sábado, 31 de agosto de 2024

VOLVER

 

Vuelvo al blog esta semana. Ale y Alex quizás volverán a estar juntos. Tatiana volvió. Tres tiempos del mismo verbo que me sirven de guía en esta vuelta.

 


Volveréis, de Jonás Trueba

Conocimos a Vito Sanz como Bruno en Los ilusos, del 2013. Vito era uno de los jóvenes ilusos que paseaban por la noche madrileña soñando con hacer cine, hablando, bebiendo, discutiendo, entre otros, con Francesco Carril. En definitiva, viviendo. Lo recuperamos como Vito en la preciosa Los exilados románticos (2015). Vito era uno de los tres amigos que a bordo de una camioneta emprenden un viaje entre Madrid y París buscando el amor. Vito, no lo encontrará aunque crea que sí, Francesco Carril tampoco lo encontrará, aunque también crea que sí.

Conocimos a Itsaso Arana como Manuela en La reconquista, (2016) un film de desamor en el que se encontraba con Olmo, Francesco Carril, para perderlo del todo. Itsaso se quedaba sola. Tres años después, el 2019, en La virgen de agosto, Itsaso, ahora como Eva, conoce una noche de calor madrileño a Agos, que no es otro que Vito Sanz. Por fin sus caminos se juntan. Han pasado tres años más, estamos en el 2022, Itsaso como Elena y Vito como Daniel, viven juntos en un Madrid que sigue siendo su hogar aunque sus amigos, Irene Escolar y Francesco Carril, se empeñen en que vayan a ver su casita en el campo. Su relación es muy firme y les gusta dónde y cómo viven.

Estamos en el 2024. Itsaso es Ale, Vito es Alex, ella es directora de cine, él es actor. Están bien como pareja, pero han decidido separarse y dar una fiesta para celebrarlo con sus amigos, Francesco Carril, antigua pareja de Itsaso, Sigfrid Monleon, siempre presente, Isabel Stoffel, un rostro recurrente y muchos colegas y compañeros: “Mi padre (Fernando Trueba) dice que hay que celebrar las separaciones no las uniones”. A lo largo de Volveréis asistimos a este tira y afloja entre seguir o cambiar, o cambiar para seguir, en un circulo de retornos constantes, siempre iguales y a la vez distintos. La película no lo aclara y deja en suspense que pasará. Lo decidirán Jonás, Itsaso y Vito cuando se sienten a escribir el siguiente capítulo de su biografía de cine.

El año 2015 escribí acerca de Los exilado románticos: “De todos modos yo creo que la película de Jonás en realidad no hace referencia a nadie más que a sí mismo y sus gentes: las gentes del cine, las que confunden el trabajo con la vida. Hay una conversación absolutamente tanneriana en el film. Un viejo americano que acoge en su casa a esa pandilla de adolescentes tardíos, reflexiona sobre el mal uso que se hace de la palabra trabajo entendida como una maldición, una condena. Trabajar, el trabajo, debería ser la vida, hacer lo que te gusta, hacer lo que sabes hacer. Disfrutar con ello y poder vivir. Rodar una película entre amigos, en el caso de Jonás Trueba.” Creo que estas palabras siguen siendo válidas nueve años después.

También creo que sigue siendo válido lo que escribí de La reconquista en 2016: “Lo que yo creo que se reconquista en esta historia y no tengo ni idea de si a Jonás Trueba le puede parecer una estupidez, es la fuerza para enfrentarse a una segunda etapa de la vida. Porque esta reconquista del tiempo pasado es la mejor preparación para el tiempo futuro.” En Volveréis también se cierra una etapa y se abre otra llena de incertidumbres y de esperanzas.

De La virgen de agosto recupero estas palabras que cuentan el principio de la relación entre Eva y Agos, entre Itsaso y Vito: “Eva encuentra en Agos, un hombre melancólico que mira el abismo del horizonte desde el viaducto, el pilar para empezar de nuevo. Agos, de Agostino, pero también de Agosto, ese agosto en el que Eva saldrá de su burbuja y cruzará el río.:”

Cuando se estrenó Tenéis que venir a verla, escribí. “Los urbanitas, Itsaso y Vito, pasean por un Madrid callado y nocturno camino de su casa y descubren que les gusta su ciudad. Seis meses después los cuatro se vuelven a encontrar esta vez en el campo, en el supuesto paraíso rural, en la casa que por fin han ido a ver. Comidas, paseos, lecturas, todo muy truebiano (nunca más usare el término rohmeriano, Trueba se ha ganado a pulso dar nombre a su estilo) tranquilo, sin estridencias, sin contrastes.” El estilo sigue siendo ese, pero en Volveréis introduce la complejidad de la mirada: la de la directora Ale mirando al actor Alex en la película que está rodando que no es otra que la misma película que estamos viendo: la vida, el trabajo, el cine, todo se confunde en una nueva realidad.

 Jonás Trueba no es Linklater, no escribe para la misma pareja, pero queriéndolo o sin quererlo ha construido un viaje vital con Itsaso y Vito de la mano. Un viaje que no concluye en Volveréis, simplemente da un paso más hacia un mundo adulto en el que todos, ellos, nosotros, da igual la edad, da igual la condición, seguimos viviendo en el desconcierto y la incertidumbre. Todos, menos Fernando, el padre, el que cree que hay que celebrar las separaciones y se presta a dejarse dirigir por su hijo en un ejercicio de generosidad sin límites. Su cine es el retrato de una generación que crece a su lado, que se hace adulta y sigue buscando una razón que explique su vida. Revisar las películas de Jonás permite reconstruir la vida de este país en los últimos años. Cada uno se reconocerá en uno u otro relato, en uno u otro personaje. Pero todos estamos o hemos estado por ahí.

 


El eco, de Tatiana Huezo

En cierto modo también la directora mexicana ha vuelto a sus orígenes, al documental. Pero nunca se vuelve igual que se partió y en este retorno, Tatiana vuelve con una mirada distinta. Pasar por la ficción de Noche de fuego, historia de tres niñas que en una perdida aldea de la sierra se ven obligas a vivir una doble vida en un pueblo que vive atemorizado por la llegada inesperada de los grandes todoterrenos que roban a las adolescentes, con el pelo corto y pantalones pasan por niños, con los vestidos de sus madres y los pintalabios, intentan recuperar su feminidad a escondidas, le ha dado a Tatiana la fuerza para enfrentarse a la realidad de el Eco, una perdida comunidad en la sierra de Puebla, con los ojos de quién sabe ver lo cristalino en la oscuridad, lo feliz en la cotidianidad, el valor en la lucha diaria de un grupo humano (mujeres la mayoría) que saca fuerzas de su solidaridad y su convivencia para seguir adelante. Tatiana sigue la vida de cuatro familias de una comunidad en el valle de Puebla durante un año bajo el ritmo de los ciclos de la naturaleza, las relaciones entre los miembros de la familia. Las niñas y los niños con sus miradas son los auténticos guías de este viaje que se va tejiendo con alegría, con dolor, con ternura y con realismo. El eco es muchas cosas a la vez. Un documento y un cuento, una historia real transformada por la mirada y el montaje. Todo lo que sucede en la película paso de verdad, pero la manera como lo muestra la directora lo convierte en una narración cinematográfica nueva. Cuatro años tardó en rodar este film en distintos momentos del año, cuatro años desde que escuchó a una viejita decirle: “Cuando sopla el viento, agarra las palabras de la gente y se las lleva a pasear por los cerros.” Tatiana las ha capturado en una película hermosa en sus paisajes humanos y combativo en su denuncia de un mundo que desaparece.

El regalo de esta semana es una jarra que podría estar igual en la casa de Ale y Alex como en la aldea de El Eco.







sábado, 17 de agosto de 2024

LUGARES

 

Un lugar común de Celia Giraldo

Todos tenemos nuestro lugar. De hecho, creo que vivir es precisamente eso, encontrar tu lugar. Hay quién lo consigue muy pronto, otros se pasan la vida buscándolo. Tener un lugar en el mundo,  es indispensable para vivir bien. Cómo sea ese lugar, depende de cada uno. Lo que para alguien puede ser el sitio ideal, para otros puede representar un infierno. Por suerte, objetivamente no hay lugares buenos, ni lugares malos. A mí me parece que el lugar que tiene Pilar, la protagonista de la estupenda Un lugar común, debut de Celia Giraldo, no es precisamente envidiable. Pero es el suyo. Madre invisible, esposa olvidada, enfermera prescindible. Ese es su equilibrio y su equilibrio es la pieza que permite el equilibrio de los demás miembros de su familia: un marido indolente, una hija rebelde, a la que da vida Mia Sala-Patau, en un papel que la coloca en la primera linea de las jóvenes actrices catalanas y un hijo ausente. Todo ese engranaje se va al traste nada más empezar la película cuando Pilar, con poco más de cincuenta años, es fulminantemente prejubilada de su trabajo. ¿Qué hacer entonces? Ser madre y esposa no le sirve porque los otros están acostumbrados a su (no) presencia. La casa se le cae encima, se aburre, cuida una planta, busca su nuevo lugar. Lo que hace Pilar para encontrarlo y cómo eso repercute en los miembros de su familia es lo que cuenta Un lugar común. Sorprende un poco que una chica de veintipocos años se plantee una historia como esta. Celia lo justifica muy bien: “primero, no quería retratarme a mí y mi generación; segundo un coming-of-age se puede tener a cualquier edad.” ¿En dónde está escrito que solo los adolescentes sufren problemas de ubicación en el mundo? La complicidad entre Celia Giraldo y Eva Llorach su magnífica protagonista, es total. Juntas trazan el retrato de una mujer madura que tiene que aprender a vivir de nuevo. Sin miedo a nada, Eva Llorach se mete en este personaje y lo llena de energía y de música. Celia Giraldo es, de momento, la última aportación al cine de la larga lista de directoras surgidas de la ESCAC en el siglo XXI: Roser Aguilar, Mar Coll, Elena Trapé, Nelly Reguera, Marta Díaz de Lope Díaz, Liliana Torres, Andrea Jaurretia, Diana Toucedo, Ana Cornudella, Laura Ferrés, Julia de Paz, Belén Funes, Lucía Alemany, Patricia Font, Estibaliz Urresola….

 


La chica salvaje, de Olivia Newman, Netflix

El lugar donde encontré esta película es Netflix. En rigor, fue Ramon el que la encontró. Nos llamó la atención el título y fue una sorpresa. Su protagonista no necesita moverse mucho para saber cuál es su lugar: las marismas del sur profundo de Carolina del Norte, un espacio lacustre donde las botes a motor son mucho más útiles que los coches y donde la vida transcurre a otro ritmo. El ritmo que le impone Kia, la protagonista de esta historia de amor, asesinato, soledad, abandono y supervivencia. Kia vive en los pantanos con una familia que poco a poco se va desintegrando. Su joven madre escapa un día de la violencia de su marido. Luego son sus hermanos, uno a uno, los que se van. Con nueve años, Kia se queda sola con su padre, que también se irá. Solitaria, más fuerte de lo que se puede imaginar, la niña sobrevive en los pantanos haciendo de ese lugar inhóspito su hogar, su lugar. Pero no todos en el pueblo lo entienden o la aceptan. Y cuando un hombre joven aparece muerto, aparentemente asesinado, las miradas se dirigen hacia ella, Kia, la rara, Kia, la bruja, Kia, la diferente. La película es irregular, arranca muy bien, y te mantiene atento y pendiente de Kia, la niña, Kia la adolescente, Kia la joven. Hay un pequeño bache con la aparición de un personaje masculino muy desagradable ¿Qué hace Kia con él? Pero vuelve a tomar vuelo en su tercio final. Basada en una novela de Delia Owens, todo sucede entre 1962 y 1969 en un mundo que permanece al margen de la historia, tanto como Kia permanece al margen del pueblo. Con este melodrama sureño, Minnelli habría hecho un film de una intensa pasión. Olivia Newman no llega a la densidad minnelliana, pero Daisy Edgar-Jones consigue transmitir la emoción escondida de una mujer que no confía en nada ni en nadie.  

EL RINCÓN DE LA SERIE


El Día, Gilles Coulier y Dries Vos, Filmin

Esta semana si hay una serie, El Día, una serie belga de doce capítulos. El día es el día de un atraco con rehenes a un banco en una pequeña ciudad flamenca. Los doce capítulos abarcan desde las 8 de la mañana de ese día hasta, las 12 de la mañana del día siguiente. Seguimos la acción en paralelo desde el punto de vista de la policía que intenta resolver el atraco con el menor número de víctimas, y de los atracadores encerrados en el banco. Los medios de comunicación, en especial un equipo de televisión que busca la notica por encima de todo, son el tercer elemento en juego. Con estas piezas, la serie nos va contando como buscan su lugar todos los implicados fuera y dentro de este robo casero, chapucero y al mismo tiempo con mucho dinero en juego. Mientras que los policías parecen saber cuál es su lugar, o al menos que pueden y deben hacer, los secuestradores y los secuestrados van cambiando de lugar en una serie de giros inesperados. La tensión no se pierde nunca en estas poco más de 24 horas. Perfectamente escrita, mejor que realizada me atrevo a decir, recomiendo que si la quieren ver lo hagan de dos en dos capítulos. En uno, vemos a los policías y sus avances y desconcierto, en otro vemos en el mismo período de tiempo a los atracadores y los secuestrados. Al final, te das cuenta de que en realidad todo ha sucedido precisamente porque hay un personaje fundamental que no ha sabido encontrar su lugar. 

El regalo de esta semana son dos cuadros de Ramon que han encontrado su lugar


Aprovecho para avisar que la semana que viene no habrá blog. Nos volvemos a encontrar el 1 de septiembre

 

viernes, 9 de agosto de 2024

DEPORTES Y PELICULAS

 


Llevo unos días pensando de que hablar en el blog de esta semana. Ninguna de las películas que se estrenan me han despertado el interés (no quiere decir que no lo tengan). Tampoco he visto recientemente ninguna serie digna de ser recomendada. Son entretenidas, están bien hechas, pero la sensación de ser más de lo mismo flota como una nube por encima de ellas, quizás es que no he sabido buscar los tesoros escondidos. La verdad es que hace demasiado calor para hacer nada, ni siquiera eso. He de confesar que las Olimpiadas de París han ocupado buena parte de mis ratos de no ser capaz de moverme. Y las he disfrutado más de lo que imaginaba.

Si le quitan la voz a los comentaristas, da igual de la cadena que sean, todo son muy parecidos, es bonito ver a los atletas y a los deportistas. Las chicas de la natación sincronizada, que ahora se llama de otra manera, han sido preciosas y aunque solo fuera por ver sus trajes de baño, a veces más parecía un concurso de trajes de baño que otra cosa, ya valía la pena. También los saltos de trampolín. Y desde luego las carreras, la de 100 metros espectacular y las de 400 también. Me ha sorprendido que prácticamente cada vez que ponía un canal deportivo olímpico me encontraba con competiciones de mujeres: futbol, atletismo, lucha, natación, hasta una cosa absurda que ni siquiera sabía que existía, Baloncesto 3x3. Se trata de una incorporación del clásico basket de barrio de las calles de Nueva York, la primera vez que lo vi fue en West Side Story, donde solo hay una canasta y los equipos son de tres contra tres. Es divertido porque es muy corto, cuando empiezas a aburrirte, ya se ha acabado. Una de las reflexiones que hemos hecho Ramon y yo viendo desde cierta distancia estos juegos es lo tremendamente raro que resulta ver a gente haciendo cosas tan aparentemente inútiles como lanzar un disco o saltar con una pértiga. Hay gente para todo, eso está claro y respeto que la haya, pero no deja ser extraño. La otra reflexión, esa me la he hecho yo para mí, es lo rápido que se consume todo. Estos chicos y chicas, estos hombres y mujeres, llevan todo el año, o varios años, trabajando, entrenando, dejándose la piel y la vida personal para un acto que en algunos casos apenas dura ¡30 segundos! No me negarán que esto del deporte es bastante incomprensible. Pero me gusta y me saca del tedio.

 


Un libro: Concepción de Álvaro del Amo

No todo han sido saltos y carreras, en estos largos días me ha quedado tiempo para leer una novela muy curiosa. Se llama Concepción y está escrita por Álvaro del Amo. Álvaro del Amo tiene ya 82 años. Su nombre quizás no diga mucho a las gentes más jóvenes, pero para los que éramos fans de Fila 7, el mejor programa de cine que ha habido nunca en la televisión (o televisiones), Álvaro del Amo está unido a algunos reportajes legendarios. Le llegué a conocer un poco gracias a Mercedes Juste, la productora del programa. Recuerdo en especial un Berlín pre-muro nevado y frío, cuando volvíamos hacia nuestros hoteles en la Kudam. Nunca fue un crítico convencional ni muy ortodoxo. Y mucho menos un director previsible. Tan solo tres películas en cuarenta años, tres rarezas invisibles, menos una El caso Dreyer que se encuentra en Flixolé. Ni Dos, de 1980, ni Una preciosa puesta de sol, son accesibles o al menos yo no las he encontrado. Autor de teatro, crítico de ópera, también es un novelista escondido. El cine, de una u otra manera, siempre ha estado presente en su trabajo, ya fuera en la tele, obviamente, en el teatro o en las novelas. El cine es el protagonista principal de Concepción (una novela cinematográfica). El cine y Concepción, Concha, y Juan Jacobo, el crítico. Dividida en dos partes que parecen distintas, el hilo sutil que las une es el de los seminarios de cine comparado que da el veterano crítico de cine, en la primera parte en el Escorial, en la segunda parte, en un pueblo de la costa norte. En la primera parte, Juan Jacobo compara secuencias ante un público de una sola persona, Concepción. Y mientras él habla, asistimos a un doble relato, el de un niño rubito y de ojos azules y una niña de pelo rizado, que coinciden en la calle sin hablarse, se tropiezan de adolescentes, se cruzan de jóvenes y se reconocen de mayores, como si el destino, que es el mejor guionista, hubiera decidido que así fuera. En la segunda, Juan Jacobo imparte un seminario en un encuentro al que también ha sido invitado Abelardo. Su única alumna es Leonor que ha vuelto al pueblo y allí se reencuentra con Martín. Las vidas de estos personajes narradas en primera persona, trenzan una novela de amor y de amistad que desemboca en una estación de tren, donde descubrimos el hilo invisible que une las dos partes de Concepción.

Leer esta novela ha tenido un efecto secundario muy interesante y muy entretenido. Como Álvaro del Amo, transmutado en Juan Jacobo, describe y compara secuencias de films clásicos que están en mi memoria, me he puesto a recordar y comparar escenas de películas que aparentemente no se parecen en nada. Y me han salido algunos ejemplos muy curiosos.

Solo voy a contar uno: los descensos por un río.


Bajar el rio, la acción es la misma, la situación muy distinta, el objetivo diferente:

Alcanzar una nueva tierra

En 1830 encontramos a la familia de colonos Prescott bajando por un río de rápidos y aguas turbulentas en el que perderán gran parte de sus pertenencias y marcará el final de su viaje de conquista al oeste.

Salvar la vida

En 1870, una rubia hermosa y solitaria, acompaña a un padre y su hijo cuando se ven obligados a bajar en un río sin retorno escapando de una muerte segura.

Destruir al enemigo

En 1914, una misionera puritana y valiente y un borrachín capitán de un barco que se cae a pedazos, arriesgan sus vidas en un río de África en un viaje que les conducirá al amor y al heroísmo.

Cumplir una misión

En 1969, el capitán Willard se embarca con una tripulación de jóvenes marines en un viaje al corazón de las tinieblas en el que las turbulencias del río no serán acuáticas, sino emocionales.

Arriesgarse inutilmente

En 1972 cuatro amigos esperan pasar un fin de semana de aventuras y pesca bajando un río que no conocen en el que se enfrentarán tanto a los peligros de la naturaleza, como a los peligros de los humanos.

Seguro que han adivinado las películas. Y si no, da igual. Le agradezco a Álvaro del Amo haberme descubierto este tranquilo pasatiempo mental.

El regalo de esta semana es uno de los pocos ríos que Ramon ha pintado

 


 

 

 

 

viernes, 2 de agosto de 2024

RETORNAR O REGRESAR

Una película y una serie me han hecho pensar en los verbos retornar y regresar. Suelen usarse como sinónimos, y sin embargo, no quieren decir lo mismo. No es lo mismo retornar que regresar. Según la RAE, “Retornar es volver a un lugar o una situación en la que se estuvo alguna vez.” Regresar, en cambio, “implica volver a un lugar de donde se ha partido.” Uno regresa a casa, pero retorna al pasado. Uno regresa a su país, pero retorna a la vida familiar. Uno regresa al barrio, pero retorna a los amigos. Hay matices, sutiles, pero matices. Regresar o retornar. 

Justo estos días, concretamente el 1 de agosto, se cumplieron años desde que llegué (ni volví, ni retorné, ni regresé, llegué por primera vez) a España. El que sí regresaba era mi padre. Salió de España a principios de 1939, al acabar la guerra civil y vivió en México durante 23 años. Él si regresaba, como había regresado mi madre unos meses antes. Regresaban, pero no retornaban, porque ni uno ni otra eran los mismos que se fueron, ni la España a la que volvieron era la misma de la que salieron.

Regresar es más fácil que retornar.

 

Regreso a Córcega, Catherine Corsini.

El título que me ha provocado esta reflexión es Regreso a Córcega, de la francesa Catherine Corsini, una película que invita a reflexionar sobre muchas cosas. La primera, la forma que ha escogido la directora al enfrentarse a este melodrama sin eludir el lenguaje del culebrón. Porque en realidad Regreso a Córcega es un culebrón en el que se cuenta una historia de racismo y explotación, de engaños y secretos, de vidas que se descubren. La protagonista, una mujer negra con dos hijas adolescentes, regresa a Córcega de donde salió cuando las chicas eran pequeñas. Ella regresa, las niñas no porque casi no tienen memoria de su vida en la isla. Pero si Khédidja, la madre, regresa, las dos chicas retornan. A ver si me explico. Ella, la madre, regresa a Córcega para vivir una situación nueva. Jessica y Farha, retornan a un pasado que no conocían, que van descubriendo poco a poco en ese verano en el que sus vidas darán un salto en sus emociones. Es una película pequeña, de sentimientos, de reivindicaciones calladas, de paisajes que se viven. Pero para mí, ha sido una película que me ha despertado memorias de regresos a México. Porque yo también regresé alguna vez al lugar del que partí, al que retorno muchas veces con mis pensamientos. 

EL RINCÓN DE LA SERIE

 

Homecoming, Eli Horowitz, Micah Bllomberg, Sam Esmail Prime Video

No conocía esta serie de Prime estrenada en el 2018, con dos temporadas, por lo menos. Tampoco tengo muy claro como fui a parar a ella. Supongo que leí algo. La verdad es que es raro que se me haya pasado porque una serie con Julia Roberts como protagonista debería haberme llamado la atención. En todo caso, más vale tarde. Homecoming quiere decir Regreso a casa. En realidad, los soldados que se acogen a este programa de reinserción, no regresan a “su” casa (eso es lo que ellos quieren) si o a “casa” entendida como Estados Unidos, la casa de todos. Y no regresan a su casa, porque ya se encarga Julia Roberts en el papel de Heidi Bergman de que no lo hagan. Pero me adelanto y no debo. Porque Homecoming es un thriller conspiratorio, en el que se plantea un programa a gran escala de lo que ya hablaba hace muchos años un film estupendo de John Frankenheimer, El mensajero del miedo. La primera temporada se centra en Heidi y uno de los veteranos que vive en esa especie de cárcel de puertas abiertas que es Homecoming, Walter Cruz. La historia se desarrolla en dos planos temporales, diferenciados por el formato: el pasado ocupa toda la pantalla, el presente, cuatro años después, ocupa una parte de la pantalla más pequeña. A medida que nos vamos adentrando en ese mundo atemporal, casi del Show de Truman, donde viven los soldados bajo el control de Heidi, vemos como contraste el  mundo deteriorado y sórdido donde vive la Heidi de cuatro años después. La serie empieza muy alto, engancha, luego se estanca un poco, quizás son demasiados diez episodios, pero en los dos últimos vuelve a tomar altura. Y se cierra. Por eso me sorprendió ver que había una segunda temporada, que, además, empezaba de una manera completamente distinta con personajes distintos y con una situación que nada tenía que ver. O si, porque eso es lo que explica Homecoming dos, en una historia que sucede en pocos días y enlaza con la primera de una manera inesperada. Entre las dos temporadas suman 17 episodios de media hora que se ven casi sin darte cuenta. No creo que pase a la historia de las series de televisión, pero si es sin duda una apuesta interesante para tardes/noches de un verano sofocante. Una advertencia sobre la veracidad de la memoria y los recuerdos. ¿Son nuestros realmente? 

El regalo de esta semana es una foto del sol naciente en la ciudad. El sol siempre regresa, siempre retorna, siempre vuelve. ¡Por suerte!