viernes, 26 de junio de 2020

NOSTALGIA


Bueno ya estamos metidos en la NN. Esta semana ha empezado el BCN Film Festival aplazado por culpa del bicho; se estrenan doce películas en los cines (como en la Vieja Normalidad) algunas de ellas las he visto, la mayoría no tengo ni idea que son. En estos momentos en que volvemos a intentar vivir como antes aunque sea de forma distinta, la nostalgia de la tranquilidad y el silencio de hace tan solo un par de meses está en lucha con el instinto vital de seguir hacia delante. Por eso en esta entrada veraniega post verbenera, me apetece hablar de un estreno On Line y una serie que juegan a la nostalgia, aunque de muy distinta manera.


The Vast of Night, Amazon Prime Video
La nostalgia de esta curiosa y sorprendente primera película de Andrew Patterson, un director del que nada sabía hasta ahora, es la del cine de ciencia ficción de los años cincuenta, cuando la tecnología no dominaba el mundo y se podía creer en los “seres del cielo”, aún no llamados aliens o extraterrestres. Rodada en el 2016, de una manera precaria pero muy inteligente, el film fue rechazado por 18 festivales miopes ante la capacidad hipnótica que desprende en todos sus fotogramas. Finalmente fue aceptada en el Slamdance Film Festival del 2019 donde ganó el premio del público a la Mejor Narrativa. Amazon la descubrió entonces, la compró y la estrenó el 15 de mayo de este año, en plena pandemia, en una cadena de Autocines, espacio nostálgico y confinado perfecto para el momento. Un poco después la subió a su plataforma. Pero, ¿qué tiene esta historia para que me parezca una de las más fascinantes que he visto en mucho tiempo? Lo que cuenta es muy sencillo. Todo empieza en el salón de una casa donde hay un extraño televisor futurista en el que se presenta un episodio de la serie Paradox Theatre Hour, una especie de Dimensión desconocida. La cámara entra en el televisor y descubrimos que estamos en una pequeña ciudad de Nuevo México de 492 habitantes a mediados de los años cincuenta. Mientras todo el pueblo asiste a un partido de baloncesto, Everett, el inteligente locutor de la radio local y Fay, una espabilada adolescente responsable de la centralita telefónica, escuchan unos extraños sonidos que despiertan su curiosidad. Durante toda esa noche, seguimos a estos dos personajes que no paran de hablar y de correr. La película se mueve a su ritmo y los acompaña en la búsqueda de una explicación para esos sonidos. Su investigación les lleva a conocer dos historias, una contada en la radio y otra contada por una anciana, que explican extrañas experiencias con los sonidos provocados por “los seres que están en el cielo”. No hay mas, ni hay menos. Con dos personajes y una cámara que se mueve con total libertad, el film crea unas imágenes que tienen algo metafísico, algo que te va envolviendo poco a poco en una experiencia muy especial. Cine low cost, cuenta con dos actores estupendos y unas localizaciones perfectas. Pero ni unos ni otras explican la capacidad hipnótica de esta película nostálgica de una época en la que la ingenuidad permitía creer que en el cielo había algo desconocido y no era un virus.


Mrs America HBO
En realidad no sé si se puede calificar de nostálgica a esta serie política que aunque está ambientada en Estados Unidos en los años que van de Nixon a Reagan, es absolutamente contemporánea y muy actual. Pero bueno, juguemos a la nostalgia. La nostalgia de una época en la que el feminismo vivía uno de los momentos fundacionales del movimiento con figuras como Gloria Steinem, Betty Friedan, Shirley Chisholm, o Bella Abzug, defensoras y luchadoras en la aprobación de la ERA, la Enmienda de la Igualdad de Derechos. Pero lo mas interesante de Mrs America es que la historia está contada desde otro punto de vista, el de Phillys Schlafly, una furibunda y ultraconservadora ama de casa republicana que se convirtió en la principal opositora de lo que significaba la ERA al frente de un poderoso lobby antifeminista que defendía los derechos de las mujeres de clase media blancas a seguir siendo madres y esposas. Espléndidamente interpretada por Cate Blanchett, la serie se centra en Phillys, una mujer odiosa pero muy inteligente, que se mueve en la enorme contradicción de un discurso de ultra derecha contra la liberación de la mujer y su insaciable deseo de llegar a ocupar un puesto en la Casa Blanca. La nostalgia nos la puede producir la casi ingenua reivindicación feminista por derechos que ahora mismo están bastante consolidados en nuestra sociedad (no en otras, lamentablemente), gracias en gran medida a la lucha de las mujeres de esa generación. Pero la actualidad y vigencia de la historia la sentimos al comprobar que los argumentos del terrible personaje de Phillys en defensa de la familia tradicional, contra el aborto, la homosexualidad y en general contra cualquier reivindicación feminista, vuelven a estar muy presentes, no solo en la política de la América de Trump, sino aquí mismo, en nuestra propia realidad.
Y esto me lleva a hacer una reflexión sobre el tema de las manifestaciones del 8 de marzo. Desde las voces más que reaccionarias y ultraconservadoras de las mujeres de VOX –copias deformadas de la propia Phillys, incluso en su vestuario–, se acusa a la manifestación y al feminismo de ser la causa de la pandemia con argumentos que se desmontan simplemente recordándoles que ese mismo día ellos hicieron un mitin multitudinario. Pero creo que desde el gobierno se han equivocado entrando al trapo del antifeminismo en lugar de reconocer que efectivamente fue un error autorizar no solo las manifestaciones, también los actos políticos o los partidos de fútbol que hubo esos días en toda España. Decirlo ahora, cuando sabemos que quince días después de todo aquello se pasó de 500 casos el 8 de marzo a 9.159 contagios el 26 de marzo, resulta muy fácil. En todo caso, centrar el tema en el feminismo, tanto para defender el derecho a la manifestación a pesar de lo que se podía imaginar o para atacarlo desde posiciones tan reaccionarias que ni siquiera Phyllis asumiría, es equivocar el debate. El problema fue que en ese momento nadie era consciente de la gravedad de la situación. El desconocimiento por parte del Gobierno de la envergadura de la epidemia y el miedo a provocar un rechazo social si se prohibían las manifestaciones, le hizo permitirlas Y si se permitían las manifestaciones, había que permitir todo lo demás. Volviendo a Mrs America, es una de esa series que te hacen pensar, te invitan a discutir y te provocan no pocas preguntas de por qué una ideología tan reaccionaria como la del Eagle Forum de Phyllis Schlafly vuelve a estar tan vigente y por qué el feminismo contemporáneo ha evolucionado hacia posturas de una intransigencia que sus antecesoras nunca tuvieron. Vale la pena verla y discutirla.

El regalo de hoy es una imagen del verano



sábado, 20 de junio de 2020

A VUELTAS CON EL TIEMPO



Bueno, parece que por fin empieza la Nueva Normalidad. Por lo menos en el cine, aunque de una forma un poco clandestina, vergonzante incluso, las salas vuelven a abrir y esta semana hay ya varios estrenos. Pocos en comparación con lo que había,  pero menos es nada. Los que sueñan con las salas oscuras y las pantallas grandes, esta semana podrán disfrutar de películas interesantes. Al menos en algunas ciudades.
Dos de esas películas interesantes que se estrenan ahora se pudieron ver el pasado D’A Film Festival celebrado on line en pleno confinamiento. Una se titula Los lobos, la otra es Little Joe. Solo unas líneas para despertar la curiosidad, las dos lo merecen.



Los lobos
Bajo este amenazador título se esconde una película que habla de solidaridad, de compartir, de entenderse con los demás. Algo que no es muy habitual ni en el cine ni mucho menos en la realidad. Los lobos es la segunda película de un joven director mexicano Samuel Kishi. Cuenta la historia de una madre mexicana, Lucía, que llega a Alburquerque en Nuevo México, con sus dos hijos pequeños Max y Leo. Los tres acaban en un apartamento ruinoso en un motel donde viven asiáticos y latinos. Con la desconfianza metida en el cuerpo, Lucía les dice a sus hijos que no salgan del cuarto mientras ella está trabajando. Obligados a este encierro (por miedo al virus del odio) los niños se entretienen imaginando historias de los lobos que dibujan en los papeles que les lleva su madre y mirando por la ventana ese mundo lejano, desconocido atractivo y peligroso. Pero la América de Trump tiene rincones escondidos de solidaridad y Lucía y sus hijos acabarán por descubrirlos. Su misma sencillez de planteamiento y su limpia realización hacen de Los lobos una película que vale la pena ver.


Little Joe
La última película de esta directora austríaca inauguró el D’A Film Festival que le dedicaba su retrospectiva. Para contarla en pocas palabras (como pedía el personaje de Tim Robbins en El Juego de Hollywood) Little Joe es un cruce entre La pequeña tienda de los horrores, de Roger Corman y La invasión de los ladrones de cuerpos de Don Siegel. Alice es bióloga en un centro de investigación donde ha creado una nueva planta de una belleza deslumbrante, con unas propiedades terapéuticas insospechadas: hace feliz a quién respira su agradable perfume. Un dia Alice se lleva una de estas nuevas plantas a su casa como regalo para su hijo que la bautiza como Little Joe. Los dos descubrirán poco a poco todo lo que la planta puede hacer. Con una puesta en escena fría y aséptica, de colores planos y brillantes, esta película de ciencia ficción cotidiana es mucho más realista de lo que creemos. Little Joe plantea muchas preguntas sobre la ética de la investigación científica, sobre el funcionamiento de las emociones, sobre la vida de las plantas y en estos momentos en que estamos saliendo de la pandemia del COVID 19, nos alerta sobre la propagaciòn incontrolada de virus desconocidos.

EL RINCÓN DE LAS SERIES

(me gusta pensar que este cuadro de Ramon es una representación de Clío, la Musa de la Historia)
Creo que debo justificar el título de esta entrada, A vueltas con el tiempo. Para eso quiero hablar de una serie española que a mí me gusta mucho, aunque soy consciente de que quizás no guste a todo el mundo: El Ministerio del Tiempo. Está en su cuarta temporada y se puede ver entera en HBO. Se trata de un experimento creado en el 2015 por Javier y Pablo Olivares. Su punto de partida es fácil de explicar: existe en España un oculto Ministerio encargado de velar por que la historia no se altere, aunque muchas veces sus agentes preferirían cambiarla, provocando consecuencias insospechadas que podrían modificar el rumbo del mundo. Para eso, utilizan el Libro de las Puertas que los lleva allí donde se ha descubierto una posibles anomalía histórica de cualquier tipo. No todos los episodios tienen el mismo interés o funcionan igual, pero siempre son entretenidos y hay algunos francamente brillantes. Pero si hablo de esta serie en este post es porque estos días he sentido la necesidad de que existiera “un ministerio del tiempo” que garantizara la historia tal como ha sido, no tal como nos gustaría que hubiera sido desde nuestro presente. El revisionismo histórico es algo inherente a la propia historia: se lee el pasado en función del presente. Pero eso no quiere decir que “se borre el pasado” como pretenden hacer algunos revisionistas actuales: la historia, como saben muy bien en El Ministerio del Tiempo, no se puede borrar. Viene esto a cuento de la polémica retirada de Lo que el viento se llevó de la plataforma HBO, o los continuados ataques a estatuas de personajes, entre ellos el monumento de Colón en Barcelona. Jordi Juan lo resume muy bien en un artículo del 16 de junio en La Vanguardia: “El revisionismo de la historia nos puede llevar a tomar decisiones que van mucho más allá del sentido común y bordean el ridículo. La estatua de Colón, un símbolo mítico de la ciudad, no puede ser ahora dinamitada para protestar contra el racismo existente en nuestra sociedad. Todo nuestro esfuerzo y apoyo para erradicar esta xenofobia del presente pero no perdamos la energía en acciones propagandísticas que miran al pasado”. La ola de antiracismo que se ha desatado en el mundo por el asesinato brutal e injustificado de George Floyd en Minneapolis es una buena prueba de esto. Reaccionar ante la brutalidad policial y no solo denunciarla, sino perseguirla e intentar erradicarla, es una cuestión de higiene democrática. Pero lo urgente no es protestar en Barcelona o Madrid por la muerte de George Floyd, lo urgente y necesario es denunciar las discriminaciones y racismos de ahora mismo en nuestro país, como la de esos seis Mossos de Manresa o las actuaciones de policías locales en Badalona o en París, o en Madrid. El racismo excluyente está aquí mismo y no afecta solo a los negros. La xenofobia  rampante de algunos políticos internacionales, nacionales y locales, es un hecho y no tiene que ver con el color de la piel, sino con una idea mucho más oscura: sentirse simple y sencillamente superiores. No hace falta ni remontarse al pasado ni apoyarse en lo que sucede en otros países para denunciar este racismo del siglo XXI que en rigor yo no llamaría racismo, o al menos no tal como se entendía el racismo en los años sesenta o en los años treinta del siglo pasado, sino de la brutalidad excluyente que se ejerce contra cualquiera que se considere marginal al sistema. En Estados Unidos, los negros son más pobres y están peor preparados que los blancos como consecuencia de una sociedad desiquilibrada y enferma en la que se ha sembrado el odio de una manera muy peligrosa. Seguramente por eso han muerto muchos mas negros contagiados de COVID 19, seguramente por eso son objeto de una mayor represión. Pero la violencia contra ellos, no es solo, aunque también, por su color de piel. En la estupenda serie The Good Fight de Movistar, en su cuarta temporada hay un capítulo, creo que el 3, que pone en evidencia que el racismo tiene muchos matices y se manifiesta de muchas maneras, no solo con la violencia y no solo con los marginados, y no solo de blancos a negros. El racismo no es una cuestión de color o de raza, es una cuestión de poder. La violencia policial y social se ejerce sobre todo contra un colectivo marginal de gente pobre en el que hay blancos, negros y latinos, a los que alguien tan supremacista como Trump le gustaría ver reducidos a simple fuerza de trabajo explotada, es decir, esclavos. Igual que al xénofobo presidente húngaro Viktor Orban quisiera acabar con “Todas las minorías que que no entren en la imagen cristiana idealizada”. Esto no es exactamente racismo, es algo mucho más profundo y despreciable: es la hegemonía de los ciudadanos de primera contra los ciudadanos sin derecho a tener derechos. Timothy Snyder lo explica mejor que yo en una entrevista en La Vanguardia:  “… pero yo creo que no le va a salir bien (a Trump) porque muchos blancos, especialmente los jóvenes, han comprendido que el racismo no sólo es una injusticia hacia los negros, sino que es una estrategia para extender la idea de que nada se puede hacer para cambiar las cosas, que todo esto es inevitable, que lo único a lo que podemos aspirar es a contenerlo y que para ello nada mejor que un sistema oligarca y tirano. Muchos blancos se han dado cuenta que este tipo de racismo no solo afecta a los negros sino también a ellos” (Thimoty Snyder en La Vanguardia 16 dejunio)

Nota: Una pequeña aclaración que explica porque me gusta la película Érase una vez en Hollywood o la serie Hollywood. Desde la ficción, es decir desde el cine, la literatura, la pintura, se puede hacer lo que se quiera. El creador es libre de interpretar la historia como le de la gana. Otra cosa es que ese criterio se aplique en la vida real, en la política. Tarantino puede decidir que Mason no mató a Sharon Tate o Hollywood contar que Rock Hudson se paseaba de la mano de su novio negro. Pero lo que no podemos hacer es borrar el crimen de Mason de la historia o pensar que los negros y homosexuales vivían así en 1947. La ficción es libre de reconstruir a su antojo; la historia es la que es y no se puede cambiar. Solo estudiarla y aprender de ella.




sábado, 13 de junio de 2020

ATRAPADA EN LA NUEVA NORMALIDAD



(el laberinto de la nueva normalidad)
La  semana pasada mandé el mail de aviso de la entrada en el blog con una fecha equivocada. 7 de mayo en lugar de 7 de junio. Algunos buenos amigos me lo hicieron ver. Y me quedé pensando por qué me había pasado ésto que se puede enmarcar fácilmente en lo que se llama psicopatología de la vida cotidiana. Parece que mi subconsciente no quiere salir del nido. Tengo que tener mas cuidado o me quedaré atrapada en el bucle del confinamiento cuando lo que toca es prepararse para lo que se nos viene encima: 
La Nueva Normalidad.
Nueva Normalidad. Este oxímoron, como se han encargado de demostrar varios lingüistas, tiene poco de nuevo y casi nada de normalidad. Lo de Nueva Normalidad es un término que empezó a usarse en el 2008. Copio la definición de la Wikipedia (perdón por usar este instrumento, pero la verdad es que es muy útil).
Nueva normalidad es una expresión del ámbito de la economía y las finanzas acuñada para describir las nuevas condiciones financieras tras la crisis de 2008 y las secuelas de la Gran Recesión. Desde entonces, el término se ha utilizado en una variedad de contextos para dar a entender que algo que antes era anómalo ahora es común”.
Me quedo con esta última frase, “algo que antes era anómalo (la distancia social, las mascarillas, el miedo) ahora es común”. Parece que tendremos que convivir mucho tiempo con esta nueva normalidad orwelliana que no sé porqué me produce ecos de tiempos bastante nefastos. Lo de nueva normalidad me suena a fascismo de los años 30, a Mussolini, a Stalin, a Hitler. Ya sé que no estamos en un momento nada parecido (o eso espero), pero lo cierto es que los fascismos de los dos colores de entreguerras, siempre estuvieron a favor de una “nueva normalidad” en la que los ciudadanos de a pie se veían reducidos a meros comparsas de sus órdenes y deseos.
En fin, confío en que nuestra nueva normalidad no sea como la que me evoca el concepto y tampoco como la que se produjo después del 2008 con los recortes, el empobrecimiento generalizado del mundo, la aparición de los movimientos populistas de distinto signo y en definitiva, con una peor vida para todos. El futuro nos lo dirá.
Mientras tanto van pasando cosas que nos conducen hacia esa “nueva normalidad”. Por ejemplo, la vuelta del fútbol a nuestras vidas. Si hay un buen ejemplo de esta Nueva Normalidad es la de los partidos de fútbol a puerta cerrada, sin público, sin pasión, sin poder abrazarse cuando tu equipo marca un gol (bueno, parece que los jugadores sí, por lo visto los nuevos gladiadores están exentos de las normas que rigen para el vulgo). Y esto de los gladiadores me hace pensar en Gladiator, la película de Ridley Scott que fue una de las primeras en utilizar “público digital” para llenar las gradas del Coliseo, como parece que quieren hacer ahora las teles para que los estadios no se vean vacíos. No se que me da mas pena, un estadio sin público o un estadio con falso público. Creo que lo segundo, porque en todo caso lo primero será una imagen potente que ponga en evidencia la nueva normalidad, mientras que lo segundo contribuirá a las fakes en las que nos vamos sumergiendo casi sin darnos cuentas.
Pero vale ya de lamentarse. Los que disfrutan con el fútbol podrán verlo con distancia de seguridad en los bares o en sus casas y emocionarse o cabrearse. Los que no disfrutan con el fútbol, harán bien en ver un ratito de alguno de estos partidos callados para ver como es una distopía en directo. En general todos podremos decir: la nueva normalidad está aquí.

EL RINCÓN DE LAS SERIES
(Fergus Suter y su equipo de jugadores obreros)

Un juego de caballeros (Netflix)
Recupero esta sección para hablar de una interesante y muy bonita serie sobre fútbol estrenada en Netflix en pleno confinamiento. Descubrir que el nombre de Julian Fellowes está detrás de la serie, nos da una clave de cuál va a ser su tono. Fellowes fue el creador de Dowton Abbey y la sombra de esa saga se siente en toda la historia de Un juego de caballeros. Lo que cuentan estos seis episodios es el nacimiento del fútbol moderno en la Inglaterra de finales del XIX. El fútbol era un juego de caballeros, reservado a las élites, muy valorado socialmente, pero no remunerado: los caballeros eran ricos, no lo necesitaban. Sus reglas eran pocas y se permitía un alto grado de violencia, siempre victoriana, claro. En el otro lado de la barrera social, el fútbol era un juego de obreros amateurs que servía para que la gente se entretuviera los fines de semana. Pero todo cambió en 1878 cuando el escocés Fergus Suter aceptó jugar en el equipo obrero de Darwen y luego en el de Blackburn Rovers, cobrando por jugar. Esta no fue la única revolución de Suter quién, como si fuera un viejo antepasado de Messi con su baja estatura y su poca envergadura física, inventó el fútbol moderno, el del toque, pase de balòn, estrategia y juego en equipo en el que lo importante es que corra la pelota, no los jugadores. Frente a él el otro gran protagonista de la serie es Athur Kinnaird, un auténtico caballero, jugador del Old Etonians, el primero de su clase social que fue capaz de darse cuenta de que el fútbol debía profesionalizarse y permitir que los equipos de la clase trabajadora pudieran jugar en las mismas condiciones que los de las élites. Un diálogo del último capítulo resume este espíritu: los reaccionarios y conservadores se preguntan: “¿Debemos entregarle el fútbol a la clase obrera?”,  y el inteligente Kinnaird contesta“No, debemos compartir el fútbol con la clase obrera”. La serie está centrada en estos dos personajes, Fergus y Kinnaird, con líneas argumentales, que combinan la fidelidad histórica con licencias que hacen avanzar el relato. El enfrentamiento de clase y de cultura podía haber dado lugar a una serie de denuncia que pusiera el acento en las injusticias sociales, la maldad intrínseca de las clases dominantes y el poder del dinero para corromper el deporte tema que ha llegado en nuestros días a ser realmente escandaloso hasta el punto de que esta mañana he leído en un periódico una noticia que me ha indignado “Según aseguran fuentes financieras, el Real Madrid y el Fútbol Club Barcelona han recurrido al Instituto de Crédito Oficial (ICO) para conseguir algo más de 200 millones de euros con los que afrontar los pagos de sus plantillas, cuyos salarios ascienden a unos 1.000 millones”. En fin, no quiero hacer demagogia. Por suerte Julian Fellowes, como ya hizo en Dowton Abbey, es mas partidario de mostrar la posibilidad del encuentro entre clases, de dejar claro que unos pueden aprender de los otros y que, en definitiva, el auténtico juego de caballeros es respetar a todos por igual. En estos meses en los que el fútbol había desaparecido de nuestras vidas, esta serie permitía ver cómo se sentaban las bases del juego en su prehistoria. Ahora que la nueva normalidad del silencio en los estadios se nos viene encima, vale la pena verla para darnos cuenta del fundamental papel que tiene el público en un partido de fútbol. Suter y Kinnaird lo sabían, Mesi y Sergio Ramos lo saben. ¿Cómo se va a mantener la pasión del jugador número 12? La nueva normalidad nos lo dirá.

Nota: Del caso HBO/Lo que el viento se llevó, que ha llenado páginas esta semana, hablaré (o no) la semana que viene.

El regalo de esta semana es un dibujo de la Negrita contemplando la nueva normalidad)



sábado, 6 de junio de 2020

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El confinamiento más o menos riguroso que llevamos padeciendo hace ya tres meses, nos ha obligado a todos a modificar nuestra vida. Los que vivimos con más personas hemos visto cómo teníamos que compartir el espacio con el (los) conviviente(s), horrible palabra por cierto, haciendo equilibrios sobre los equilibrios que significa convivir con alguien. Uno de esos equilibrios es el de “que vemos hoy”. No sé cuántas teles tienen las casas, pero en la nuestra solo hay una a la que conectamos el ordenador para poder ver plataformas o cualquier otra cosa de Internet. Esto quiere decir que hay que conseguir que lo que veamos nos guste a los dos. Yo soy una adicta a las series, Ramon empieza a detestarlas. Eso hace que muchas series las vea yo sola en el ordenador donde trabajo, mientras él ve otra cosa: conciertos, pelis raras, conferencias. Pero siempre hay algo que si vemos juntos. Estos días compartimos la serie de moda, Baron Noir, propuesta por mí, y las estupendas entrevistas del programa A fondo, propuesta por Ramón, que se pueden ver en Youtube, algunas remasterizadas por Editrama, la productora de Gonzalo Herralde,


A fondo
Entre 1976 y 1981, es decir en plena Transición, TVE fue de verdad una televisión pública. Seguramente porque en esos años en los que no había un auténtico poder constituido, se convocaban las primeras elecciones democráticas y se redactaba la Constitución, la sociedad explosionaba de alegría estrenando libertad en todos los ámbitos. Son unos años en los que se sentaban las bases de un cambio mucho más profundo que el político. Y en esos años que muchos pueden recordar, en la tele única con sus dos canales se podían ver programas muy interesantes y absolutamente imposibles en las teles múltiples que disfrutamos, es un decir, más bien habría que decir, padecemos, en estos momentos. A fondo fue uno de esos programas. Para los que no lo recuerden o por su edad no lo pudieran ver, A fondo era un programa de entrevistas. Un escenario austero y sin adornos: una mesa y dos sillas. Un entrevistador, Joaquín Soler Serrano, respetuoso y que sabía cambiar de tercio si la entrevista le llevaba por un camino distinto al del guión. Una selección de entrevistados, mas de cuatrocientos en los cinco años que duró el programa, que iban desde escritores, cineastas o músicos, hasta científicos o médicos. Casi ningún político. La tele era para la sociedad civil. No había nada más, pero era mucho. La realización del programa jugaba con las cámaras y enfocaba la cara, los ojos, las manos del entrevistado. Buscaba el gesto callado que a veces decía mas que las palabras. Creaba complicidades en un espectáculo (lo era sn duda) televisivo de calidad. No siempre las entrevistas eran buenas, dependía de muchos factores, pero casi siempre eran interesantes y te mantenían enganchado primero media hora, luego, cuando el programa cuajó y ganó en audiencia, una hora. ¡Ah y en blanco y negro! por lo menos en los cuatro primeros años. ¿Se imaginan algo así ahora? Ciencia ficción. A fondo se acabó en 1981, el año en el que el poder empezó a ser fuerte de nuevo y la televisión española volvió a estar al servicio de quién manda. Aunque aún hubo buenos programas imposibles en estos momentos como La Clave, Estación de Perpiñán y los estupendos ciclos en V.O que programaba Fernando Moreno en la 2. Hace unos años Gonzalo Herralde recuperó los programas de A fondo y los está remasterizando para ofrecerlos en un canal de Youtube. Estos días hemos visto tres que me han gustado mucho. El de Álvaro Cunqueiro, de 1978, el de Miguel Delibes de 1976 y el de Néstor Luján, también de 1976. Los enlaces a estas entrevistas ya no están disponibles. Eran enlaces a las viejas emisiones de RTVE. Espero que pronto los vuelvan a poner remasterizados y en alta definición. De todos modos, hay muchas más entrevistas que se pueden ver: Julio Cortazar, Juan Manuel Serrat, Ernesto Sábato, Octavio Paz, Mercé Rodoreda…

Una aclaración: Gonzalo Herralde me envía un enlace al canal de Editrama que es la productora que tiene los derechos de los programas de A fondo. Lo pongo aquí para que quien quiera verlos lo pueda hacer con la calidad de las buenas ediciones.

El enlace al Canal EDITRAMA es:
https://www.youtube.com/channel/UCcEt9I52dpO4tuXwoSB186A

De las tres que me han gustado, recojo una frase importante:
Álvaro Cunqueiro, 1978: “El crimen de las ciudades contra los niños es que se pueden pasar cuarenta cincuenta años, es decir crecer, hacerse hombres sin distinguir mas que dos o tres árboles, sin haber escuchado nunca un pájaro y sin haber visto nunca una estrella.”
Miguel Delibes, 1976: “Lo que a mí me horrorizaría es contribuir con mis libros a exacerbar unos odios y una posición violenta. A mi me gustaría, es una dorada utopía, llevar al convencimiento de todos que los ideales de paz de justicia, de igualdad, deberíamos conquistarlos sin utilizar para nada la violencia.”
Néstor Luján, 1976: “Soy un hombre muy preocupado por los problemas de la ecología. A mi me horroriza pensar que, por ejemplo, en Alsacia hace cincuenta años había 50.000 nidos de cigüeñas. El año pasado solo hubo 80. Pienso que esto no es normal, pienso que estamos muy distraídos con otras cosas, cuando en el mundo hay cosas muy graves que están sucediendo. Las leemos en gacetillas en los periódicos, pero realmente tendrían que hacernos reflexionar. Una de ellas, por ejemplo, es el hecho de que en Occidente hay un tercio menos de bosques que había hace cien años y hay un 15 % menos de tierras cultivadas que había hace 20 años. Esto me preocupa porque los ciclos de la vida son muy importantes y pienso que todo esto va ligado, también, a la relación entre el índice de nacimientos y la prolongación de la vida que cada vez está más separada, de tal modo que, dentro de 50 años, toda Europa y los Estados Unidos, todo el mundo occidental que por ahora lleva la responsabilidad de la conservación de la especie humana y la conservación de la tierra, será un mundo de viejos, de gente cada vez más vieja, cada vez habrá menos jóvenes. Yo he partido de la ornitología para preocuparme por una serie de hechos. Soy optimista porque tengo buena salud, me gusta mucho vivir la vida. Pero pienso que la vida está seriamente amenazada y tengo una inmensa preocupación de adónde vamos a parar.”


Baron Noir (HBO)
Es la serie de moda en España. Hablan de ella en artículos de política, se dice que Pedro Sánchez se la recomendó a Pablo Iglesias, que a su vez la ha recomendado a todo el mundo. La  verdad es que me sorprende un poco este entusiasmo de los dos políticos con mas poder en España en estos momentos. Me sorprende y me asusta. Porque lo que cuenta Baron Noir no es precisamente ejemplar y pone los pelos de punta, sobre todo cuando resulta fácil ponerles nombre español a casi todos los personajes de esta siniestra serie. Siniestra y apasionante. Hubo días en los que veía el Telediario y a continuación un capítulo y pensaba que la ficción me mostraba la zona oculta, lo que pasaba detrás de lo que el TD me acababa de contar: pactos secretos, corrupciones, traiciones, engaños, manipulación de la gente para fines espúreos, ambición de poder. Porque eso es lo que muestra Baron Noir, cómo los políticos, sean de extrema derecha, derecha a secas, centro, izquierda complaciente o extrema izquierda, dedican todos sus esfuerzos a conquistar y mantenerse en el poder. ¿Gobernar? Para qué. A nadie le importa, lo único que cuenta es el poder, para qué se quiere, es igual. La serie tiene tres temporadas un tanto desiguales. La primera, la mas deudora de House of Cards, cuenta la traición de un presidente de la República a su mas cercano aliado, el Baron Noir del título, que convierte en único objetivo de su vida acabar con él. La segunda es la más política, quizás la más europea en su puesta en escena alejada de la adrenalina de la primera y tiene un doble protagonismo, el del Baron Noir y el de la Presidenta de la República, la primera mujer que llega al puesto mas alto de la nación, desde el que demuestra tener un criterio independiente y central respecto a izquierdas y derechas. El personaje de Amélie es el más interesante de la serie. Llega al poder por casualidad (como Macron, en quién sin duda se inspira). Es la única que trabaja para la gente, es la única que intenta reunir a su alrededor personas de diversas tendencias sin las servidumbres de partido. Tiene dos objetivos claros: uno de ellos, premonitorio y que le cuesta muy caro, la unión entre Alemania y Francia para consolidar el proyecto de una Europa fuerte frente al Brexit y los Estados Unidos; otro, muy controvertido, convertir Francia en una República Parlamentaria y no Presidencial, para evitar los personalismos y los abusos de poder. Pero ni el Baron Noir ni los partidos pueden permitirlo. Los versos libres y liberales, no cuadran con las estructuras de reparto de poder. La tercera temporada vuelve a ser adrenalínica y aquí el protagonismo bascula ligeramente de la presidenta de la República al antagonismo y alianzas interesadas de los populismos de extrema izquierda, representados en la figura de un payaso que recuerda mucho al olvidado Beppe Grillo de infausta memoria en Italia, con los populismos de extrema derecha, bajo la mirada complaciente e incluso colaboradora del partido de izquierdas mas convencional, el Podemos francés para entendernos. Esta tercera temporada es la más importante políticamente y es la que me asusta que les haya gustado tanto a nuestros políticos, porque la inmoralidad de los comportamientos, la falta de dignidad, las traiciones y manipulaciones que acabarán por llevar al Baron Noir a la presidencia (no es un spoiler, se intuye desde el principio, lo que es abrumador es ver cómo lo consigue dejando cadáveres reales y políticos por todas partes) es todo menos una lección a seguir. Y si es ese el modelo que tienen en la cabeza nuestros preclaros próceres, es como para salir corriendo. Algunos de los comportamientos de nuestros políticos en estos últimos tiempos adquieren una luz nueva si los colocas bajo el foco de esta estupenda serie de terror francesa que se puede ver en HBO.
Una nota posterior. Leyendo hoy (viernes 5 de junio) los periódicos, me doy cuenta de una de las grandes diferencias entre la política francesa reflejada en la serie y la española. Además de los evidentes paralelismos entre los políticos de all´y los de aquí, en España tenemos un elemento distorsionador. Porque al viejo debate entre izquierda y derecha y al auge de los populismos de todos los colores, hay que sumarle en nuestro país, el elemento deformante de los partidos nacionalistas, periféricos y centrales, que de alguna manera contaminan el debate clásico parlamentario. En Francia ese problema añadido no lo tienen. ¡Que suerte!

Información:
La Mostra de Films de Dones sigue en Filmin hasta el domingo 14. 
Entre el 5 y el 11 de junio se puede ver en la misma plataforma el 22 Festival de Cine Alemán.
Siguen los estrenos en la Sala Virtual de Cine de A contracorriente.
Y hay una nueva plataforma de estrenos: Play Pack Sala Cero.

El regalo de esta semana es una preciosa flor, la foto es de Ramon