viernes, 31 de mayo de 2013

DESPILFARRO Y BASURA



Esta semana he leído el libro de Antonio Muñoz Molina Todo lo que era sólido. Es un libro estupendo donde se puede encontrar escrito con una prosa sencilla y muy clara lo que la mayoría de la gente con sentido común pensamos sobre lo que ha pasado y está pasando en España en estos momentos. En estos y en los inmediatamente anteriores cuando España iba bien, cuando éramos los reyes del mambo y tirábamos la casa por la ventana alegremente. Algunas de las cosas que cuenta Muñoz Molina de su etapa como director del Instituto Cervantes en Nueva York, hacen enrojecer de vergüenza y los datos que da sobre la especulación y su análisis de la evolución del deterioro social y político de los últimos años, es de una lucidez absoluta que se resume en una palabra: despilfarro.
Despilfarro, esa es la palabra justa. Despilfarro de dinero publico en gastos inútiles, edificios que no hacen falta, viajes desorbitados, infraestructuras innecesarias; despilfarro del legado histórico de un país que olvida continuamente su historia como si todo empezara de nuevo cuando llega un nuevo gobernante; despilfarro de un paisaje degradado, destruido en aras de una codicia desmesurada y una corrupción generalizada; despilfarro de una cultura a la que nunca se ha cuidado ni se ha respetado, únicamente utilizado. Despilfarro que ha hecho de España un espacio de espejismos.
De aquellos polvos vienen estos lodos, mas que lodos pantanos de inmundicia, que se suelen englobar bajo la crisis. Una crisis que sirve para justificar toda clase de recortes en las conquistas sociales colectivas, o para espolear toda clase de reivindicaciones nacionales absurdas que nos remiten a tiempos que ya creíamos superados.
Acabé de leer el libro el día que salía en La Vanguardia un reportaje sobre la Bienal de Venecia donde se daba cuenta de la representación española y catalana. Me sentí profundamente insultada cuando me enteré que el pabellón español, que ha costado nada mas y nada menos que 400.000 euros (¡la mitad que el de la anterior bienal! lo dicho, el despilfarro que había y que por visto continua) era una montaña de escombros llenando una habitación firmada por una artista que se llama Lara Almarcegui. ¡Pero que es ésto!, hasta donde hemos llegado en este retablo de las maravillas que nos impide reconocer la desnudez, por no decir la estupidez, de los que se escudan en la basura como pretendida arte. Ya está bien de tanta tomadura de pelo. Ya está bien de pensar que la gente es idiota. No lo somos. Pero mi enfado no solo no se apaciguó sino que creció cuando, en la misma página leí un artículo referente al pabellón catalán que ha costado la friolera de 480.000 euros y que es, ni mas ni menos, que una reivindicación de los parados de este mundo.  No sé si los que han impulsado esa idea son muy conscientes que con el gasto que ha supuesto su obra de arte han contribuido notablemente a que haya mas parados en esta ciudad. Quizás el próximo año puedan buscar entre los despedidos del TNC o las victimas del ERE de diarios y revistas o quizás entre los farmacéuticos que no cobran, nuevos parados para una edición renovada de su pabellón.

Cuanta razón tiene Muñoz Molina y que poco hacemos por impedirles que sigan con el despilfarro y la basura. Yo ya me he cansado y este post es prueba de ello.

sábado, 25 de mayo de 2013

DOS ESTRENOS



1. La Estrella
Curiosidades de la vida. El mismo día que vi en un pase de prensa la película La Estrella, de Alberto Aranda, basado en la novela de Belén Carmona, encontré por casualidad un librito de poemas de Luis Buñuel. Lo abrí al azar y me salió este poema:

Los restos de estrella que quedaron entre tus cabellos
Crujían como cáscaras de cacahuete
La estrella cuya luz descubriste
Hace ya un millón de años
En el instante mismo que nacía
Un diminuto niño chino.

Me parece el mejor comentario para una película que tiene la gracia de hablar de cosas serias sin darle una gran trascendencia, que muestra como la violencia no se ejerce solo con los puños, también con las palabras y que reivindica la vida de barrio, Santa Coloma de Gramanet, y el flamenco como vehículo dramático. La Estrella de Ingrid Rubio bailaría unas bulerías con la letra de Luis Buñuel.


(nunca he estado en Corea, pero Anne se podría pasear por esta playa del Delta del Ebro)
2. En otro país
Por fin se ha estrenado esta película de Hong Sangsoo, una de las mas sencillas y surrealistas de los últimos tiempos. Rohmer en Corea paseando al lado del mar; tres Annes que son una sola (Isabelle Huppert de azul, rojo y verde); personajes escapados de Jacques Tati; diálogos entre gentes que hablan distintos idiomas; una belleza tranquila y envolvente. Esta es una de esas películas que hay que ver como si te fueras de vacaciones. Hay que dejarse llevar por esas tres Annes, por el encantador socorrista, por la chica que cuida el hotel, el monje budista, la mujer embarazada… Y buscar el faro al que nunca se llega porque no hace falta llegar. Disfrútenla. 

23 DE MAYO



El jueves pasado en el estudio de Ramon Herreros se reunió un grupo de amigos y de gente interesada alrededor de los cuadros seleccionados por Jordi Ibáñez para la exposición 30 años de pintura y para ver las primeras imágenes del documental de Hilari M. Pellicé Stupor Mundi en torno a su obra.
Fue una tarde llena de serenidad y de felicidad. Todo el mundo estaba relajado, tranquilo, disfrutando del momento, de la belleza de los cuadros, del interés del documental, de la conversación con amigos, de las cerezas de la primavera. Una tarde que los que estuvieron recordarán seguramente mucho tiempo.
Para nosotros fue un auténtico placer tener a tanta gente cerca.
Pongo dos imágenes de ese día. Ramón en su blog ha puesto alguna mas.
Y añado a continuación el precioso texto que Jordi Ibáñez escribió para presentar la exposición. Está en catalán, pero dentro de unos días tendremos la traducción al castellano.



EL SOROLL DEL SECRET. PER AL JOVE RAMON HERREROS
ALS SEUS TRENTA ANYS I ESCAIG DE PINTOR.
Ja fa temps que li havia demanat al Ramon que obrís—¿com dir-ne? ¿El “quarto fosc”? ¿El dispensari dels quadres no venuts, dels quadres retinguts, dels quadres inconfessables? ¿O simplement el magatzem dels quadres acumulats pel pas del temps? O una col·lecció personal sorgida mig per les circumstàncies, mig pel desig de no desprendre’s de determinades obres—com si realment les haguessin pintat per a ells mateixos, en el seu món, però no pas per al món. O com fragments d’un passat conservable però inconfessable.
En tot cas, crec que molts dels amics que freqüentem el seu taller ens miràvem aquesta porta blanca—ara flanquejada per uns gats guardians, uns gats cerbers—amb una barreja de curiositat i de ganes d’obrir-la i tafanejar. Jo, almenys, pensava que allà hi havia d’haver grans coses, sobretot des que en una ocasió vaig poder entrar-hi i remenar una mica, sota la mirada entre atenta i neguitosa de l’artista, entre els quadres que s’hi guardaven.

Des d’aleshores no sé quantes vegades li he donat la llauna al Ramon perquè fes una exposició al taller a partir d’aquest fons, com una mena d’assaig general d’alguna gran retrospectiva, que no dubto que aviat vindrà, i que unís, sota un mateix concepte, sota un mateix gest expositiu, les coses “d’abans” i les “d’ara”. És a dir: les coses abstractes i les figuratives. Però també, i sobretot, que fos una exposició que funcionés com un exercici de reconsideració, com un exercici de balanç discret, perquè es fa aquí, però a la vegada molt emfàtic, per la manera com es fa, em sembla—de reconsideració i balanç sobre la seva trajectòria com a pintor, sobre el volum consistent i coherent de la seva obra pictòrica. Aquesta exposició s’ha fet, queda clar, recorrent a unes obres que, malgrat sortir totes d’aquest “quarto fosc” i del taller—menys una que ve de casa meva, i que jo volia portar perquè es retrobés amb les seves companyes—són plenament representatives, ho diré així, de la importància, la coherència, l’evolució perfectament identificable i carregada de sentit de la pintura de Ramon Herreros. Totes aquestes obres han estat triades a partir del que teníem a mà, a partir, doncs, de la relativa poca quantitat de quadres disponibles—molts si es pensa en el patiment que he sentit per les limitacions d’espai, pocs per la representació de la importància de l’obra de Ramon Herreros.

I no em puc estar de dir-vos-ho: Imagineu-vos una gran exposició feta a partir de quadres actualment en mans de col·leccionistes. Imagineu-vos el doble de quadres, el doble d’espai, a partir de possibilitats d’elecció molt més àmplies, quatre o cinc vegades més àmplies. Això no treu, em sembla, gens de valor o d’interès al que veiem avui aquí. Però a mi em permet dir que la potència i esplendor d’aquesta altra gran retrospectiva pública no té uns límits fàcils d’imaginar. Aquesta mateixa exposició, semiprivada, per entendre’ns, em fa tenir una consciència molt clara de com n’és de difícil imaginar avui a Barcelona (i no sé a quants llocs més) una exposició de pintura d’un pintor viu tan sòlida, tan consistent i tan emocionant. Que una exposició d’aquesta importància, d’aquesta intensitat, es faci a l’estudi del pintor i no tingui al darrere les institucions del país, és, encara que produeixi estranyesa, una qüestió que a nosaltres no ens ha d’importar, als afortunats d’estar avui aquí, perquè ni l’artista ni nosaltres no som responsables de les misèries de la nostra època. De tota manera, i com solia dir un filòsof alemany mentre s’esperava tranquil·lament assegut que els seus llibres fossin llegits (cosa que, naturalment, va succeir): el Nil sempre acaba arribant al Caire. És a dir: les coses que és lògic i natural que passin, sempre acaben passant. Per tant, jo no dubto gens que aquesta gran exposició es farà. I crec que dit això també puc afegir: Com més aviat millor.   

Deixeu-me dir ara dues paraules sobre el criteri amb què hem organitzat aquesta exposició. Ho hem fet prescindint de qualsevol lògica històrica, cronològica o formal. No era el lloc per “explicar” l’obra de Ramon Herreros. És el seu estudi. L’espai ens ofereix un requisit de coherència que faria redundant qualsevol altre criteri. Si hi hagut un argument, ha estat aquest: la pintura de Ramon Herreros s’acompanya molt bé a si mateixa, se la disposi com se la disposi. Aquestes obres no solament s’acompanyen bé posades juntes, sinó que es reforcen amb una mena de mutualitat i reciprocitat que les fa aparèixer totalment renovades, o rejovenides. Les pintures que ara feia temps que no vèiem, si les havíem vist mai, estableixen una relació molt poderosa, de coherència i de persistència del que és valuós i important, amb les que, als assidus a l’estudi, ens podien semblar darrerament les més familiars, que ara de sobte veiem amb ulls nous. En aquest sentit, i tot i que l’exposició reflecteix exactament el que jo pensava que era possible mostrar, us he de dir que estic molt gratament sorprès de fins a quin punt allò que jo esperava, que era molt, ha estat superat amb escreix amb el que aquests quadres ens ofereixen, ara que se’ls deixa respirar junts.

Per tal que aquesta respiració nova i rejovenida es produís, hem prescindit, com us deia, de tot criteri expositiu que no fos alguna cosa així com la recerca d’una seqüència emocionant, o la disposició d’una seqüència d’emocions pictòriques. I ho dic sabent molt bé que si en alguns dels grans museus de l’art anomenat contemporani les pràctiques decoratives es revesteixen sovint o es disfressen de pràctiques discursives històrico-conceptuals, aquí ho hem fet realment a l’inrevés. Jo almenys he pensat molt conscientment que anàvem en la direcció contrària. Hem despullat la pràctica del gust dels puritanismes de la neoavantguarda. Hem anat directament a la recerca de la felicitat visual, de les seqüències que sorgeixen de la troballa i del sentiment de la importància, sabent que només així es fa de debò història—història de moment semisecreta, d’acord; història sense grans conceptes avançant, i per tant sense redoblament de tambors, sense música estrident i sense grans gestos teatrals, cap a un horitzó indefectiblement ple de pols—però història, al capdavall, que és el que sorgeix de la vida dels homes i les dones, no només dels llibres que ens diuen com han de ser aquestes vides. Per mi aquesta exposició és una simple demostració de com amb el bon gust—que és una cosa que existeix—i el gran art—que també existeix—es fa tanta història, o més, que amb l’aparell conceptual més exigent davant els reptes d’una consciència política que per sort—per ella i per nosaltres—mai haurà d’intervenir més enllà dels despatxos i les sales del museu. És una demostració simple d’una idea senzilla que ni tan sols vol combatre res, no li cal barallar-se amb ningú. Li basta afirmar la felicitat que associem amb la pintura. Aquesta felicitat, d’altra banda, no és ni històrica ni susceptible de decorats historicistes. Però sí que és susceptible de fer història ella mateixa—d’explicar no per què desitgem el que desitgem, sinó d’oferir formes noves als nostres desitjos, i per tant d’eixamplar la nostra imaginació, o més exactament, si m’ho deixeu dir així, la nostra imaginació moral vers els camps del que no només és diferent, sinó també complex, profund i desconegut. L’impensable unit a l’enigma dels nostres desitjos.   

En aquesta exposició relativament petita, i semisecreta, com he dit, tanmateix, hi passen moltes més coses de les que es podrien reduir a un mer encadenament de quadres importants i emocionants segons uns criteris generals de què és la importància i com es produeix l’emoció. Hi tenim, inscrites o latents, dues coses que vull destacar. Una és una experiència, l’altra és una troballa.

L’experiència: hi ha punts finals que ara apareixen clarament convertits en punts i seguit, en seqüències d’una aventura plena de coherència que, si en alguns moments ha hagut d’experimentar el trencament, ara pot veure’s plenament confirmada en la reconciliació amb allò que calia, circumstancialment, deixar enrere. I realment aquesta mena de reconciliacions només poden plantejar-se si allò que va ser viscut com un acabament, conclusivament, mostra la força i la qualitat suficients per reclamar la seva presència entre el que va venir després, de vegades—i espero que el Ramon entengui que jo ho digui—quasi com negant els camins transitats abans, o distanciant-se’n. El que pensa o necessita pensar el pintor no té perquè ser el que pensen o senten els admiradors de la seva pintura. Jo comprenc que Ramon Herreros sentís que havia arribat a un límit, i va tenir el coratge d’assumir-ne les conseqüències, d’emprendre un nou camí en una altra direcció, de trencar amb un passat, si voleu dir-ho així. Aquell límit tenia en aquell moment alguna cosa d’abisme. Un dels quadres que van marcar la consciència d’aquest límit és aquí. Em refereixo al número XX del Cuadrado del hombre. I ara apareix com una peça esplèndida, eloqüent, com una articulació àgil per a un pas ple de gràcia, generositat i despreniment. Us diré que és un dels quadres més emocionants per mi de l’exposició. I per mi és emocionant perquè demostra que encara que es trenqui amb el passat, el que dóna coherència i sentit a una vida són les reconciliacions.

La segona cosa que vull senyalar, la segona inscripció, i aquesta vegada és una inscripció literal, és la troballa que us deia: un peu molt delicat dibuixat en una de les parets de l’estudi. Naturalment és un dibuix del propi Ramon, i que va aparèixer movent quadres, ell ja devia saber que hi era, clar, però jo no. Ràpidament vaig pensar en el peu que apareix, com un últim residu del visible, a la novel·leta de Balzac, L’obra mestra desconeguda. Frenhofer mostra el seu famós i enigmàtic quadre als seus joves admiradors Poussin i Porbus, que es queden de pedra davant una cosa que nosaltres ara diríem que és un Pollock (un Turner en el millor dels casos), però que per Balzac, i encara més per al moment que passa la seva història, al segle XVII, no podia ser més que una embogida acumulació de gargots. Però bé, d’aquests gargots en sobresurt, o se n’ha salvat, un peu. Un turmell i un peu. Una peça visual molt preuada per l’erotisme escòpic de fa un parell de segles, per cert. Doncs bé, així com el personatge de la novel·leta de Balzac s’endinsa en un garbuix de pintura i deliri de la qual només en queda al final, com un supervivent, o com un indicador de l’irreductible acte d’amor i d’erotisme latent en tota pintura, un peu, aquest altre peu que va aparèixer inesperadament, dibuixat a la paret, a l’estudi del Ramon, és un peu que sorgeix de la claredat, de l’ànsia de presència que va fer que Ramon Herreros abandonés els signes supervivents dels somnis i de la vida onírica per gosar representar els somnis directament, és a dir, per representar els desitjos directament, no com enigmes, sinó com presències; no com les ombres dels arquetips, sinó com cossos, de vegades arcaics o arcàdics, de vegades amb un tectonisme terrós obvi i subtil—com si la terra esdevingués aèria—, d’altres com a il·lustracions simbòliques de la immediatesa, però sempre insistint en el reconeixement, en la presència, en el vestigi del temps concret de l’experiència traslladat al quadre. És un camí a l’inrevés de Frenhofer. Però això fa que en molts aspectes sigui un camí que acompanyi i a la vegada qüestioni aquella pulsió escòpica que el personatge de la novel·leta de Balzac ja posava en qüestió sota l’experiència del seu propi col·lapse. Ramon Herreros va sentir fins a quin punt era irrespirable l’aire en els límits de la pintura abocada al seu propi col·lapse, i es va girar cap al món de les presències. El peu de Frenhofer, que era un residu, com una resta arqueològica d’un món soterrat per la confusió entre la visió i el gest, entre la percepció i el concepte (o l’ideal, o la veritat en pintura—la vella promesa de Cézanne), és aquí un peu nítid, clar, net, un peu que senyala la possibilitat de la petjada, no pas l’evanescència de l’elevació. Un peu que avança cap a nosaltres per recordar-nos que aquí, signes i presències, formes i colors, celebren la pintura. Je ne vous dirai pas la vérité en peinture. Mais je vous annonce que la peinture est toujours vivante. De la famosa promesa incomplerta de Cézanne a la no menys famosa, i lacònica, postal de Bonnard a Matisse. Visca la pintura, doncs, sigui quina sigui la seva veritat.

No cal que us digui com n’estic de content i d’orgullós per haver tingut la sort d’acompanyar el nostre amic i ajudar-lo a obrir aquesta porta i triar quines coses es podien (o calia) ensenyar, i com es podien disposar. Jo, que vaig viure bastant de la vora el seu abandonament de l’abstracció i el pas a la figuració, pels volts dels anys 1994-1995, i que vaig comprendre, per no dir que en moltes converses vaig compartir la intensitat i els riscos de l’aventura d’aquell moment, he de dir que aquests dies, durant el procés de selecció i d’accrochage, l’he tornada a sentir, aquella intensitat. Però ja no era la intensa emoció d’una aventura que tenia molt de camí interior i de redescobriment de les raons de ser de la pintura. Per mi aquesta vegada ha estat l’aventura del reconeixement, del retrobament. No sé què significarà per l’artista aquest desplegament de la seva obra, aquesta emergència del “quarto fosc”, aquesta respiració de les obres. Però per mi, i per tots nosaltres, els amics, els que estimem la seva obra, és un motiu de felicitat i la confirmació del millor dels pressentiments, del millors auguris. El Ramon ens recordava a la invitació per a aquesta trobada al seu estudi que l’any passat va fer 30 anys de la seva exposició a la Galería Ciento, i que en certa manera es pot dir que feia poc més de 30 anys de la seva decisió de dedicar-se en cos i ànima a la pintura. Davant del que tenim avui aquí, davant nostre, i del que segur que vindrà, crec que tots nosaltres només podem dir-li: I per molts anys!
 Jordi Ibáñez Fanés



miércoles, 22 de mayo de 2013

GERARD PASTOR, MUSICO




(foto de la orquesta al final del concierto)
Ayer vivimos una experiencia impresionante. No soy una gran aficionada a la música, Ramón si, pero ninguno de los dos solemos ir a conciertos. Ayer me di cuenta de lo que me perdía cuando un concierto es bueno. Mejor dicho, más que bueno.  Fuimos a escuchar a Gerard Pastor en el Auditori en el Concierto de Proyecto Final de Dirección de Orquesta. Gerard escogió  la Sinfonía nº 7 Op. 92 La mayor de Ludwig van Beethoven. Fue extraordinario. Nunca había sido tan consciente de cómo la música es un todo que surge de muchos. Los instrumentos sonaban como una sola unidad, con un ritmo envolvente que te permitía sentirte sumergido en un mar de sonidos y de imágenes. Porque eso fue una de las cosas que mas me sorprendieron. Escuchando a la orquesta dirigida por Gerard Pastor tuve la impresión de estar viendo una película. Una película de aventuras, de acción, de amor, de melancolía, de muerte, pero sobre todo de pasión y de alegría. No se si es habitual que esto pase en un concierto. Al salir, no fuimos capaces de meternos en el metro. Necesitábamos caminar y caminar en silencio uno al lado del otro. Volvimos andando a casa (poco más de una hora) y cuando llegamos nos sentimos felices. Felices de saber que en la vida hay momentos como este que permiten soportar todo lo demás.  Gracias Gerard por el regalo de esa sinfonía que sonaba como nunca antes la había oído.

lunes, 20 de mayo de 2013

EXPOSICION RAMON HERREROS



Todos los que seguís este blog conocéis la obra de Ramón Herreros. Pero no todos la habéis visto en directo. Este jueves 23 de mayo, Ramón inaugura una exposición en su estudio. Se titula 30 años de pintura. La exposición ha estado preparada por Jordi Ibáñez y quiere establecer un diálogo entre las dos grandes etapas de su trabajo, la abstracta y la figurativa. También aprovecharemos esta ocasión para enseñar unos minutos del documental Stupor Mundi dirigido por Hilari M. Pellicé en torno a Ramón y su pintura. La exposición estará abierta durante tres semanas.  Para verla lo único que hay que hacer es llamar o escribir a Ramón o a mi para quedar en una hora.
!Es una ocasión única de ver estos cuadros juntos¡

domingo, 19 de mayo de 2013

UN GATSBY PARA NUESTRO TIEMPO



(yo leí El Gran Gatsby en esta edición en catalán en el lejanísimo año 1968)
Hace días que no escribo en el blog. Los estrenos de estas dos últimas semanas no han sido precisamente estimulantes. Y las noticias de cine que se podían comentar no me apetecían. Me dolió la muerte de Alfredo Landa, más que nada porque es un trocito de historia del cine que desaparece definitivamente. Le conocí en el rodaje de Sinatra, de Betriu y me pareció una persona muy agradable y atenta, al menos con la prensa. Pero nada más.
Tampoco la operación de pechos de Angiolina Jolie era algo que quisiera comentar. Me parece una barbaridad y un disparate someterse a esa mutilación solo por un “quizás”. Pero no la juzgo, es muy libre de hacer con su cuerpo lo que quiera, aunque debería saber que el efecto imitación puede ser terrible.
Hace unos días empezó el festival de Cannes. Pero este año, no se si porque yo soy ya una persona diferente o porque la situación general es tan dura, no me apetece tanto seguir sus fastos. Vi la inauguración bajo el diluvio y pensé en la tontería de la gente que estaba ahí, esperando todo el día, para ver pasar a las estrellas. 
Lo que me ha impulsado a escribir de nuevo es el estreno de El Gran Gatsby que abrió con tanta lluvia el Festival de Cannes. Un Gatsby de Baz Luhrmann, un Gatsby del siglo XXI. Fitzgerald escribió su preciosa novela de una manera absolutamente contemporánea. Sucede a principios de los años 20 y se publicó en 1925. Era una novela de actualidad, un retrato de la sociedad que vivía y bebía la vida a borbotones y que Fitzgerald conocía muy bien. De esa novela se han hecho varias adaptaciones al cine. El día que vi el Gatsby de DiCaprio por la mañana, por la tarde vi el Gatsby de Redford, es decir la versión de 1974 que dirigió Jack Clayton. No creo que ninguna de las dos respete eso tan traído y llevado estos días en todas las críticas del “espíritu de Scott Fitzgerald”,  (¿alguien sabe exactamente qué es el "espíritu de Fitzgerald?") pero una y otra si tienen el espíritu de la época en se rodaron.
El Gatsby de Robert Redford  y la Daisy de Mia Farrow, son absolutamente retro, responden a esa moda de los primeros setenta que se miraba en el pasado para eludir el presente. 1974 fue un año de una crisis económica terrible y el cine buscaba en los felices y locos años veinte una escapatoria para no fijarse en lo que pasaba. Pero con ello decía más de su propio tiempo que si hiciera un documental. Crisis igual a mirada al pasado y que mejor pasado que el de Gatsby encarnado en la estrella rubia del momento, Robert Redford. Lástima que Daisy fuera a parar a manos de una actriz insoportable, impostada y absolutamente detestable (igual que su personaje, por otro lado) como Mia Farrow.
El Gatsby de Leonardo DiCaprio y la Daisy de  Carey Mulligan, son absolutamente contemporáneos de esta época de caos, de hundimiento de las ideas, de mezcla de géneros, de exuberancia vacía condenada a la austeridad, de crisis en definitiva Y ahí entra Luhrmann con su capacidad para crear espectáculo, con su riqueza visual y su fusión musical. Sin dejar por eso de mirar a unos personajes que siguen siendo los de Scott Fitzgerald pero son también de ahora mismo. En ambas películas, el narrador, Nick, es el encargado de contarnos en primera persona la historia de ese hombre hecho a si mismo, sin escrúpulos, lleno de misterio, consumido por el amor y condenado a morir por la estupidez, la codicia, la falta de ética y de responsabilidad, cosas, todas ellas, que caracterizan nuestro mundo contemporáneo.
El Gatsby de Fitzgerald miraba el presente, el Gatsby de Clayton miraba el pasado, el Gatsby de Luhrmann mira el futuro.