sábado, 21 de diciembre de 2024

MAVERICK MARISA

 


Maverick es un término inglés que significa “inconformista” y se aplica a esas personas que no toleran ser dominadas o controladas y, a pesar de poder aceptar trabajos o compromisos de carácter convencional, mantienen un alto grado de libertad desde el punto de vista personal.

 


“Si yo fuera director de reparto en una película de mavericks no tendría ninguna duda en ofrecer el papel principal a Marisa Paredes, porque reúne en su persona un montón de cualidades que hacen de alguien un maverick. Un físico especial, un comportamiento libre, una independencia total respecto de las convenciones, un inconformismo permanente y una necesidad, casi una urgencia, de mantenerse viva, despierta, en guardia…” Me he encontrado estas líneas, escritas a finales de los años ochenta, en el libro que le dedicó Juan Francia, una “no biografía” que empieza con un capítulo titulado Las casettes de Marisa. Busqué el libro en cuánto leí en los periódicos que Marisa Paredes había muerto la madrugada del martes 17 de diciembre. Ante una noticia tan inesperada y devastadora, necesitaba encontrarme con la Marisa de siempre, la irónica, inteligente, brillante y peleona Marisa que podía ser una diva glamurosa y una mujer de carne y hueso. Necesitaba sentirla tan viva como la había sentido a lo largo de cuarenta años. Porque nos conocemos desde hace cuarenta años, desde que empezó a salir con Chema Prado, un gran amigo y un compañero en la Filmoteca. Ella ya era famosa, había hecho mucha tele, había hecho Entre tinieblas, pero aun le faltaba hacer la película que marcó un antes y un después en su carrera, Tras el cristal, de Agustín Villaronga. Marisa estuvo rodando en Barcelona varias semanas y en ese tiempo nos vimos mucho. No solo porque yo, como periodista, seguí de cerca el rodaje del extraño film de Agustín, también porque venía a casa o mejor dicho al estudio de Ramon, siempre que podía. A Marisa le encantaba la pintura de Ramon, ella y Chema no faltaron a ninguna inauguración si su trabajo se lo permitía. Desde ese año de 1986 mis recuerdos con Marisa son muchos y muy distintos. Todos los años en San Sebastián; en un Hotel de Roma donde estábamos las dos invitadas por el Festival; en un teatro de Barcelona al que ella subía a actuar a pesar de tener una contractura; en fiestas divertidas cuando Chema celebraba su cumpleaños. Y comidas en su casa o en Berlín o en Locarno. Marisa era una compañía estupenda, si no estaba de acuerdo contigo, peleaba y discutía con tanta gracia que acababas cediendo. Fascinaba. Una de las última veces que la vi fue en Madrid hace poco menos de un año, cuando Marta Armengou y yo fuimos a presentar el proyecto de Filmtopia. Marisa y Chema vinieron a acompañarnos. Su entrada fue gloriosa, aun sin pretenderlo, todas las miradas se volvían a ella, desprendía luz y alegría. Fue muy bonito. Hace muy poco, no llega ni a tres meses, estuvo en Barcelona grabando una entrevista para la serie de TV3 La Gran Ilusión. Yo no pude verla porque ya me había ido a San Sebastián, pero hablé con ella unos días antes. En la entrevista consiguió enamorar a todo el equipo, los dejó literalmente con la boca abierta por su generosidad, sus recuerdos, su manera de hablar con esa voz que era uno de sus mayores encantos. Creo que esa debió ser la última o casi la última entrevista que dio. Ya no dará más. La Maverick por excelencia ha decidido que se iba y lo ha hecho como todo lo que hacía, sin avisar, sin dar tiempo a que el tiempo la deteriorara. Una gran mujer, una diva divina. Una amiga.


Eb el estudio de Ramon en  1992. La foto es de Chema Prado

El regalo de esta semana es para Chema, Marisa convertida en ángel al integrar su figura en un cuadro de Ramon



 

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