sábado, 30 de abril de 2022

AYER

 

“Solo aquello que yo quiero conservar tiene derecho a ser conservado para los demás.” (Stefan Zweig. El mundo de ayer)

Esta frase del final del prefacio del libro autobiográfico de Stefan Zweig me sirve como introducción a la entrada de hoy donde tres películas estrenadas esta semana responden justamente a esa idea: El mundo de ayer, del francés Diastème, Alcarrás, de la catalana Carla Simón y Downton Abbey, Una nueva era del inglés Simon Curtis.

 


Alcarràs, de Carla Simón

Empiezo por la más cercana a nosotros. Alcarràs, segunda película de Carla Simón. Cuando escribí de Verano del 93 dije algo muy parecido a la frase de Zweig: “Hablar de uno mismo, de  tus propias experiencias, contarlas para los demás, es una tentación que no siempre se resuelve bien. Puedes escribirlo o filmarlo para ti, pero si quieres que esa memoria sea compartida, tienes que utilizar bien el lenguaje, ya sea la escritura, ya sea el cine. Y Carla Simón lo hace muy bien. No sé qué hará Carla Simón en su segunda película, pero espero que no pierda esta capacidad de captar la luz del sol en medio de una borrasca de emociones.”. Pues bien, Carla ha hecho una segunda película donde el sol sigue brillando en medio de la tormenta de las emociones. La directora ha vuelto a mirar lo más cercano, su familia, su memoria, para contar una historia universal: el fin de una era, el final de una manera de entender la tierra, el campo, la familia. Alcarràs, como Las uvas de la ira de John Ford (más que de Steinbeck), es el retrato de cómo desparece un mundo para alumbrar otro que no sabemos si será malo o bueno, no es eso lo que importa, pero seguro que será distinto. Lo que importa es el ritmo de las horas entre los árboles de melocotón, lo que importa son las comidas familiares, lo que importa son los instantes compartidos en un empeño colectivo. El gran acierto de Carla es haber conseguido que sus no actores se metan en la piel de una familia para la que ella ha escrito una historia que dibuja, desde el abuelo hasta los niños, figuras en un paisaje de árboles, sol, nubes… A mí me habría gustado que acabará un plano antes del último. Pero luego, cuando pienso en la película, me digo que quién soy yo para opinar sobre lo que ella ha “escogido” contar. Lo que ella ha querido conservar. Y me contesto que Carla ha hecho una película luminosa en su nostalgia, con aroma de frutal y aires de final de un tiempo. Un ayer que está desapareciendo mientras se alumbra un mañana que aun no ha nacido. Alcarràs es un viaje a un mundo, el mundo de ayer.

 


El mundo de ayer, Diastème

Esta película que toma el título del libro de Stefan Zweig, es otra cosa. Es un film, político cien por cien. Creo que estaba previsto estrenarse la semana pasada, pero la coincidencia con la segunda vuelta de las elecciones en Francia desaconsejó sacarla en vísperas de tan decisiva votación. Porque El mundo de ayer se centra en los tres días anteriores a las elecciones presidenciales en Francia, donde la presidenta que está a punto de dejar el cargo se enfrenta al reto de un escándalo de corrupción que afecta al candidato de su partido y por tanto al peligro más que real de que triunfe el candidato de la extrema derecha que le pisa los talones. Mientras en el ala oeste del Eliseo se cruzan conspiraciones y arreglos, miedos, y peligros, ella, magnifica Léa Drucker, se enfrenta a una delicada situación personal, un atentado terrible y la amenaza posible de una involución política de consecuencias imprevisibles. Real como la vida misma salvando las distancias. Un film político, ambiguo y con un final abierto que nos deja con la duda: ¿Y si….?


 Downton Abbey: Una nueva era, de Simon Curtis

Este sí que es un mundo de ayer, tan lejano como el de los cuentos de hadas. La tercera entrega de la serie creada por Julian Fellowes ha llegado a su final. Supongo, aunque no deseo. Porque yo soy fiel seguidora de esta familia de nobles ingleses a los que conocimos en 1912 (en el 2010 de nuestra era) y a los que hemos seguido hasta 1929 (en el 2022  de nuestra era). En esos 17 años de ficción la familia Crawley ha pasado de ser un ejemplo de tradición ancestral victoriana a ser una familia que asume que el mundo ya no es lo que era. Es un mundo de ayer en toda regla. Se ha acusado a Fellowes y Curtis de estirar el producto como un chicle. Yo no estoy de acuerdo. En esta tercera entrega los conflictos se han dulcificado, las lealtades se han consolidado y la curiosa y entrañable familia que integran los señores y los servidores, ha logrado una estabilidad a las puertas de una década que acabará por volver a ponerlos a prueba: los años 30. Pero eso ya se verá si hay cuarta y quinta entrega. De momento estamos con ellos compartiendo el paso del cine mudo al sonoro mientras se cierran historias que acaban bien y quién sabe, se abren otras nuevas. Reconozco y lo digo sin miedo, si no eres fan de la casa de Yorkshire, no la veas. Pero si lo eres o quieres serlo, disfrutarás mucho con la inocencia de estos personajes a los que la Historia ya arrolló una vez y seguramente volverá a arrollar en la próxima década. La nueva era de Downton Abbey es en realidad el mundo de ayer que evocaba Stefan Zweig en su magnífica autobiografía.

“Pero toda sombra es, al fin y al cabo, hija de la luz y sólo quién ha conocido la claridad y las tinieblas, la guerra y la paz, el ascenso y la caída, solo éste ha vivido de verdad”. Stefan Zweig.

 

EL RINCÓN DE LAS SERIES

La edad dorada HBO Max

Me ha parecido que en una entrada que hablaba del mundo de ayer y una semana en la que se estrenaba la última entrega  de Downton Abbey, tocaba recuperar una serie de la que aún no había hablado: La edad dorada. Creada por Julian Fellowes, lo mejor que se puede decir de ella es que no pretende ser un Downton americano. Para nada. La edad dorada evoca la década prodigiosa de 1882, cuando Nueva York era el centro de una revolución urbanística, cultural y social muy lejos del salvaje oeste y la culta europea. En este contexto acompañamos a Marian Brook, una joven que llega a Nueva York para vivir con sus dos ricas tías, en su viaje de integración en un mundo que se mueve entre su propio ayer, el de la excelente Christine Baranski y la dulce Cynthia Nixon representantes de la vieja tradición de americanos descendientes de los primeros colonos, auténtica aristocracia neoyorquina, y la del mañana de los grandes magnates del petróleo y los transportes, encarnados en la poderosa familia de nuevos ricos, los Russell que representan Carrie Coon y Morgan Spector. Con la complicidad de Peggy Scott, una mujer negra solo creíble en ese contexto, la hija de Meryl Streep, Louisa Jacobson, se mete en la piel de Marian para intentar forjar su propio camino entre las dos casas que una frente a la otra, la de sus tradicionales tías, la de los nuevos ricos, la ponen en el camino de la modernidad que llama a las puertas de una ciudad en pleno cambio y crecimiento. Más cruda y seca que Downton, más americana que británica, la nueva criatura de Fellowes está llamada a convertirse en un juguete estupendo para los que nos gustan este tipo de dramas, para los que disfrutamos con Louis May Alcott y con La edad de la inocencia de Martin Scorsese. La edad dorada es el contra plano perfecto de una película como Horizontes de grandeza. Ver la serie y la película de William Wyler es casi una lección de historia americana que permite entender como ese mundo de ayer sigue siendo el mundo de hoy mismo.

 El regalo de esta semana son unos melocotones que Ramon ha dibujado y que le dedico especialmente a Carla Simón.



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