Francia vota este domingo.
Francia tiene que elegir entre Macron y Le Pen. Muchos franceses lo tienen
claro, mejor un Macron conocido que una Le Pen con piel de cordero. Pero hay
otros muchos que aun dudan. Sobre todo entre la izquierda melenchoniana. Lo que
se juega no es solo su presidencia, es la consolidación de una idea de Europa
que Macron defiende y Marine Le Pen ataca. Una aliada de Putin en Francia puede
ser mortal para todos. Pero ¿lo entenderán así los chicos que estos días
tomaban la Sorbona al grito de “Ni Macron, ni Le Pen”? Suenan ecos de un nuevo
mayo del 68. Parece mentira que hayan pasado casi sesenta años y vuelva a oírse
el mismo mensaje. Solo que ahora es mucho más peligroso que entonces. “Ni
Macron, ni Le Pen” significa en realidad ni Unión Europea, ni OTAN. La
indignación estudiantil se entiende después de dos crisis, una pandemia, una
guerra y un porvenir más negro que el carbón al que habrá que volver para
calentarse. Pero la solución no es el aislacionismo. En la encrucijada entre
Macron y Le Pen yo no tendría dudas. Votar a Le Pen es muy peligroso, pero ¿cómo
se lo hacemos entender a los jóvenes? De ninguna manera. Lo aprenderán solos si
es que tienen tiempo de hacerlo.
Bueno, ya me he desahogado.
Ahora puedo hablar de tres películas francesas muy distintas entre sí. Las tres
importantes.
Arthur Rambo, de Laurent Cantet
En
la cónica de San Sebastián del año pasado escribí: “Laurent Cantet nació
cinematográficamente en San Sebastián cuando ganó el Premio Nuevos Directores
en 1999 con Recursos humanos. Ahora, más de veinte años después, ha
vuelto a la competición con un film que se llama Arthur Rambo, una
mezcla de la provocación intelectual del poeta francés Rimbaud y la violencia
del personaje de Hollywood. Arthur Rambo es el pseudónimo de un escritor
magrebí que está triunfando con una novela basada en la historia de su madre.
Pero Karim D, tiene un Mr Hyde en forma de Arthur Rambo, un twitero compulsivo
capaz de decir las más espantosas vilezas. Xenófobo, racista, machista,
antisemita, Arthur Rambo lo tiene todo. Cuando se descubre que Rambo es Karim,
se desata sobre él una tormenta perfecta de contradicciones que van desde la
hipócrita actitud de sus editores y amigos, hasta la toma de conciencia de lo
que sus twits han provocado entre la gente que se los ha creído de verdad. Una
película imprescindible por muchos motivos.” Poco me queda por añadir. Arthur Rambo es además de todo esto una
denuncia clara de las redes sociales, de las fake news, de los perfiles
inventados. Todos los peligros que nos acechan en la moderna cultura de la
(in)comunicación. Pero con el toque Cantet, un autor que demuestra que sin
estridencias se consigue micho más que gritando.
La Croisade/Un pequeño plan…
como salvar el planeta, Louis Garrel
También viene de San Sebastián
el último film de LouisGarrel como director y como actor. Entonces escribí: “La
cruzada de los niños es la excusa que encuentra Louis Garrel para hacer esta
segunda entrega de las aventuras de Abel y Marianne con su hijo Joseph. En este
caso, Joseph y sus amigos están dispuestos a salvar el planeta en una nueva
cruzada de los niños. Y para hacerlo no dudan en tomar medidas muy drásticas.
Fábula moral más que otra cosa, Un pequeño plan… como salvar el
planeta es un cuento lleno de encanto, un recordatorio de las muchas
cosas que aún nos quedan por hacer.” Es curioso lo que me ha pasado con esta peliculita
que diría José Luís Guarner. Vista en septiembre del 2021 tenía un sentido, una
razón de ser: el cambio climático, la defensa de la Tierra, la preocupación de
qué planeta les dejaremos a nuestros hijos, no solo eran temas importantes,
ERAN, los temas importantes en un mundo donde las certezas estaban establecidas
a pesar de que la pandemia del dichoso bicho había hecho saltar algunas de
ellas. Ahora, cuando se cumplen dos meses de la guerra en Ucrania, la
preocupación por el clima, por el planeta no es que haya dejado de ser
importante (lo sigue siendo) pero ha pasado a un segundo plano bajo la presión
de una invasión injustificada y brutal a la que el clima y la tierra parece no
importarle nada. Por eso este divertimento en forma de cuento de niños y de
adultos, adquiere una relevancia especial. Nos recuerda que los putines de este
mundo no deben triunfar bajo ninguna circunstancia o, además de acabar con un
país y una manera de entender el mundo, acabarán también con el mundo. Un pequeño plan… es un remanso de paz.
Arde Notre Dame, Jean-Jacques Annaud
Hace justo dos años se produjo el pavoroso incendio de la catedral de París, Notre Dame. Vuelvo a recordar lo que escribí en el blog del 20 de abril de 2019. “La tristeza enorme de ver caer la aguja gótica, de ver las llamas naranjas y azules saliendo del corazón de la iglesia, es infinita. No se sabe aun que lo ha provocado. ¿Un error humano? ¿Una imprudencia en las obras de reconstrucción? ¿O un sutil y muy sofisticado atentado a uno de los símbolos de la cultura y la civilización democrática europea? Mi vena conspiranoica vuelve a aparecer, pero no puedo dejar de pensar que justo ahora, en vísperas de unas elecciones europeas decisivas, quemar esta obra que es de todos y que representa una historia común, es un golpe perfecto. Espero equivocarme, bueno, seguro que me equivoco y que todo fue fruto de un accidente por el estado en que estaba la catedral. Por suerte, pasados unos días, podemos ver que los daños no son tan graves como se pensó, aunque siempre quedará la imagen de la aguja cayendo como un icono del final de una manera de entender la cultura. Y otra cosa. Yo no la reconstruiría. Al menos no igual que era. Eso sería falsear la historia, convertir Notre Dame en una Sagrada Familia en París. No, yo haría lo que se hacía en otros tiempos, pensar en ella desde el presente. Y eso significa dos cosas: dejar la herida, pero garantizando la seguridad. O hacer un sincretismo entre el pasado y el presente (¿qué era el gótico respecto al románico o el barroco respecto al gótico?). Pero claro, lo que yo piense seguramente no le interesara a nadie. Conservar la ruina es un recuerdo vivo de lo que estamos haciendo con nuestra cultura. Rehacerla como era, es falsear esa memoria. Reconstruirla desde el presente, es mirar al futuro.” Arde Notre Dame, el film de Annaud ha venido a darme respuestas a algunas de las preguntas que me hacía en este texto. Annaud ha hecho un film difícil de clasificar: a medias documental (hay mucho material filmado en el momento) a medias ficción (los personajes son tanto reales como inventados) a medias cine de catástrofes, a medias cine de denuncia social. Arde Notre Dame es una crónica detallada y documentada, hasta donde se puede documentar, de los errores humanos y las coincidencias fatales que permitieron que una de las joyas del arte europeo, un símbolo en sí misma, sufriera uno de los más terribles incendios que se recuerdan. Annaud se coloca al lado de los bomberos que se arriesgaron para apagarlo sin olvidar el aspecto casi grotesco de la gran preocupación de los responsables de la iglesia: salvar la auténtica corona de Cristo y algunas otras reliquias famosas. Entre el suspense por llegar a salvar estos objetos y la lucha de los bomberos porque el fuego no se extendiera a toda la iglesia, la ciudad entera asiste al espectáculo destructor de la catedral de Quasimodo en medio de un caos circulatorio que hace difícil llegar a a tiempo a los equipos de salvamento. El gran acierto de Annaud es el de hacer con este material un film entretenido que te engancha en su acción, que potencia la identificación con los bomberos y deja en el aire no las razones del incendio, bastante fortuitas si hemos de creer lo que nos cuenta, sino qué se deberá hacer después. Un después que es ya nuestro ahora en el que los trabajos de reconstrucción avanzan rápidamente. Para rehacerla “exactamente como era antes”. Vuelvo a decir lo que ya decía en 2019, yo no la habría reconstruido. Pero qué más da.
El regalo de esta semana es un
bodegón. No tiene nada que ver con ninguna película, pero me gusta mucho.
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