miércoles, 23 de marzo de 2011
36 VISTAS DEL PICO ST.LOUP
(una montaña de Ramon que podría ser el Pic St Loup)
El viernes se estrena el nuevo film de Rivette que en España se ha traducido como El último verano. No me gusta este título. No tiene nada que ver con el sugerente título original, 36 vues du Pic St. Loup, ni tampoco tiene nada que ver con lo que sucede en la historia. Mas bien debería llamarse el primer verano, puesto que para Kate, el personaje protagonista, ese es el primer verano de una nueva vida. Rivette es de todos los directores surgidos de la Nouvelle Vague, el mas ligero y al mismo tiempo el mas intelectual. Frente a la rigidez lingüística de Godard, Rivette muestra la ligereza sutil de unas historias que flotan; frente a la aparente sencillez de los cuentos de Rohmer, Rivette influye a sus narraciones un trasfondo intelectual. Es la perfecta combinación de ambos mundos. Fiel a sus actores, Rivette recurre a Jane Birkin con la que rodó hace veinte años La belle noiseuse en los mismos escenarios donde ahora ha vuelto. Birkin y su estilizada silueta de eterna adolescente es clave en esta película. Su rostro surcado de hermosas arrugas es el mejor paisaje sobre el paso del tiempo. También vuelve a Sergio Castellitto, y vuelve a otorgarle el papel de príncipe que despierta a la princesa en unos escenarios dominados por los luminosos espacios del Languedoc con el Pic St Loup al fondo. Y ahí entra el misterioso y sugerente título del film. Se habla mucho del papel del circo en esta película, de la relación con el teatro, preocupación constante de Rivette en todo su cine. Pero aunque el circo, con la huella de una tragedia en su pista circular y sus gradas vacías, parece ser el centro vital de la narración, en realidad el auténtico paisaje sobre el que se mueve la historia es el que determina esta increíble montaña que vemos desde distintos puntos de vista como si se trazara un circulo de 360º que encierra una pista imaginaria en la que Vittorio es el maestro de ceremonias y Kate la trapecista siempre en la cuerda floja. Esta película es un pequeño regalo en la cartelera, una delicatessen exquisita que debe degustarse con el placer de las cosas delicadas. A los 80 años, Rivette sigue siendo capaz de emocionar con sus imágenes.
(Hace tiempo que no pongo ningún texto en el otro blog. Ahora me apetece colgar el artículo que escribí en 1992 sobre La belle noiseuse. Creo que sigue teniendo vigencia).
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