sábado, 1 de noviembre de 2025

PERDEDORES

 

Los perdedores dan mucho juego en la literatura y en el cine. A las desgracias le sienta bien la ficción. Sobre todo cuando se las busca uno mismo.  El cine de perdedores tiene títulos gloriosos. No sé si los tres de esta semana se pueden calificar de gloriosos, pero en todo caso, son dos buenas películas y una serie excelente, que tienen en común un hecho trascendental: robar es relativamente fácil; qué hacer con lo que se roba es lo realmente difícil.

Los Tigres,  Alberto Rodríguez

Todo el cine de Alberto Rodríguez es un cine de perdedores que revisa y transforma los géneros. Le dio la vuelta al cine de quinquis con 7 vírgenes; en Grupo7, trazó el retrato de unos policías corruptos; La isla mínima fue, con su estética y la sequedad de su historia de sórdidos crímenes, un punto y aparte; El hombre de las mil caras era cine político con sello español; Modelo 77 renovaba el cine carcelario. Es una constante en su cine coger un género muy codificado y transmutarlo con una mirada personal que lo identifica. En Los Tigres, lo vuelve a hacer, en este caso, con el cine de aventuras en el mar en su variante submarinistas. ¿Por qué se llama Los Tigres una historia de buzos? La película lo cuenta muy bien y además hace un homenaje a un género literario con mala prensa y que, quizás, valdría la pena revisar. Los Tigres convierte la pareja Antonio de la Torre, Bárbara Lennie en un duelo de hermanos. Duelo con mayúscula por la muerte de un padre al que no querían, pero les inculcó el amor al fondo del mar; duelo con minúscula en sus interpretaciones, sus miradas cómplices, la ternura de su relación, sus silencios que hablan por sí solos. Antonio y Estrella se complementan: él es buzo, como su padre, ella es su asistente en la barcaza. También buceaba, pero una lesión en el oído la ha retirado del fondo del mar. Ella es sensata, inteligente, él es osado y un desastre. Cuando su vida más o menos tranquila se ve amenazada (hay muchos tipos de amenazas y la enfermedad es una muy potente), Antonio toma un camino equivocado robando un alijo de drogas, y aunque Estrella le advierte de lo que puede pasar, ambos hermanos se ven envueltos en una historia que los supera. Todo esto ambientado en un paisaje industrial, de plantas petrolíferas, barcos cargueros, filmado de forma espectacular por Pau Esteve. Un mundo contaminado por dentro y por fuera, en la superficie y en el fondo. Un mundo para el que el Tigre no está preparado.

 


The Mastermind, Kelly Reichartd

Hay dos cosas que tienen en común Alberto Rodríguez y Kelly Reichardt, los dos hacen un cine de perdedores, a los dos les gusta revisitar los géneros. Los resultados no tiene  nada que ver, Alberto es espectacular en su puesta en escena, Kelly es intimista y concentrada. Hasta ahora, la directora americana había revisitado el western, las road movies, el cine de aventuras o el thriller político, siempre desde su personal punto de vista centrado en personajes más cerca del común que de lo extraordinario. En su último trabajo este The Mastermind que ahora se estrena, sigue esta línea revisando el cine de atracos. Reichardt no hará nunca una película de acción, su ladrón de cuadros es un hombre taciturno, invisible, aburrido, que organiza un robo en un pequeño museo a plena luz del día, un robo que sale bien. El problema surge cuando tenga que hacer algo con esos cuadros. No es tan fácil convertir un botín como ese en dinero. Y ahí Kelly introduce un giro que hace que toda la película cambie. El punto de inflexión es una larga secuencia en la que JB Mooney esconde los cuadros robados en un granero. Filmada en tiempo real, esta secuencia es una de las mejores del cine de Reichardt. Igual que Hitchcock mostraba que no era nada fácil matar a una persona en una secuencia antológica de Cortina rasgada, Kelly Reichardt nos enseña que esconder los cuatro cuadros robados no es nada sencillo. Muy lejos del universo Soderbergh,  la película roza el universo Schrader y por alusiones, el universo Bresson. La segunda parte del film, sigue a JB en su huida hacia adelante, solo, perdido en un mundo que le cierra las puertas. Un mundo que acabará por engullirlo. Porque como el Tigre, JB no está preparado para enfrentarse a él.

 


Task, Brad Ingelsby serie de Max

Seguimos entre perdedores, seguimos entre personajes invisibles, seres sin historia, sin épica. Pero seres con dignidad. Esta serie de siete capítulos es una de las mejores que se pueden ver estos días en las plataformas. Tiene dos protagonistas. Tom, (Mark Ruffalo), oficial del FBI antiguo sacerdote católico, que carga con una culpa tremenda, es el encargado de dar caza a una banda de atracadores de casas de narcotraficantes; Robbie (Tom Pelphrey), ladrón de poca monta, empeñado en una venganza contra un clan de moteros que trafican con droga, responsables de la muerte de su hermano, se verá envuelto en un robo mucho más grande de lo que puede asumir. Igual que JB no sabía qué hacer con los cuadros, ni el Tigre que hacer con la droga robada, tampoco Robbie sabe qué hacer con esos once kilos de fentanilo que le queman en las manos. La vida de estos dos hombres buenos, aunque sumidos en un marasmo emocional y violento, acabará por encontrarse en un episodio ejemplar. Más de pensamiento que de acción, Task es casi cine metafísico. La huella de Schrader también se siente en el dibujo de estos dos personajes atormentados por sus demonios.  Que Task sea una serie tan perfecta sorprende menos cuando sabemos que su creador, Brad IngelsbyMare of EasttownMare of EasttownMare of Easttown, es el responsable de la magnífica Mare of Eastown. 

El regalo de esta semana es un cuadro que tiene muchos años, pero es una buena ilustración, no de perdedores, pero sí de pieles de tigre.