sábado, 30 de abril de 2022

AYER

 

“Solo aquello que yo quiero conservar tiene derecho a ser conservado para los demás.” (Stefan Zweig. El mundo de ayer)

Esta frase del final del prefacio del libro autobiográfico de Stefan Zweig me sirve como introducción a la entrada de hoy donde tres películas estrenadas esta semana responden justamente a esa idea: El mundo de ayer, del francés Diastème, Alcarrás, de la catalana Carla Simón y Downton Abbey, Una nueva era del inglés Simon Curtis.

 


Alcarràs, de Carla Simón

Empiezo por la más cercana a nosotros. Alcarràs, segunda película de Carla Simón. Cuando escribí de Verano del 93 dije algo muy parecido a la frase de Zweig: “Hablar de uno mismo, de  tus propias experiencias, contarlas para los demás, es una tentación que no siempre se resuelve bien. Puedes escribirlo o filmarlo para ti, pero si quieres que esa memoria sea compartida, tienes que utilizar bien el lenguaje, ya sea la escritura, ya sea el cine. Y Carla Simón lo hace muy bien. No sé qué hará Carla Simón en su segunda película, pero espero que no pierda esta capacidad de captar la luz del sol en medio de una borrasca de emociones.”. Pues bien, Carla ha hecho una segunda película donde el sol sigue brillando en medio de la tormenta de las emociones. La directora ha vuelto a mirar lo más cercano, su familia, su memoria, para contar una historia universal: el fin de una era, el final de una manera de entender la tierra, el campo, la familia. Alcarràs, como Las uvas de la ira de John Ford (más que de Steinbeck), es el retrato de cómo desparece un mundo para alumbrar otro que no sabemos si será malo o bueno, no es eso lo que importa, pero seguro que será distinto. Lo que importa es el ritmo de las horas entre los árboles de melocotón, lo que importa son las comidas familiares, lo que importa son los instantes compartidos en un empeño colectivo. El gran acierto de Carla es haber conseguido que sus no actores se metan en la piel de una familia para la que ella ha escrito una historia que dibuja, desde el abuelo hasta los niños, figuras en un paisaje de árboles, sol, nubes… A mí me habría gustado que acabará un plano antes del último. Pero luego, cuando pienso en la película, me digo que quién soy yo para opinar sobre lo que ella ha “escogido” contar. Lo que ella ha querido conservar. Y me contesto que Carla ha hecho una película luminosa en su nostalgia, con aroma de frutal y aires de final de un tiempo. Un ayer que está desapareciendo mientras se alumbra un mañana que aun no ha nacido. Alcarràs es un viaje a un mundo, el mundo de ayer.

 


El mundo de ayer, Diastème

Esta película que toma el título del libro de Stefan Zweig, es otra cosa. Es un film, político cien por cien. Creo que estaba previsto estrenarse la semana pasada, pero la coincidencia con la segunda vuelta de las elecciones en Francia desaconsejó sacarla en vísperas de tan decisiva votación. Porque El mundo de ayer se centra en los tres días anteriores a las elecciones presidenciales en Francia, donde la presidenta que está a punto de dejar el cargo se enfrenta al reto de un escándalo de corrupción que afecta al candidato de su partido y por tanto al peligro más que real de que triunfe el candidato de la extrema derecha que le pisa los talones. Mientras en el ala oeste del Eliseo se cruzan conspiraciones y arreglos, miedos, y peligros, ella, magnifica Léa Drucker, se enfrenta a una delicada situación personal, un atentado terrible y la amenaza posible de una involución política de consecuencias imprevisibles. Real como la vida misma salvando las distancias. Un film político, ambiguo y con un final abierto que nos deja con la duda: ¿Y si….?


 Downton Abbey: Una nueva era, de Simon Curtis

Este sí que es un mundo de ayer, tan lejano como el de los cuentos de hadas. La tercera entrega de la serie creada por Julian Fellowes ha llegado a su final. Supongo, aunque no deseo. Porque yo soy fiel seguidora de esta familia de nobles ingleses a los que conocimos en 1912 (en el 2010 de nuestra era) y a los que hemos seguido hasta 1929 (en el 2022  de nuestra era). En esos 17 años de ficción la familia Crawley ha pasado de ser un ejemplo de tradición ancestral victoriana a ser una familia que asume que el mundo ya no es lo que era. Es un mundo de ayer en toda regla. Se ha acusado a Fellowes y Curtis de estirar el producto como un chicle. Yo no estoy de acuerdo. En esta tercera entrega los conflictos se han dulcificado, las lealtades se han consolidado y la curiosa y entrañable familia que integran los señores y los servidores, ha logrado una estabilidad a las puertas de una década que acabará por volver a ponerlos a prueba: los años 30. Pero eso ya se verá si hay cuarta y quinta entrega. De momento estamos con ellos compartiendo el paso del cine mudo al sonoro mientras se cierran historias que acaban bien y quién sabe, se abren otras nuevas. Reconozco y lo digo sin miedo, si no eres fan de la casa de Yorkshire, no la veas. Pero si lo eres o quieres serlo, disfrutarás mucho con la inocencia de estos personajes a los que la Historia ya arrolló una vez y seguramente volverá a arrollar en la próxima década. La nueva era de Downton Abbey es en realidad el mundo de ayer que evocaba Stefan Zweig en su magnífica autobiografía.

“Pero toda sombra es, al fin y al cabo, hija de la luz y sólo quién ha conocido la claridad y las tinieblas, la guerra y la paz, el ascenso y la caída, solo éste ha vivido de verdad”. Stefan Zweig.

 

EL RINCÓN DE LAS SERIES

La edad dorada HBO Max

Me ha parecido que en una entrada que hablaba del mundo de ayer y una semana en la que se estrenaba la última entrega  de Downton Abbey, tocaba recuperar una serie de la que aún no había hablado: La edad dorada. Creada por Julian Fellowes, lo mejor que se puede decir de ella es que no pretende ser un Downton americano. Para nada. La edad dorada evoca la década prodigiosa de 1882, cuando Nueva York era el centro de una revolución urbanística, cultural y social muy lejos del salvaje oeste y la culta europea. En este contexto acompañamos a Marian Brook, una joven que llega a Nueva York para vivir con sus dos ricas tías, en su viaje de integración en un mundo que se mueve entre su propio ayer, el de la excelente Christine Baranski y la dulce Cynthia Nixon representantes de la vieja tradición de americanos descendientes de los primeros colonos, auténtica aristocracia neoyorquina, y la del mañana de los grandes magnates del petróleo y los transportes, encarnados en la poderosa familia de nuevos ricos, los Russell que representan Carrie Coon y Morgan Spector. Con la complicidad de Peggy Scott, una mujer negra solo creíble en ese contexto, la hija de Meryl Streep, Louisa Jacobson, se mete en la piel de Marian para intentar forjar su propio camino entre las dos casas que una frente a la otra, la de sus tradicionales tías, la de los nuevos ricos, la ponen en el camino de la modernidad que llama a las puertas de una ciudad en pleno cambio y crecimiento. Más cruda y seca que Downton, más americana que británica, la nueva criatura de Fellowes está llamada a convertirse en un juguete estupendo para los que nos gustan este tipo de dramas, para los que disfrutamos con Louis May Alcott y con La edad de la inocencia de Martin Scorsese. La edad dorada es el contra plano perfecto de una película como Horizontes de grandeza. Ver la serie y la película de William Wyler es casi una lección de historia americana que permite entender como ese mundo de ayer sigue siendo el mundo de hoy mismo.

 El regalo de esta semana son unos melocotones que Ramon ha dibujado y que le dedico especialmente a Carla Simón.



sábado, 23 de abril de 2022

FRANCESES

 

Francia vota este domingo. Francia tiene que elegir entre Macron y Le Pen. Muchos franceses lo tienen claro, mejor un Macron conocido que una Le Pen con piel de cordero. Pero hay otros muchos que aun dudan. Sobre todo entre la izquierda melenchoniana. Lo que se juega no es solo su presidencia, es la consolidación de una idea de Europa que Macron defiende y Marine Le Pen ataca. Una aliada de Putin en Francia puede ser mortal para todos. Pero ¿lo entenderán así los chicos que estos días tomaban la Sorbona al grito de “Ni Macron, ni Le Pen”? Suenan ecos de un nuevo mayo del 68. Parece mentira que hayan pasado casi sesenta años y vuelva a oírse el mismo mensaje. Solo que ahora es mucho más peligroso que entonces. “Ni Macron, ni Le Pen” significa en realidad ni Unión Europea, ni OTAN. La indignación estudiantil se entiende después de dos crisis, una pandemia, una guerra y un porvenir más negro que el carbón al que habrá que volver para calentarse. Pero la solución no es el aislacionismo. En la encrucijada entre Macron y Le Pen yo no tendría dudas. Votar a Le Pen es muy peligroso, pero ¿cómo se lo hacemos entender a los jóvenes? De ninguna manera. Lo aprenderán solos si es que tienen tiempo de hacerlo.

Bueno, ya me he desahogado. Ahora puedo hablar de tres películas francesas muy distintas entre sí. Las tres importantes.

 


Arthur Rambo, de Laurent Cantet

En la cónica de San Sebastián del año pasado escribí: “Laurent Cantet nació cinematográficamente en San Sebastián cuando ganó el Premio Nuevos Directores en 1999 con Recursos humanos. Ahora, más de veinte años después, ha vuelto a la competición con un film que se llama Arthur Rambo, una mezcla de la provocación intelectual del poeta francés Rimbaud y la violencia del personaje de Hollywood. Arthur Rambo es el pseudónimo de un escritor magrebí que está triunfando con una novela basada en la historia de su madre. Pero Karim D, tiene un Mr Hyde en forma de Arthur Rambo, un twitero compulsivo capaz de decir las más espantosas vilezas. Xenófobo, racista, machista, antisemita, Arthur Rambo lo tiene todo. Cuando se descubre que Rambo es Karim, se desata sobre él una tormenta perfecta de contradicciones que van desde la hipócrita actitud de sus editores y amigos, hasta la toma de conciencia de lo que sus twits han provocado entre la gente que se los ha creído de verdad. Una película imprescindible por muchos motivos.” Poco me queda por añadir. Arthur Rambo es además de todo esto una denuncia clara de las redes sociales, de las fake news, de los perfiles inventados. Todos los peligros que nos acechan en la moderna cultura de la (in)comunicación. Pero con el toque Cantet, un autor que demuestra que sin estridencias se consigue micho más que gritando.

 


La Croisade/Un pequeño plan… como salvar el planeta,  Louis Garrel

También viene de San Sebastián el último film de LouisGarrel como director y como actor. Entonces escribí: “La cruzada de los niños es la excusa que encuentra Louis Garrel para hacer esta segunda entrega de las aventuras de Abel y Marianne con su hijo Joseph. En este caso, Joseph y sus amigos están dispuestos a salvar el planeta en una nueva cruzada de los niños. Y para hacerlo no dudan en tomar medidas muy drásticas. Fábula moral más que otra cosa, Un pequeño plan… como salvar el planeta es un cuento lleno de encanto, un recordatorio de las muchas cosas que aún nos quedan por hacer.” Es curioso lo que me ha pasado con esta peliculita que diría José Luís Guarner. Vista en septiembre del 2021 tenía un sentido, una razón de ser: el cambio climático, la defensa de la Tierra, la preocupación de qué planeta les dejaremos a nuestros hijos, no solo eran temas importantes, ERAN, los temas importantes en un mundo donde las certezas estaban establecidas a pesar de que la pandemia del dichoso bicho había hecho saltar algunas de ellas. Ahora, cuando se cumplen dos meses de la guerra en Ucrania, la preocupación por el clima, por el planeta no es que haya dejado de ser importante (lo sigue siendo) pero ha pasado a un segundo plano bajo la presión de una invasión injustificada y brutal a la que el clima y la tierra parece no importarle nada. Por eso este divertimento en forma de cuento de niños y de adultos, adquiere una relevancia especial. Nos recuerda que los putines de este mundo no deben triunfar bajo ninguna circunstancia o, además de acabar con un país y una manera de entender el mundo, acabarán también con el mundo. Un pequeño plan… es un remanso de paz.

 


Arde Notre Dame, Jean-Jacques Annaud

Hace justo dos años se produjo el pavoroso incendio de la catedral de París, Notre Dame. Vuelvo a recordar lo que escribí en el blog del 20 de abril de 2019. “La tristeza enorme de ver caer la aguja gótica, de ver las llamas naranjas y azules saliendo del corazón de la iglesia, es infinita. No se sabe aun que lo ha provocado. ¿Un error humano? ¿Una imprudencia en las obras de reconstrucción? ¿O un sutil y muy sofisticado atentado a uno de los símbolos de la cultura y la civilización democrática europea? Mi vena conspiranoica vuelve a aparecer, pero  no puedo dejar de pensar que justo ahora, en vísperas de unas elecciones europeas decisivas, quemar esta obra que es de todos y que representa una historia común, es un golpe perfecto. Espero equivocarme, bueno, seguro que me equivoco y que todo fue fruto de un accidente por el estado en que estaba la catedral. Por suerte, pasados unos días, podemos ver que los daños no son tan graves como se pensó, aunque siempre quedará la imagen de la aguja cayendo como un icono del final de una manera de entender la cultura. Y otra cosa. Yo no la reconstruiría. Al menos no igual que era. Eso sería falsear la historia, convertir Notre Dame en una Sagrada Familia en París. No, yo haría lo que se hacía en otros tiempos, pensar en ella desde el presente. Y eso significa dos cosas: dejar la herida, pero garantizando la seguridad. O hacer un sincretismo entre el pasado y el presente (¿qué era el gótico respecto al románico o el barroco respecto al gótico?). Pero claro, lo que yo piense seguramente no le interesara a nadie. Conservar la ruina es un recuerdo vivo de lo que estamos haciendo con nuestra cultura. Rehacerla como era, es falsear esa memoria. Reconstruirla desde el presente, es mirar al futuro.” Arde Notre Dame, el film de Annaud ha venido a darme respuestas a algunas de las preguntas que me hacía en este texto. Annaud ha hecho un film difícil de clasificar: a medias documental (hay mucho material filmado en el momento) a medias ficción (los personajes son tanto reales como inventados) a medias cine de catástrofes, a medias cine de denuncia social. Arde Notre Dame es una crónica detallada y documentada, hasta donde se puede documentar, de los errores humanos y las coincidencias fatales que permitieron que una de las joyas del arte europeo, un símbolo en sí misma, sufriera uno de los más terribles incendios que se recuerdan. Annaud se coloca al lado de los bomberos que se arriesgaron para apagarlo sin olvidar el aspecto casi grotesco de la gran preocupación de los responsables de la iglesia: salvar la auténtica corona de Cristo y algunas otras reliquias famosas. Entre el suspense por llegar a salvar estos objetos y la lucha de los bomberos porque el fuego no se extendiera a toda la iglesia, la ciudad entera asiste al espectáculo destructor de la catedral de Quasimodo en medio de un caos circulatorio que hace difícil llegar a a tiempo a los equipos de salvamento. El gran acierto de Annaud es el de hacer con este material un film entretenido que te engancha en su acción, que potencia la identificación con los bomberos y deja en el aire no las razones del incendio, bastante fortuitas si hemos de creer lo que nos cuenta, sino qué se deberá hacer después. Un después que es ya nuestro ahora en el que los trabajos de reconstrucción avanzan rápidamente. Para rehacerla “exactamente como era antes”. Vuelvo a decir lo que ya decía en 2019, yo no la habría reconstruido. Pero qué más da. 

El regalo de esta semana es un bodegón. No tiene nada que ver con ninguna película, pero me gusta mucho.



sábado, 16 de abril de 2022

FINLANDIA

 

Justo la semana en la que Finlandia ha tomado protagonismo en la guerra en Europa con el anuncio de su intención de entrar en la OTAN, rompiendo una neutralidad asumida desde el final de la segunda guerra mundial, para desespero y enfado mayúsculo de Putin quién ha amenazado con el armamento nuclear si esto sucede, justo esta semana, Finlandia se ha cruzado en mi camino en forma de una película extrañamente romántica y la segunda temporada de una de las series de espionaje más interesantes de los últimos años.


(los petroglifos de Murmansk)

El estreno: Compartimento Nº6 de Juho Kuosmanen

Esta película del para mi desconocido director Juho Kuosmanen, es una de las sorpresas del año. Pasa prácticamente toda en un tren durante el largo viaje de casi 1500 km entre Moscú y Múrmansk. Cuenta el extraño encuentro entre dos seres tan antagónicos como atrayentes entre sí. Laura es una estudiante de arqueología finlandesa que, tras una estancia en Moscú, decide viajar a Múrmansk, una de las ciudades rusas más septentrionales situada en la península de Kola en el Mar de Barents, muy cerca de la frontera con Finlandia y Noruega. Laura quiere ver los famosos petroglifos de Kanozero, únicos en el mundo. En su compartimento viaja otra persona. Un joven ruso, maleducado y muy intrusivo que le produce entre rechazo y miedo. Laura intenta cambiar de compartimento, pero es imposible. Los dos van al mismo sitio, Ljoha es minero y vuelve a Murmansk para reincorporarse al trabajo. Aunque empiezan con mal pie, estos dos seres tan distintos, y tan solitarios, acabarán por entenderse y establecer una curiosa relación de amistad o de amor o de algo intangible entre ellos. Las películas de trenes tienen algo muy especial, sus personajes no están en ningún sitio y los pasajeros pueden olvidar por un tiempo quiénes son. Hitchcock lo sabía muy bien como demostró en dos grandes films. Alarma en el expreso y Extraños en un tren. Pero no es el único. Si recuerda a alguien esta extraña pareja es a la que retrató Linklater en Antes del amanecer, un film tan cercano en su esencia como lejano en su tono. Nunca sabemos en qué momento pasa. Lo único cierto es que no es ahora. La URSS ya no existe porque hablan de San Petersburgo, pero no hay teléfonos móviles, los coches son muy antiguos y el tren y su implacable revisora más parecen sacados de una película española de los años 50 que de un tren moderno. Todo es oscuro y sucio, pero no sucio moralmente y esa es su grandeza. Mientras que la suciedad en la ropa y el ambiente de un compartimento en el que se han pasado varios días antes de llegar a destino va aumentando, los personajes, en cambio, van ganando en luminosidad y en calidez a medida que se acercan a las nieves y el frio del círculo polar ártico. Y de fondo, sin siquiera mencionarlo, las fronteras. La frontera de Rusia y Finlandia, la frontera entre dos personas de orígenes muy distintos, la frontera del misterio de los petroglifos escondidos en una isla perdida. ¿Es una historia de amor? Yo creo que sí.

 


Shadow Lines/Espías en la sombra Segunda Temporada Filmin

Hace justo un año, el 10 de abril del 2021, cuando nadie pensaba que el mundo iba a saltar por los aires con una guerra terrible, escribí en el blog sobre la primera temporada de Shadow Lines/Espías en la sombra. “Estamos acostumbrados a ver el cine finlandés a través de la óptica de Aki Kaurismaki. Pero en ese pequeño y lejano país tan cercano a la Rusia del zar, de Stalin y de Putin, hay muchas más historias. Una de ellas es la que cuenta esta serie de 10 capítulos ambientada en 1955, en plena guerra fría. Las luchas entre Moscú y Washington tuvieron en la helada Helsinki un escenario de primer orden. Americanos y rusos querían controlar Finlandia, un país de enorme importancia estratégica. Juguetes en manos de las dos potencias, Nyrkki, (El Puño) una organización de espías finlandesa, intenta mantener la independencia de su país sin dejarse avasallar ni por el KGB ni por la CIA, ambos dispuestos a conseguir el poder de la neutral Finlandia manipulando los candidatos a la presidencia favorables a uno y otro bando. En medio de esta batalla, en una ciudad entre el dorado y el azul oscuro, la joven Helena se verá arrastrada en el conflicto mientras descubre un secreto de su pasado que pondrá en peligro toda la operación emprendida por la organización. Lejos del cine de espías norteamericano, más cerca del Smiley de Le Carré, pero en un ambiente elegante, estilizado, de humo y de vestidos de satén verde, en la serie se hacen cada vez más evidentes las delgadas líneas de sombra que separan dos mundos, dos realidades, el pasado y el presente. Shadow Lines es diferente en su ritmo, en sus personajes, en su propio relato. Es una oportunidad de descubrir otra manera de acercarse a las historias de siempre.” Filmin ha estrenado la segunda temporada de Espías en la sombra y tengo que reconocer que casi es mejor que la primera. Comienza donde se acababa la otra, con la elección de Urho Kekkonen como presidente, la muerte de Julius, uno de los espías de Nyrkki , y Helena avanzando en el secreto que la atormenta. A partir de ahí, la Historia con mayúscula se introduce en la historia de sus personajes en una trama que nos cuenta uno de los momentos más peligrosos para el equilibrio mundial entre la URSS y Occidente. No he podido encontrar ni un solo dato que corrobore el incidente que estuvo a punto de desencadenar la tercera guerra mundial. En todo caso, si sucedió o no, deja de ser interesante justo ahora cuando sí se ha desencadenado una guerra que esperemos no sea el prólogo de algo más gordo.  La serie se mueve entre espías, engaños, secretos personales, secretos políticos. Un grupo ultranacionalista, La Hermandad del Odio, fundada en 1922 tras las guerras de Karelia, cuando Finlandia perdió una parte de su territorio anexionado por la fuerza a la nueva URSS (¿les suena? ) vuelve a estar activa y dispuesta a hacer lo que sea para acabar con “los demonios y los rusos”. Desde el punto de vista del cine, la serie prolonga el estilo de la primera temporada, tan alejado del habitual tono y ritmo del cine americano e incluso del cine europeo más clásico. Fría por fuera pero volcánica en sus relaciones, estos espías consiguen mostrarnos una realidad que sin quererlo, ilumina lo que está sucediendo hoy en Ucrania.

 

EL RINCÓN DE LA SORPRESA



Apolo 10½: Una infancia espacial, Richard Linklater Netflix

La referencia a Antes del amanecer de Richard Linklater me ha hecho pensar en una película estrenada hace muy poco en Netflix. Que la deliciosa miniatura que es Apolo 10½: Una infancia espacial se haya estrenado directamente en una plataforma y casi sin anunciarla, es uno de esos misterios absurdos de la comunicación. Linklater en estado puro, esta aventura espacial es un film de animación que nos devuelve a 1969. Stanley es un niño de 10 años. Vive en Texas cerca de las instalaciones de la NASA donde se está preparando el viaje del Apolo 11 que llevará al hombre a la Luna. Stanley sueña con ser astronauta y vive una aventura que pudo ser, al menos para él. Pero antes de llegar al punto en el que conocemos a Stanley, Linklater aprovecha para recordar en una precioso ejercicio de la memoria, como era la infancia de un niño en los años sesenta. Música, series de televisión, comidas, riñas familiares, estrenos de cine, amigos, peleas, la escuela, todo desfila ante nuestros ojos contado por un Stanley adulto, un Linklater adulto, que comparte sus recuerdos y sus sueños. Este ejercicio de la memoria enlaza con la esencia del cine de Linklater donde el tiempo siempre es un elemento dominante de reflexión. No es la primera vez que vuelve a esos recuerdos, el Jake de Todos queremos algo bien podría ser Stanley en su primer año de universidad, o el Pink de Movida del 76. Linklater nunca deja de explicar su historia, la de una generación con la que se pueden sentir identificados muchos espectadores. Pero a veces, como en este caso, además consigue una pequeña joya animada, una aventura (im)posible, divertida, tierna, sincera. Linklater nos lleva a la Luna y nos lo creemos.

El regalo de esta semana es una foto primaveral. El mandarino del jardín está esplendoroso. Tanta vida y tanta energía me alegran el día.



 

sábado, 9 de abril de 2022

PARÍS

 

Hoy se cumplen 45 días de  Guerra en Ucrania, de Guerra en Europa, de Guerra entre dos maneras de entender el mundo. El ser humano es muy especial, nos acostumbramos a todo. Incluso al horror de un conflicto que está lejos y cerca. A todo, hasta un límite. Las imágenes que esta semana han llegado de Bucha y otras ciudades abandonadas por los rusos, traspasan el límite del horror aceptable. Son insoportables visualmente, pero sobre todo, son insoportables conceptualmente. Lo que dejan ver esas imágenes es un trasfondo de bestialidad, de deshumanización, de crueldad. Verlas me ha hecho pensar en Andrei Rublev de Tarkovski: la brutalidad medieval en pleno siglo XXI. No sé quien acabará ganando esta guerra injusta, pero si sé que el Stalinzar del Kremlin y sus ejércitos han traspasado todos las líneas rojas posibles. Frente a eso nos queda poco que hacer. Refugiarnos en los amigos, en los compañeros, en los libros, en el cine. Y en París, porque, como decía Humphrey Bogart en Casablanca. “Siempre nos quedará París”

 Esta referencia a París viene porque esta semana se han estrenado dos preciosas películas francesas que pasan en París.

 

                                        (La casa del escultor Rodin, en París)

París, Distrito 13, de Jacques 

Fue Alex Gorina el que dijo al salir del pase de prensa de esta película: “Los franceses vuelven una y otra vez a la Nouvelle Vague”. Tenía razón. Hay un cierto cine francés que tiene una querencia a contar historias en sus calles, en sus cafés. Historias de amor felices o historias de amor tristes. La que cuenta en un luminoso blanco y negro (con un significativo inserto en color) París, Distrito 13 es feliz y tiene su antecedentes en Bande a part de Godard y si me apuran en La maman et la putain de Eustache. Me ha hecho gracias leer en algunas críticas, seguro que de gente muy joven, que este film relata las aventuras amorosas de los milennials. Quizás sea que las historias de Godard con Ann Karina o de Eustache, o de Rohmer, no dejan de ser historias de milennials cuando aun no existía este término. Audiard lo único que ha hecho es mirar a su alrededor y mostrarnos cuatro personajes enlazados por el amor. Todo sucede en el barrio de Les Olympiades, título original del film. Emille, una chica de origen chino, alquila una habitación a Camille pensando que es una mujer, pero se encuentra con un alto y guapo joven negro. Emille se enamora de Camille, pero él no está seguro de quererla. Camille se va y conoce a Nora. Nora acaba de llegar a París para estudiar. Un equívoco desafortunado lleva a que en la Universidad la confundan con Amber, estrella del porno en Internet. Nora, decide averiguar quién es Amber. El conflicto está servido. Estos cuatro personajes se cruzan y descruzan en las calles del Distrito 13 en un baile de sentimientos lleno de ligereza y de sensibilidad. Que el duro Audiard, autor de El profeta, De óxido y hueso o Los hermanos Sister, haya sido capaz de hacer este film suave y tranquilo, es la mejor prueba de su calidad como director. Beber en la Nouvelle Vague no es un problema, si se hace bien. Audiard lo ha hecho muy bien. 

 


Las cartas de amor no existen, de Jéróme Bonnell

Si París, Distrito 13 se sumergía en el mundo de Godard, Rohmer y Eustache, Jéróme Bonnell busca en Truffaut y en Rivette el alma  donde refugiarse. En este caso, toda la película, o casi toda, pasa en uno de esos cafés de barrio franceses que solo se encuentran allí. Tras un principio desconcertante, Jonás, su protagonista, llega a la puerta del piso de Lea, su ex amante. Ex porque, él, casado y con un hijo, nunca ha querido dejar a su mujer. Hasta ahora. Aunque, quizás sea ya demasiado tarde porque Lea aun le quiere, pero no le cree. Y Jonás se encuentra sin saber como refugiado en un café debajo de su casa del que no consigue salir por más que lo intenta, como si un ángel exterminador buñueliano y romántico le impidiera alejarse de ese lugar. En ese café encuentra un alma gemela, o mejor, un alma tutelar, Mathieu, un camarero que sabe escuchar. Es entonces cuando Jonás toma una decisión, le escribirá una carta de amor a Lea. Durante toda la jornada que pasa en el café, entre llamadas a su trabajo, a su ex mujer, a sus amigos, Jonás escribe una larga carta de amor de 14 páginas que Mathieu será el único en conocer. Al final de ese día tan especial, Jonás tendrá que decidir si le manda la carta a Lea o no. Y nosotros tendremos que decidir si queremos que lo haga o no.

Las dos películas me han gustado mucho. Han despertado muchos deseos escondidos tras dos años de aislamiento. El deseo de volver a París, de pasear por sus calles,  de comer en sus bistrots, escribir en sus cafés. Y el deseo de volver a ver las películas de la Nouvelle Vague. Un buen escudo para protegerse de la realidad.

(Nota: este domingo hay elecciones en Francia. Espero que los franceses estén a la altura del momento histórico y no den su apoyo ni a Marine Le Pen, ni a Éric Zemmour, ni a Jean-Luc Mélenchon. Estoy segura que los protagonistas de estas dos películas no se lo perdonarían. Yo tampoco.) 

 

EL RINCÓN DE LAS SERIES


Emily en París, Netflix

Ya que estoy en París, me he acordado de una serie de Netflix que vi hace tiempo. Tiene dos temporadas pero yo solo conozco la primera. En cierto modo, Emily en Paris es una puesta al día de Una cara con ángel en el siglo XXI. Al menos en su premisa. Una joven americana de veinte y pocos años, aterriza en París para trabajar en una gran empresa de marketing y publicidad. El choque cultural de esta no neoyorquina (Emily nació en el Medio Oeste) con la elegancia y sofisticación de la capital de Francia, produce los mejores momentos de la serie. Emily es una influencer con miles de seguidores de sus andanzas por París, se equivoca constantemente, se viste de una manera extravagante y colorida y consigue liarse amorosamente con quién no debe. La verdad es que no es fácil recomendar esta serie a todo el mundo. Es irritante, especialmente para los franceses a los que dibuja con todos los estereotipos posibles, es modernilla, es ingenua y romántica. Pero gracias a su encantadora protagonista Lily Collins, a las calles de postal de París, al glamour más chic de la ciudad, a las curiosas amigas y enemigas de Emily, gracias a sus meteduras de pata y su amor por un guapo chef, la serie acaba por enganchar a pesar de su indiscutible irrelevancia. Pero que importa. No todo ha de ser serio y trascendental, ni tener un mensaje importante. A veces simplemente una serie tontorrona y feliz, bonita y alegre, te ayuda a terminar el día con una sonrisa. Una advertencia, no sé si la segunda temporada o la tercera y cuarta que anuncia Netflix tendrán el mismo encanto. Yo solo hablo de la primera.

 El regalo de esta semana es como no un dibujo de Paris, la versión de Ramon de la foto que ilustra el Rincón.



 

viernes, 1 de abril de 2022

TRILOGÍA

A veces una película de estreno se convierte en el cabo de un hilo del que tirar para descubrir un mundo, o en este caso, un director, que por las razones que sean ¡hay tantas! se me había escapado. El estreno es el de un film italiano que se titula Para Chiara y el director es Jonas Carpignano, un italiano nacido en Nueva York que vive en la pequeña ciudad calabresa de Gioia Tauro. El hilo de Chiara me llevó a descubrir que este interesante film era la tercera parte de una Trilogía Calabresa que Carpignano comenzó en 2015 con Mediterranea, siguió en 2017 con A Ciambra y culmina ahora con Para Chiara. Un retrato a tres bandas de una ciudad del sur de Italia a través de los inmigrantes africanos, la comunidad gitana y las familias mafiosas de la Ndrangueta. Buscando un poco tuve la grata sorpresa de encontrarme con las dos primeras entregas de esta Trilogía en Filmin, lo que me ha permitido sumergirme en el universo de Gioia Tauro de la mano de Carpignano.

 


(Koudous Seihon, Ayiva en el film)

Primera entrega Mediterranea, 2015 Filmin

Conocemos a Ayiva y su amigo Abas mucho antes de llegar a Calabria. Los vemos en su peligroso viaje desde Burkina Faso a través del desierto de Argelia; el paso a Libia donde tienen que enfrentarse a nuevas dificultades; la precaria embarcación en la que intentan llegar a Italia; el rescate en el mar; el primer contacto con los italianos. Todo esto está contado con un tono documental, sin tremendismo. Ayiva y Abas acaban viviendo en Rosarno, en Calabria. Tienen tres meses para conseguir un contrato que les permita quedarse en Italia. A partir de aquí, el film nunca se separa de Ayiva, le sigue en su trabajo como recogedor de naranjas, le acompaña en sus llamadas a Burkina Faso para hablar con su hija, convive con él en la comunidad africana, cuenta su amistad con Rocco y su relación con Pio, un niño gitano de 12 años con el que establece un vínculo muy especial. El film no cae nunca en la violencia gratuita, tampoco abusa del miserabilismo habitual en este tipo de historias, el racismo está presente en los grupos de extrema derecha, pero no es el tema de la historia. Lo que le interesa a Carpignano es ver cómo este africano inteligente se integra poco a poco en la sociedad sin dejar nunca de ser él mismo. Rodada con actores no profesionales, en los espacios y lugares donde vive la comunidad africana, el film va dibujando poco a poco el mundo de esos inmigrantes a los que el director respeta y escucha en todo momento.

 


(Pio Amato, Pio en el film)

Segunda entrega A Ciambra, 2017 Filmin

Jonás Carpignano descubrió a Pio Amato, el adolescente gitano, en el rodaje de su primer film. A través de su amistad con él llegó a conocer a toda la familia Amato y empezó a pensar en hacer una nueva película con ellos como tema central. El resultado es A Ciambra, en la que participa todo el clan, desde el abuelo hasta el más pequeño, rodado en el barrio gitano de Giogia Tauro. El estilo de Carpignano se hace sentir plenamente en esta ficción documental. Ficción, porque lo que se cuenta es una historia escrita, documental porque quien la interpreta y como la interpreta son auténticos y verdaderos. A Ciambra cuenta la aventura de crecimiento de Pio, su paso no de niño a hombre, sino de adolescente a adulto. Cuando su hermano mayor y su padre son detenidos y encarcelados, Pio decide demostrar que puede hacerse cargo de la familia. Y se arriesga y se pone en peligro y encuentra ayuda en Ayiva, que sigue viviendo en el pueblo. Esta amistad entre el niño gitano y el africano junto con el fantasma de su abuelo, el jefe del clan al que Pio ve en sus ensoñaciones, son los puntos de apoyo del chico. Nada complaciente ni condescendiente, el film nos muestra a Pio en toda su crudeza, roba, fuma, bebe, pero no puedes dejar de quererlo, de compartir la empatía que el director siente por él desde que lo conoció en el rodaje de Meditarranea.

 


(Swamy Rotolo, Chiara en el film)

Tercera entrega Para Chiara. Estreno en salas

En la historia de Pio y su familia juega un papel muy importante la mafia calabresa, la Ndrangueta. Después de hacer dos films sobre comunidades marginales de la ciudad, Carpignano pensó en adentrarse en el mundo de la Malavita y empezó a escribir el primer guión de lo que iba a ser Para Chiara. Conocer a Swamy Rotolo, una adolescente de trece años, fue el detonante para construir el film a partir de ella y su familia. Igual que hizo con los Amato, el director convenció a toda la familia Rotolo para que trabajaran en la película siendo y no siendo ellos mismos. Más que hacer un film sobre la mafia, lo que le importaba era investigar las relaciones familiares de un colectivo que vive de la economía sumergida y no es consciente de estar delinquiendo con lo que hacen. En los cinco años que separan Medierranea de Para Chiara Carpignano se ha convertido en un director sólido y seguro. La secuencia de la fiesta del 18 cumpleaños de Giulia, la hermana mayor de Chiara con la que empieza la película, es perfecta en su puesta en escena y funciona como un espejo con la última en la que es Chiara la que celebra sus 18 años en un contexto completamente diferente. Entre una y otra Chiara descubrirá quién es su padre, qué hace su familia para vivir y como una Alicia perdida en la madriguera, transitara por el mundo más oscuro de la realidad. En su viaje se cruza con Ayiva, y tiene un encuentro complicado con Pio y su familia gitana. Igual que Ayiva, o Pio, Chiara empieza el film en un punto y lo acaba en otro. Chiara empieza como una adolescente y acaba como una mujer que ha escogido el camino que quiere seguir en la vida. 

La Trilogía Calabresa de Jonás Carpignano me despierta un eco que reconozco, el de La leyenda del tiempo y Entre dos aguas, de Isaki Lacuesta con la que comparte el tono documental con personajes reales interpretando una historia de ficción. En algunas críticas al cine de Isaki y de Jonas se habla de neorrealismo. Pero yo no creo que su cine sea neorrealista en el sentido clásico del término. Más bien lo llamaría docurrealismo. En todo caso, tanto el díptico gaditano de Lacuesta, (que por cierto quedará para la historia ya que la Junta de Andalucía ha decretado el derribo de las Casetas de San Fernando donde se rodaron ambas películas, una vergüenza y una pérdida lamentable de uno de los lugares más emblemáticos de la Bahía de Cádiz), como las tres películas de Carpignano, son una muestra de una nueva manera de mirar la realidad desde el cine.

 

EL RINCÓN DE LA EXPOSICIÓN


Hace mucho tiempo que no iba a una exposición. Desde antes del confinamiento me parece, aunque ya no lo sé porque el tiempo ha perdido un poco el sentido. La exposición que me ha hecho salir de casa es una que se puede ver en Cosmocaixa en Barcelona. Se titula El Sol, viviendo con nuestra estrella. Es una muestra no demasiado grande, lo justo para no cansar, con muchos instrumentos con los que se puede jugar y explicaciones sencillas y muy claras. No se trata solo de entender el Sol como la estrella central de nuestra vida, sino de hacer una especia de giro de 360 grados en torno a todas las variantes del sol, desde su adoración hasta su capacidad curativa, desde la exploración de su estructura hasta sus muchas utilidades, de lo inmenso del espacio a lo cotidiano de los relojes. Es una exposición preciosa, didáctica con mucha información y con imágenes espectaculares. Pero quizás lo que más me gustó de la expo fueron dos cosas que tienen que ver con la gente. Por un lado, ver a grupos de niños descubriendo el Sol en su grandeza, disfrutando con los experimentos, escuchando las explicaciones. Que estos niños aprendan que el mundo es mucho más grande que su pequeño entorno me parece una gran lección de vida en estos momentos en los que todo es tan desolador. La otra cosa fue comprobar la entrega de los chicos que acompañan y vigilan la exposición. No solo su amabilidad, también su preparación y entusiasmo al explicar la estructura del Sol o el futuro de la estrella. Fue una mañana estupenda en la que el Sol no lucía en Barcelona pero si brillaba en todos su esplendor en Cosmocaixa.

 El regalo de esta semana es un sol de Ramon