(sin quererlo me ha salido una
foto muy Varda, con elementos raros que se mezclan, ¡incluidos mis pies!)
Agnès
Varda
Si tuviera que definir esta
semana de alguna manera no tendría dudas: ha sido la Semana Agnès Varda. Una
inmersión en toda regla en el mundo de una cineasta que adoro, y lo digo en
presente aunque hace ya cinco años que murió. La gran exposición que el CCCB ha
inaugurado esta semana Agnès Varda,
Fotografiar, filmar, reciclar, merece un viaje a Barcelona para sumergirse
con ella en sus playas y lugares, en sus rostros y gatos. Cada vez que se habla
con una joven directora, cita invariablemente dos referentes: Chantal Akerman y
Agnès Varda. Son figuras inviolables en el horizonte de la creación de un
universo propio con nombre de mujer. Pero Agnès es mucho más, al menos para mí.
Quizás no le interese a nadie, pero mi relación con ella es curiosa. En realidad,
la descubrí muy tarde. No tengo conciencia de haber visto su cine en la época.
No era solo culpa mía, se estrenaban muy pocos films suyos en España en los
años 60. Sé que vi Cleo de 5 a 7 en
algún momento sin saber que era de ella, porque me impresionó que contara una
historia que de algún modo me afectaba personalmente. Pero como tantos otros y
otras, la descubrí de verdad con Sin
techo ni ley. Fue una revelación acompañada de regalo: una entrevista bajo
un puente con ella y su vagabunda, Sandrine Bonnaire, para el programa de Jaume
Figueras Cinema 3. Fue una delicia, Varda estaba encantada. Era una entrevista vardadiana. Creo que esa fue la primera vez
que pensé en este adjetivo. Vardadiano.
La volví a entrevistar en otro contexto distinto, un Berlín invernal y nevado
donde presentaba el díptico Kung Fu Master
y Jane B par Agnès V, las dos con
Jane Birkin. Estábamos en un hotel, no recuerdo cual, pero la entrevista
tampoco fue muy convencional, la hicimos en la cafetería mientras tomaban un
café. Jaume Figueras siempre fue muy vardadiano
y buscaba espacios especiales para cada entrevista. En ese momento, 1988, yo ya
era una conversa al mundo Varda. Cuando se estrenó Los espigadores y la espigadora, en el año 2000, pensé que aquel
film era un antes y un después en su filmografía. Pocos años más tarde, en las
clases que daba en la ESCAC, era una de las películas fijas del curso: les
dejaba atónitos. Los alumnos de 20 o 22 años no habían visto antes esa libertad
de hacer y de decir. Fue precioso leer sus críticas. Desde entonces sus films
me han acompañado, o yo a ellos, hasta el último Varda por Agnès. En estos cinco años, su nombre era recurrente en
conversaciones, en artículos, pero esta semana, gracias a la exposición Agnès Varda, Fotografiar, filmar, reciclar
y al ciclo Agnès Varda Esencial que
le dedica la Filmoteca de Catalunya con 17 películas “esenciales” (y desconocidas
casi todas) Agnès Varda vuelve a primera página. Una de las cosas que he
descubierto con esta exposición es como Varda cambió muy poco físicamente. Se
hizo mayor, claro, se fue encogiendo, claro, pero conservó de las primeras
fotos de los veinte años la luz en los ojos y el peinado casco tan
característico hasta ser una seña de identidad. Es sorprendente como alguien
que fue capaz de transitar setenta años de historia del cine y del mundo, de
envejecer delante de nuestros ojos, de cambiar de registros, de tono, de
instrumentos, consiguió mantener su imagen casi invariable. Otras de las cosas
que me ha enseñado esta muestra son sus instalaciones. Siempre estuvo
innovando, buscando, creando lenguaje y por eso no tuvo reparo en montar tres
instalaciones que iluminan la última parte de su vida. El CCCB es este verano
un refugio climático y un refugio humano. Si se quedan en la ciudad, o vienen
de visita, aprovechen las horas de calor para esconderse en sus salas y caminar
de la mano de Agnès.
Vardadiano No soy la única que utiliza esta palabra para definir una situación cotidiana pero con alguna cosa especial. Quizás sea esta la mejor manera de explicarlo: lo vardadiano es todo lo que vemos, hacemos y decimos todos los días, pero con una dosis de azar, de inesperado, algo que hace que eso tan normal pase a ser algo único. Por ejemplo, en la parada del autobús, bajo un sol de justicia, yo estaba sentada en una esquinita del banco con un poco de sombra. Llegó una adolescente con pantalones cortos, se sentó a mi lado y pegó un brinco vardadiano: el banco ardía. Eso propicio que nos pusiéramos a hablar. Sin ese brinco, seguramente nunca habríamos cambiado ni una palabra.
EL RINCÓN DE LAS SERIES
El simpatizante de Park Chan-wook HBO y Movistar+
Llegué a esta serie por descarte, como tantas otras. Empiezas una y te das cuenta que no te interesa, empiezas otra y piensas, esto ya lo he visto. Y vas probando, es la única manera (aparte de las recomendaciones que te puedan hacer). El simpatizante no me decía gran cosa. En Filmaffinity se puede leer: “Miniserie de TV (2024). 7 episodios. Un thriller de espionaje y una sátira intercultural sobre las luchas de un espía comunista mitad francés, mitad vietnamita durante los últimos días de la Guerra de Vietnam y su exilio resultante en los Estados Unidos. Adaptación de la novela ganadora del Pulitzer.” Como mínimo era una sinopsis distinta., pero lo que me acabó de decidir es que estaba dirigida por el coreano Par Chan-wook, uno de los más interesantes directores de los últimos años. Y empecé a verla. Y me enganché. No solo a su historia, que también (en algunos momentos parece el contraplano mordaz de Apocalipsis Now), me enganché al tono de la narración, al humor soterrado y la ironía que destila, al hecho de que no hay personajes buenos ni malos, a la inocencia y la ingenuidad del protagonista, a los cambios de ritmo en el lenguaje, a la aparición deslumbrante de Sandra Oh… podría seguir mucho más. La serie es, además, un auténtico festival Robert Downey Jr, productor pero sobre todo multiactor asumiendo cuatro personajes dispares y disparatados. Aviso, si no les gusta este actor, abstenerse. Aunque, lo mejor es que la vean. Enseguida se darán cuenta si es una serie de “las suyas” o no lo es. En todo caso, es una rareza estupenda.
El regalo de esta semana está
dedicado a Agnès Varda. La Negrita en una actitud vardadiana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario