sábado, 26 de agosto de 2023

LAS CHICAS ESTÁN BIEN


Si, las chicas están bien en muchos sentidos. Las chicas estamos bien y lo celebramos de muchas maneras con estas tres propuestas de finales de agosto. 

 


 (este es uno de los momentos más bonitos de la película)

Las chicas están bien, Itsaso Arana

Las chicas de esta hermosa, suave y veraniega película son cinco: cuatro actrices y una directora/actriz que se desdobla haciendo lo mismo delante y detrás de la cámara. Itsaso Arana, rostro habitual del cine de Jonás Trueba, pero también inolvidable protagonista en algunos títulos de Daniel Sánchez Arévalo, es aquí Itsaso, una escritora y directora de teatro que reúne en una casa en el campo a cuatro actrices para ensayar una obra de teatro durante una semana de verano. Ellas, las chicas, son Bárbara (Lennie), Irene (Escolar), Itziar (Manero) y Helena (Ezquerro). Son actrices, cada una con sus características y trayectoria, son amigas, son compañeras, son mujeres. Porque este film que bebe sin esconderse en Renoir y en modelos rohmerianos, es profundamente femenino en el mejor sentido de esta palabra, un poco pasada de moda últimamente. Lo femenino es una cualidad específica hecha de una suavidad  y delicadeza no exenta de fuerza y de potencia. Suavidad que flota en las relaciones y las complicidades de estas cinco mujeres; delicadeza en las conversaciones, en la manera de mostrarlas, en los detalles; fuerza en los temas que se atreven a plantear: la muerte, el duelo, el amor, el sexo, los hijos, el cine, ser actriz; potencia para proyectar todo esto en un cuento de hadas con sapos, príncipes, duendes y mujeres sabias. Las chicas están bien es un regalo, al menos lo ha sido para mí. Ver una película que habla de amistad entre mujeres con total naturalidad, es algo que agradezco, que reconozco. Como agradezco la reivindicación de los cuentos de princesas del guisante transgrediéndolos desde dentro, con un príncipe/objeto que acompaña a estas princesas felices y nada durmientes. En Las chicas están bien las conversaciones fluyen como pequeños arroyos cantarines,  como  un soplo de aire fresco una calurosa tarde de verano. Itsaso Arana hace un film documento con una ficción que habla, de cine, de teatro, de vida, de amistad, de ser actriz, de verano, de noches estrelladas y habitaciones compartidas. Rodado en dos semanas, con una ligereza que demuestra una gran preparación, Las chicas están bien, como dice la embarazada Bárbara Lennie, es una carta de amor al futuro.

 


En lo alto, Hong Sang-soo

Las chicas de Hong Sang-soo siempre están bien, aunque lloren mucho, y sobre todo, hablen mucho. En su nuevo trabajo, el director coreano es aun más minimalista si eso es posible. En lo alto, pasa toda en un estrecho edificio de cuatro plantas sin ascensor, propiedad de una joven diseñadora de interiores a la que el alter ego habitual de Sang-soo, Kwon Hae-hyo el eterno director protagonista de casi todas sus películas, visita acompañado de su hija adolescente. Son la hija, la diseñadora y algunas vecinas, las chicas que están bien en este film personal como todos los suyos, donde Sang-soo asume la fotografía en un precioso blanco y negro y compone la música. Filmada en vertical, lo que le da una perspectiva inhabitual, punteada por las habituales e imprescindibles comidas del coreano, En lo alto, es un paseo por una casa en la que cada estancia, cada piso, es una oportunidad de sentir una nueva experiencia. Primero se sube, luego se baja, o al revés, da igual. Lo que cuenta es lo que las conversaciones van destilando sobre la amistad, el trabajo, el placer de vivir, incluso el placer de dormir y ver a Dios. Una auténtica delicatesen para los que nos gusta Sang-soo y su cine austero y juguetón.  

 


Una y otra vez, serie de Filmin

Aquí hay tres chicas que están bien. Kate Atkinson, escritora de la novela, Bash Doran, creadora de la serie, y Thomasin McKenzie, su protagonista. La unión de estas tres mujeres tiene como resultado una miniserie de cuatro capítulos sorprendente en muchos sentidos. Pero vamos por partes: las chicas. La primera, Kate Atkinson, una novelista inglesa de 73 años, que empezó a escribir en 1981. Sus libros se han adaptado varias veces, pero ha sido Una y otra vez, novela publicada en el 2013, la que me la ha descubierto. La segunda, y muy importante, Bathsheba Doran, más conocida como Bash Doran, es una dramaturga inglesa que aparece en los créditos de algunos capítulos de la inmensa Boardwalk Empire de Scorsese, (HBO), pero también en Masters of sex, (Amazon Prime Video) Traidores (Netflix) o The Looming Tower, (Amazon Prime Video). Esta filmografía ya es una garantía de que cualquier producto con Bash Doran dentro estará bien. La tercera es una joven actriz neozelandesa de 23 años, Thomasin McKenzie a la que recuerdo, por su físico particular y su personal trabajo en Jojo Rabbit y en Última noche en el Soho, un film que quizás fue la pista para ofrecerle el papel de Úrsula Todd en Una y otra vez. Si nos ceñimos a la historia, deberíamos hablar en singular y decir que la chica está bien, Úrsula está bien, aunque no siempre ha estado bien. La historia transcurre entre 1910, cuando nace y muere y renace la pequeña Úrsula y 1945, al final de la segunda guerra mundial. En esos 35 años, Úrsula morirá y renacerá varias veces y vivirá varias vidas y aprenderá de todas ellas. Fantástica y soñadora, la serie dirigida por John Crowley, un chico que también está bien, tiene su hilo conductor en una voz narradora que nos va contando las distintas vidas de Úrsula y su familia, y sus amantes y sus… Una y otra vez se acerca al tema de los multimundos, pero lo hace desde una atmósfera fantástica y una belleza de tonos pasteles y delicados. Me ha gustado mucho, como me está gustando Traidores, una serie de espionaje en la Inglaterra posbélica de los cuarenta, que no he terminado de ver.

El regalo de esta semana es una chica viendo a otras chicas



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sábado, 19 de agosto de 2023

MI NOMBRE ES...

 



(yo misma me he acercado a Hitchcock en varias ocasiones, estas son solo dos)

Mi nombre es Alfred Hitchcock, de Mark Cousins

¿Un nuevo documental sobre Alfred Hitchcock? ¿Hace falta volver a hablar del “mago del suspense”? ¿Es que queda algo por descubrir? Estas son las tres preguntas que uno puede hacerse ante la propuesta de Mi nombre es Alfred Hitchcock. Y las respuestas podrían ser: a la primera, sí, sin duda puede haber un nuevo documental sobre AH, sobre todo si el director es alguien que nunca deja de sorprender como es Mark Cousins; a la segunda, la respuesta sería, siempre hace falta hablar de los grandes genios de la cultura (sea la rama que sea), siempre hay nuevas generaciones que no los conocen o que no saben todo lo que haría falta saber sobre ellos, así, que si, hace falta volver a hablar de “mago del suspense”; la tercera es más dudosa de tener una respuesta afirmativa, porque se ha escrito tanto, se ha comentado tanto y se estudiado tanto al director británico, que parece imposible que se pueda encontrar algo nuevo. Pero, ya lo he dicho antes, Cousins no es un documentalista convencional. Cousins se atreve a plantear su mirada sobre el cine desde lugares incómodos, insospechados. En su obra maestra Women Make Films, construye una historia del cine paralela solo hablando del cine que han hecho las mujeres a lo largo de sus más de cien años de vida. Y en esta aproximación a Hitchcock, se atreve a poner en primera persona al propio director haciendo que sea él mismo el narrador y el hilo conductor del documental. He de confesar que escuchar la voz de Alfred Hitchcock hablando desde el presente me hizo estremecer un poco. Estremecer y desconfiar, porque la voz, tan igual a la que recordaba de entrevistas con el director, me hizo pensar que Cousins había recurrido a la inteligencia artificial para recrearla y eso es algo que me da mucho miedo, la posibilidad de imitar cualquier imagen y cualquier voz, de suplantarla y usarla, es algo que no me gusta. Pero al final de Mi nombre es Alfred Hitchcock, Cousins nos aclara: “Alfred Hitchcock nunca escribió ni locutó esta película, pero muchas de las cosas que dice son verdad. Su voz sigue viva entre todos los cinéfilos. Aquí lo interpreta Alistair McGowan”. Y entonces, todo el documental, que hasta entonces estaba viendo con cierta suspicacia, se ilumina con un foco nuevo. Entiendo que Cousins juegue con la posibilidad de la suplantación y que deje la aclaración para el final, pero yo hubiera preferido saberlo desde el principio y por eso lo explico aquí. Todo lo que se dice es cierto, pero el que lo dice no es Hitchcock suplantado por una máquina. Bien, aclarado esto, que para mí es importante, adentrase en Mi nombre es Alfred Hitchcock es una auténtico viaje de placer y descubrimiento de secretos y rincones de una obra cinematográfica que es quizás la más conocida de la historia del cine. En cierto modo, el film de Cousins es a los documentales de cine lo que fue el libro de Truffaut a los libros de entrevistas: casos únicos y singulares de un creador de imágenes sobre otro creador de imágenes. Si el libro de Truffaut es imprescindible porque le da la palabra al director y en contrarréplica tiene la palabra de otro director; el documental de Cousins le da la palabra al director y en contrarréplica tiene el que haya sido el propio Cousins el encargado de buscar entre todas las declaraciones, libros, entrevistas, presentaciones, apariciones de AH, los textos que ha ido ordenando desde una perspectiva de ahora mismo, respetando el punto de vista del propio Hitchcock. El documental se plantea desde una inesperada selección de temas que se tratan en los distintos capítulos: Evasión, Deseo, Soledad, Tiempo, Plenitud y Altura. Todos ellos analizados con ironía, con humor y con la distancia de un Hitchcock que observa sus películas desde el presente. Cousins demuestra conocer muy bien la figura de AH, pero sobre todo demuestra conocer muy bien su obra lo que le permite sacar partido de su cine, especialmente del cine mudo inglés en el que ya están casi todas las semillas de lo que iba a ser un estilo inconfundible. Mi nombre es Alfred Hitchcock es un film para ver varias veces, por eso espero que pronto esté en alguna plataforma. Pero mientras no llegue a las pantallas privadas, vale la pena acercarse a un cine a disfrutarlo en pantalla grande y colectiva. Al fin y al cabo, Hitchcock fue siempre un defensor del cine como espectáculo popular y sus películas, vistas mil veces o descubiertas por primera vez, siguen siendo imperecederas joyas del cine mundial.   

 

EL RINCÓN DE LAS SERIES


Spy/Master HBO

Hace mucho tiempo que no venía al rincón de las series. He visto muchas este verano de calor sofocante y temperaturas insoportables. Pero aunque algunas me han divertido o me han interesado, pocas me han estimulado a escribir de ellas. Spy/Master, serie de espías rumanos, si me despierta las ganas d comentarla. Empecé a ver esta serie hace unos meses y no sé porque, me salió doblada al inglés. Me pareció horrible y la quité sin pensar más. Fue una buena amiga la que me comentó que la estaba viendo y que le gustaba mucho. Así que le concedí otra oportunidad y me di cuenta, tonta de mí, que la serie se podía ver en versión original rumana. Y la verdad es que me enganchó desde el principio. El resumen argumental que ofrece HBO es escueto: “Víctor Godeanu, la mano derecha del presidente Nicolae Ceausescu, lleva una doble vida como agente secreto para los soviéticos y tiene una única oportunidad de huir de Rumanía antes de que lo descubran.” Es un buen punto de partida. Pero estas tres líneas no dejan ver toda la compleja red de secretos que hay detrás de la vida de Víctor Godeanu. La serie sucede durante los doce días que duraron las conversaciones que en septiembre de 1978 llevaron a la firma de lo que se conoce como Los Acuerdos de Camp David entre árabes e israelitas, impulsados por el presidente Jimmy Carter. Mientras en Estados Unidos se celebran estas conversaciones, en la Rumania siniestra del enloquecido Nicolae Ceausescu y su más enloquecida y tiránica mujer, Elena, Víctor, su hombre de confianza, se ve obligado a tomar una decisión definitiva en su vida. Ante la amenaza de ser descubierto como espía para los rusos (curiosamente los principales enemigos del vampiro rumano), y que se destape su extensa red de corrupción y espionaje, Víctor aprovecha un viaje a Bonn en su calidad de diplomático para pedir asilo a los americanos. Todo esto sucede en el primer capítulo, a partir de aquí, no sigo y dejo que vayan averiguando los tejes y manejes de estos espías de todos los colores, tan estúpidos y malvados, tan listos y crueles, tan banales y poco glamurosos. Más cerca de George Smiley que de James Bond, la serie nos deja una duda que el título del último capítulo aclara. Pero no lo voy a decir. 

El regalo de esta semana es una rubia de Ramon que le habría gustado a Hitchcock.



viernes, 11 de agosto de 2023

FERRAGOSTO

 


Las semanas del centro del verano son siempre complicadas para encontrar temas. Los estrenos son irregulares, aunque hay películas interesantes, como Godland, del islandés Hylnur Palmason, que no he podido revisar desde que la vi en San Sebastián y de la que tengo muy buen recuerdo, pero no suficiente como para escribir de ella. Las series ralentizan sus estrenos, aunque hay uno que promete mucho en Amazon Las flores perdidas de Alicie Hart que se acaba a principios de septiembre. Hay libros para comentar, estoy leyendo uno delicioso Otra Gran Obra Maestra del Cine de Tom Hanks. No me acabo de decidir por ninguno de ellos. Godland estoy segura que vale la pena, los ecos en mi memoria son los de un paisaje impresionante, una obsesión y una soledad inmensa. En la crítica de Jordi Batlle de La Vanguardia habla de Dreyer, Anthony Mann y Herzog como referentes. No sé si yo me atrevería a tanto, en todo caso sin duda es el estreno más notable de la semana. Las flores perdidas de Alice Hart acaba de empezar, tan solo hay tres capítulo en los que brilla Sigourney Weaver en uno de los mejores momentos de su carrera, por eso esperaré a que termine para adentrarme más en la serie. Estoy más o menos a medio libro de Tom Hanks y lo estoy disfrutando mucho, por ahora es una mezcla de making of, crónica irónica y curiosa mirada sobre Hollywood desde dentro, muy adentro. Así que me enfrento a esta entrada de ferragosto sin un tema definido.

Para inspirarme, busco de que hablé en años pasados en estas mismas fechas. En el 2022 me centré en Irma Vep, serie y películas; en 2021 hablé de un libro, Un diàleg imaginari, de Lluis María Todó; 2020 fue el año de Agatha Christie y Poirot; 2019 fue un año muy bueno, coincidieron en la misma semana La virgen de agosto, de Jonás Trueba, La casa de verano de Valeria Bruni Tedeschi y Érase una vez… Hollywood, de Quentin Tarantino. El ferragosto del 2018 me cogió en modo “cueva”, sin salir de casa y el del 2017 estuvo teñido del dolor del atentado del que a veces pienso que nos hemos olvidado. No sigo más atrás porque me alargaría mucho y como texto justificativo de mi pereza en escribir ya me parece suficiente.


Ana Mariscal

Cuando ya pensaba que no iba a poder escribir de nada, me llegó una inspiración. Fue Marta Armengou la que me comentó que el 31 de julio había sido el centenario del nacimiento de Ana Mariscal. Y pensé ¿por qué no escribir algo de esta mujer tan desconocida, tan maltratada por la historiografía cinematográfica y tan singular? Porque Ana Mariscal fue una mujer singular, especial. Inteligente y culta, se atrevió a pasar al otro lado de la cámara convirtiéndose en la primera mujer que dirigía una película en España desde la Guerra Civil (antes había algunas, no muchas, después ha habido muchas, por suerte cada vez más). Pero esta mujer seria y de una belleza nada convencional, fue la primera. Ana Mariscal estudiaba ciencias exactas en una España, la de los primeros años cuarenta, en la que las mujeres no eran nada más que madres y esposas. Aun mas, Ana hacía teatro desde que se subió a un escenario en 1935, cuando tenía 12 años. Las ciencias y el teatro quedaron un poco aparcadas cuando Luis Marquina la descubrió y vio en ella el potencial de una actriz distinta. Tenía solo 17 años, suficientes para llamar la atención. Y la llamó más de lo que deseaba. Pobre Ana Mariscal,  unido su destino al de una película mítica y odiada, la película que mejor representa el cine franquista, Raza, basada en un relato de Jaime de Andrade que no era otro que Francisco Franco haciendo pinitos de escritor patriótico. En esa película la joven Marisol, novia resignada de José Churruca, representa todo lo que Ana no era. Pero si el film la convirtió en una estrella del cine español, también se convirtió en su principal enemigo. Decidida a conseguir lo que quería, el encuentro con el director de fotografía Valentín Javier cambió su vida: Ana se lanzó a dirigir. En 1952 firma su primera película Segundo López, aventurero urbano, un film enmarcado en el neorrealismo de la época, pero más cercano al realismo poético francés que al crudo neorrealismo italiano. ¿Qué hacia Ana, nuestra Anita, metida a directora que es cosa de hombres, como por cierto se llamaba su única novela, Hombres, que en 1943 fue prohibida totalmente por el régimen? Pues hacía lo que quería y siguió haciéndolo con películas como Con la vida hicieron fuego en 1957 y El camino en 1964, dos de las más sobresalientes de su filmografía. Lo que sucedió con Ana Mariscal es un buen ejemplo del sectarismo dominante de los que escriben la historia (la del cine y la otra). En el Diccionario del Cine Español que dirigió José Luís Borau, la entrada de Ana Marsical es de una atonía total sin destacar su importancia como mujer directora en un mundo de hombres directores, ni valorar su trabajo cinematográfico. La entrada termina diciendo “Aun cuando su figura no dejara de verse con cierto recelo por la ya remota participación en el film de Franco, la Asamblea de Directores Españoles le otorgó en 1993 un merecido premio por el conjunto de sus actividades artísticas.” Un texto que rezuma ese tufillo de que “algo habría hecho”. Como suele pasar en tantas cosas, la primera reivindicación de su figura la hizo un extranjero: Mark Cousins en la excelente y muy recomendable, serie Women Make Film: Una nueva road movie a lo largo de la historia del cine que se puede ver en Filmin, en la que la citaba en varias ocasiones. Y un último ejemplo de la ambivalencia que la persiguió y la persigue aún ahora. Carlos Lara, en un artículo de marzo del 2022 en CTXT, una de las biblias de la izquierda más interesante, la reivindicaba como cineasta pero no podía dejar de reconocer que “… para mí, en una persona dolorosamente contradictoria.” Este artículo es uno de los que mejor se ha acercado al cine de Ana Mariscal y hay que agradecerle su revisión desde el punto de vista de la realización y la tibia acusación sobre los que han escrito la historia del cine español. El texto acaba: “Pero el llevar la etiqueta de “actriz del régimen” provocó que posteriormente tampoco fuese reivindicada desde la izquierda. Como señala Nancy Berthier, al morir solo se habló de ella como “la actriz de Raza”. Ese mismo año 1995, la revista Nickel Odeon entrevistaba para su primer número a 100 personalidades del cine español, quienes eligieron 10 películas cada una y ninguna de Mariscal fue mencionada ni una sola vez.” Desde aquí, solo quiero recordarla como mujer independiente, como actriz poco convencional y como valiente directora. (En Flixolé se puede ver El camino y algunos de sus trabajos como actriz).

El regalo de esta semana es para Ana Mariscal, una flor singular, como lo fue ella.



 

 

 

 

sábado, 5 de agosto de 2023

UN DOCUMENTAL, UNA SERIE, UN ESTRENO

 


(una de las últimas fotos que nos ha mandado el Webb)

Un documental: Lo desconocido. La máquina del tiempo cósmica Netflix

Hace poco más de un año, el 16 de julio del 2022, hice una entrada en el blog donde hablaba del asombro que me había producido las maravillosas primeras imágenes del Telescopio Espacial James Webb. Esto es un fragmento de lo que escribí: “Acaban de publicarse las primeras imágenes del universo, reales, no simulaciones, que nos ha enviado el poderoso telescopio James Webb lanzado al espacio hace poco más de seis meses, el 25 de diciembre del 2021. Lo que más me ha impresionado de las impresionantes fotos que se han publicado es que ¡las estrellas son como las que pintamos desde pequeños! Nunca he sabido porque los humanos empezaron a representar las estrellas con forma de estrella. En el cielo nocturno, incluso en el más brillante y cuajado de ellas, las estrellas se ven como puntitos luminosos, pero los hombres, los artistas, inventaron una forma para representarla que se ha ido transmitiendo de una generación a otra, casi siempre a través de los niños que sin que nadie se lo diga, dibujan estrellas aunque nunca hayan visto una. Cuando vi la primera imagen del James Webb no me lo podía creer: era una estrella de las de siempre, pero de verdad. “Se encuentra a 290 millones de años luz de la Tierra, en la constelación de Pegaso, y es el primer grupo compacto de galaxias jamás descubierto.” El James Webb no solo ha cambiado nuestra visión del universo. De golpe y a través de unas imágenes espectaculares, nos devuelve a nuestra pequeñez y hace aun mas inútiles, absurdos e incomprensibles los problemas que nos creamos a nosotros mismos…”:  Vuelvo a el telescopio, no solo para recordar que el Webb sigue ahí, enviando fotos e información sobre nuestro pasado y nuestro futuro, lo hago porque casi por casualidad descubrí en Netflix un documental de la serie Lo desconocido dedicado a La máquina del tiempo cósmica, que no es otro que el Telescopio Espacial James Webb. El documental nos acerca de una manera muy sencilla a la historia de la construcción del telescopio narrada por sus creadores, inventores, constructores. Es un documento humanamente estelar. Humano, porque demuestra que los seres humanos podemos crear algo grande cuando unimos esfuerzos, estelar porque este magnífico aparato nos une y conecta con un universo inmenso que está ahí y al que no le hacemos el caso que deberíamos. El documental es mucho mejor que un relato de ciencia ficción porque es ciencia sin ficción. Seguir los pasos de su complicada elaboración, ver como poco a poco se van ensamblando las piezas de su enorme estructura en forma de panal, sentir la ansiedad y el miedo de que algo salga mal, y son muchas las cosas que podían salir mal, y compartir la alegría de ver que el telescopio se desplegaba en su grandeza en el viaje hacia el infinito, es algo apasionante. Y un antídoto perfecto contra la estupidez y la maldad que nos rodea por todas partes.

 


Una serie. Círculo cerrado, de Steven Soderbergh HBO Max

Estupidez humana que encontramos en esta estupenda serie de seis capítulos dirigida y creada por Steven Soderbergh con la complicidad de Ed Solomon. Estupidez de sus protagonistas, no de sus creadores. Partiendo de una idea de un clásico de Akira Kurosawa, El infierno del odio que se puede ver en Filmin, que a su vez adapta una novela de Evan Hunter, guionista de títulos como Los pájaros de Alfred Hitchcock, Soderbergh nos descubre una nueva mafia en Estados Unidos. La mafia de la Guyana que controla el tráfico de personas y droga en el bajo Manhattan. Un secuestro fallido desemboca en una serie de actuaciones conectadas con el pasado de dos familias, una rica familia blanca americana y una rica familia negra de Guyana. Entre medio, los desgraciados peones de una historia llena de giros y de revueltas con una policía más bien desagradable (en realidad todos los personajes son desagradables) empeñada en llegar al fondo de una trama de corrupción. Claire Danes, siempre enfadada como lo estaba en Homeland, es la rica y soberbia Sam Brown, Zazie Beetz es la desequilibrada policía Mel Harmony y la, para mí, desconocida CCH Pounder, es Savitri Mahabir, la poderosa y supersticiosa matriarca de la mafia guyanesca. Un guión milimétrico, una realización ágil que combina los distintos círculos de la narración y unos actores estupendos acaban por redondear una serie que vale la pena ver.

 


Un estreno: Todas somos Jane de Phyllis Nagy

Nunca sobran las películas que nos recuerdan un pasado reciente donde algunos de los derechos sociales adquiridos por las mujeres, o simplemente por la sociedad, no estaban garantizados ni mucho menos. Un pasado cercano en realidad que amenaza con volver si nos descuidamos un poco dando por sentado que ya todo está conseguido. No, no lo está y por eso películas como Todas somos Jane son tan útiles. Ambientada en el Chicago de 1968, cuenta la historia de Joy un ama de casa de clase media alta, embarazada de pocas semanas, que debe abortar porque su vida corre peligro si continúa con el  embarazo. En Estados Unidos el aborto era ilegal y aunque su médico lo recomienda, los hombres que dirigen el hospital, le niegan la posibilidad de abortar. Desesperada, Joy encuentra un aviso que simplemente dice “Call Jane” si tienes un problema. Joy llama y de esta forma conoce a “Jane” un colectivo de mujeres, todas somos Jane, que practica abortos ilegales pero seguros y con un acompañamiento emocional. A partir de ese momento, la vida de Joy cambiará por completo, encontrará un sentido. Lo mejor de este film es la cotidianidad con que está narrado, la falta total de tremendismo y dramatismo en un tema que normalmente se trata desde el dolor y la culpa. Phyllis Nagy, que fue guionista de Todd Haynes en la adaptación de Carol, con la complicidad de Greta Zozula en una fotografía muy años sesenta y sobre todo la de Elizabeth Banks que ya se metía en esta época y este problema en la estupenda Mrs. America, con la que esta película tiene mucho que ver, casi como si fuera el contraplano de aquella serie, nos va lanzando mensajes sutiles nada aleccionadores (no hay malos en este film, solo seres humanos), mucho más eficaces que muchos panfletos y denuncias. Todas somos Jane o hemos podido ser Jane o seremos Jane. Todas y todos hemos de seguir adelante, garantizando los derechos que nos hemos ganado con muchos años de luchas colectivas.

El regalo de la semana es un homenaje al telescopio James Webb.