(el
laberinto de la nueva normalidad)
La semana pasada mandé el mail de aviso de la
entrada en el blog con una fecha equivocada. 7 de mayo en lugar de 7 de junio.
Algunos buenos amigos me lo hicieron ver. Y me quedé pensando por qué me había
pasado ésto que se puede enmarcar fácilmente en lo que se llama psicopatología
de la vida cotidiana. Parece que mi subconsciente no quiere salir del nido.
Tengo que tener mas cuidado o me quedaré atrapada en el bucle del confinamiento
cuando lo que toca es prepararse para lo que se nos viene encima:
La Nueva
Normalidad.
Nueva
Normalidad. Este oxímoron,
como se han encargado de demostrar varios lingüistas, tiene poco de nuevo y
casi nada de normalidad. Lo de Nueva Normalidad es un término que empezó a usarse
en el 2008. Copio la definición de la Wikipedia (perdón por usar este
instrumento, pero la verdad es que es muy útil).
“Nueva
normalidad es una expresión del ámbito de la economía
y las finanzas
acuñada para describir las nuevas condiciones financieras tras la crisis de 2008 y las secuelas de la Gran Recesión.
Desde entonces, el término se ha utilizado en una variedad de contextos para dar a entender que algo que antes era
anómalo ahora es común”.
Me
quedo con esta última frase, “algo que antes era anómalo (la distancia social,
las mascarillas, el miedo) ahora es común”. Parece que tendremos que convivir
mucho tiempo con esta nueva normalidad orwelliana que no sé porqué me produce
ecos de tiempos bastante nefastos. Lo de nueva normalidad me suena a fascismo
de los años 30, a Mussolini, a Stalin, a Hitler. Ya sé que no estamos en un
momento nada parecido (o eso espero), pero lo cierto es que los fascismos de
los dos colores de entreguerras, siempre estuvieron a favor de una “nueva
normalidad” en la que los ciudadanos de a pie se veían reducidos a meros
comparsas de sus órdenes y deseos.
En
fin, confío en que nuestra nueva normalidad no sea como la que me evoca el
concepto y tampoco como la que se produjo después del 2008 con los recortes, el
empobrecimiento generalizado del mundo, la aparición de los movimientos
populistas de distinto signo y en definitiva, con una peor vida para todos. El
futuro nos lo dirá.
Mientras
tanto van pasando cosas que nos conducen hacia esa “nueva normalidad”. Por
ejemplo, la vuelta del fútbol a nuestras vidas. Si hay un buen ejemplo de esta
Nueva Normalidad es la de los partidos de fútbol a puerta cerrada, sin público,
sin pasión, sin poder abrazarse cuando tu equipo marca un gol (bueno, parece
que los jugadores sí, por lo visto los nuevos gladiadores están exentos de las
normas que rigen para el vulgo). Y esto de los gladiadores me hace pensar en Gladiator, la película de Ridley Scott
que fue una de las primeras en utilizar “público digital” para llenar las
gradas del Coliseo, como parece que quieren hacer ahora las teles para que los
estadios no se vean vacíos. No se que me da mas pena, un estadio sin público o
un estadio con falso público. Creo que lo segundo, porque en todo caso lo
primero será una imagen potente que ponga en evidencia la nueva normalidad,
mientras que lo segundo contribuirá a las fakes en las que nos vamos
sumergiendo casi sin darnos cuentas.
Pero
vale ya de lamentarse. Los que disfrutan con el fútbol podrán verlo con
distancia de seguridad en los bares o en sus casas y emocionarse o cabrearse.
Los que no disfrutan con el fútbol, harán bien en ver un ratito de alguno de
estos partidos callados para ver como es una distopía en directo. En general
todos podremos decir: la nueva normalidad está aquí.
EL
RINCÓN DE LAS SERIES
(Fergus Suter y su equipo de jugadores obreros)
Un juego de caballeros (Netflix)
Recupero
esta sección para hablar de una interesante y muy bonita serie sobre fútbol estrenada
en Netflix en pleno confinamiento. Descubrir que el nombre de Julian Fellowes
está detrás de la serie, nos da una clave de cuál va a ser su tono. Fellowes
fue el creador de Dowton Abbey y la
sombra de esa saga se siente en toda la historia de Un juego de caballeros. Lo que cuentan estos seis episodios es el
nacimiento del fútbol moderno en la Inglaterra de finales del XIX. El fútbol
era un juego de caballeros, reservado a las élites, muy valorado socialmente,
pero no remunerado: los caballeros eran ricos, no lo necesitaban. Sus reglas
eran pocas y se permitía un alto grado de violencia, siempre victoriana, claro.
En el otro lado de la barrera social, el fútbol era un juego de obreros
amateurs que servía para que la gente se entretuviera los fines de semana. Pero
todo cambió en 1878 cuando el escocés Fergus Suter aceptó jugar en el equipo
obrero de Darwen y luego en el de Blackburn Rovers, cobrando por jugar. Esta no
fue la única revolución de Suter quién, como si fuera un viejo antepasado de
Messi con su baja estatura y su poca envergadura física, inventó el fútbol
moderno, el del toque, pase de balòn, estrategia y juego en equipo en el que lo
importante es que corra la pelota, no los jugadores. Frente a él el otro gran
protagonista de la serie es Athur Kinnaird, un auténtico caballero, jugador del
Old Etonians, el primero de su clase social que fue capaz de darse cuenta de
que el fútbol debía profesionalizarse y permitir que los equipos de la clase
trabajadora pudieran jugar en las mismas condiciones que los de las élites. Un
diálogo del último capítulo resume este espíritu: los reaccionarios y
conservadores se preguntan: “¿Debemos entregarle el fútbol a la clase obrera?”,
y el inteligente Kinnaird contesta“No, debemos
compartir el fútbol con la clase obrera”. La serie está centrada en estos dos
personajes, Fergus y Kinnaird, con líneas argumentales, que combinan la
fidelidad histórica con licencias que hacen avanzar el relato. El
enfrentamiento de clase y de cultura podía haber dado lugar a una serie de
denuncia que pusiera el acento en las injusticias sociales, la maldad
intrínseca de las clases dominantes y el poder del dinero para corromper el
deporte tema que ha llegado en nuestros días a ser realmente escandaloso hasta
el punto de que esta mañana he leído en un periódico una noticia que me ha
indignado “Según aseguran fuentes financieras, el Real Madrid y el Fútbol Club
Barcelona han recurrido al
Instituto de Crédito Oficial (ICO) para conseguir algo más de 200 millones de
euros con los que afrontar los pagos de sus plantillas, cuyos salarios
ascienden a unos 1.000 millones”. En
fin, no quiero hacer demagogia. Por suerte Julian Fellowes, como ya hizo
en Dowton Abbey, es mas partidario de
mostrar la posibilidad del encuentro entre clases, de dejar claro que unos
pueden aprender de los otros y que, en definitiva, el auténtico juego de
caballeros es respetar a todos por igual. En estos meses en los que el fútbol
había desaparecido de nuestras vidas, esta serie permitía ver cómo se sentaban
las bases del juego en su prehistoria. Ahora que la nueva normalidad del
silencio en los estadios se nos viene encima, vale la pena verla para darnos
cuenta del fundamental papel que tiene el público en un partido de fútbol.
Suter y Kinnaird lo sabían, Mesi y Sergio Ramos lo saben. ¿Cómo se va a
mantener la pasión del jugador número 12? La nueva normalidad nos lo dirá.
Nota:
Del caso HBO/Lo que el viento se
llevó, que ha llenado páginas esta semana, hablaré (o no) la semana que viene.
El regalo de esta semana es un dibujo de la Negrita contemplando la nueva normalidad)
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