sábado, 28 de noviembre de 2020

PA'TRÁS NI PA'TOMAR IMPULSO

 


(Marta Esteban delante del cartel de la película: siempre pa'lante)

Pa'trás ni pa'tomar impulso

Me gusta mucho este documental, pero aun me gusta más esta frase. Pa'trás ni pa'tomar impulso. Se la voy a robar a Marta Esteban, la productora, a Lupe Pérez, la directora y a Carmen Mesa, la protagonista, para incorporarla a mi lenguaje cotidiano. Pa’tras ni pa’tomar impulso en estos momentos de desconcierto, de sensación de que todo lo que creíamos consolidado se desmorona, de no tener certezas de nada. Tan solo del hecho de que hay que tirar pa’alante sin volver p’atrás. La mirada si, la mirada la podemos dirigir hacia lo que ha sucedido en este tiempo inverosímil de distopía aplicada. No debemos olvidar nada de lo que hemos pasado, o estamos pasando, para intentar en lo posible no cometer los mismos errores. Podemos pararnos y mirar el páramo del que venimos en este 2020 siniestro, pero nunca ir hacia atrás. Ni para tomar el impulso imprescindible para seguir en el camino.

Pero hablemos un poco de la película que se convierte con su título en una bandera de la actualidad. Se presenta como un documental y en cierto modo lo es. Su protagonista es real, Carmen Mesa, una bailaora de flamenco cordobesa que por amor se marchó a vivir a Buenos Aires. Carmen canta y baila flamenco. Cuando decide irse a Argentina, sus amigas le dan una fiesta de despedida. En Buenos Aires vive con un hombre que la engaña. Trabaja dando clases de baile, montando espectáculos, haciendo videos que un día descubre Brenda, una niña que vive en la pampa más profunda. Carmen decide ir a verla y emprende un viaje en el espacio y en su propio interior. En el encuentro con Brenda y las niñas, Carmen recupera su equilibrio y puede volver a Buenos Aires con nuevas fuerzas, las que le infundieron sus amigas cuando cantaban en Sevilla Pa'trás ni pa'tomar impulso. Es una delicia que se degusta poco a poco, saboreando los bailes, las canciones. El documental de Lupe Pérez es un puente entre dos mundos unidos por el taconeo de una mujer que no tiene miedo a enfrentarse a lo desconocido para cumplir un sueño. Merece que no pase desapercibida.

 


Inmigrantes

La frase del film de Lupe Pérez me sirve también para hablar de una pequeña pieza, un corto de seis minutos que Isaki Lacuesta me ha hecho llegar. Forma parte del proyecto que el Festival Image de Ville de la Provenza francesa y el programa PEROU, “Pôle d'exploration des ressources urbaines”, han lanzado a los cineastas del mundo bajo el título “Pour une hospitalité manifeste”, Para una hospitalidad manifiesta, una investigación sobre los actos de hospitalidad que tienen lugar hoy alrededor del Mediterráneo. El corto de Isaki, realizado con su particular estilo de imágenes reales que se convierten en irreales, va de la oscuridad a la luz y acaba volviendo a la oscuridad. Un viaje que me ha hecho pensar en los miles de inmigrantes que esta semana han sido protagonista de noticias terribles por su llegada masiva a Canarias. Estos hombres y mujeres, arriesgan sus vidas para escapar de la oscuridad de sus países de origen. Buscan la luz que les han contado irradia Europa. Y cuando llegan, la mayoría de ellos acaba por descubrir que han caído en una nueva oscuridad, a veces tan mala como la que dejaron atrás, donde al menos no hacía frio y contaban con una red familiar de apoyo. Siempre he pensado que la inmigración es necesaria para renovar el tejido social de naciones envejecidas. Pero me duele ver el engaño con el que estos hombres y mujeres jóvenes llegan a nuestro mundo. Los que ya están aquí, los que han conseguido adaptarse, los que forman parte de nuestro entorno, deberían decirles a los que están allí lo que les espera. No se trata de desalentarlos, pa’tras jamás, siempre pal ante, pero si es importante no engañarlos ya desde el mismo viaje en el que por una suma de dinero enorme para sus economías, dinero que se embolsan las mafias organizadas, nuevos traficantes de esclavos del siglo XXI, les prometen el paraíso para dejarlos abandonados en una playa, sin ningún derecho ni garantías. Resolver el problema de la inmigración en origen es la única solución. Organizarla de forma legal y sin costes es el camino necesario. Ofrecer oportunidades de trabajo en sus lugares de procedencia y garantías de trabajo en los países de acogida. Todo lo que haga falta para que vengan sin verse abocados a la oscuridad después de haber visto, por un momento, la luz. 

Este es el enlace a la pieza de Isaki Lacuesta.

https://www.youtube.com/watch?v=cjp_6ON5ypg

 

EL RINCÓN DE LAS SERIES

The Liberator (Netflix)

Tampoco los protagonistas de esta miniserie de cuatro capitulo van pa’atrás en ningún momento. Desde que desembarcan en Sicilia hasta que llegan a las puertas del infierno de Dachau, el grupo de soldados del 157º Batallón de Infantería de la 45ª División del ejército americano bajo el mando del oficial Félix Sparks, integrado por nativos indios, mexicano-americanos y vaqueros de Texas, pasa 500 días luchando contra los nazis y participando en algunas de las más duras batallas de la Segunda Guerra Mundial. Sparks y los hombres que sobreviven a lo largo de estos 500 días, nunca van atrás, siempre adelante. The Liberator parece a veces una película de John Ford por el humanismo que desprende, otras veces recuerda a Spielberg y su soldado Ryan por la camaradería y el compromiso y en algún momento evoca a Samuel Fuller por la sequedad y falta de sentimentalismo de sus acciones. Pero lo más sorprendente de todo, es que esta película de guerra está contada en… dibujos utilizando la técnica del Trioscope, una fórmula de animación hibrida que va un poco más allá del Rotoscope que hemos visto en películas anteriores. Con el Trioscope, la interpretación de los actores se enriquece en matices y se integra en ambientes y espacios dibujados. Las posibilidades que abre esta nueva/vieja técnica son infinitas. Lo que hace falta es que además de deslumbrantes técnicamente estas películas tengan buenas historias. Y The Liberator es, sin ninguna duda, una gran historia.

El regalo de esta semana es una figura de mujer que va pa’lante, siempre pa’lante, nunca pa’tras.



sábado, 21 de noviembre de 2020

CAMINOS

 

Escribo estas líneas el jueves 19 de noviembre. Parece, no está claro porque la guerra cruenta entre socios del no Govern de la Generalitat no permite saber lo que es verdad de lo que es bulo o simplemente mala leche. En fin, parece que el lunes 23 de noviembre se abrirán los cines aunque con un aforo súper limitado y sin sesiones de noche, porque el toque de queda a las diez en casa, como cuando éramos adolescentes, se mantiene vigente hasta no se sabe cuándo. Seguimos padeciendo la incoherencia de las medidas del no Govern de la Generalitat que están llevando a la ruina a esta Barcelona que se resiste a morir de pena y tristeza aunque haya tantos que la quieren asesinar.


Dear Werner (Walking on Cinema)

Ha sido la fecha, 23de noviembre, la que me ha hecho pensar en una película que se estrena en toda España mañana viernes 20 y que a lo mejor, quién sabe, podemos ver en Barcelona la semana que viene. Se titula Dear Werner y la dirige Pablo Maqueda. El Werner del título es Herzog, y la carta de amor al cine y a la vida que le escribe Pablo Maqueda, es una manera de reivindicar que las dos cosas, cine y vida, están unidas en el director alemán, pero también en el director español. Todo empieza con un libro, mejor dicho, todo empieza con un deseo. El 23 de noviembre de 1974, Werner Herzog que entonces tenía 32 años, decide emprender un viaje a pie desde Múnich para ver a Lotte Eisner, enferma en un hospital de París. Seguramente la gente más joven no sabe quién era Lotte Eisner, y a lo mejor ni siquiera saben quién es Werner Herzog. Lotte Eisner era una de las primeras mujeres que escribieron de cine en Europa, salvó buena parte del cine alemán de la quema hitleriana, participó en la fundación de la Cinémathèque francesa y fue sin duda un referente indispensable en la aparición y consolidación del llamado Nuevo Cine Alemán. Herzog la adoraba y al enterarse que estaba gravemente enferma emprendió esta peregrinación con la seguridad de que su caminar sobre el hielo la mantendría viva hasta que él llegara. Su viaje de 775 km duró 22 días a través de la Selva Negra alemana y el campo francés. Fue duro, difícil, cansado. Herzog fue registrando sus etapas en un cuaderno que tiempo después se convirtió en Del caminar sobre el hielo, uno de los libros más emocionantes sobre el cine, la vida, la naturaleza, el mundo. 45 años después, Pablo Maqueda, decepcionado por la imposibilidad de sacar adelante un proyecto, decide ponerse a caminar, no para conseguir alargar la vida a una mujer querida, sino para salvarse a sí mismo de la depresión y la frustración de un sueño. Y así nace este Dear Werner, en el que Pablo, armado con dos pequeñas cámaras de video, recorre exactamente el mismo camino desde Múnich a Paris, cubriendo las mismas etapas, visitando los mismos lugares. Su viaje es un exorcismo y una carta de amor a Herzog, al cine, a la idea de disfrutar del tiempo que pasa al andar y en el fondo una carta de amor a su mujer, que se ha quedado en Madrid. El paisaje que transita Herzog en 1974 ha cambiado mucho respecto al que transita Maqueda en 2020. Europa no es la misma, Alemania ya no está dividida y las fronteras entre países no existen. Pero la esencia sigue siendo la misma. Un pie delante de otro para avanzar en fortaleza, en misterio, en seguridad. Un pie delante de otro que conducen a un documental en el que la vida y el cine se entrelazan y se alimentan. Un documental que cuenta, además con la voz del propio Herzog leyendo pasajes de su libro, un regalo que el director alemán le hizo al director español cuando supo que estaba escribiendo esta carta de amor al cine.



(Fuente Álamo en Camino Incierto)

Camino incierto

Caminos, vida, amor al cine, todo me lleva a pensar en otro documental (no sé porque seguimos llamando documentales a este tipo de ficciones autobiográficas que son más bien diarios o ensayos personales) que también es una carta de amor a la gente que ha abierto caminos en el cine. Se trata de Camino incierto de otro Pablo, Pau García Pérez de Lara, que se puede ver en Filmin dentro del programa del festival L’Alternativa. En este caso, el camino incierto que recorre Pau/Pablo es el que le lleva desde Fuente Álamo, un pueblo de Albacete donde rodó su primera película en 1998, hasta la productora de Lluís Miñarro Eddie Saeta en 2014, cuando la crisis económica obligó a Miñarro a cerrar su oficina en Barcelona. La conexión entre ambos momentos viene de lejos, cuando Miñarro ayudó a Pau a terminar Fuente Álamo, la caricia del tiempo y a estrenarla en el 2001. Desde entonces, productor y director han sido amigos. Fue Pau García el que hizo de cámara en el primer film de Miñarro como director Familystrip y quizás por eso, cuando llegó el doloroso momento de cerrar la productora, Miñarro le pidió a Pau que rodara la despedida de Eddie Saeta. La vida se entremezcla con el cine desde el principio: los primeros films en súper 8 que rodó Pau con su familia y la serena mirada sobre Fuente Álamo en casa de los abuelos, se cruza armoniosamente con la trayectoria como productor de Miñarro en la que encontramos los nombres de Manoel de Oliveira, Apichatpong Weerasethakul, Pedro Costa, Naomi Kawase, Javier Rebollo, José Luís Guerín... Pau rueda el fin del espacio físico de Eddie Saeta, pero su película es una prueba de que el espacio emocional de la productora tiene un lugar indiscutible en la memoria colectiva. Acompañando a Miñarro en distintos viajes desde el 2014 vemos como la vida de sus películas se prolonga en festivales, en retrospectivas, en conversaciones. Camino incierto no es un documental sobre Lluís Miñarro y Eddie Saeta, tampoco es un film/memoria sobre el propio Pau y sus recuerdos de Fuente Álamo. Es esto y es mucho más, una caricia del tiempo a lo largo de veinte años de vida, de cine, de sueños. Veinte años en los que, como en la película del otro Pablo, el mundo ha cambiado mucho y la España de 1998 poco tiene que ver con la del 2020. Y menos aun con la que anuncia el 2021 en la que el país, el continente y el mundo han sufrido no una caricia del tiempo, sino un zarpazo que ha arrasado muchas de las certidumbres que pensábamos serían eternas.

Fuente Álamo, la caricia del tiempo, se puede ver en Filmin.

 

EL RINCON DE LAS SERIES



Gambito de dama (Netflix)

Antes que nada tengo que hacer una confesión: no entiendo nada de ajedrez. Mi padre y mi hermano se empeñaron inútilmente en enseñarme, pero a mí lo que me gustaba era mover las piezas a mi aire, jugando con ellas sin ninguna regla. Dicho esto, debo reconocer que Gambito de dama me ha gustado mucho entre otras cosas, porque no hace falta saber nada de ajedrez para disfrutarla. O quizás sí, no tanto de las normas que rigen el juego, sino lo que significa como ejercicio de pensamiento y de herramienta para sobrevivir. Eso es lo que aprende antes que nada la pequeña Beth cuando a los nueve años llega a un orfanato tras la muerte de su madre. La callada Beth encontrará en el sótano del edificio y en la figura de un taciturno bedel, el hilo para desarrollar su instinto para el ajedrez y en el juego hallará el refugio para sobrevivir. Cuando a los trece años la adopte una familia, Beth descubrirá que además su obsesión puede ser una fuente de ingresos y en el momento que el odioso marido abandona la casa, Beth establecerá con su melancólica madre adoptiva una relación de amistad y de colaboración teñida de alcohol, pastillas y soledad compartida. Situada en los años de la guerra fría de la década de los 50 y los 60, la serie es perfecta en su ambientación, en su vestuario, en su banda sonora. Pero si se ha convertido en un fenómeno televisivo del que todo el mundo habla, es sobre todo por el enorme carisma de su(s) protagonista(s), las dos actrices que le dan vida. Isla Johnston es la Beth huérfana de 9 años del primer capítulo; Anya Taylor-Joy, es la Beth de 13 a 22 años de los seis restantes. Las dos tienen un magnetismo muy especial con sus grandes ojos y su pelo rojo llenando la pantalla de luces y sombras. Gambito de dama titula sus capítulos siguiendo las etapas de una partida de ajedrez desde la apertura hasta el final en el que Beth se enfrenta a su más poderoso enemigo, el campeón del mundo, un ruso imbatible. Entre el sótano del orfanato en Kentucky y el hotel de lujo en Moscú, Beth recorre un largo camino para acabar encontrándose a sí misma y descubriendo que, aunque el juego es de uno contra uno, contar con amigos y gente que te quiere, lo hace aún mucho mejor. Aunque está basada en una novela, Gambito de dama está lejanamente inspirada en el caso de Bobby Fisher, el jugador de ajedrez mas mediático que ha habido. Al recuperar el dibujo de Ramon me acordé que ya lo había usado en el blog cuando hablé precisamente de El caso Fisher  de Edward Zwick en la entrada del 19 de agosto del 2016. La he vuelto a leer y hay algunas cosas que se podrían aplicar a la serie de Netflix: “Por eso la película me gustó o me interesó no por el trasfondo del juego y su reto a la inteligencia, sino como  retrato de una obsesión. El que esté basado en personajes reales, Fisher y el ruso Boris Spassky, no la convierte en un biopic sobre el campeón del mundo. En realidad la historia se centra en el crucial año 1972 cuando se produjo la llamada partida del siglo, el juego número 6 del enfrentamiento entre el ruso y el americano que convirtió a Fisher en campeón del mundo. Antes de esa partida, hemos visto como un niño superdotado para el ajedrez se convertía en un ser obsesivo, con una hipersensibilidad a los ruidos y la manía de ser espiado por los rusos y los judíos. Después de la partida, no sabremos casi nada de él.”. Tampoco sabremos nada más de Beth. Gambito de dama es una serie sin segunda temporada. También por eso me gusta.

El regalo de esta semana es un camino para seguir un paso y otro paso.



 

sábado, 14 de noviembre de 2020

ESPERANZAS

Esta semana me ha pasado algo muy curioso. Sumergida en la marea de las elecciones americanas, se me ha olvidado el bicho. Hasta el punto que en los telediarios, cuando acababan de hablar de Estados Unidos y pasaban al bicho, me parecía que trataban un tema lejano, del pasado. ¿El virus? ¿Qué virus? Claro que no es más que una falsa impresión provocada por la alegría de ver como la panocha salvaje de la Casa Blanca iba a desaparecer de mi vista una buena temporada. ¿Si desaparecía el loco del tupé amarillo, no podía desaparecer el bicho? No es tan fácil, ni tan sencillo, aunque el anuncio de la eficacia de una posible vacuna viene a alimentar el deseo de que esto acabe pronto. La parte buena de esta sensación es que, de repente, ha dejado de obsesionarme la COVID19 y empiezo a verla como algo que algún día superaremos. O en todo caso, creo que esta semana de “vacaciones” de contagios, me ha dado una cierta distancia para tomarme con menos dramatismo (lo tiene, hay enfermos, hay muertos) la dura cuesta del invierno donde tendremos que convivir con aislamientos sociales, miedos latentes y restricciones de todo tipo. De todos modos, los datos de la pandemia son mejores que hace un mes. Parece como si hubiera habido un cambio de tendencia: todo está mal, la enfermedad, la economía, la sociedad, pero se ve una luz al final de un túnel, el horizonte se despeja de alguna manera. O no, no lo sé. En todo caso, estoy segura de que si hubiera ganado Trump ese horizonte sería mucho más negro, oscuro y tenebroso para el mundo. Las elecciones las hemos ganado todos, no solo los demócratas.

Escribí estas líneas el martes de esta semana. Hoy viernes estoy un poco menos optimista. Sigo viendo una luz, pero muy apagada por el ruido insoportable de las trompetas trumpistas y sus 72 millones de votos (¡por dios, que miedo da!) que amenazan el horizonte. Lo que está pasando en Estados Unidos con las dificultades en el relevo en la presidencia, es un aviso de hacia dónde va el mundo. Una advertencia que vale la pena no obviar: la democracia tal como la conocemos no es algo consolidado y firme, cualquier dictadorzuelo populista de derechas o de izquierdas puede derribarla de un soplido, una llamarada o un pacto oscuro por un puñado de votos en el Congreso. Cuidado con este peligro y lo que esto significa para el mundo, para España, y para Catalunya.   

Ante este panorama, mejor dejar el mundo en paz un rato y hablar de cine. El que seguimos sin poder ver en salas en Barcelona, pero que no por eso deja de estar vivo y ofreciendo posibilidades. Como las de los festivales que se pueden ver en Filmin: el de Sevilla, el Iberoamericano de Huelva y a partir del 16 de noviembre L’Alternativa que se inaugura con una película magnifica: El año del descubrimiento.

 


El año del descubrimiento

1992 fue un año importante para España. Los grandes eventos mundiales, Olimpiadas en Barcelona, Expo de Sevilla, celebración del Quinto Centenario del descubrimiento de América, no solo centraron las miradas en España, mucho más importante que esto, significaron la incorporación definitiva de nuestro país a la modernidad. Sin negar para nada esto, la película de Luis López Carrasco, El año del descubrimiento, nos pone frente a una situación tan importante y sobre todo tan real como la de los grandes fastos. La historia local, pero no pequeña, de los enfrentamientos que se produjeron en la ciudad de Cartagena en Murcia en 1992, cuando la reconversión industrial que iba a transformar nuestro país obligó a cerrar las empresas y fábricas más importantes de la ciudad provocando violentas protestas que acabaron con la quema del Parlamento autonómico. Luis López Carrasco es uno de los fundadores del colectivo Los Hijos, grupo de cine militante y político formado a raíz de la crisis económica y social del 2008, con una manera de hacer cine muy poco convencional. Esto explica porque El año del descubrimiento no es solo un film político, también es un film que se replantea como enfrentarse a un conflicto histórica desde ahora mismo con las armas de la imagen. Nacido en Murcia, López Carrasco tenía once años cuando sucedieron los hechos de Cartagena. Pero lo que le llevó a plantearse este film fue descubrir que la gente más joven no sabía nada de lo que había pasado y lo que es más triste y doloroso, algunos adultos que lo vivieron, lo había olvidado. La manera de pensar la película fue en si misma diferente, arriesgada. López Carrasco reunió en un bar de la ciudad a gentes de varias generaciones, de distintas procedencias sociales, de profesiones muy diversas y les hizo hablar. Con una pantalla dividida en dos partes, las conversaciones entre los grupos se suceden a veces como un diálogo, a veces como un contrapunto, mezcladas con imágenes de archivo de la lucha y la protesta. El resultado son 200 minutos fascinantes de gente hablando sobre el pasado y sobre el presente, sobre lo que fue, lo que pudo ser, lo que es. Es una lección de historia sobre la transición y lo que significó vista desde ahora mismo. La España de los grandes eventos, y la España preCovid19 se confrontan en este conflicto colectivo. La película se rodó a finales del 2018. Es importante fijarnos en la fecha porque la situación del presente ha cambiado radicalmente en este último año en el que el bicho ha venido para trastocar todas las posibles previsiones de futuro que se hacen en el film. En ese sentido, El año del descubrimiento no es solo un documental magnífico sobre los hechos del 1992 en Cartagena, es también un documental magnífico de la España del 2018. Dos tiempos conflictivos que ya forman parte del pasado. Ese pasado que no podemos olvidar nunca si queremos tener algún futuro. 

(El año del descubrimiento se podrá ver en Filmin próximamente)

 

EL RINCON DE LAS SERIES


Todas las criaturas grandes y pequeñas, Filmin

El crítico del Times James Jackson dice de esta serie que es: “Un antídoto encantador para estos tiempos de tristeza y destrucción”. No puedo estar más de acuerdo. Decidí verla sin ninguna información y sin demasiadas esperanzas. El protagonista era un veterinario y eso me llamaba la atención. Pero en cuanto empezó, me quedé enganchada en las deliciosas aventuras de James Herriot en ese pequeño pueblo inglés en compañía del estupendo Siegfried Farnon, su alocado hermano Tristan, la linda Helen y la adorable señora Hall. Estamos en 1937 y el mundo aun es habitable en ese rincón del Yorkshire. Fue después de ver los seis capítulos de la serie cuando busqué algo más de información, y así descubrí los libros de James Herriot sobre su experiencia como veterinario en los años 30 y 40 y que existía una serie anterior emitida en Inglaterra entre 1978 y 1990. No tengo claro que es lo que más me gustó de Todos los animales grandes y pequeños. Por un lado me recordaba Doctor en Alaska, pero sin el malhumor de Joel Fleishman; por otro lado su perfecta ambientación era parecida a los mejores episodios de Poirot, pero con historias situadas en escenarios muy distintos. Las dudas y miedos del joven veterinario frente a los animales y las personas, su amor por Helen, su asombro ante la vida en general, son sencillamente deliciosos. y están muy lejos del "buenismo" animalista. En fin. No me atrevo a decir que es una gran serie, o una serie importante en el sentido de algunas ficciones contemporáneas, pero para mí, y espero que para más personas, me reconcilia con la vida y ha contribuido a hacerme sentir un poco más feliz. Muy adecuada para una semana que empezó con un rayo de esperanza y acaba con ese rayo un tanto deslucido y apagado.

 El regalo de esta semana estaba cantado: gatos



 

 

 

sábado, 7 de noviembre de 2020

EL LABERINTO DE ETA

 


El jueves cogí un taxi en Barcelona. Llevaba una mascarilla de Sentimental, la película de Cesc Gay que no podemos ver en Barcelona, pero está funcionando muy bien en el resto de España. El taxista al verla me comentó lo enfadado que estaba con el cierre de los cines, y de paso de los bares y los restaurantes. No solo por el perjuicio de daño colateral a su propio trabajo, sino porque a él le gustaba mucho el cine y no se resignaba a verlo únicamente en las plataformas. Esa conversación me animó y desanimó al mismo tiempo. Me animó ver con que vehemencia defendía ese taxista el cine en el cine; me desanimó constatar que la medida que ha apagado las pantallas grandes en Catalunya me temo que se extienda más allá del Ebro. En fin.

Visto lo que hay, y con la resaca de unas elecciones americanas agónicas que parecen una serie de HBO de las que te dan un capítulo cada semana dejándote con el ¡ay! en el cuerpo de que pasará, me refugio en las plataformas. No es mal refugio, hay que decirlo. Más si como esta semana he visto dos series estupendas, una documental y una de ficción, que tratan el mismo tema (curioso, la semana pasada también había dos series documental y ficción sobre los mismos hechos). El tema de estas no es otro que ETA y las series son El desafío: ETA en Amazon y Patria en HBO, que vienen a sumarse a otras dos sobre el mismo asunto que ya he comentado en este blog. La serie documental de Jon Sistiaga, ETA, el final del silencio, en el blog del 14 de diciembre del 2019 y la ficción de Mariano Barroso, La línea invisible, el 25 de abril de este mismo año. Las dos se pueden ver en Movistar+. Las cuatro forman una especie de mosaico sobre la historia terrible de ETA desde distintas perspectivas. Las cuatro son muy interesantes y vale la pena verlas, discutirlas, estudiarlas.

 

Los desafíos de ETA

Hugo Stuven aparece como director de los ocho capítulos de El desafío: ETA. Pero el auténtico editor, en el sentido periodístico del término, es el comentarista político José Antonio Zarzalejos. El desafío: ETA no pretende ser la serie definitiva sobre ETA, como no lo pretendía la de Sistiaga. Pero si quiere aportar un punto de vista diferente sobre un movimiento que a lo largo de 50 años fue cambiando en su aceptación en la sociedad y en su propia justificación. La principal fuente de información de la serie ha sido el libro Historia de un desafío: cinco décadas de lucha sin cuartel de la Guardia Civil contra ETA del coronel Manuel Sánchez Corbí y la cabo primero Manuela Simón. Pero a partir de ahí, los más de 80 entrevistados que aparecen van contando de forma cronológica, rigurosa y muy clara, la historia de la banda desde sus inicios (lo que se explicaba en La línea invisible) hasta su no final, en octubre del 2011, (punto de partida de Patria) cuando la organización anunció su abandono de las armas. Cincuenta años de la historia de España contada en primera persona por los que la vivieron ya fuera como fuerzas de seguridad, como políticos, como periodistas, como militantes o como víctimas. La fuerza de las palabras se enriquece en este caso con un valioso material documental inédito y a veces muy sorprendente. Hasta aquí los datos objetivos de una serie imprescindible para entender la reciente historia de España.

La mirada subjetiva del espectador (en este caso yo) es la de la rabia por lo que soportamos a veces de manera cómplice o indiferente. Pero también la sensación de asistir a un proceso anquilosado. A lo largo de la serie se ve como en el primer momento, el asesinato el 7 de junio de 1968 del joven cabo de la guardia civil José Pardines y la muerte del etarra Txabi Etxebarrieta que marca el inicio de la carrera asesina de ETA, la lucha se integraba dentro de las corrientes de movimientos de liberación que se extendían por todo el mundo. En esos años, la Guardia Civil era un cuerpo antiguo, anclado en el pasado y condicionado por el franquismo, sin los argumentos ideológicos ni la capacidad técnica de enfrentarse a un reto como el que planteaba ETA. Pero a medida que pasa el tiempo y que la situación política en España y en el mundo cambia, la Guardia Civil fue modernizándose no solo a nivel técnico, también ideológico, mientras que ETA permanecía fijada en una imagen cada vez más antigua, cada vez mas desgastada, cada vez menos comprensible. ETA se quedó en los años setenta, España y la Guardia Civil avanzaron al siglo XXI. Esto explica en parte el final de la banda que oponía métodos de lucha, (asesinatos, bombas, secuestros) del pasado a una sociedad que vivía en otro tiempo.

Pero la serie ha tenido otro efecto en mí. Un efecto que no tuvo la de Sistiaga, ni la ficción de Barroso, y si, en parte Patria tanto el libro como la serie. Ese efecto es el de sentirme parte del asunto. Empecé a ir al Festival de San Sebastián como crítica de cine en el año 1985 y viví en directo, refugiada la mayor parte de las veces en los bares de lo viejo, las manifestaciones del bulevar, la quema de autobuses que están en las primeras páginas de Patria y que he vuelto a ver en el Desafío. Más tarde, cuando ya trabajaba en el festival, me tocó vivir momentos muy duros y violentos. Recuerdo estar cenando en un restaurante y escuchar dos tiros en la calle. Era un atentado. Recuerdo una manifestación pasando por debajo del balcón de la casa donde vivía en la que se gritaba ETA Mátala, con carteles de María San Gil, concejal de PP en el Ayuntamiento de San Sebastián. Recuerdo tener que esconder el diario El país al entrar en las calles de lo viejo porque era territorio etarra y el periódico madrileño no estaba bien visto. Recuerdo hablar con Fernando Savater y su mujer Sara, teniendo a los escoltas a pocos metros. Recuerdo llegar a San Sebastián para una reunión completamente destrozada el día que mataron a Ernest Lluch, una muerte que me tocó mucho personalmente. Y recuerdo el silencio opaco de la gente que nunca se pronunciaba ante los atentados, como si no existieran. Un silencio que el libro y la serie de Patria, pone en primer plano de una forma dolorosa. San Sebastián era y es una ciudad preciosa, San Sebastián tiene gente magnífica. Pero en esos años era plomiza y dura. Todo esto me ha hecho revivir El desafío: ETA. Me ha obligado a recordar y solo por eso ya creo que es una gran serie histórica. La verdad es que los cuatro episodios de la historia de ETA: su fundación en La línea invisible; su consolidación y desmoronamiento en El desafío: ETA; sus consecuencias humanas en todos los implicados (víctimas y verdugos) en Patria; y la necesidad de conocerla, asumirla, y mirar adelante que plantea ETA: el final del silencio, son cuatro patas de la historia reciente de España que debían ser de visión obligatoria en escuelas, colegios, universidades. No podemos permitir que se olvide, como tampoco podemos permitir que se viva de su añoranza en ningún sentido. El futuro se construye entendiendo el pasado.

(De la serie Patria se ha escrito mucho, yo solo quiero añadir que los dos primeros capítulos me emocionaron hasta casi hacerme llorar. Luego, aun siendo una serie excelente, al alejarse del protagonismo de las dos madres, Bitori y Miren, se diluye un poco su carga emocional. Lo que no significa que no siga siendo excelente. Aprovecho para recordar que en la entrada del 10 de marzo del 2017 hablé del libro de Fernando Aramburu. Lo que decía allí sobre el libro sirve aquí para la serie.)

La línea invisible se puede ver en Movistar

Patria se puede ver en HBO

El desafío: ETA se puede ver en Amazon Prime

ETA, el final del silencio, se puede ver en Movistar

*

Una anotación distinta. El viernes 6 comenzó el Festival de Sevilla. Su director José Luís Cienfuegos ha apostado por hacerlo presencial pese a las dificultades del bicho. Pero por suerte para todos los que no podemos ir al festival, en Filmin se puede ver una excelente selección de los títulos que allí se estrenan. Vale la pena que la vean, la exploren y se arriesguen a buscar tesoros escondidos. Seguro que los hay. 

El regalo de esta semana es un dibujo de Ramon cargado de la serenidad que tanto necesitamos.