sábado, 21 de noviembre de 2015

CINCO DOCUMENTALES


(estas nubes se veían desde mi ventana mientras escribía este texto el sábado por la mañana, la foto es de Ramon))
Esta semana me he fabricado un minifestival de documentales en casa. He visto cinco, nada menos. Algunos se han estrenado ya o se estrenarán pronto, otros habrá que buscarlos por los caminos insondables de las plataformas en Internet. Pero todos tienen mucho interés. El documental es un género vivo que muta en cada película.  Puede ser cine  militante, cine de memoria o simple retrato de una colectividad o un individuo. Todo vale mientras se mantenga la honestidad de la mirada y el punto de vista que nunca es objetivo. Porque la objetividad no existe en un documental, siempre es el director el que elige dónde poner la cámara, qué priorizar, qué dejar fuera.

TCHINDAS, de Pablo García.
Este, por ejemplo, es un retrato de una colectividad feliz. ¡Qué raro, hacer una película sobre alguien feliz¡ Tchindas es una mujer adorable. Antes fue un hombre, pero desde 1998 es una mujer a la que todo el mundo quiere. Tiene 35 años y su vida transcurre tranquilamente en la ciudad de Mindelo en la isla de Sao Vicente, una de las Islas de Cabo Verde. Una pequeña ciudad que se transforma en un hervidero de vida el mes antes de celebrarse el carnaval. Tchindas es el alma de ese carnaval en el que participan todos los habitantes del barrio. La felicidad, la esperanza, la ilusión de hacer algo entre todos, la imaginación para conseguir los más impresionantes trajes que les permitan ganar el primer premio del carnaval, une en un mismo objetivo a gais, transexuales, hombres, mujeres, niños. Seguir a esta comunidad libre y sin prejuicios durante el tiempo de preparación del carnaval, hace de Tchindas un documental lleno de luz, de vida, de alegría y de música. Un placer en los tiempos que corren.

LINEA DE META de Paola García Costas
Este, en cambio, se puede enmarcar en lo que podríamos llamar cine de servicio. Cine  entregado a dar a conocer una enfermedad muy rara, el Síndrome de RETT, a través de la experiencia personal de Josele, un corredor de maratones que siempre corre con su hija María afectada por esta extraña e incurable enfermedad. María José, madre de María y sus dos hermanos más pequeños, Cristina y Dani, integran los cuatro puntos del cuadro donde se refugia María. La madre es quizás la que tiene las mejores intervenciones. Sobre todo cuando dice “Yo sé que hay una niña normal encerrada en un cuerpo que no controla”. Todo en este documental está en función de la propaganda de esta enfermedad. Cuenta como descubrieron que su hija tenía un problema, cómo reaccionaron, como se organizan en el día a día y sobre todo, como Josele integra a su hija en las carreras de maratón para llegar a cruzar la línea de meta que permita dar a conocer esta enfermedad  que afecta casi exclusivamente a las niñas y conseguir que se dediquen medios y esfuerzos para combatirla.

GAME OVER, de Alba Sotorra
Game Over es un retrato. El retrato de Djalal, un joven catalán de origen afgano. Con un guión de Isa Campo que nos presenta al personaje sin darnos ninguna explicación y poco a poco nos va desvelando quién es y porqué es como es, Game Over es un documental que tiene un plus de cine (podría ser una ficción) que enriquece lo que nos cuenta.  Y lo que nos cuenta es la historia de un niño al que su padre le regala pistolas desde pequeño lo que le lleva a desarrollar una pasión por las armas y reunir un auténtico arsenal en su casa. Que de mayor este niño se convierta en una estrella virtual de los locos por el mundo militar bajo el nombre de Lord Sex, no es extraño. Pero que este niño termine enrolado de soldado en Afganistán, donde comprobará en primera persona que la guerra no sólo no es excitante y divertida, sino aburrida, tediosa y además, los muertos son de verdad, ya entra en el terreno de lo documentable. Alba Sotorra filma a Djalal, su novia y sus padres, ahora mismo, cuando tiene 25 años, ha vuelto de Afganistán y encuentra que todo se desmorona: sus padres se separan, tienen que vender la casa, no tiene trabajo. En definitiva, no sabe qué hacer con su vida. El presente se combina con videos rodados por el propio Djalal en Afganistán y materiales en súper 8 donde vemos como se forja su pasión por las armas. No sé de quién fue la idea de hacer este documental. Pero sea quien sea, debemos agradecer que nos haya hecho conocer un personaje como este.

LA GRANJA DEL PAS, Silvia Munt
Aquí estamos directamente en el terreno del cine militante. Ese cine que tanto le gustaba a Joaquín Jordá. Un cine de denuncia, que da la voz a la gente y se coloca siempre al servicio de la causa que está denunciando. Silvia Munt se acerca a la Granja del Pas, una masía restaurada en Sabadell donde desde hace tiempo se reúne cada semana una asamblea de personas afectadas por cualquier problema con la vivienda. Bajo el cobijo de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, estos vecinos han construido un espacio de solidaridad y de desahogo donde cada uno puede exponer su problema concreto y buscar entre todos la solución más conveniente. Silvia escoge una serie de personajes como guía para contar como se organizan, qué hacen, como luchan, como se ayudan. Hay que agradecerle al documental, es decir a su directora, que nunca caiga ni en la compasión ni en el sentimentalismo; que mantenga por encima de todo la dignidad de sus entrevistados y la de los que participan en la asamblea. El documental solo se permite una licencia poética: empieza una noche oscura y acaba un amanecer lleno de luz. La esperanza está presente en el grito solidario de “Si se puede”.


A LA PUTA STRASSE, de Anna Cervera
Este es otro tipo de  retrato, es el retrato de un espacio, un bar. Se trata de dejar constancia de un mundo que se acaba, de una época que nunca volverá. 2º Acto es el nombre de uno de los bares emblemáticos del Barrio Gótico barcelonés. Un local refugio de una generación que llenó la vida cultural de Barcelona. Una vida que los turistas han hecho desaparecer para siempre. Pero no es eso lo que quiere contar Anna Cervera. A la puta strasse no es un documental melancólico ni de añoranza. Es la crónica de veinte años de gente que se encontraba en sus mesas y en su barra, que hablaba de todo, hacía música, inventaba poesías. Y que ahora acompaña a Emilio, alma de este local desde su apertura en 1992, en su decisión de cerrar para siempre. Es un final, pero no un final triste. O al menos no lo ha querido así Anna Cervera que deja abierta la posibilidad de que entre todos abran  pronto un 3º acto.


Al acabar de escribir estas pequeñas reflexiones sobre los documentales, me he dado cuenta que cuatro de los cinco están dirigidos por mujeres. Me parece un dato curioso y que merece alguna reflexión. ¿Por qué hay tantas chicas haciendo documentales? Se me ocurre una primera respuesta. Son baratos y les cuesta menos levantarlos que una ficción (pero eso también es una ventaja para los hombres). ¿No será porque las mujeres están más atentas al mundo que viven, a lo que les rodea, mas sensibilizadas hacia la sociedad y sus problemas?  Es probable que esta sea una respuesta. Aunque seguramente habrá muchas más. O a lo mejor no hace falta buscarla y esto es una simple coincidencia.

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