sábado, 7 de noviembre de 2020

EL LABERINTO DE ETA

 


El jueves cogí un taxi en Barcelona. Llevaba una mascarilla de Sentimental, la película de Cesc Gay que no podemos ver en Barcelona, pero está funcionando muy bien en el resto de España. El taxista al verla me comentó lo enfadado que estaba con el cierre de los cines, y de paso de los bares y los restaurantes. No solo por el perjuicio de daño colateral a su propio trabajo, sino porque a él le gustaba mucho el cine y no se resignaba a verlo únicamente en las plataformas. Esa conversación me animó y desanimó al mismo tiempo. Me animó ver con que vehemencia defendía ese taxista el cine en el cine; me desanimó constatar que la medida que ha apagado las pantallas grandes en Catalunya me temo que se extienda más allá del Ebro. En fin.

Visto lo que hay, y con la resaca de unas elecciones americanas agónicas que parecen una serie de HBO de las que te dan un capítulo cada semana dejándote con el ¡ay! en el cuerpo de que pasará, me refugio en las plataformas. No es mal refugio, hay que decirlo. Más si como esta semana he visto dos series estupendas, una documental y una de ficción, que tratan el mismo tema (curioso, la semana pasada también había dos series documental y ficción sobre los mismos hechos). El tema de estas no es otro que ETA y las series son El desafío: ETA en Amazon y Patria en HBO, que vienen a sumarse a otras dos sobre el mismo asunto que ya he comentado en este blog. La serie documental de Jon Sistiaga, ETA, el final del silencio, en el blog del 14 de diciembre del 2019 y la ficción de Mariano Barroso, La línea invisible, el 25 de abril de este mismo año. Las dos se pueden ver en Movistar+. Las cuatro forman una especie de mosaico sobre la historia terrible de ETA desde distintas perspectivas. Las cuatro son muy interesantes y vale la pena verlas, discutirlas, estudiarlas.

 

Los desafíos de ETA

Hugo Stuven aparece como director de los ocho capítulos de El desafío: ETA. Pero el auténtico editor, en el sentido periodístico del término, es el comentarista político José Antonio Zarzalejos. El desafío: ETA no pretende ser la serie definitiva sobre ETA, como no lo pretendía la de Sistiaga. Pero si quiere aportar un punto de vista diferente sobre un movimiento que a lo largo de 50 años fue cambiando en su aceptación en la sociedad y en su propia justificación. La principal fuente de información de la serie ha sido el libro Historia de un desafío: cinco décadas de lucha sin cuartel de la Guardia Civil contra ETA del coronel Manuel Sánchez Corbí y la cabo primero Manuela Simón. Pero a partir de ahí, los más de 80 entrevistados que aparecen van contando de forma cronológica, rigurosa y muy clara, la historia de la banda desde sus inicios (lo que se explicaba en La línea invisible) hasta su no final, en octubre del 2011, (punto de partida de Patria) cuando la organización anunció su abandono de las armas. Cincuenta años de la historia de España contada en primera persona por los que la vivieron ya fuera como fuerzas de seguridad, como políticos, como periodistas, como militantes o como víctimas. La fuerza de las palabras se enriquece en este caso con un valioso material documental inédito y a veces muy sorprendente. Hasta aquí los datos objetivos de una serie imprescindible para entender la reciente historia de España.

La mirada subjetiva del espectador (en este caso yo) es la de la rabia por lo que soportamos a veces de manera cómplice o indiferente. Pero también la sensación de asistir a un proceso anquilosado. A lo largo de la serie se ve como en el primer momento, el asesinato el 7 de junio de 1968 del joven cabo de la guardia civil José Pardines y la muerte del etarra Txabi Etxebarrieta que marca el inicio de la carrera asesina de ETA, la lucha se integraba dentro de las corrientes de movimientos de liberación que se extendían por todo el mundo. En esos años, la Guardia Civil era un cuerpo antiguo, anclado en el pasado y condicionado por el franquismo, sin los argumentos ideológicos ni la capacidad técnica de enfrentarse a un reto como el que planteaba ETA. Pero a medida que pasa el tiempo y que la situación política en España y en el mundo cambia, la Guardia Civil fue modernizándose no solo a nivel técnico, también ideológico, mientras que ETA permanecía fijada en una imagen cada vez más antigua, cada vez mas desgastada, cada vez menos comprensible. ETA se quedó en los años setenta, España y la Guardia Civil avanzaron al siglo XXI. Esto explica en parte el final de la banda que oponía métodos de lucha, (asesinatos, bombas, secuestros) del pasado a una sociedad que vivía en otro tiempo.

Pero la serie ha tenido otro efecto en mí. Un efecto que no tuvo la de Sistiaga, ni la ficción de Barroso, y si, en parte Patria tanto el libro como la serie. Ese efecto es el de sentirme parte del asunto. Empecé a ir al Festival de San Sebastián como crítica de cine en el año 1985 y viví en directo, refugiada la mayor parte de las veces en los bares de lo viejo, las manifestaciones del bulevar, la quema de autobuses que están en las primeras páginas de Patria y que he vuelto a ver en el Desafío. Más tarde, cuando ya trabajaba en el festival, me tocó vivir momentos muy duros y violentos. Recuerdo estar cenando en un restaurante y escuchar dos tiros en la calle. Era un atentado. Recuerdo una manifestación pasando por debajo del balcón de la casa donde vivía en la que se gritaba ETA Mátala, con carteles de María San Gil, concejal de PP en el Ayuntamiento de San Sebastián. Recuerdo tener que esconder el diario El país al entrar en las calles de lo viejo porque era territorio etarra y el periódico madrileño no estaba bien visto. Recuerdo hablar con Fernando Savater y su mujer Sara, teniendo a los escoltas a pocos metros. Recuerdo llegar a San Sebastián para una reunión completamente destrozada el día que mataron a Ernest Lluch, una muerte que me tocó mucho personalmente. Y recuerdo el silencio opaco de la gente que nunca se pronunciaba ante los atentados, como si no existieran. Un silencio que el libro y la serie de Patria, pone en primer plano de una forma dolorosa. San Sebastián era y es una ciudad preciosa, San Sebastián tiene gente magnífica. Pero en esos años era plomiza y dura. Todo esto me ha hecho revivir El desafío: ETA. Me ha obligado a recordar y solo por eso ya creo que es una gran serie histórica. La verdad es que los cuatro episodios de la historia de ETA: su fundación en La línea invisible; su consolidación y desmoronamiento en El desafío: ETA; sus consecuencias humanas en todos los implicados (víctimas y verdugos) en Patria; y la necesidad de conocerla, asumirla, y mirar adelante que plantea ETA: el final del silencio, son cuatro patas de la historia reciente de España que debían ser de visión obligatoria en escuelas, colegios, universidades. No podemos permitir que se olvide, como tampoco podemos permitir que se viva de su añoranza en ningún sentido. El futuro se construye entendiendo el pasado.

(De la serie Patria se ha escrito mucho, yo solo quiero añadir que los dos primeros capítulos me emocionaron hasta casi hacerme llorar. Luego, aun siendo una serie excelente, al alejarse del protagonismo de las dos madres, Bitori y Miren, se diluye un poco su carga emocional. Lo que no significa que no siga siendo excelente. Aprovecho para recordar que en la entrada del 10 de marzo del 2017 hablé del libro de Fernando Aramburu. Lo que decía allí sobre el libro sirve aquí para la serie.)

La línea invisible se puede ver en Movistar

Patria se puede ver en HBO

El desafío: ETA se puede ver en Amazon Prime

ETA, el final del silencio, se puede ver en Movistar

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Una anotación distinta. El viernes 6 comenzó el Festival de Sevilla. Su director José Luís Cienfuegos ha apostado por hacerlo presencial pese a las dificultades del bicho. Pero por suerte para todos los que no podemos ir al festival, en Filmin se puede ver una excelente selección de los títulos que allí se estrenan. Vale la pena que la vean, la exploren y se arriesguen a buscar tesoros escondidos. Seguro que los hay. 

El regalo de esta semana es un dibujo de Ramon cargado de la serenidad que tanto necesitamos.



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