sábado, 26 de diciembre de 2020

REGALOS


 Cuídense, cuidaros, cuídate. El verbo cuidar ha sido el más conjugado en los mensajes cruzados de esta extraña Navidad. Cuidarnos antes que ser felices, o mejor dicho, cuidarnos para poder ser felices. Por eso, ante esta última semana del año uno del bicho, en la que el sentido común y las autoridades no competentes nos recomiendan quedarnos en casa, propongo cuatro regalos de libros que vienen acompañados de cine. ¡Cuídense!




El último austrohúngaro. Conversaciones con Berlanga, Manuel Hidalgo y Juan Hernández Les. Alianza Editorial

En 1981, cuando Berlanga tenía 60 años y había hecho doce películas, los jóvenes críticos Manuel Hidalgo y Juan Hernández Les publicaron un libro de entrevistas con el director. En el año 2010, a las puertas de los 90 años, Luís García Berlanga murió sin que Hidalgo y Hernández Les hubieran podido hacer una segunda parte hablando de las seis películas que dirigió después de la publicación del libro. Entonces pensaron que sería una buena idea recuperar, revisado y aumentado, esas conversaciones con Berlanga. Pero el tiempo y la vida son implacables y fueron pasando los años. Juan murió en el 2019 sin que el proyecto llegara a realizarse. Ahora, a punto de comenzar el año en el que Berlanga habría cumplido cien, Manuel Hidalgo ha decidido hacerlo como homenaje al cineasta valenciano y como recuerdo al amigo y compañero. Y aquí están estas Conversaciones con el último austrohíngaro que nos devuelven las agudas palabras y las poco ortodoxas reflexiones del director en un texto que se complementa con una crono-biografía y una filmografía comentada. Al final de la charla sobre El verdugo, Berlanga afirma muy convencido: “¿Cómo me gustaría morir? No muriéndome”. Creo que en cierto modo, Berlanga lo consiguió. Berlanga no se ha muerto, está en sus magníficas películas, está, incluso, en sus malas películas. Berlanga nunca será un director que se pueda encerrar en un museo. Desde Bienvenido Mr Marshall, tan vigente ahora que estamos esperando el dinero caído del cielo europeo, soñando como lo vamos a usar, igual que los habitantes de Villar del Río, hasta Todos a la cárcel, miserablemente de moda con los casos de corrupción constante en todos los ámbitos, pasando por la mirada tierna y nada revanchista sobre la guerra civil en La vaquilla, el ácido retrato de la transición del ciclo Nacional o ese Plácido navideño en este año en el que, no solo no hemos podido sentar un pobre a la mesa, sino que casi no nos hemos podido sentar nosotros mismos, su cine, su memoria, su falta de convencionalismos siguen vivos y muy presentes. Vale la pena leer el libro, pero sobre todo, vale la pena volver a ver sus películas. (en Flixolé hay por lo menos 12 de sus films).

 



Reina del grito, Un viaje por los miedos femeninos, Desirée de Fez, Blackie Books

Me encanta que me gusten los libros de amigos y me gusta encontrarme con libros que me sorprenden. Por eso me sentí feliz cuando cayó en mis manos Reina del grito, de la crítica de cine Desirée de Fez. Pensaba que iba a leer un ensayo sobre el cine de terror, especialidad de Desirée, pero sin dejar de serlo, me encontré con un texto personal y único. Si se quiere resumir el libro se puede hacer en dos frases: “Tengo miedo de todo”. “El cine de terror me ha ayudado a superarlo”. Parece una contradicción, pero no lo. En este libro autobiográfico y casi confesional, Desirée retrata sin ningún miedo todos sus miedos. Algunos compartidos por muchas mujeres, miedo a la maternidad, a caminar sola de noche; otros compartidos con hombres y mujeres, miedo a fracasar profesionalmente, a no ser aceptado; y unos pocos personales de la autora, miedo al propio cuerpo, a los deseos. Desirée de Fez conjura esos miedos en el refugio paradójico del cine que da más miedo: el de terror. Desirée es madre de un niño y una niña. Sus hijos son importantes, no solo en su vida, también para entender este libro de auto reflexión que empieza precisamente con una conversación con su hija cuando tenía dos años en la que la niña le dice que no quiere ir al colegio “porque tiene mucho miedo” y acaba con otra conversación con su hija en la que la niña, ahora de tres años, le dice.  “A ver mamá, basta. ¡Ya está bien! No tienes que tener miedo. Ya eres mayor”. Entre una y otra Desirée teje su vida desde su infancia en Santa Coloma hasta su presente actual, vinculando sus vivencias a películas de terror que simbolizan e ilustran sus miedos en un libro sobre el género, de terror, desde una perspectiva de género, el de ser mujer. Divertido, escrito casi como una novela, Reina del grito se puede leer sin que te guste el cine de terror y sin que conozcas las películas de las que habla. Es un libro que invita a repensar la propia vida a través del cine que se ha visto. Porque la conclusión final es muy sencilla: todas las películas hablan de mí.

(ver películas de terror estos días puede ser un contrapunto ideal para superar el miedo que produce el mundo exterior).

 


John Le Carré

La muerte de John Le Carré hace unos días es una buena excusa para releer sus novelas y para volver a ver las muchas adaptaciones que se han hecho de ellas en cine y en televisión. En este blog he hablado varias veces de John Le Carré. En la entrada del 12 de septiembre del 2014 escribí sobre El hombre más buscado, excelente película protagonizada por Philip Seymour Hoffman. Antes, en la del 24 de diciembre del 2011, comenté lo mucho que me gustaba El topo, basado en uno de sus libros más importantes. He citado varias veces al escritor británico relacionándolo con otros temas, casi siempre de espionaje o problemas políticos muy actuales. Estos días he hecho un rápido repaso por las plataformas para ver que había de John Le Carré y entre todo lo que he encontrado sale un ciclo muy apetecible.

El infiltrado, serie de seis episodios dirigida por Susanne Bier que se puede ver en Amazon, basada  en una novela publicada en 1993.

La chica del tambor, serie de seis episodios dirigida por Park Chan-wook, con Florence Pugh en el papel que hizo Diane Keaton en 1984. Está en Movistar.

También en Movistar es posible encontrar El jardinero fiel, una de las más duras miradas sobre los problemas de la descolonización en África.

En Filmin hay cinco películas: El topo, El espía que surgió del frío, La casa Rusia, Llamada para un muerto y El espejo de los espías.

Seguramente muchos las habrán visto, pero no importa, Le Carré nunca defrauda. Volver a leerle es siempre un placer por su lucidez y su capacidad de ser espejo de su tiempo. En su última novela publicada, Un hombre decente, mostraba todo su desprecio por el Brexit que estos días convertirá Gran Bretaña en un desierto orgullosamente independiente, pero también orgullosamente miserable y lleno de virus de distintos colores. También en esa excelente novela que me encantaría ver convertida en serie o película, Le Carré, denunciaba la influencia determinante de los servicios secretos rusos (como se está demostrando) en todos los ámbitos de la política más actual. Me habría gustado ver que hacía Le Carré con la pandemia que nos domina y atemoriza desde hace ya nueve meses. No lo sabremos nunca. Por suerte, tenemos sus  libros y sus pelis.

 



El leopardo de las nieves o la promesa de lo invisible Vincent Munier, Errata Naturae

El leopardo de las nieves es un libro clásico de Peter Matthiessen, especie de guía espiritual para aventureros de las montañas y del pensamiento. No lo he leído entero, pero muchas veces lo he consultado, a veces al azar. Como hoy mismo, cuando he abierto el libro sin pensar y me he  encontrado con esta frase subrayada por Ramon, que si se ha leído el libro entero. “Me encuentro ante una excelente ocasión de soltar lastre, de “ganar la vida perdiéndola”, lo que no significa temeridad sino aceptación, ni tampoco pasividad sino desprendimiento.” Me ha parecido una frase profética para encarar el año que viene, con todo los retos que nos va a plantear. Los libros son siempre buenas guías para la vida.

Pero en este caso, no es del más que recomendable libro de Matthiessen del que quiero hablar, sino de un libro de parecido título: El leopardo de las nieves o la promesa de lo invisible, del fotógrafo y cineasta francés Vincent Munier. Cuenta cinco expediciones a las montañas del Tibet, realizadas entre 2011 y 2018, en busca del más mágico y fantasmagórico de todos los animales, el mítico leopardo de las nieves. Durante estas cinco expediciones, Munier, acompañado de un guía tibetano y en cada ocasión con distintos compañeros, fotografía las montañas, la nieve, el paisaje, los animales, el cielo y la tierra, buscando al casi invisible leopardo al que entrevé en varias ocasiones y al que consigue fotografiar siempre de lejos. Es un libro de fotos en blanco y negro fascinantes en su indefinición que relata en forma de diario la búsqueda de lo invisible. Hay momento muy bonitos en el libro como éste: “Será un día sin fotos, pero me llevo imágenes magnificas, escondidas en algún rincón de mi imaginario… Pienso en aquella frase de Jean Giono: “Sobre todo nada de cámaras ni de cachivaches: los paisajes bellos no se albergan en las máquinas, se aposentan en los sentimientos.”  Tomemos nota de esta idea en estos tiempos en los que parece que si no hacemos una foto no sentimos realmente haber estado en algún sitio. Los dos libros de los leopardos se pueden ilustrar visualmente con un precioso documental de Vincent Munier que se encuentra en Youtube https://www.youtube.com/watch?v=lUJQRMeYFqM

Esta imagen del libro y del documental, se podría llamar ¿Dónde está el leopardo de las nieves?


 

El regalo de esta semana es uno de los cuadros de Ramón que siempre me hace pensar en Navidad.


 

sábado, 19 de diciembre de 2020

JACK LONDON Y TRES RAREZAS

 


Martin Eden

Descubrí a Jack London cuando tenía 20 años. En los cuatro años siguientes, leí todo lo que pude encontrar de él. Algunas cosas en castellano, la mayoría en francés. De London me encantaba la mezcla entre aventura, filosofía, naturaleza y combate con uno mismo, con el paisaje, con el mundo. No supe quién era el escritor hasta mucho después. Por eso, cuando leí Martin Eden por primera vez en 1973, no me podía imaginar que ese relato de auto destrucción y creación era en realidad una autobiografía encubierta del propio London. Jack London es uno de los escritores que más veces se ha adaptado al cine. Las novelas del ciclo de la fiebre del oro y la vida salvaje en el Klondike y el Yukón, han sido películas y series en decenas de ocasiones desde la primera en 1907 hasta la última este mismo año, La llamada de lo salvaje, con Harrison Ford. También sus cuentos han dado pie a muchas adaptaciones, una de las últimas la excelente serie de Mateo Gil, Los favoritos de Midas con Luis Tosar, que se puede ver en Netflix. Por eso no deja de ser curioso que entre los más de 160 títulos que adaptan la obra de London, solo cinco se hayan atrevido con el libro de Martin Eden: un film mudo de 1914, una película de 1942 con Glenn Ford, una serie inglesa en 1979, una serie muy desconocida del año pasado y ésta del director italiano Pietro Marcello. Marcello nos ofrece una versión napolitana del antihéroe de London en un film hermoso, libre y muy contemporáneo. Ambientada en Nápoles, el Martin Eden de Marcello, con el rostro de piedra esculpida del actor Luca Marinelli, es el retrato de un hombre individualista y autodestructivo que atraviesa los grandes conflictos de la primera mitad del siglo XX. Relato atemporal y eterno, Martin Eden integra la mirada documental de su director en la narración de la vida de este obrero desclasado, desubicado en todos los contextos. Martin Eden es un arrebatador experimento visual, una excelente radiografía del siglo XX y un fiel retrato de las dificultades de la creación. Una gran película que nos devuelve la vitalidad y vigencia de la obra de un gran escritor.

 

RAREZAS



Rareza musical: Descubriendo a José Padilla, Marta Figueras y Susana Guardiola, estreno en Filmin

Crecí en una casa donde se cantaba mucho. Mi madre y mi abuela, también mi hermana, cantaban muy bien. Yo no, lamentablemente. A mí me expulsaron del coro infantil a los siete años y el trauma me ha impedido cantar toda mi vida. Pero algunos de los recuerdos más bonitos de mi madre es cantando canciones de la España de sus amores, la que dejó en 1939 cuando tuvo que exiliarse en México. Mi madre cantaba tangos, cuplés, canciones de Conchita Piquer. Y cantaba El relicario y La violetera mientras tejía suéteres para todos. Nunca se me ocurrió pensar que esas canciones tenían un autor, de la letra y de la música. Por eso, cuando Marta Figueras me mandó un link para ver su debut como directora, no esperaba encontrarme con ese pasado feliz en forma de música. Nunca un título fue tan apropiado: Descubriendo a José Padilla. Efectivamente descubrimos a José Padilla, el compositor de esas y de muchas más canciones que están en la memoria popular de varias generaciones. Fue una sorpresa. Pero no solo por conocer a un personaje del que ni siquiera sabía su existencia. También por la forma como lo vamos descubriendo en un documental muy trabajado, muy bien documentado y con una intención muy clara: reivindicar una música importante. No fue amor a primera vista. Al principio, la voz en off y el niño pianista, me escamaron un poco. Pero enseguida la historia coge vuelo y te arrastra en la vida de este personaje a través del mundo de principios de siglo XX, Madrid, Barcelona, Valencia, París, Buenos Aires, Nueva York… Usando el contrapunto de imágenes de archivo muy bonitas y bien seleccionadas –algunas espectaculares como todas las de Mistinguett–, con imágenes de ahora mismo filmadas en los espacios donde sucedió la historia, la vida de José Padilla adquiere una dimensión de atemporalidad, o de eternidad, muy especial. Descubriendo…es un documental musical antes que nada y esa es la razón de que las interpretaciones sean fundamentales. En esto Marta y Susana también juegan al diálogo entre actuaciones históricas, Carlos Gardel, Sara Montiel, Raquel Meller, y actuaciones actuales que ofrecen versiones muy contemporáneas de canciones legendarias. Todo junto compone un musical que es retrato de una época tanto como retrato de un músico estupendo al que vale la pena conocer y reconocer.



 Rareza malsana: Baby, de Juanma Bajo Ulloa, estreno en salas.

Esta es una película extrema. En todos los sentidos. Formalmente, por la apuesta de contar una historia sin una sola línea de diálogo, usando el sonido y la música como creadores de atmosferas. Pero el extremo nace sobre todo de la manera como Bajo Ulloa, con la ayuda de seis actrices que se han puesto en sus manos para que haga con ellas lo que quiera, narra este cuento gótico y cruel, malsano y turbio sobre las diferentes maneras de encarar la maternidad. Es este tema el que enlaza Baby con sus dos primeras películas, las inquietantes Alas de mariposa y La madre muerta. Madres de todo tipo: la que no puede resistirse al instinto; la que no puede soportar el dolor de la pérdida; la que es incapaz de entender lo que es ser madre; la que cree que se puede comprar la maternidad y por último, la niña que aún no sabe lo que eso significa. Poblada de arañas, gusanos, ratones y mariposas, casi toda la película sucede dentro de una casa encantada, llena de recovecos, como la guarida de una Alicia encerrada sin poder escapar de la tela de araña que se teje en ese lugar fascinante y terrible. Porque la película es tan fascinante como desagradable., tan hermosa como perversa. Baby es un experimento formal, un ensayo cruel sobre la maternidad, un cuento que no deja indiferente: o la odias o caes bajo su influjo. El espectador es libre de decidir en qué lado de la línea se queda.

(un apunte curioso que me parece interesante: El director de fotografía de Descubriendo a José Padilla y de Baby, es el mismo: Josep María Civit. El hecho de ser tan distintas y de tener las dos fotografías excelentes, nos demuestra la gran profesionalidad de Civit que sabe adaptarse tanto a la mirada documental cercana y fresca del musical, como a la hermosura fétida del cuento macabro y maternal).

 



Rareza cotidiana: El arte de volver, Pedro Collantes, estreno en salas.

El cine español es muy variado, muy diverso (la prueba son estas tres rarezas estupendas). Y en su diversidad tiene cabida una especie de subgénero que podemos llamar rohmeriano o incluso jonastruebiano. El debut de Pedro Collantes en el largo, tras una larga trayectoria en el corto, se enmarca en este tipo de cine. Cuenta las primeras 24 horas que Noemí, (maravillosa Macarena García) pasa en Madrid, donde ha llegado para participar en un casting después de vivir seis años en Nueva York. Sus encuentros, siempre en diálogo uno a uno con otra persona, la llevan desde la sala de espera del casting donde soporta a una aspirante muy pesada, a la habitación de su abuelo en una residencia; de una conversación difícil con su hermana, a la tristeza de un encuentro frustrante; del descubrimiento de una traición, a una secuencia, en un taxi donde Noemí se da cuenta de que ella no es el centro del mundo. Concebida como pequeñas viñetas en las que poco a poco vamos conociendo a Noemí, lo mejor del film es su ritmo pausado, tranquilo, sin estridencias ni momentos de tensión, pero si con una sensación no tanto de tristeza como de abandono de capas muy pesadas que Noemí va dejando atrás. Al final, Noemí surge como una mariposa de una crisálida (quizás la metáfora me la ha sugerido Baby) y podrá encarar una nueva etapa de su vida. Me gusta mucho esta película rodada en once días justo antes del confinamiento de la primavera. Cine hecho de verdades que no tienen porque ser reales, cine limpio y libre de presiones. 

El regalo de esta semana  es una hermosa orquídea, tan violeta como las de la canción, tan perturbadora como los insectos de Baby y tan bonita como Noemí.



sábado, 12 de diciembre de 2020

SERIES

 


(¿Cuál escojo?)

Tengo una sensación que creo que no es solo mía por lo que he podido hablar con algunos amigos: estoy saturada de imágenes, de series, de oferta on line para la que no tengo ni tiempo ni capacidad de asimilación. Estoy saciada sin gusto, como en las cadenas de comida rápida donde comes y comes, pero no encuentras el sabor de nada. Muchas veces me acuerdo de lo que me contó una amiga mía que vivía en Berlín Oriental antes de la caída del muro. Es probable que esto ya lo haya dicho (de palabra seguro) pero incluso por escrito. Después de once años de blog, no me acuerdo de todo lo que he contado en estas páginas. La historia es esta. Cuando cayó el muro y los berlineses del este pudieron pasear por Berlín, muchos descubrieron los grandes almacenes de KaDeWe. Acudían allí como las moscas a un pastel. Pero muy pronto se dieron cuenta de que no podían comprar nada. No porque su dinero no sirviera, sino porque eran incapaces de elegir. Acostumbrados a una economía donde había una o como mucho dos tipos de cosas (dos mermeladas, dos yogures, dos de lo que fuera) colocarse delante de los estantes de la sección de alimentación del KaDeWe donde había al menos 100 mermeladas diferentes, 100 yogures diferentes, les producía tal vértigo que se iban sin comprar nada. Entre las dos ofertas del Berlín Oriental y las 100 del Berlín Occidental, debería haber un intermedio que permitiera conocer y escoger con capacidad y criterio. Pues bien yo ahora me siento como una ossie (habitante del este de Berlín) en medio de un KaDeWe de oferta audiovisual. Hay tanta que acabo por apagar el ordenador o la televisión y me voy a pasear o a leer. Pero no es justo. Porque entre tanta posible basura hay sin ninguna duda series y películas que son buenas, incluso que son excelentes y necesarias. Por eso sigo buscando información en los sitios que me dan confianza; por eso selecciono todo lo que puedo para encontrar la mermelada que me gusta o el yogur que necesito. Y para hacer eso hace falta una red de gente fiable, de amigos que te descubran cosas. Yo misma me he convencido a mi misma de que puedo orientar de alguna manera. Y por eso continuo hablando de series.

Pero antes de entrar en la que esta semana me gustaría recomendar, hay otra reflexión sobre las series que me parece interesante. En realidad creo que habría que buscar otro nombre para las series tal como se ofertan ahora mismo. La definición de serie se ajusta a lo que eran hace diez, veinte, treinta años. Un episodio semanal durante años y años. Friends tuvo diez temporadas; Expediente X, 217 episodios; Perdidos duró seis años. Esto empezó a cambiar con Twin Peaks de David Lynch, pero el cambió definitivo ha venido con el auge y expansión de HBO, Netflix o Filmin. Las series ahora son más cortas (incluso las largas tienen temporadas de 10 episodios); y aunque HBO y Movistar siguen ofreciendo un capitulo semanal, algo anacrónico, lo normal es verlas seguidas en una o dos tardes. La mayoría tienen entre 6 y 8 episodios que se pueden ver como una película larga. De hecho, las series se empiezan a consumir como las novelas: un libro se puede leer de un tirón o por capítulos o incluso por páginas. Las series también. El hecho de poder verlas a cualquier hora y en cualquier sitio (si se tiene un ordenador y wifi, claro) hacen que se consuman como antes se consumían los libros. A los que por cierto no han sustituido del todo. Un libro sigue siendo un placer solitario, las series suelen ser placeres compartidos.

Buen, tras este discurso, paso, como no, a “recomendar una serie”.

 


How to With John Wilson

Descubrí esta serie estupenda gracias a Marta Armengou (fiarse de los amigos y las amigas es la primera regla para no perderse en la selva de la oferta). Se puede ver en HBO, es una serie de seis episodios de 25 minutos. Fue una sorpresa paulatina. De entrada, el primer capítulo, How To Make a Small Talk, algo así “Cómo entablar una conversación intrascendente”, me desconcertó mucho. John Wilson lleva la cámara en todo momento. Su visión es completamente subjetiva. Sale a la calle y filma el Nueva York donde vive con una libertad absoluta. Es un documental, si, desde luego. Todo lo que Wilson nos enseña es real y no está manipulado. Lo que el director manipula es la dirección de su mirada. Y en este primer episodio se fija en esas conversaciones banales que le llevan casi sin darnos cuenta hasta un resort de pesadilla en Cancún. Cuando acabó, pensé, ¿qué es esto? Pero seguí. El segundo capítulo se llama How to Put Up Scaffolding, algo así “Cómo evitar un andamio”. Este me gustó mas, no solo porque me encanta mirar ciudades y descubrir espacios inesperados, sino porque la idea del envoltorio permanente de los edificios es algo que me ha obsesionado desde hace tiempo ¿Qué hay detrás?, ¿Qué hace la gente que vive ahí? ¿Es seguro pasar por debajo de un andamio? Wilson los mira, los estudia, los vive, siempre desde fuera. Bien. Pasemos al tercero How To Improve Your Memory, es decir “Cómo poner a prueba tu memoria”. Este me enganchó del todo, sobre todo la idea del palacio de la memoria (algo que ya he leído en algún otro sitio, no recuerdo dónde). En este punto, llevaba un poco más de una hora y media viendo la serie y ya no podía parar. El cuarto, How To Cover Your Furniture, es el que mas me ha gustado de todos: “Como recubrir tus muebles”. Wilson tiene una gata preciosa que se dedica, como todos los gatos, a destrozar sus muebles. Pero eso es solo el punto de partida para un surrealista viaje hacia el universo de los cubremuebles El quinto se fija en una de esas cosas que todos hemos vivido alguna vez, How To Split the Check, es decir “Cómo dividir una cuenta”, entre amigos que comen juntos, por ejemplo. Aquí la serie de Wilson empieza a ponerse un poco más seria, pero sin pasarse, aún estamos en el tiempo de la comedia. Y llega el último capítulo How To Cook the Perfect Risotto, “Cómo cocinar un risotto perfecto”. Y es entonces cuando nos damos cuenta de que todo lo que hemos visto en ese retrato poliédrico, divertido y feroz de Nueva York, tiene sentido. Este último capítulo hace de elemento cohesionador y definitivo y descubrimos que estamos ante una serie que es mucho más que una comedia, mucho más que un documental, mucho más que un simple pasar un par de horas. Anuncian ya una segunda temporada, en este caso, la espero con impaciencia.

 


My Mexican Bretzel

En cuanto a los estrenos de esta semana solo destacar que POR FIN, llega a los cines una de las mejores películas que he visto en este año maldito: My Mexican Bretzel. Escribí de ella en el blog en la entrada del 4 de mayo, cuando se pasó en el D’A Film Festival: Lo copio aquí: “¿Puede ser un melodrama de Douglas Sirk, el conjunto de películas caseras en 16 mm de una rica pareja de suizos en los años cincuenta? Puede, sí, Nuria Giménez Lorang lo demuestra con este curioso artefacto, no se me ocurre otra manera de definirlo, que combina un relato escrito en primera persona del diario de una mujer que vive una pasión con dos Leones: León, su marido el aviador frustrado y Leo, el mexicano que la seduce. Ella, Vivian, tiene el rostro de Ilse G. Ringier, él, León (a Leo no lo vemos nunca) es Frank A. Lorang. ¿Donde encontró Nuria estas películas?, ¿son reales? ¿Dónde encontró el diario de Vivian?, ¿es real? Me da igual, la película no lo explica y no hace falta saberlo, porque lo que queda es el delicioso resultado de esta mezcla en un film tan sencillo como fascinante. Cine mudo, pero no callado, que nos cuenta la historia de la revuelta de una mujer en los años cincuenta. Un experimento encantador.” Tan solo quiero añadir una frase que tomo de la propia película: “La mentira es solo otra manera de decir la verdad”. No es ninguna mentira afirmar que vale la pena no perderse este film. Disfrútenlo.

 El regalo de esta semana está dedicado a John Wilson, pero seguro que a Vivian también le gustaría.

 


 

sábado, 5 de diciembre de 2020

COMIENZOS

 


Beginning

Recuerdo muy bien mi perplejidad cuando vi que en la ceremonia de clausura del pasado festival de San Sebastián el jurado le daba cuatro premios, el gordo de la Concha de Oro y tres más de los grandes (guión, dirección y actriz) a una película georgiana de la que no sabía nada de nada. La verdad es que conociendo cómo funcionan los jurados pensé que estos chicos habían enloquecido un poco. Pues bien, después de ver Beginning de Dea Kulumbegashvili, tengo que reconocer que estoy completamente de acuerdo con el jurado que presidía Luca Guadagnino: esta película se merecía todos los premios que recibió. Beginning no es una película fácil, ni confortable, ni políticamente correcta, ni mucho menos ejemplar. Beginning es una película incómoda, radical en su forma y en su fondo, con una historia que se atreve a mostrar el lado oscuro de una situación que en manos de la habitual y conformista manera de contar de nuestros días, nunca se plantearía como esta joven directora lo hace. Intentaré aclarar un poco todo esto sin desvelar demasiado de una historia que merece ser descubierta poco a poco. Estamos en una pequeña ciudad de provincias de Georgia, antigua república soviética hoy independiente, donde el prepotente poder del Partido Comunista se ha sustituido por el prepotente poder de la Iglesia Ortodoxa. Igual que durante la era estalinista se perseguía toda la disidencia, ahora lo que se persigue es la disidencia religiosa. Este es el punto de partida: la iglesia de una comunidad de Testigos de Jehová es violentamente atacada e incendiada. Ese ataque desproporcionado provoca en Yana, esposa del líder religioso, una crisis en su matrimonio, en su maternidad y en sus creencias. De pronto, Yana se da cuenta que está viviendo una vida que no es la que quiere. Hasta aquí, todo normal. Pero cuando Yana se quede sola (su marido va a la capital a intentar solucionar los problemas) sufrirá otro tipo de ataque: la intromisión en su pequeño y cerrado mundo de un elemento perturbador, un policía que despierta en ella deseos y sentimientos que ni siquiera sabía que tenía. Y es aquí donde la película da un giro y se adentra en el interior de esta mujer, sumida en un mundo de confusión entre la realidad y lo imaginado (o deseado), que la conduce hacía la destrucción de todo lo que era hasta ese momento su vida. Lo mejor de Beginning es que este proceso está contado con una belleza turbadora y fascinante en sus encuadres, en sus planos largos, en el uso inquietante del espacio off, lo que no vemos es a veces tan importante como lo que vemos. Más cerca de Dreyer que de Bresson en lo formal, pero más cerca de Bresson que de Dreyer en el sentimiento de culpa, Beginning es un film que no puedes dejar de mirar porque quieres saber los porqués del comportamiento de Yana, pero sobre todo porque quieres ver como lo va a contar Dea Kulumbegashvili, una mujer que con su opera prima se coloca entre los mejores directores europeos.

 


(Herman Mankiewicz)

Mank (Netflix)

Netflix no es solo una fábrica de series más o menos interesantes. Netflix se está convirtiendo en un refugio seguro y con medios para que muchos directores puedan hacer una película en total libertad. David Fincher lo ha aprovechado y gracias a Netflix ha podido recuperar un viejo guión de su padre sobre la gestación del mítico film de Orson Welles, Ciudadano Kane. Y lo ha hecho con total fidelidad a la historia, en un blanco y negro espectacular y con un grupo de actores entre los que destacan Gary Oldman y Charles Dance. Mank es Herman Mankiewicz, el hermano mayor del mucho más conocido Joseph L. Mankiewicz. Guionista y dramaturgo, Mank fue atraído por el dinero fácil del Hollywood dorado. Los Fincher, guión del padre, puesta en escena del hijo, se acercan a este personaje alcoholizado, brillante, inteligente y a veces cruel, no para reivindicar la autoría de la que durante años se consideró la mejor película de todos los tiempos, (los Fincher saben que el cine es una obra colectiva) sino para hacer un retrato de la fábrica de sueños en la década gloriosa de los treinta, cuando el país padecía la Gran Depresión y la guerra en Europa acechaba por todo los rincones, mientras ellos vivían una fiesta permanente. David Fincher utiliza esta época para recordar un tiempo que le sirve como referencia de lo que pasa ahora mismo. Se sabe desde siempre que Kane está basado en el magante de la prensa W.R Hearst; se sabe desde siempre que Mankiewicz tenía una buena amistad con Marion Davis, amante eterna de Hearst; se sabe desde siempre que el guionista despreciaba al magnate por su prepotencia y su capacidad de manipular la realidad a su antojo. Y es por aquí donde Mank conecta directamente con la América First Trumpiana (¿felizmente acabada?). Según nos cuenta la película, fue Mankiewicz con su inteligencia y casi sin darse cuenta el que le dio la idea al todopoderoso productor de la Metro Irving Thalberg de fabricar noticiarios falsos que condicionaran las votaciones políticas. Mank hacía responsable a Hearst del apoyo financiero e ideológico de estas Fake News primitivas y muy bien elaboradas, y no se perdonaba a si mismo haber sido el que sembrara la idea en las mentes manipuladoras de Hearst y Thalberg. Fake News que Kane inventa en la película de Orson Welles para justificar y espolear la Guerra de Cuba contra España; Fake News que Hearst inventa para apoyar al candidato republicano; Fake News que Trump sigue lanzando diariamente para no aceptar su derrota electoral. Lo mejor de todo (siempre hay un mejor de todo) es que Fincher nos cuenta esto en una película muy entretenida, magníficamente interpretada y ambientada. Aunque no es lo mejor que ha hecho Fincher, probablemente por respetar demasiado el guión de su padre y querer ser fiel al estilo y la luz de Ciudadano Kane, la película es una estupenda memoria del Hollywood dorado y un aviso para no creernos todo lo que se dice, se publica o se twitea.

 


Putin: de espía a presidente, Movistar

Todos los tiranos empezaron pequeños, todos los malvados tienen un comienzo. El de Vladimir Putin es lo que nos cuenta esta miniserie documental de la BBC que se acerca al semidictador presidencial de Rusia desde sus oscuros orígenes hasta su poderosa omnipresencia mundial. Son tres episodios realizados con material inédito (al menos para mí) sobre el joven Putin y como fue tejiendo una tela de araña alrededor de los que eran sus jefes sucesivos para poco a poco engullirlos y eliminarlos. Veinte años después de llegar a la presidencia (tras fulminar a Yeltsin y a todos los que le podían hacer sombra) Putin ha conseguido modificar la constitución para convertirse en presidente vitalicio hasta el 2036. Si nadie lo impide, habrá estado en el poder más que Stalin y habrá sido tan malo, aunque no tan asesino, como su admirado y añorado Iosef. La serie se podría llamar: La forja de un traidor. Putin nació en 1952, un año antes de que muriera Stalin, en lo que antes se llamaba Leningrado. Condenado a la marginalidad por su entorno y formación, consiguió escapar cuando decidió convertirse en agente del KGB. Putin fue espía en los años menos gloriosos de la guerra fría, los de la Perestroika de Gorbachov. La ruina del sistema en 1990 provocó una crisis en el flaco y draculino chico de Leningrado. La monstruosa figura de Yeltsin y su impresentable presidencia, le brindó la oportunidad de entrar en el Kremlin. Lo demás es historia. Una historia teñida de rojos envenenamientos de opositores, violentas represiones de cualquier disidencia, liquidación de derechos civiles. Eso en clave interna. En clave externa, labor continuada de destrucción de las democracias occidentales, su principal y casi único enemigo, con incursiones fraudulentas (y demostradas) en el Brexit, el procés catalán (no los 10.000 soldados, pero si las 10.000 fake news), y la presidencia de Donald Trump. Putin es un hombre ambicioso cada vez más poderoso. El draculino chico de Leningrado se ha hinchado como un globo berlusconiano, pero no ha perdido nada de la frialdad de unos ojos que dan miedo. Los tres episodios de 50 minutos cuentan su biografía: Episodio 1, Retrato de un político cuya presidencia parece un thriller de espías. Episodio 2, Putin llega al Kremlin como un político desconocido y toma el control. Episodio 3, Putin regresa al poder bajo una tormenta tras una ausencia de cuatro años. El episodio 4, Putin acaba con las democracias parlamentarias, lamentablemente lo estamos viviendo en directo todos los días. 

El regalo de esta semana es un rostro que parece desafiar a Putin, o al menos así lo siento.