando en un viaje a Madrid, le roban el portátil. Poco después, Patricia empieza a recibir mensajes de chantaje: alguien ha accedido a sus archivos, fotos y videos y la amenaza con hacerlas públicas si no paga el dinero que le piden. Patricia lo denuncia, vemos la burocracia de la policía y de la justicia siempre en los documentos del ordenador. Pero no sirve de mucho. Así que Pati, decide hacer algo, adelantarse al chantajeador. El documental es intrigante, un thriller cibernético que habla de un problema lamentablemente muy presente en nuestros mundo. Los hackers que abren todas las puertas de nuestra intimidad. Las pocas veces que me han robado, el móvil o el bolso, me he sentido absolutamente estúpida, vulnerable, desprotegida. Me imagino que esta sensación aun se hace más aguda cuando lo que te roban son las tripas de tu pensamiento, los materiales que solo quieres para ti. Es una pesadilla. Patricia Franquesa decidió convertir este mal sueño en algo creativo (a Joaquín Jordá le habría encantado) y transformar su mala experiencia en un aviso para todos. Creo que debemos agradecérselo, aparte de que ver este docucibernético es toda una experiencia visual.
EL RINCÓN DE LAS SERIES
La oferta, Michael Tolkin Movistar Sky Showtime
Esta serie debería ser de
visión obligada en las escuelas de cine. No solo para los futuros productores,
para todos los que quieren trabajar en el cine. Es la mejor lección que se
puede dar. Son diez capítulos en los que se cuenta como se gestó la producción
de El Padrino en el año 1972. Está
basado en el libro de Albert S. Ruddy, productor de la película, donde recoge
con todo detalle los miles de grandes y pequeños problemas que hubo que sortear
para llegar a estrenar la que es una de las mejores películas del siglo XX. Es
una serie rigurosamente cronológica, empieza antes de que Mario Puzo escribiera
el libro que le haría famoso y poco a poco se van siguiendo los pasos de su
producción. Hay dos personajes principales, Ruddy interpretado por MilesTeller
y Robert Evans, el legendario director de la Paramount, artífice de éxitos
indiscutibles desde El bebé de Rosemary,
Love Story o Chinatown, encarnado por Matthew Goode. Estos dos hombres son los
que sacaron adelante el proyecto de la película que haría de Coppola un
referente imprescindible para entender el cine americano. El humor, el miedo,
la mafia, los amigos, los enemigos, Hollywood, Nueva York… es un disfrute que
enriquece el recuerdo de El Padrino.
Anthony Ippolito está estupendo como Al Pacino, en cambio Justin Chambers no es
creíble como Marlon Brando. Pero da igual, porque todos tenemos a Brando en la
cabeza. Ver este largo making of de cómo se hizo El Padrino es algo apasionante.
Me entero ahora mismo, domingo a las 10.00, de que el productor Al Ruddy murió hace unos días a los 94 años. Sin quererlo, le he rendido un último homenaje por su trabajo.
El regalo de esta semana es el
invisible lobo de los pastores.
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