Escribo estas líneas el jueves
19 de noviembre. Parece, no está claro porque la guerra cruenta entre socios
del no Govern de la Generalitat no
permite saber lo que es verdad de lo que es bulo o simplemente mala leche. En
fin, parece que el lunes 23 de noviembre se abrirán los cines aunque con un
aforo súper limitado y sin sesiones de noche, porque el toque de queda a las
diez en casa, como cuando éramos adolescentes, se mantiene vigente hasta no se
sabe cuándo. Seguimos padeciendo la incoherencia de las medidas del no Govern de la Generalitat que están
llevando a la ruina a esta Barcelona que se resiste a morir de pena y tristeza
aunque haya tantos que la quieren asesinar.
Ha sido la fecha, 23de
noviembre, la que me ha hecho pensar en una película que se estrena en toda España
mañana viernes 20 y que a lo mejor, quién sabe, podemos ver en Barcelona la
semana que viene. Se titula Dear Werner
y la dirige Pablo Maqueda. El Werner del título es Herzog, y la carta de amor
al cine y a la vida que le escribe Pablo Maqueda, es una manera de reivindicar
que las dos cosas, cine y vida, están unidas en el director alemán, pero
también en el director español. Todo empieza con un libro, mejor dicho, todo
empieza con un deseo. El 23 de noviembre de 1974, Werner Herzog que entonces
tenía 32 años, decide emprender un viaje a pie desde Múnich para ver a Lotte
Eisner, enferma en un hospital de París. Seguramente la gente más joven no sabe
quién era Lotte Eisner, y a lo mejor ni siquiera saben quién es Werner Herzog.
Lotte Eisner era una de las primeras mujeres que escribieron de cine en Europa,
salvó buena parte del cine alemán de la quema hitleriana, participó en la
fundación de la Cinémathèque francesa y fue sin duda un referente indispensable
en la aparición y consolidación del llamado Nuevo Cine Alemán. Herzog la
adoraba y al enterarse que estaba gravemente enferma emprendió esta
peregrinación con la seguridad de que su caminar sobre el hielo la mantendría
viva hasta que él llegara. Su viaje de 775 km duró 22 días a través de la Selva
Negra alemana y el campo francés. Fue duro, difícil, cansado. Herzog fue
registrando sus etapas en un cuaderno que tiempo después se convirtió en Del caminar sobre el hielo, uno de los
libros más emocionantes sobre el cine, la vida, la naturaleza, el mundo. 45
años después, Pablo Maqueda, decepcionado por la imposibilidad de sacar
adelante un proyecto, decide ponerse a caminar, no para conseguir alargar la
vida a una mujer querida, sino para salvarse a sí mismo de la depresión y la
frustración de un sueño. Y así nace este Dear
Werner, en el que Pablo, armado con dos pequeñas cámaras de video, recorre
exactamente el mismo camino desde Múnich a Paris, cubriendo las mismas etapas,
visitando los mismos lugares. Su viaje es un exorcismo y una carta de amor a
Herzog, al cine, a la idea de disfrutar del tiempo que pasa al andar y en el
fondo una carta de amor a su mujer, que se ha quedado en Madrid. El paisaje que
transita Herzog en 1974 ha cambiado mucho respecto al que transita Maqueda en
2020. Europa no es la misma, Alemania ya no está dividida y las fronteras entre
países no existen. Pero la esencia sigue siendo la misma. Un pie delante de
otro para avanzar en fortaleza, en misterio, en seguridad. Un pie delante de
otro que conducen a un documental en el que la vida y el cine se entrelazan y
se alimentan. Un documental que cuenta, además con la voz del propio Herzog
leyendo pasajes de su libro, un regalo que el director alemán le hizo al
director español cuando supo que estaba escribiendo esta carta de amor al cine.
Camino
incierto
Caminos, vida, amor al cine,
todo me lleva a pensar en otro documental (no sé porque seguimos llamando
documentales a este tipo de ficciones autobiográficas que son más bien diarios
o ensayos personales) que también es una carta de amor a la gente que ha
abierto caminos en el cine. Se trata de Camino
incierto de otro Pablo, Pau García Pérez de Lara, que se puede ver en
Filmin dentro del programa del festival L’Alternativa. En este caso, el camino
incierto que recorre Pau/Pablo es el que le lleva desde Fuente Álamo, un pueblo
de Albacete donde rodó su primera película en 1998, hasta la productora de Lluís
Miñarro Eddie Saeta en 2014, cuando la crisis económica obligó a Miñarro a
cerrar su oficina en Barcelona. La conexión entre ambos momentos viene de
lejos, cuando Miñarro ayudó a Pau a terminar Fuente Álamo, la caricia del tiempo y a estrenarla en el 2001.
Desde entonces, productor y director han sido amigos. Fue Pau García el que
hizo de cámara en el primer film de Miñarro como director Familystrip y quizás por eso, cuando llegó el doloroso momento de
cerrar la productora, Miñarro le pidió a Pau que rodara la despedida de Eddie
Saeta. La vida se entremezcla con el cine desde el principio: los primeros
films en súper 8 que rodó Pau con su familia y la serena mirada sobre Fuente
Álamo en casa de los abuelos, se cruza armoniosamente con la trayectoria como
productor de Miñarro en la que encontramos los nombres de Manoel de Oliveira,
Apichatpong Weerasethakul, Pedro Costa, Naomi Kawase, Javier Rebollo, José Luís
Guerín... Pau rueda el fin del espacio físico de Eddie Saeta, pero su película
es una prueba de que el espacio emocional de la productora tiene un lugar
indiscutible en la memoria colectiva. Acompañando a Miñarro en distintos viajes
desde el 2014 vemos como la vida de sus películas se prolonga en festivales, en
retrospectivas, en conversaciones. Camino
incierto no es un documental sobre Lluís Miñarro y Eddie Saeta, tampoco es
un film/memoria sobre el propio Pau y sus recuerdos de Fuente Álamo. Es esto y
es mucho más, una caricia del tiempo a lo largo de veinte años de vida, de
cine, de sueños. Veinte años en los que, como en la película del otro Pablo, el
mundo ha cambiado mucho y la España de 1998 poco tiene que ver con la del 2020.
Y menos aun con la que anuncia el 2021 en la que el país, el continente y el
mundo han sufrido no una caricia del tiempo, sino un zarpazo que ha arrasado
muchas de las certidumbres que pensábamos serían eternas.
Fuente
Álamo, la caricia del tiempo, se puede ver en Filmin.
EL RINCON DE LAS SERIES
Gambito
de dama (Netflix)
Antes que nada tengo que hacer una confesión: no entiendo nada de ajedrez. Mi padre y mi hermano se empeñaron inútilmente en enseñarme, pero a mí lo que me gustaba era mover las piezas a mi aire, jugando con ellas sin ninguna regla. Dicho esto, debo reconocer que Gambito de dama me ha gustado mucho entre otras cosas, porque no hace falta saber nada de ajedrez para disfrutarla. O quizás sí, no tanto de las normas que rigen el juego, sino lo que significa como ejercicio de pensamiento y de herramienta para sobrevivir. Eso es lo que aprende antes que nada la pequeña Beth cuando a los nueve años llega a un orfanato tras la muerte de su madre. La callada Beth encontrará en el sótano del edificio y en la figura de un taciturno bedel, el hilo para desarrollar su instinto para el ajedrez y en el juego hallará el refugio para sobrevivir. Cuando a los trece años la adopte una familia, Beth descubrirá que además su obsesión puede ser una fuente de ingresos y en el momento que el odioso marido abandona la casa, Beth establecerá con su melancólica madre adoptiva una relación de amistad y de colaboración teñida de alcohol, pastillas y soledad compartida. Situada en los años de la guerra fría de la década de los 50 y los 60, la serie es perfecta en su ambientación, en su vestuario, en su banda sonora. Pero si se ha convertido en un fenómeno televisivo del que todo el mundo habla, es sobre todo por el enorme carisma de su(s) protagonista(s), las dos actrices que le dan vida. Isla Johnston es la Beth huérfana de 9 años del primer capítulo; Anya Taylor-Joy, es la Beth de 13 a 22 años de los seis restantes. Las dos tienen un magnetismo muy especial con sus grandes ojos y su pelo rojo llenando la pantalla de luces y sombras. Gambito de dama titula sus capítulos siguiendo las etapas de una partida de ajedrez desde la apertura hasta el final en el que Beth se enfrenta a su más poderoso enemigo, el campeón del mundo, un ruso imbatible. Entre el sótano del orfanato en Kentucky y el hotel de lujo en Moscú, Beth recorre un largo camino para acabar encontrándose a sí misma y descubriendo que, aunque el juego es de uno contra uno, contar con amigos y gente que te quiere, lo hace aún mucho mejor. Aunque está basada en una novela, Gambito de dama está lejanamente inspirada en el caso de Bobby Fisher, el jugador de ajedrez mas mediático que ha habido. Al recuperar el dibujo de Ramon me acordé que ya lo había usado en el blog cuando hablé precisamente de El caso Fisher de Edward Zwick en la entrada del 19 de agosto del 2016. La he vuelto a leer y hay algunas cosas que se podrían aplicar a la serie de Netflix: “Por eso la película me gustó o me interesó no por el trasfondo del juego y su reto a la inteligencia, sino como retrato de una obsesión. El que esté basado en personajes reales, Fisher y el ruso Boris Spassky, no la convierte en un biopic sobre el campeón del mundo. En realidad la historia se centra en el crucial año 1972 cuando se produjo la llamada partida del siglo, el juego número 6 del enfrentamiento entre el ruso y el americano que convirtió a Fisher en campeón del mundo. Antes de esa partida, hemos visto como un niño superdotado para el ajedrez se convertía en un ser obsesivo, con una hipersensibilidad a los ruidos y la manía de ser espiado por los rusos y los judíos. Después de la partida, no sabremos casi nada de él.”. Tampoco sabremos nada más de Beth. Gambito de dama es una serie sin segunda temporada. También por eso me gusta.
El
regalo de esta semana es un camino para seguir un paso y otro paso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario