sábado, 27 de agosto de 2022

VOLCANES

 


Esta semana se han cumplido seis meses de la Guerra en Ucrania, mejor dicho de la infame invasión de Rusia en sus afanes imperialistas. Para celebrarlo, los rusos han orquestado un curioso atentado contra la hija de Aleksander Duguin, un personaje salido de una novela de Dostoievski que aboga por la hegemonía del zarsocialismo. Todo es muy raro en este atentado que ha provocado un recrudecimiento en los ataques a Ucrania, especialmente a la central nuclear de Zaporiya. Esta es la base tectónica del volcán en el que estamos todos pendientes de que un corte de gas, una pertinaz sequia (esa frase me recuerda al franquismo, no puedo remediarlo) o cualquier otro enfado de la naturaleza o del zarputin hagan explotar por los aires el mundo que conocemos. Pero no quiero ser pesimista ni fomentar el miedo y el acojone colectivo en el que parecen deleitarse todos los telediarios, sean del color que sean. En realidad de lo que quiero hablar es de Volcanes de verdad y para eso lo mejor es ir a ver un documental que se estrena este viernes Fire of Love.

 


Fire of Love, Sasa Dosa

Antes de hablar de Fire of Love el documental de Sasa Dosa que ganó limpiamente el premio a la mejor película en el último Docs Barcelona, voy a recordar lo que escribí el año pasado durante la erupción del volcán de Cumbre Vieja en La Palma que explica mejor que nada porque me ha gustado tanto este Fuego de Amor. “Ver las imágenes diarias de la erupción, se ha convertido en una adicción incontrolable, me fascinan, me hipnotizan en su belleza aterradora, en su capacidad de crear un paisaje de ciencia ficción, un infierno en la tierra, una muestra del poderío de la naturaleza que creíamos adormecida y callada, sumisa al poder del hombre, pero no, ahí está, dispuesta a demostrarnos que es más potente y fuerte que nosotros. No puedo dejar de mirar las corrientes de lava incandescente bajando de la montaña, los ríos de fuego en sus múltiples meandros, la acumulación de rocas construyendo un nuevo paisaje que antes no existía. Es como asistir a la creación del mundo en directo.” Después de seguir día tras días la explosión del Cumbre Vieja, entiendo mucho mejor a esta pareja inusual y fascinante y entiendo mucho mejor el documental al que yo le habría dado el premio a la mejor historia de amor volcánica que he visto nunca. Historia de amor porque sus protagonistas Katia y Maurice Krafft vivieron juntos hasta la muerte una pasión compartida por los volcanes. Desde que se conocieron en 1966, Maurice y Katia supieron que dedicarían su vida a los volcanes. Él, científico pero sobre todo divulgador y aventurero, demostraba en sus videos y fotos no tener miedo al abismo del fuego y la lava a la que se acercaba con la confianza de transitar un paisaje conocido y familiar; ella científica y más reflexiva, se dejaba seducir por la belleza de los volcanes, por su magia, por todo lo que escondían y ofrecían. Me gusta mucho como los define Astrid Meseguer en una interesante entrevista con Sasa Dosa en La Vanguardia. “Maurice, geólogo, filmaba en 16mm persiguiendo el movimiento. Era como un león marino al que le iba todo lo grandioso. Katia, de profesión geoquímica, se asemejaba más a un pájaro pequeño. Risueña, de pelo corto moreno y con gafas, capturaba los detalles con su cámara a pie de los cráteres. Les atraía lo desconocido y sus primeros amores fueron el monte Etna y el Stromboli”. Durante toda su vida Katia y Maurice persiguieron volcanes por el mundo, los fotografiaban, los estudiaban, los amaban, eran el motor de su existencia y contribuían a acercarlos a la gente a través de programas divulgativos que transmitían su pasión incondicional a la naturaleza en plena demostración de fuerza. Con el ingente material conservado en el archivo que custodia su legado, la directora Sasa Dosa ha construido un documental sobre ellos y con ellos. Los vemos en acción filmándose uno a otro, haciendo bromas, arriesgándose bordeando el abismo del fuego. Los vamos conociendo a medida que ellos conocen los volcanes y de su mano vamos enamorándonos poco a poco de esas montañas grises o rojas, dormidas o despiertas, creadoras de paisajes nuevos primigenios. El documental tiene un final anunciado: Katia y Maurice murieron en junio de 1991 en Japón cuando el gigante Monte Unsen despertó de su letargo sin darles tiempo a escapar del fuego que lanzaba al firmamento. La directora le dice a Astrid Meseguer en la entrevista: “Eran muy conscientes del riesgo. Fue una tragedia, pero es un final en línea con todo lo que daba sentido a sus vidas. Murieron haciendo lo que amaban". Yo creo que no hay mejor final para una vida entregada a los volcanes que morir acompañando el despertar de uno de los más poderosos. Fire of Love, Fuego de Amor, es un documental sobre los volcanes, sobre la vida, sobre las pasiones, sobre el amor.

 


Dentro del volcán Werner Herzog, Netflix

Cuando vi el documental de Sara Dosa sobre Katia y Maurice, pensé inmediatamente en Werner Herzog. Si hay alguien que desde el cine, no desde la ciencia, se acerque a lo que eran estos dos apasionados de los volcanes, es Werner Herzog. Cuando estuvo en Barcelona, a finales del año pasado, camino de Lanzarote, comentó que le gustaría poder ir a La Palma a ver el volcán de Cumbre Vieja que esos días estaba en plena erupción. En un entrevista comentó: “Lo que estoy haciendo ahora no es fácil de categorizar porque no es un documental ni una peli de ficción. Estoy muy implicado en 300 horas de grabaciones de dos vulcanólogos franceses que murieron filmando erupciones. Me pidieron hacer una biografía y dije que no, que lo que haría sería un réquiem musical de Katia y Maurice Krafft”, nombre de los expertos en volcanes”. El resultado es el film The Fire Within: A Requiem for Katia and Maurice Krafft, estrenado hace pocas semanas en Amazon pero aun no visible en España. Para compensar no poder ver el homenaje de Herzog a los dos amantes del fuego, busque otras películas del alemán que trataran de los volcanes. Y me encontré con Into the Inferno /Dentro del volcán, un documental del 2016 que Herzog realizo en colaboración con el especialista en volcanes Clive Oppenheimer al que conoció cuando rodaba Encuentros en el fin del mundo en 2006. Juntos emprenden un viaje al abismo del infierno de los volcanes. Pero de una manera completamente distinta a la de Maurice y Katia. Herzog busca en los volcanes no la ciencia, ni la naturaleza, sino lo que ésta produce en los humanos, es decir busca las conexiones espirituales entre los volcanes y el pensamiento ya sea en una remota tribu de Indonesia, ya sea en la oculta Corea del Norte, o en Islandia donde los volcanes siguen más vivos que nunca. Herzog hace un claro homenaje a Maurice y Katia Krafft a los que admira y diría que envidia, aunque su manera de acercarse a las montañas de fuego no sea tanto en su plena explosión de fuerza sino mas bien a través del legado que han dejado en la superficie de la Tierra y en la profundidad de las mentes. Con su cavernosa e inconfundible voz, Herzog va narrando este viaje al infierno guiado por Clive Oppenheimer al que concede casi todo el protagonismo. El resultado es un documento de una gran belleza en sus imágenes y en sus emociones.

 


Desierto de fuego, Werner Herzog,  Filmin

Mientras buscaba inútilmente The Fire Within: A Requiem for Katia and Maurice Krafft  tropecé en Filmin con una película de Herzog que no conocía. No es raro. Este prolífico director no para de trabajar y a sus ochenta años aun es capaz de irse al fin del mundo a buscar una historia, un paisaje.. La película que me encontré se llama Salt and Fire/Desierto de fuego, es del 2016 el mismo año que Dentro del volcán y está rodada en un país sudamericano no identificado. Creo se estrenó sin pena ni gloria (o ni siquiera se estrenó) y desde luego las pocas críticas que he leído justifican que no tuviera ninguna repercusión, son crueles y despiadadas, especialmente las reseñas de los críticos latinos. Y lo entiendo. Dentro del fuego no es una película fácil ni complaciente ni se siquiera si es recomendable, Pero a mí me enganchó desde el principio. Un secuestro que nunca acaba de explicarse, coloca a una científica alemana que investiga un desastre ecológico en una situación completamente inusual, inesperada, absurda. La primera mitad del film no parece de Herzog, todo pasa en interiores y en conversaciones entre la secuestrada y el secuestrador, un misterioso líder ecologista que antes había sido responsable del desastre ecológico. Más o menos a la mitad, la película es corta, secuestrada y secuestrador viajan a un enorme lago salado a los pies de un volcán dormido que empieza a dar señales de despertar amenazando con el fin del mundo por la posible potencia de su fuego interior. Y ahí, la película da un giro muy herzoguiano  (no sé porque me ha recordado en este tramo Signos de vida de 1968 o incluso Fata Morgana de 1971). Quizás hay que tener un cierto estado de ánimo para ver este raro film basado en un cuento corto de Tom Bissell titulado Aral. Pensar en el lago Aral (al que Isabel Coixet dedicó un espléndido documental en el 2010, Aral, el mar perdido) justifica el título original Salt and Fire y el paisaje lunar del último tramo del film, pero no justifica ni explica la extrañeza que produce verlo. 

El regalo de esta semana no podía ser más que un volcán que además tiene los colores de Ucrania.

 


 

 

sábado, 20 de agosto de 2022

DE OVNIS Y FOTOS

 



(¿se esconde algún ovni detrás de las nubes de Barcelona)

¡NOP! de Jordan Peele

Estos días que por suerte empiezan a verse nubes en Barcelona, me ha dado por mirar fijamente el cielo para ver si hay alguna que no se mueva de sitio. De momento no he tenido suerte (o desgracias, vaya usted a saber) y las nubes pasan y se van, algunas dejando caer unas pocas gotas de lluvia muy bien recibida, otras solo corriendo por el firmamento persiguiendo otros horizontes donde dejar su carga. Pero ninguna se queda quieta, ninguna esconde lo que esconde la misteriosa nube de ¡Nop!.

Me ha encantado esta película de Jordan Peele, un director que ya llamó la atención con sus dos primeros films, Déjame salir en el 2017 y Nosotros en el 2019. Peele me parecía interesante, aunque nunca me provocó el deseo de escribir de su cine. Con ¡Nop!, su tercer film, si lo ha hecho. Y es que pocas veces he visto en la pantalla una combinación tan feliz de ciencia ficción, humor, terror, western, comedia, cine en el cine y reivindicación social. He leído varias críticas y todas hablan de una extraña y fascinante conexión con Los encuentros en la tercera fase de Spielberg, pero a mí, lo que me ha recordado con enorme placer es el Ed Wood de Tim Burton, mejor aún, el Ed Wood verdadero con sus historias de platillos volantes hechos con palillos y colgados de hilos. Peele tiene la misma ingenuidad con un presupuesto inmenso lo que le permite filmar en grandes paisajes del oeste donde ese entre amenazador y entrañable (sus problemas de digestión lo humanizan de una extraña manera) acaba por imponer sus reglas. Pero hay en esta delirante historia ideal para una tarde de verano muchas más cosas de las que parecen.

Empezando por una primera secuencia espectacular, sin ninguna duda firme candidata a figurar entre las diez mejores primeras secuencias de la historia del cine. Ambientada hace años en un plató de televisión donde tuvo lugar una tragedia inesperada, esta secuencia aparentemente inconexa con el resto de la historia, sirve recurrentemente para explicar a sus personajes. Más cosas, el nada oculto homenaje a Werner Herzog en la figura del director de documentales imposibles; la reivindicación del jinete negro de la célebre secuencia del cine antes del cine filmada por Muybridge; la muy hustoniana (no fordiana) utilización de los caballos en ese rancho semi abandonado; la referencia al mundo de Westworld en el parque temático que dirige el único superviviente de la tragedia de la primera secuencia; la conexión vía paisaje con el Shyamalan de Señales. ¡UF! cuantas cosas en este ¡Nope!, título original que puede  entenderse como un acrónimo de “Not Of Planet Earth o “Not Our Planet Earth”, es decir “No del Planeta Tierra”, o simplemente como ese ¡Nope! ¡No es posible! que no paran de repetir sus atribulados protagonistas. ¡Nop es mucho ¡Nop!

 

EL RINCÓN DE LAFOTOGRAFÍA


Lee Miller, el otro lado del espejo. Editrama en Youtube

Para compensar tanto delirio edwoodiano, no viene mal fijarse en un documental precioso sobre una de las mujeres más hermosas e inteligentes del siglo XX: Lee Miller, musa de Man Ray, fotógrafa imprescindible, mujer libre. El Canal EDITRAMA que se puede ver en Youtube, acaba de estrenar Lee Miller, al otro lado del espejo, un film dirigido por Sylvaine Roumette en 1995. Reconozco que el nombre de Lee Miller me resultaba familiar, pero de aquella manera en la que asocias un nombre a una época, los años de las vanguardias en Francia, pero sin saber mucho más. Por eso ha sido todo un descubrimiento verla en este film. Lee Miller era una de las mujeres más guapas que he visto nunca. Nació en 1907 en una ciudad cercana a Nueva York. Cuando era una adolescente, su padre la fotografió desnuda en unas imágenes que al pobre le habrían llevado a la cárcel en nuestros puritanos tiempos contemporáneos. Lee y su padre tenían una relación muy especial, con él aprendió el arte y las posibilidades de la fotografía y gracias a él se convirtió en modelo de la prestigiosa revista Vogue cuando tenía 19 años. En 1929, con 22 años, la joven Lee se traslada a París. Quiere trabajar con Man Ray. Allí se convierte en musa y amante del fotógrafo, además de colaboradora en la sombra y pasa a formar parte del círculo de artistas de la capital francesa. Cocteau la convierte en la estatua que cobra vida en La sangre de un poeta y como si esa estatua fuera ella misma, Lee se libera de Man Ray empieza a volar sola como fotógrafa. La vida personal de Lee Miller es apasionante. Libre y sin prejuicios, se casó primero con un acaudalado egipcio con el que descubrió la belleza del desierto. Aburrida de vivir con él, volvió a Francia donde conoció al pintor Roland Penrose que iba a ser su marido y su compañero toda la vida, incluso las largas temporadas que ambos compartieron con el fotógrafo americano David Sherman. Por si todo esto no fuera suficiente, el documental de Sylvaine Roumette me desvela una faceta completamente ignorada por mí en la vida de esta musa de cuerpo perfecto, rostro de perfil clásico y mirada incisiva: Lee Miller fue corresponsal de guerra y fotoperiodistas durante la Segunda Guerra Mundial. Sus fotos del Blitz londinense, el bombardeo nazi que asoló la ciudad en el año 1940, fueron una ventana a la guerra para muchos americanos que las vieron en Vogue, acompañadas de los pequeños y brillantes textos escritos por ella como comentario vivido de sus fotos. Lee Miller fotografió los campos de concentración que el ejército americano iba liberando en su avance en fotos extraordinarias y dolorosas. También tiene fotos menos dramáticas, de lo soldados y algunas sorprendentes como las que Sherman y ella se hicieron en la bañera de Eva Braun y Adolf Hitler. El documental que ha recuperado Editrama cuenta con la colaboración de Anthony Penrose, el único y tardío hijo de Lee Miller y el testimonio de David Sherman, pero sobre todo, utiliza las fotos de ella y hechas por ella a lo largo de casi cincuenta años de una vida apasionante. Al final de este precioso documento un texto de Lee Miller dice “Ahora sé qué si pudiera comenzar de nuevo sería todavía más libre con mis ideas, con mi cuerpo y con mis sentimientos.” El documental dura 55 minutos, está narrado en castellano y se puede ver en este enlace: https://youtu.be/IEWsO_uI8ZA



Las fotografías de Paolo di Paolo, el tesoro de su juventud, Filmin

Paolo di Paolo estuvo a punto de morir a los cuatro meses, era el año 1925 en un pequeño pueblo italiano. Nadie sabía que le pasaba ni como curarlo, hasta que un hombre sabio les dijo a sus padres: “bañen al bebe cada mañana en una cuba de vino tinto”. Los padres, desesperados, le hicieron caso. Y el niño empezó a recuperarse milagrosamente, hasta ahora que a sus 96 años sigue bebiendo ese vino salvador. Esta historia es una de las que cuenta Paolo di Paolo en el documental que le dedicó Bruce Weber en el año 2021, gracias a la colaboración de la hija del que había sido, quizás, el más importante fotógrafo italiano del siglo pasado. La vida de Paolo di Paolo no es lo más interesante, (al contrario que la de Lee Miller), pero sus fotos, tanto las de vida cotidiana de una Italia de posguerra que empezó a retratar en 1950 para la revista Il Mondo, como las mundanas de la gran burguesía y sus fiestas o las que están vinculadas al cine con Pasolini, Magnani, Mastroianni… como protagonistas, son realmente buenas. Paolo dejó de hacer fotos a los 45 años. Incluso en su familia se desconocía este pasado impresionante. Hasta que un día sus hijos Silvia y Michele descubrieron su archivo y con ojos asombrados fueron revelando todo el tesoro de la juventud escondida de su padre. Bruce Weber, uno de los mejores fotógrafos contemporáneos ha sido el encargado de hablar y retratar a este hombre nonagenario que mantiene la cabeza lucida y el entusiasmo que el vino negro de su tierra le inculcó en las venas cuando tenía cuatro meses. Paparazzo a mucha honra, Paolo di Paolo recorre su vida y sus fotos y nos regala un documento impresionante de la memoria del siglo XX.

El regalo de esta semana es una foto de Ramon que parece un cuadro



 

 

 

 

sábado, 13 de agosto de 2022

IRMA VEP

 

En HBO se puede ver Irma Vep una de las series más curiosas e interesantes de la oferta en las plataformas. Irma Vep está dirigida por Olivier Assayas y eso ya es un atractivo, o en todo caso una garantía, de que no estamos ante un típico producto de consumo y relleno de contenidos. Pero lo que la hace interesante es la multitud de capas que tiene este pastel con guinda enfundada en una malla negra.

Veamos las capas de este postre inesperado

 


Los vampiros de Louis Feuillade, 1915-1916 diez episodios

La base del pastel es sin duda Los vampiros de Feuillade, serial (las series se inventaron hace mas de cien años) estrenado en 1915, en plena Gran Guerra. Los vampiros de Feuillade son una banda criminal dirigida por el malvado Gran Vampiro y su compañera aliada y auténtico cerebro del crimen, Irma Vep, es decir Musidora. Musidora es la nata que da consistencia a esta primera capa del pastel vampírico, sin ella y su silueta recortada en los tejados de Paris, sin ella y su sinuosa y provocativa manera de moverse, sin ella y su inteligente y malvado plan para dominar y aterrorizar la ciudad, Los vampiros no habría pasado a la historia del cine. Musidora es la primera vamp, es la primera gran estrella del cine francés, es la primera gran figura adulta del cine mudo. Su proyección fue más allá de Los vampiros, se extendió a Judex, dirigida por Feuillade en 1916 y se prolongó dando origen a un tipo de mujer seductora, brillante, hermosa y peligrosa. Los vampiros está compuesta de diez episodios y en total suma siete horas de proyección que el público, agobiado por la guerra y sus desgracias, acogió con gran entusiasmo. La fuerza de Los vampiros, a pesar de su aparente ingenuidad, fue muy apreciada por Fritz Lang (Mabuse es deudor del Gran Vampiro) y los surrealistas convirtieron a Musidora en un icono en los años veinte. Pero el cine sonoro, las vanguardias y la segunda guerra mundial relegaron al olvido los vampiros y a la propia Musidora. Hasta que nos encontramos con la segunda capa del pastel.


 

Irma Vep, Olivier Assayas, 1996 HBO

En 1996, Olivier Assayas decidió dar un giro en su filmografía, dominada hasta entonces por la alargada sombra de Truffaut, realizando una película fantástica: Irma Vep, revisión personal y poco convencional de los olvidados vampiros de Feuillade. Para interpretar a Musidora, es decir a Irma Vep, Assayas pensó en Maggie Cheung, una actriz china habitual del cine de Wong Kar Wai, de una belleza exótica tan atractiva como peligrosa, una Musidora perfecta. En este film que recrea el rodaje de un remake del serial de 1915, el papel del director René Vidal, auténtico alter ego de Assayas con sus dudas y sus neurosis, lo asumió Jean-Pierre Leaud. Lo que no podía imaginar Assayas es que se iba a enamorar de la joven china con la que se casó en 1998 y con la que vivió una turbulenta historia de amor que acabó con su separación. De esa experiencia le quedaron a Assayas dos heridas abiertas, una respecto a Los vampiros originales a los que no estaba seguro haber sido fiel; otra, la que le dejó su separación no superada de Maggie Cheung. Esta es la base de la tercera capa del pastel.

 


Irma Vep, Olivier Assayas, 2022, HBO, Ocho episodios.

No ´sé muy bien cómo surgió la idea de hacer un re-remake de Los vampiros de Feuillade, pero lo cierto es que Assayas encontró en el formato de las series (que ya había explorado con gran éxito) la fórmula perfecta para recuperar lo que le quedó por decir o por hacer en 1996. Una serie de ocho episodios le daba la oportunidad de trabajar a distintos niveles: el del original de Feuillade, la huella del film de 1996, el rodaje en la actualidad con una actriz americana, añadiendo fragmentos del diario de Musidora reconstruyendo el rodaje de 1915 con los actores de 2022. El fantasma de Musidora flota en el set, el fantasma de Maggie Cheung flota en la memoria de René Vida, el director de cine independiente y exquisito, neurótico y depresivo, convencido de estar rodando una película de ocho horas, no una serie. Si René Vidal se encarnaba en Jean-Pierre Leaud en 1996, casi treinta años después es Vincent Macaigne el que asume un personaje espejo de Leaud, de Assayas y de Feuillade. Pero Irma Vep no existiría sin una nueva Musidora y ahí entre Alicia Vikander, en la ficción Mira, una actriz americana de blockbusters de enorme éxito de público, desencantada y aburrida de su profesión que encuentra en el reto de meterse en la piel de Irma Vep y Musidora un medio para relanzar su carrera e incluso su vida. Para Alicia Vikander el reto no era tan definitivo como para Mira, pero en cierto modo, aceptar este personaje en una serie europea le daba la posibilidad de volver a un cine menos mainstream del que habitualmente hace, un cine independiente en el que siempre se ha sentido muy cómoda. La historia de esta nueva Irma Vep comienza con la llegada de Mira a un rodaje plagado de dificultades al que se enfrenta desde una crisis personal por una ruptura sentimental dolorosa. Quizás la historia amorosa y lésbica de Mira sea la que menos interés tiene en la nueva Irma Vep, pero tampoco molesta y ayuda a entender un personaje ambiguo en muchos sentidos, como ambigua era la propia Musidora. La mirada entre crítica y tierna a ese pequeño universo que se forma durante un rodaje, con sus alianzas, sus celos, sus problemas, sus complicidades, es, en cambio, lo mejor de la serie. Irregular en sus episodios, con un humor que nunca acaba de aflorar pero siempre está presente, Assayas juega con distintos lenguajes y tonos, iluminaciones y sonidos para situar los distintos planos de la filmación y la realidad. Sin olvidar y es algo que se agradece mucho, la utilización de secuencias del original de Feuillade con el que puntúa toda la acción.



En ese verano tórrido y lleno de incertidumbres, sumergirse en el mundo de Musidora y las múltiples Irmas Veps creo que es una buena recomendación.

Los vampiros originales se encuentran en Youtube en una copia excelente. https://www.youtube.com/watch?v=GDME5O01lW0

Las dos Irma Vep, la película de 1996 y la serie de 2022, están disponibles en HBO Max.

 


Una nota final indispensable. En los años setenta y ochenta una de las principales referencia del cine de Arte y Ensayo en España fue la distribuidora Musidora, llamada así en honor a la gran diva de Los vampiros. Es justo recordarla aquí para agradecer a Javier y Mariel los excelentes films que nos dieron a conocer desde su distribuidora y desde los cines Alphabille. ¡Gracias!  

El regalo de esta semana es una posible Musidora de Ramon



sábado, 6 de agosto de 2022

MONTE VERITÀ



 (un cuadro de Marianne Verefkin, pintora de principios del siglo XX)

La fotógrafa del Monte Verità, de Stefan Jäger

De los pocos estrenos de esta semana hay uno que me toca de forma especial, no porque sea una gran película, ni siquiera por el personaje o el tema, me toca por el paisaje donde sucede la historia, el el Monte Verità, en la Suiza italiana, en el Ticino. El Monte Verità está unido en mi memoria al recuerdo de mi primer festival, mi primer viaje a Locarno en el lejano agosto de 1984. Recupero un fragmento de lo que escribí en el libro La vuelta al mundo en veinte festivales, porque me gusta mucho y porque me sirve de introducción para hablar de la película y por qué no, del Festival de Locarno:

 


 “Otra de mis excursiones fue a Ascona, una pequeña ciudad cercana a Locarno a la que se llegaba con un autobús. No sabía nada de Ascona antes de ir, pero allí me encontré con algunas cosas sorprendentes. Como la exposición de una pintora suiza de principios de siglo XX llamada Marianne Verefkin que recordaba en cierto modo a Munch, pero con temas centrados en paisajes de montañas de fuego y hielo. Me gustó muchísimo y desde entonces intento saber más cosas de ella, pero parece que se la haya tragado la tierra ya que nunca he vuelto a ver un cuadro suyo. Otra de las exposiciones de Ascona fue una dedicada a Fellini y su relación con el cómic con algunos dibujos muy divertidos. Pero lo más interesante fue el viaje que hice al Monte Verità, una construcción situada en lo alto de una pequeña montaña donde en los primeros años del siglo XX se instalaron un grupo de filósofos e ideólogos adeptos a una tercera vía entre el capitalismo y el comunismo. Anarquistas y utopistas, crearon una comunidad que intentaba buscar una nueva forma de vida y albergaron en sus habitaciones a gentes tan diversas como Lenin, Jung o Isadora Duncan. La comunidad desapareció después de la Primera Guerra Mundial, pero el espacio permaneció abierto para todos aquellos artistas y sabios que buscaban un retiro de concentración y trabajo. Algo extraño hay en ese lugar que sigue siendo un foco de cultura y ha dado nombre a la Fundación Monte Verità dedicada a la producción de cine en países exóticos. Hay algo que se siente en su atmósfera cargada de presagios. Quizá sea el hecho de que, según parece, el Monte Verità está considerado el centro geográfico de Europa, o a lo mejor es por lo que afirman en Ascona, que la punta de la colina del Monte Mosecia está compuesta de un metal extraño que la convierte en una especie de antena extraterrestre. La verdad es que Monte Verità es un sitio fascinante en su aparente fealdad.”

 




Releo este texto y lo comparo con las imágenes de La fotógrafa del Monte Verità, la película suiza de Stefan Jäger y me vienen a la memoria las sensaciones de esa pequeña excursión solitaria. Entiendo mucho mejor lo que siente Hanna, la joven madre y esposa que no soporta el rigor de la estrecha burguesía vienesa y escapa a ese lugar especial donde impera la libertad. Libertad de pensar, de hacer, de vivir. Un mundo utópico en el que le cuesta encajar mientras construye una nueva vida con sus fotografías. La fotógrafa del Monte Verità es una ficción que imagina la vida de quien estuvo detrás de las preciosas fotos de ese lugar, tomadas a principios de siglo XX, en las que descubrimos un mundo feliz, bucólico, un pre hipismo condenado a desaparecer tras la fractura moral e histórica de la primera guerra mundial. Un mundo feliz que, por suerte, sigue flotando en la extraña atmósfera del punto mágico del centro de Europa.

 




Recordar el Monte Verità me ha hecho pensar en el Festival de Locarno que se está celebrando precisamente estos días. Locarno es un festival único, no se parece a ningún otro, es un festival de vacaciones y cine ideal para descubrir nuevos caminos. Siempre lo ha sido, y lo sigue siendo. Este año he visto con gran alegría que entre los títulos a competición en la Sección Cineastas del Presente está Matadero, una película de Santiago Fillol, amigo y colaborador de Oliver Laxe con el que ha trabajado en casi todos sus films y autor de un interesante documental titulado Ich Bin Enric Marco. No he visto Matadero, pero si la han programado en Locarno, algo debe tener. Como seguro tiene algo el corto Castells de Blanca Camell, presente en Pardi de Domani.

Al pensar en Locarno me he dado cuenta que hay festivales de varios tipos. Hay festivales manantial, hay festivales lago, hay festivales delta. También hay algunos que son las tres cosas. Manantiales son Locarno, Sevilla, Pesaro, Tribeca, por citar algunos; lagos son Valladolid, Turín, o Tesalónica; delta son Cannes, Berlín o Venecia. Hay pocos que sean a la vez manantial de nacimiento de talentos, lago de talentos formados, delta de talentos consolidados. En realidad creo que solo uno, el Festival de San Sebastián con su clara apuesta por nuevos autores y formatos en Zabaltegi Tabakalera y Nest; su confianza en los directores en activo tanto en la sección de Nuevos Directores como en la Sección Oficial, y su apoyo en los consolidados ya sea en Perlas o en sus interesantes retrospectivas. Ríos de cine en los que me sumerjo a falta de un rio de verdad donde refugiarme de este horrible e insoportable calor. 

El regalo de esta semana es una mujer libre en un cuadro de Ramon