lunes, 28 de marzo de 2011

POTICHE


(Ramón también sabe hacer potiches (floreros) preciosos)
Si ponemos en una coctelera unas gotas del musical de Jacques Demy, mas un buen trago de la mala leche de Chabrol, lo agitamos y al final sumamos una pizca del romanticismo de Truffaut y una pequeña polvareda de la lucha de clases de Godard, podremos obtener… el cine de François Ozon. Todo esto junto produce un resultado que siendo deudor de sus antecesores resulta completamente personal. Solo Ozon, con permiso de Demy, se puede atrever a poner a bailar y cantar a Catherine Deneuve y Gérard Depardieu; solo un director sin complejos, puede retratar la burguesía de provincias con la misma causticidad de Chabrol y con el toque privado del hijo con veleidades artísticas; solo alguien sin miedo puede atreverse a filmar las escenas románticas de Truffaut con el añadido del sexo; y por último hace falta tener las cosas muy claras para plantear la lucha de clases godardiana desde la perspectiva de una mujer de la mediana burguesía provinciana que casi sin quererlo se convierte en una abanderada del feminismo, (no nos olvidemos que estamos en 1977).
En fin todo esto para decir que Potiche es una delicia. Catherine Deneuve es una digna candidata de un PP francés civilizado, con sus peinados cardados, sus pieles y joyas y su absoluta falta de prejuicios, eso si guardando las apariencias. La película es ella. Ella y Depardieu con su inmensa humanidad derretida de amor por esa rubia nada gélida que corre por el campo en chándal, habla con los animalitos y escribe poemas. Ella y Luchini, en plan marido intolerante completamente superado por las circunstancias. Ella y sus dos hijos, el chico entregado a los paraguas de colores y los jóvenes rubios; la chica entregada a las convenciones y los embarazos. No hay nada políticamente correcto en este divertido film, pero en el fondo, todo es absolutamente entrañable.

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