viernes, 11 de marzo de 2011

KING KONG AMENAZADO

Me he quedado sin teléfono. Se me ha muerto y como está en garantía lo he llevado a reparar. Me han prestado uno, pero no hace fotos. Así que durante unos días no habrá fotos mías en este blog. Si habrá cuadros de Ramón cuando crea que ayudan a comprender la entrada. No es el caso de la que estoy escribiendo. Aquí solo cabría una foto de King Kong peleándose con los aviones de la intolerancia. La denuncia contra Ángel Sala, director del Festival de Sitges, por haber programado en el festival del año pasado una película, me parece intolerable. Hace unos días, en La Vanguardia, María Dolores García comentaba una portada del diario Ya del 7 de abril de 1974 que parecía de una rabiosa actualidad ahora mismo: Gadafi como amenaza; límites de velocidad por la crisis petrolífera; la economía española en el alero de la gran depresión. Solo faltaba en ese artículo comentar la denuncia de la Fiscalía a Ángel Sala para acabar de situarnos en la época de la caverna, no de las cavernas, ojo. Los prehistóricos intentaban avanzar en la evolución de la civilización, mientras que la caverna se empeña en volver a etapas oscurantistas que borren de un plumazo todas las libertades adquiridas en estos casi cuarenta años. Eso es lo mas peligroso de esta situación. Comprobar como las libertades individuales se van mermando poco a poco en nombre de unas supuestas libertades colectivas. Desde hace diez años, el mundo ha ido perdiendo espacios de independencia en todos los ámbitos y los que viven de controlarlo todo, cada vez extienden mas sus garras hacia terrenos hasta ahora conquistados por la libertad. No hay que confundir la defensa de los niños con la inquisición intolerante de toda conducta que pueda parecerle a alguien ofensiva. ¡He oido a padres quejarse de que no se atreven a jugar con sus hijos en la playa por si los denuncian! Esto es lo terrible: que se instaure la cultura del miedo. Como terrible es que se tome una película por la realidad, que se extrapole una imagen filmada a una imagen real, que se aplique una mirada turbia a un producto cultural. Por esta regla de tres no habría arte universal, ni cine, ni nada. La caverna de nuevo. Da miedo.

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