sábado, 29 de mayo de 2021

SERVIDUMBRES

 

Todos tenemos servidumbres, todos nos plegamos a hacer y decir cosas que hacemos o decimos porque hay que hacerlas o decirlas (esta semana ha habido varias ejemplos de servidumbres políticas ocupando las primeras páginas de los diarios). Hay servidumbres necesarias, hay servidumbres humillantes, hay servidumbres lúdicas. De estas tres servidumbres tratan dos estrenos en salas y uno on line, de los que quiero hablar hoy.



 ARMUGÁN, EL ÚLTIMO ACABADOR

La servidumbre necesaria en este hermoso film de Jo Sol, es la de Armugán, “el ángel del abismo al que nadie desea encomendarse, pero resulta necesario cuando la decadencia arrasa la fantasía de eternidad con que los hombres esconden la implacable realidad. Sin embargo, Armugán no mata, no es un asesino. Posee una radical sabiduría que le permite ayudar a desprenderse del mayor de los sufrimientos, el miedo a morir”. Armugán, siempre a lomos de su fiel y necesario Anchel, vive en las montañas del Pirineo aragonés, en medio del silencio, entre el cielo y la tierra. A él acuden en busca de ayuda los que tienen seres queridos en el trance de la muerte. Porque Armugán, el último Acabador, tiene el don de ayudar a morir, de aceptar la muerte como parte de la vida que forma un círculo infinito. Armugán, el último acabador es una película difícil, no apta para gentes aceleradas, pero es un film que te da mucho más de los que te puedas imaginar. La belleza de la extraordinaria fotografía de Daniel Vergara, en un increíble blanco y negro que hace resaltar las rocas y las piedras de las montañas; sus silencios llenos de sonidos de la naturaleza, y su infinita serenidad en momentos de enorme dureza, son regalos poco habituales en el cine. Aunque aparentemente este nuevo trabajo de Jo Sol está muy lejos de su primigenia El Taxista Ful, en realidad no es tan diferente. También el taxista era en cierto modo un acabador, obligado a aceptar que su forma de entender la vida se había terminado. Pero lo que diferencia estas dos películas separadas por 15 años, es la madurez belatarriana de Jo Sol. Seguro que al director húngaro Bela Tarr le habría encantado este acabador con sus potentes imágenes, su ritmo poético, la belleza de sus paisajes y el deseo que despierta de que, cuando llegue el momento, tengas al lado un acabador que te ayude a dar el último paso.

 


SIERVOS

La servidumbre en el caso de esta película eslovaca es humillante. Por eso se llama Siervos. Una servidumbre moral, política, personal, que lleva a dos jóvenes seminaristas en la Checoslovaquia de 1980 a vivir en un mundo donde no cabe la discrepancia. Tampoco esta película es apta para los que tienen prisa y no soportan ritmos de narración mas pausados; ni para los que no aguantan el blanco y negro; ni para los progres que todavía levantan el puño y llevan banderas con hoces y martillos. Ninguno de ellos entenderá a estos siervos eslovacos. El ritmo está marcado por el sordo tañido de las campanas del seminario al que llegan Juraj y Michael para estudiar y llegar a ser sacerdotes. Pero ojo, porque la película ya nos coloca en situación desde su primer plano, de una construcción geométrica perfecta y de una ambigüedad moral evidente. Un coche se detiene debajo de un puente por donde pasa un tren, dos hombres sacan un cadáver del maletero y lo abandonan en la carretera. El misterio está ahí y la narración que comienza con la campana sorda se encargará de contarnos los porqués de esa situación. En ese plano ya están las bases estilísticas de una película muy construida formalmente. Cada plano está pensado, jugando con la geometría de los círculos, los cuadrados, los triángulos, las líneas paralelas en la que se enmarcan, como piezas de un juego terrible, los seminaristas, los que dirigen el seminario y la policía política de un régimen que, como ese comisario que lo representa, está cada vez mas podrido y lleno de pústulas. Y es aquí donde los progres se sentirán ofendidos, o más bien humillados. Sobre todo los que tengan memoria (histórica o no). La Checoslovaquia comunista de 1980, no es muy diferente de la España franquista de 1960. La lucha clandestina de los vaticanistas, enfrentados a la iglesia oficial aliada del Poder, es decir sierva del Partido Comunista, no es tan diferente de la lucha clandestina de los prosoviéticos enfrentados al régimen franquista. En realidad este paralelismo es lo más sangrante de todo: la lucha contra las dictaduras se parecen mucho.En España combatíamos para alcanzar la democracia, en Checoslovaquia combatían para alcanzar la democracia. Enorme y terrible paradoja que pone de manifiesto que la lucha más importante es la de conseguir que te dejen ser tú mismo. La represión comunista y la represión franquista alimentaban un deseo de ser simplemente… libres. No importa lo equivocados que estuvieran unos y otros en los caminos escogidos, lo importante es que se consiguiera la libertad de escoger, de ser, sin que nadie te castigara por no querer escoger lo que te obligaban a ser. Al margen de su belleza formal, (hay planos que parecen cuadros constructivistas en blanco y negro) y de su sórdida historia, estos Siervos de Ivan Ostrochovský son un recordatorio de que la historia y la vida se lee y se vive según tus circunstancias. Servidumbres en definitiva.

 


SHIVA BABY (Filmin)

En este delicioso estreno de Filmin (que recomiendo para aligerar la dureza de las otras dos propuestas) la servidumbre es absolutamente lúdica y consentida entre una Sugar Baby y su Sugar Daddy. Lo primero que tengo que agradecerle a esta primera película de una chica de 26 años canadiense que se llama Emma Seligman, es haberme descubierto un término que desconocía (lo siento, pero hay muchas palabras y costumbres de los más jóvenes que no conozco, como por ejemplo el Ghosting, pero eso se lo contaré otro día). Shiva Baby me ha familiarizado con el concepto de la Sugar Baby, literalmente “una chica que está dispuesta a intimar con alguien de forma permanente para que le pague sus estudios universitarios u otras necesidades materiales, con la idea de una relación basada en intereses mutuos entre adultos”. Naturalmente, para que haya una Sugar Baby tiene que haber un Sugar Daddy “la persona que paga las necesidades convenidas, y que disfruta de la sugar baby”. Normalmente son hombres mayores, con alta capacidad económica, que mantienen relaciones con una chica joven. No se puede decir que sea exactamente prostitución, es más un acuerdo consentido entre dos adultos. Bien, ya sabemos quién es la protagonista, una Sugar Baby. Pero la película se llama Shiva Baby y ¿qué es una Shiva, mejor dicho una Shiv’ah? Descubro que una Shiv’ah es un funeral judío, una tradición que reúne a los familiares y amigos de un fallecido en una especie de fiesta de celebración social donde se come, se bebe, se habla y se supone que se recuerda al desaparecido acompañando a la familia. Ya tenemos la protagonista, Danielle, la Sugar Baby, una estudiante a la que conocemos practicando sexo con su Daddy, Max, un hombre veinte años mayor que ella que la ayuda en su carrera. Tenemos también la situación, una Shiva a la que acude Danielle, joven judía, con sus neuróticos padres. Seligman conoce muy bien cómo funcionan las sugar babys y sabe por experiencia lo que es una Shiva. Sumando dos y dos le sale esta Shiva Baby en la que durante 70 minutos seguimos a la pobre Danielle por los rincones de la casa del funeral, intentando esquivar preguntas inconvenientes, conversaciones estúpidas y situaciones embarazosas. Pero sobre todo intentando esconderse de su Daddy, al que descubre entre los invitados acompañado de su guapa esposa y padre de una preciosa niña. Y por si esto no fuera suficiente, Danielle tiene que evitar encontrarse con Maya, una novia que tuvo cuando tenía 15 años y que ahora pretende volver con ella. Ágil, divertida, inteligente, mordaz, critica, Shiva Baby está muy lejos de las neurosis de Woody Allen y más cerca del humor lúdico de un Lubitsch contemporáneo, con puertas, equívocos, diálogos veloces y con dobles y triples sentidos. Es seguro que Danielle nunca olvidará esta Shiva y también es seguro que yo, al menos, no olvidaré el nombre de Emma Seligman.

 El regalo de esta semana es una montaña del Pirineo Aragonés, donde podrían esconderse Armugán y su inseparable Anchel.



 

 

 

 

 

 

 

 

sábado, 22 de mayo de 2021

UNA VACA, UN RODAJE Y UNA REINA

 

En estos días en los que están pasando tantas cosas, unas buenas (parece que la pandemia mejora de verdad), otras malas (todo lo sucedido en Ceuta), y algunas directamente olvidables por inviables (¿habrá un gobierno de verdad en Catalunya?) me he planteado un menú cinematográfico muy variado. Hay un primer plato delicado y sutil, con una enorme emoción, protagonizado por una vaca; un segundo plato, que se lee de un tirón en un libro evocador y sugerente y un postre en forma de serie africana de chocolate y muchas guindas.


(una vaquita de Ramon tan feliz como la de la película)

Primer plato: First Cow, de Kelly Reichardt

First Cow es un western. Es también una historia de amistad, entre dos hombres que se ayudan uno a otro y entre un hombre y una vaca. First Cow, La Primera Vaca, es la nueva película de Kelly Reichardt una de las directoras americanas más interesantes del siglo XXI. Todo empieza con un prólogo ahora mismo: una chica que pasea por el campo con su perro descubre unos esqueletos enterrados, huella de un pasado lejano, el que Reichardt evocará en una historia ambientada en el Oregón de 1820, donde Cookie, un cocinero ingenuo y King-lu, un chino inteligente, construirán una historia de amistad y de colaboración entorno a una vaca, la primera vaca que llega al territorio, propiedad de un rico granjero del lugar. Entre silencios y miradas, estos dos seres perdidos encuentran en la vaca una fuente de riqueza. Robar su leche cada noche hace que Cookie el cocinero, haga unas deliciosas galletas que King-lu se dedica a vender en el mercado de ese poblado primitivo donde conviven indios, tramperos y buscadores de oro. Mientras crece la amistad de los dos hombres, en la que no hay ningún atisbo de sexualidad y si mucho sentimiento, se va tejiendo una relación de Cookie con el animal al que visita cada noche para ordeñarlo. Historia de hombres, donde no hay prácticamente ninguna mujer, la sensibilidad de la directora se hace patente en la absoluta ausencia de violencia, en la serenidad del paisaje, en la mirada  más allá de lo inmediato. Reichardt coloca su cámara a la altura de los ojos, busca el equilibrio perdido con la naturaleza y deja un final abierto que conecta la historia de Cookie y King-lu con el principio de la película. First cow te deja con una sensación de paz, como cuando contemplas las aguas de un rio que fluye mansamente. Aunque sepas que más adelante puede haber rápidos que lo violenten, en ese punto donde tú estás, todo es serenidad. Sus dos horas pasan sin darte cuenta, pero su recuerdo se queda en la memoria mucho tiempo. Para acabar no puedo resistirme a copiar una frase de la mejor critica que he leído del film: “He aquí la historia de dos amigos que, en plena fiebre del oro, en vez de encontrar pepitas, se esmeran en hacer pastelitos de efectos proustianos. El cine como refugio y utopía.” (Víctor Esquirol en Otros Cines).

Nota 1: Un misterio que queda abierto ¿de quién es el tercer esqueleto?

Nota 2: Justo hoy, sábado 22 de mayo, leo una noticia: Cinco condados de Oregón quieren separarse de su demócrata estado para unirse al más conservador y republicano Idaho. Los herederos de Cookie y King-lu dejaron una sociedad progresista; los del granjero una sociedad reaccionaria.

 



(Berlanga y Azcona en el rodaje de El verdugo)

Segundo plato: Rodaje, de Gutiérrez Aragón.

Gutiérrez Aragón dirigió su última película en el 2008. Pero un narrador nato como él, no podía dejar de contar historias. Y así comenzó su carrera como escritor en el 2009 con la novela La vida después de marzo. Desde entonces, ha publicado tres novelas más, a las que suma este Rodaje que ya desde su titulo nos remite a sus dos amores: el cine y la literatura. Cuando empiezas a leer la novela, te das cuenta de que estás ante un texto inesperado: “¿Qué se necesita para hacer una película? Se necesitan unos actores, una cámara, dinero y cierto talento. Lo último no es absolutamente imprescindible.” A partir de aquí, Rodaje nos arrastra por un tiempo y una ciudad tan lejanos como el Oregón de Kelly, de la mano de un escritor que lo único que necesita es un personaje, un ordenador y mucho talento. El tiempo es el de abril de 1963, la ciudad, un Madrid primaveral y oscuro. El personaje, un joven guionista en busca de un productor en un contexto político teñido de miedo y de humor negro, de tragedia y de ensueño. Toda la historia sucede los seis días en los que el mundo se movilizó para impedir la muerte de Julián Grimau, militante del Partido Comunista fusilado por Franco el 20 de abril de 1963. En esos días, nuestro guionista se mueve entre las reuniones del partido comunista en casa de Juan Bardem y el rodaje de El verdugo de Berlanga en los Estudios CEA, siempre intentado escapar de la policía mientras vive un amor no correspondido que le sume en la melancolía. La gracia de Rodaje es que todo está contado como un cuento. Más que de neorrealismo, que podría ser el caldo de estilo de una historia como ésta, Gutiérrez Aragón inventa una especie de neoirrealismo, fantásticamente fantasmagórico, especialmente en el capítulo del cine. Si tuviera que definir este libro diría que es un road city book por ese Madrid donde el pobre Pelayo carga con su guión inacabado durante seis días y seis noches, sin poder quedarse nunca en ningún sitio, al mismo tiempo que vive su particular película de amor con una Laura idealizada y se sumerge en submundos misteriosos, escondidos tras las fachadas de los cines. No hay muchas novelas o películas que transcurran en  esos años en los que España empezaba a salir del agujero negro de la alargada posguerra de los cincuenta. Pelayo no es exactamente el autor, un joven santanderino que llegó a Madrid a mediados de los años sesenta, pero en cierta manera es él y muchos más, de antes e incluso de después. Rodaje me hizo recordar una frase de David Lynch que encontré en el estupendo libro Espacio para soñar. Lynch dice: “Yo creo que las cosas ocurren como se supone que tienen que ocurrir. Cuando te haces viejo te acuerdas de cuando te dedicabas a lo tuyo, lo comparas con lo de ahora y ni siquiera puedes explicarles a los jóvenes como eran entonces las cosas, porque les importa una mierda. La vida sigue. Un día, los tiempos de ahora serán sus recuerdos y ellos tampoco podrán contárselo a nadie. La vida es así”. Sí, la vida es así, pero está bien que alguien comparta la memoria personal y colectiva, aunque sea tamizada por la irrealidad.

Nota 1: A punto de cumplirse el centenario de Luis G. Berlanga, se reestrenan algunas de sus películas. En Flixolé se pueden ver casi todas y también las de Manuel Gutiérrez Aragón. Disfrútenlas.

 



Postre: Queen Sono Netflix

Este es un postre de chocolate, con guindas, ya lo he dicho al principio. La reina del título es la protagonista de la primera gran serie africana producida por Netflix. En el marasmo infinito del catálogo de la plataforma, puede pasar desapercibida. Yo la he descubierto gracias a  una amiga que está muy al tanto de todo lo que pasa en la cultura africana. La verdad es que Queen Sono me ha interesado mucho, a pesar de que no es una serie redonda. Resulta muy estimulante ver personajes tópicos y reconocibles de un género muy codificado, el cine de espías, en un contexto tan distinto como el de esta serie. La explico muy rápidamente: Queen Sono es una espía sudafricana de treinta años que trabaja con el invisible Grupo de Operaciones Especiales de su país, en misiones peligrosas en toda África. Su base está en Johannesburgo, pero Queen y su pequeño equipo se mueve por todo el continente. De hecho, esta serie tiene un mensaje sutil y subliminal. África es una unidad ,aunque haya muchos países: todos son África. Queen es muy hermosa, decidida, inteligente, pero arrastra un dolor: su madre, una activista que luchó contra el Apartheid, fue asesinada delante de ella cuando tenía cinco años. La trama que sostiene la serie y que, lamentablemente ha quedado inconclusa porque Netflix ha cancelado la segunda temporada, es la búsqueda de los responsables de la muerte de su madre. Esa es su particular investigación, la del Grupo de espionaje es la de combatir la corrupción del gobierno sudafricano, que alcanza las más altas esferas y la de desenmascarar a una inquietante compañía de seguridad privada rusa con base en Nairobi y una mujer al frente, la terrible Ekaterina, una especie de mezcla entre el Dr No y Putin, que no duda en financiar y proporcionar armas a grupos guerrilleros para después acudir a ofrecer  sus servicios a los gobiernos corruptos para acabar con los atentados de los movimientos supuestamente de liberación. En realidad nada demasiado nuevo en sus tramas ni en sus personajes, pero si atractivo en sus espacios y situaciones que nos demuestran que hay un África viva, rica y diversa de la que no sabemos casi nada. Ojala Netflix, y otras plataformas tan potentes como ella, sigan apostando por producir en países de todo el mundo. Queen Sono es la primera que hacen en Sudáfrica. No debería ser la única.

Nota 1: Lo que ha sucedido esta semana en Ceuta nos alerta de que África es un polvorín y nos obliga a pensar en ese continente olvidado y explotado. En realidad hay tres Áfricas: la sahariana, de la que forman parte Marruecos, Túnez, Libia, Argelia, Egipto, de origen árabe y religión musulmana; la subsahariana, con Mauritania, Mali, Níger, Chad, Sudán y Etiopia, de raza negra dominada por el yihadismo mas feroz e intolerante y de una gran pobreza; y el África negra propiamente dicha, la que va desde Senegal a Kenia y baja hasta Sudáfrica, una de las zonas más ricas del planeta, también de las mas explotadas, con múltiples idiomas y una espiritualidad mas animista que musulmana. La serie Queen Sono reivindica sobre todo esta África negra en un Panafricanismo histórico y cultural.

 El regalo de esta semana es un paisaje donde podrían vivir Cookie y King-lu.





sábado, 15 de mayo de 2021

ASTROS

 

Curiosa coincidencia la de encontrase en la cartelera con dos películas con títulos de astros: Hijos del sol, Todas las lunas. Las dos películas me gustan, no son obras maestras, pero las dos valen la pena, aunque por motivos muy diferentes.

 


HIJOS DEL SOL

El sol que aparece en el título de esta película iraní hace referencia a una escuela donde estudian y se acogen niños de la calle en el Teherán de ahora mismo. Está dirigida por Majid Majidi, uno de los directores de lo que se puede llamar “la primera ola” del “nuevo cine iraní” que empezó en 1987 con una película de Abbas Kiarostami, ¿Dónde está la casa de mi amigo?. Kiarostami puso en el mapa del cine mundial una cinematografía que hasta entonces había permanecido casi oculta, al menos desde 1979, cuando la caída del Sha provocó el nacimiento de La República Islámica de Irán, un régimen teocrático, fundamentalista y terriblemente represor de todas las libertades, incluida la de divertirse o la cultural (se retiraron de todos los museos los cuadros que representaban la figura humana, prohibida por el profeta; se restringió la entrada a Persépolis, cuna de la cultura persa, considerada infiel y pagana por su relajación moral; se instauró el velo para las mujeres; se obligó a comenzar todas las películas con la frase “en el nombre de Dios”…) Todas estas restricciones y algunas más, siguen vigentes cuarenta años después en un país aislado que no consigue encajar en su entorno, pero si exportar su intolerancia. En este contexto de represión política y religiosa, Kiarostami encontró tres vías para hacer cine sin sufrir la censura del régimen del ayatollah Jomeini.

La primera de todas, fue acogerse a los programas de protección infantil donde el cine no se consideraba “ofensivo”. Esa fue una de las razones que explican porque en sus primeras películas, y las de otros cineastas como Majidi, los niños tuvieran un protagonismo absoluto. De hecho, la película que sirvió a Majidi como presentación internacional en 1997, Niños del paraíso, era la historia de dos hermanos pequeños y la que se estrena ahora, está protagonizada por cuatro niños de doce años.

El segundo gran acierto de Kiarostami para sortear la censura, fue contar historias que nunca pasaban dentro de las casas. La acción sucede casi siempre en los exteriores. De esta forma, se evitaba la censura impuesta por el Ministerio de Orientación Islámica que vigilaba atentamente la representación en el cine de las relaciones hombre-mujer y sobre todo el estricto cumplimiento de las reglas obligadas en cuanto a vestuario femenino. El hecho de que las normas del buen comportamiento islámico se respeten a rajatabla en la calle, pero se rompan en los interiores, les forzaba a evitar la entrada en las casas para no caer en el ridículo de mostrar a las mujeres tapadas en su hogar y sin tocar a sus maridos. En el caso de Hijos del sol, este problema se evita de forma muy inteligente: no hay mujeres y ni siquiera hay casas. La madre de Ali está en un hospital donde todas las enfermas y las enfermeras van con velo. Y el otro personaje femenino, una niña, solo la vemos en la calle y el metro donde las mujeres, separadas de los hombres, van todas veladas.

El tercer acierto del cine iraní que comenzó con Kiarostami, tiene una connotación de protesta muy velada. En muchas de las películas de estos cineastas, los personajes siempre buscan algo: un director de cine buscando a sus actores; un hombre buscando a una mujer; una niña buscando un billete en la calle; una niña buscando su casa; un niño buscando sus parientes;... un niño buscando un tesoro en el film de Majidi que ahora se estrena. Este hecho tiene sus raíces más profundas en la cultura de Persia, es decir en el sufismo, una filosofía más que una religión, basada en la búsqueda de la verdad, en la puesta en duda constante de las cosas, en la investigación continúa y en la belleza. El sufismo ha sido y es un movimiento mal visto en Irán por unas autoridades político religiosas estrictamente dogmáticas que no aceptan la posibilidad de la duda. Por eso, la aparente banalidad de buscar algo o alguien se convierte en una sutil forma de resistencia hacia un poder ideológico dominante.

Majidi, como Kiarostami hasta su muerte, y al contrario que Makhmalbaf o Asghar Farhadi, nunca ha querido dejar Irán y sigue construyendo su filmografía paso a paso, sorteando todos los obstáculos censores como puede, siendo fiel a si mismo. En este sentido Hijos del sol es quizás su mejor trabajo. La búsqueda del tesoro escondido, (si quisiéramos buscarle un sentido oculto, ese tesoro podría ser la libertad que no tienen en su país) le da pie a mostrar las contradicciones de la sociedad de ahora mismo entre una modernidad impostada (el centro comercial donde los niños buscan tesoros en Internet) y la miseria de una sociedad que no sabe qué hacer con sus niños si no es adoctrinarlos religiosamente. Estos Hijos del sol de Majidi nos recuerdan que el neorrealismo sigue siendo una manera útil de contar la realidad.

 


TODAS LAS LUNAS

Todas las lunas es la segunda película de Igor Legarreta, un director vasco de la nueva generación. En el cine vasco más actual hay una triple corriente narrativa que con ligeras variantes se va repitiendo. Por un lado, el retrato de la actualidad que representa muy bien Loreak, de Jon Garaño y José Mari Goenaga; por otro, el intento de cerrar heridas del pasado reciente que encontramos en la serie Patria de Aitor Gabilondo; y una tercera vía que ahonda en el pasado lejano, en el folklore y las viejas tradiciones rurales de Euskadi, con títulos como Errementari, de Paul Urkijo o estas lunas de Legarreta. Lo más curioso, en concreto de estas dos, es que ambas parten de las guerras carlistas del XIX (tan vigentes aún en nuestros días donde el carlismo más reaccionario sigue campando tanto en Euskadi como en Catalunya), pero trascienden el momento histórico para sumergirse en lo fantástico. Todas las lunas es un cuento de vampiros que empieza en 1876 y acaba en 1936. Su protagonista es una niña convertida en inmortal a pesar de ella misma, condenada a no crecer nunca y a ver como las gentes que quiere mueren a su lado. Es un relato fantástico y triste, de soledad y silencio, con un fondo de añoranza de una madre y un encuentro salvador de un padre. Es muy bonita, los paisajes son perfectos y los actores muy bien escogidos, especialmente Haizea Carneros, la niña sin nombre que acaba siendo Amaia.

 



GHOSTS

Hay un tercer estreno interesante esta semana. Se trata de Ghosts/Fantasmas, el debut como directora de una joven turca llamada Azra Deniz Okyay. Pasa en Estambul, a lo largo de un día entero en el que un corte de electricidad deja a la ciudad paralizada durante el día y a merced del peligro durante la noche Este apagón urbano es una buena metáfora del apagón cultural que está sufriendo Turquía con el giro fundamentalista y represivo de su presidente Erdogan y que films como éste quieren denunciar. Los fantasmas del título son cuatro personajes, tres mujeres y un hombre, que entrecruzan sus vidas durante este día sin luz en el que una adolescente aspirante a bailarina pierde su empleo, una madre cuyo hijo está en prisión, busca dinero para ayudarlo, una activista del feminismo monta un espectáculo y un hombre que explota a sirios y a turcos, prepara un negocio de drogas. Con este argumento, Ghosts parece un film de corte político kenloachiano. Pero la gracia de la directora es contar las cuatro historias de forma fragmentada, componiendo una especie de rompecabezas de vidas cruzadas que poco a poco se va armando sobre las calles del centro de un Estambul en transformación, abandonado, marginal, una ciudad que no suele aparecer en las guías turísticas. Radical en su apuesta narrativa, con un uso de la música muy interesante, el film de Azra Deniz Okyay no tiene miedo a la confusión o a dejarse llevar por el deseo de ver a una de las protagonistas en un largo baile por las calles de la ciudad. Los fantasmas de Estambul exigen, quizás, una cierta aceptación y colaboración del espectador, pero si se conecta con ellos, el resultado es muy estimulante.

El regalo de esta semana es un cuadro abstracto con fantasmas, lunas y dos pequeños soles.



 

 


 

 

 

sábado, 8 de mayo de 2021

ENEMIGOS

 

En esta semana de enemigos mortales, de insultos y descalificaciones, de incapacidad de asumir la derrota con una cierta humildad crítica y de acusar a los votantes de ser “gilipollas” por no haber votado a los buenos y haberse inclinado “por los berberechos”, hablar de estas dos películas que son una, está más que justificado.

 


Enemigos: Comisario/Enemigos: Abogado

Se trata de dos films alemanes que se pueden ver en Filmin. Enemigos: El comisario, Enemigos: El abogado. Como en otras ocasiones, tengo que agradecerle a un amigo que me hablara de ellas. Enemigos cuenta la misma historia narrada desde el punto de vista de un comisario que investiga la desaparición y muerte de una niña en una pequeña ciudad alemana y del abogado que defiende al presunto culpable del rapto que acaba en tragedia involuntaria. En realidad es igual como se miren, pero yo recomiendo ver primero la versión del Comisario porque expone el caso de una manera más clara y después ver la versión del abogado, que ilumina la investigación y de hecho la cuestiona. Lo interesante de las dos versiones es que muestran los mismos hechos en la primera y en la tercera parte. En la primera, con pequeñas diferencias de matiz; en la tercera, con un cambio del punto de vista de la cámara durante el impresionante interrogatorio del abogado en el juicio. Si el primer y el tercer acto cuentan lo mismo, en la parte central del relato divergen notablemente las versiones del comisario y del abogado. Y es ahí donde las películas dan un giro y pasan de ser una simple investigación criminal sobre un asesino del que nunca estaremos seguros si es culpable o no, aunque de lo que sí estamos seguros es de que es muy desagradable, a plantear un debate mucho más profundo y con connotaciones más allá del propio caso. Lo que está en juego en estas dos películas es el propio estado de derecho, tan maltratado y utilizado en muchas declaraciones. Lo que el abogado plantea es algo que ya había enunciado Hannah Arendt cuando afirmaba que el concepto de Libertad (tan manoseado estos días) constituye un elemento fundamental para la reflexión, colocando en el centro de la acción política el vínculo entre la ley y su puesta en marcha como única manera de garantizar los derechos humanos. Lo que el abogado defiende es el “derecho a tener derechos” como la única garantía de que la sociedad funcione en todos sus niveles. ¿Es culpable el acusado? No importa, lo que importa es lo que ha hecho el comisario y lo que ha descubierto el abogado. Enemigos es un espejo de dos caras dirigido por Nils Willbrandt basado en un relato del abogado y escritor Ferdinand von Schirach. Parte de su atractivo está en la confrontación no solo de métodos, también de carácter y manera de interpretar del acelerado Bjarne Mädel, el comisario y el tranquilo y metódico Klaus María Brandauer, el abogado. Consciente de que lo que importa es el fondo del asunto, Enemigos se retira cinematográficamente a un segundo plano: no quiere innovar ni experimentar. Se limita a exponer. Y ya es suficiente.

 

Centro Memorial de Potocari en Srebrenica

Quo Vadis, Aida?

También habla de enemigos el estreno más importante de la semana, al menos para mí. Se titula Quo Vadis, Aida?, es una película bosnia dirigida por una mujer, Jasmila Zbanic a la que descubrimos hace años en otro film impresionante Grbavica (El secreto de Esma). Zbanic no ha dejado de indagar en ese horrible pasado, una mancha imborrable, por más que la intentemos olvidar, de la vergüenza de Europa y el mundo en la guerra de los Balcanes, en la antigua Yugoeslavia. Han pasado 25 años desde los hechos que nos recuerda esta Aida desesperada por salvar a su familia en medio de una tragedia sin precedentes. Estamos en el mes de julio de 1995, en la ciudad bosnia de  Srebrenica, asediada y ocupada finalmente por las tropas serbias del general Ratko Mladić. En ese caluroso mes de julio, la población civil buscó refugio en una de las bases de la ONU, comandado por un holandés de los Cascos Azules. Incapaz de contener las oleadas de gente que intentaba escapar de las tropas serbias, los soldados de la ONU, abandonados por sus mandos en lejanos despachos, acabaron por pactar con Mladić una rendición. El resultado fue lo que se conoce en la historia negra de Europa como la Masacre de Srebrenica, en la que 8.000 hombres bosnios musulmanes, incluidos niños y ancianos, fueron atrozmente asesinados en una de las más horribles operaciones de limpieza étnica de una guerra llena de horrores. La película cuenta este terrible día desde la perspectiva de Aida, intérprete al servicio de las tropas de la ONU. Consciente de lo que sucederá, Aida intenta inútilmente que su marido y sus dos hijos sean evacuados por los soldados junto con el personal de las Naciones Unidas. El ritmo desesperado de Aida en sus idas y venidas entre la gente, su familia y los militares, imprime a la película una excitación y un apremio contagioso y angustioso. Pero por encima de todo, el film nos recuerda que no hace tanto tiempo, apenas 25 años, Europa vivió una de las páginas más negras de su historia en una guerra fratricida, nacionalista excluyente en la que unos se sentían superiores a los otros, simplemente por ser de un lugar diferente y tener una religión diferente. Conviene no olvidarlo en estos momentos en los que los nuevos nacionalismos populistas (de todos los colores) acechan la convivencia de la gente. 

El regalo de esta semana no tiene nada que ver con los enemigos, al contrario. Es más bien un canto a la belleza y la serenidad nacido de la amistad. Se trata del documental sobre Ramon Herreros, Stupor Mundi, dirigido por Hilari M. Pellicé en el 2012, que se podrá ver en la Filmoteca de Catalunya el martes 11 de mayo a las 16.30. El director y el pintor estarán en la sesión presentando el film acompañados del crítico de arte Joan Francesc Ainaud. El verdadero regalo es poder verlo en pantalla grande, pero si no es posible, siempre queda la posibilidad de disfrutarlo en Filmin.

 


 

sábado, 1 de mayo de 2021

UN ESTRENO Y TRES RAREZAS

 

Semana rara en todos los sentidos: en política, las elecciones de Madrid casi la han convertido en semana de terror; en clima, nos movemos entre el sol primaveral y el cielo plomizo que nos aplasta; la pandemia va dando tumbos, mientras en Europa y Estados Unidos parece más o menos controlada, en la India se muere la gente como moscas. Si, ésta ha sido una semana rara y tormentosa. Pero no de esas tormentas que alivian el ambiente con una buena descarga de lluvia acompañada de rayos y truenos que iluminan el cielo y riegan la tierra. No, esta es una tormenta agobiante, pesada, que no acaba de desatarse.

 


El estreno: Crónica de una tormenta

La que si se desata y lo hace en una película muy recomendable es la de Crónica de una tormenta, el debut de Mariana Barassi que interpretan Clara Lago y Ernesto Alterio, los dos pararrayos de esa lluvia de verdades que se lanzan uno al otro durante una noche en la que permanecen encerrados sin ningún juguete con el que entretenerse. Basada en una obra de teatro del 2015, rodada en el 2019, el estreno ahora mismo le da a esta historia un plus añadido. Tras vivir un confinamiento obligado durante más de dos meses, contemplar a esta pareja encerrada en un único espacio durante una noche tormentosa, se hace más cercano, más comprensible. Pero eso no es lo mejor de esta película de actores y de diálogos afilados. Hay muchas ideas que circulan como ráfagas de viento entre las paredes de la redacción de un periódico una de las pocas noches en las que no hay nadie trabajando: la del 24 de diciembre. Los regalos de Navidad que se hacen los protagonistas, el director del diario y la subdirectora, son dulces envenenados que acaban por estallarles en las manos. Crónica de una tormenta es una película muy apetecible y más en estos tiempos en los que algunas de las cosas que se dicen, son de plena actualidad.

 


Primera rareza: Painting with John HBO

El John al que acompañamos mientras pinta no es otro que John Lurie, inolvidable músico al que descubrimos de la mano de Jim Jarmusch en Permanent Vacation, Extraños en el paraíso y Bajo el peso de la ley. Tres títulos que se podrían extrapolar a la vida de Lurie, que parece vivir en vacaciones permanentes, siendo un extraño en el paraíso y evadiendo el peso de la ley siempre que puede. Esta miniserie de seis capítulos de 20 minutos es una delicia. Al contrario que otras series, creo que vale la pena ver Painting with John poco a poco. Lo mejor es ver un capítulo cada día, antes de acostarse, durante una semana. Especialmente en semanas como ésta tan pesadas y tan plomizas. Acabar el día compartiéndolo con John en su taller de dibujo, en su casa en una isla tropical, con su música, sus colores, sus ideas extravagantes y divertidas (hacía tiempo que no me reía de alguien y con alguien como cuando John encuentra una rama y la convierte en la trompa de un elefante) es relajante y muy recomendable. John dirige estos mini episodios y aprovecha cada uno para mostrarnos sus preciosas acuarelas naif y vitales y contarnos una historia, una anécdota de su vida, casi una fábula, siempre acompañado de las dos risueñas señoras que se ocupan de él en esa isla paradisiaca. Painting with John es la mejor pastilla para dormir feliz. ¡Ah! y no dejen de ver los créditos finales de cada capítulo donde aparecen dibujos y pinturas de John que nos cuentan otra historia a modo de bonus especial.

 


Segunda rareza: Lo que el pulpo me enseñó. Netflix

Antes que nada hay que aclarar que el título debería ser: Lo que la pulpa me enseñó, porque el protagonista de esta extraordinaria amistad que ha ganado con toda justicia el Oscar al Mejor Documental, es un pulpo hembra tan cariñoso, fiel y entrañable como un perro o un gato, aunque diferente, porque no depende de nadie para subsistir y se entrega al baile y los juegos sin recibir nada a cambio. Vimos el documental el domingo por la tarde por recomendación de un amigo. La verdad es que ni el título ni la imagen promocional me habían llamado la atención, pero este amigo nos habló con tal entusiasmo de él que nos despertó la curiosidad. Se lo agradezco porque fue una experiencia relajante, dulce, feliz y un poco triste. Cuenta la extraña amistad, yo diría amor, que surge entre Craig Foster, cámara de documentales, y una pulpa que encuentra en un bosque de algas en los fondos marinos de la costa de Sudáfrica. Foster sufría una cierta depresión, o cansancio profesional, cuando comenzó a bucear en sus aguas. Fue así como conoció a su futura amiga y sus efectos beneficiosos. El primero, despertarle de nuevo las ganas de filmar. Durante un año entero, Foster bajó todos los días al fondo del mar con sus cámaras y exploró el comportamiento de este ser misterioso y amable, procurando no interferir en su vida. Ni siquiera cuando sufre un ataque inesperado, ante el que la pulpa nos da una lección de supervivencia.  Todo está contado por un emocionado Foster cuando recuerda los pasos de esa amistad inesperada. Si los límites entre la ficción y el documental cada día son menos claros (esta es una historia antes que un documento) Lo que el pulpo me enseñó nos demuestra también que los límites de interrelación con los animales no deben constreñirse a los animales terrestres y mamíferos con los que tenemos innumerables conexiones. También se pueden extender a otros seres como este cefalópodo invertebrado de ocho patas que parece un alien bondadoso. Al ver el momento miguelangeliano en que un tentáculo del animal toca suavemente la punta del dedo de Foster, estableciendo contacto por primera vez, reconozco que me emocioné. Si un pulpo y un ser humano pueden conectar entre sí de esta manera, ¿por qué los seres humanos no somos capaces de hacerlo entre nosotros? Lo que el pulpo me ha enseñado es a no tener miedo a los sentimientos, no temer a lo desconocido y no tener prejuicios. Un raro regalo.

 


Tercera rareza: ALMACEN, Almacén, Filmin

El almacén repetido que da nombre a este corto documental de 23 minutos, dirigido por Augusto M. Torres, es el del Museo Nacional de Escultura de Valladolid, mejor dicho, la exposición montada por María Bolaños, su directora, bajo el titulo de Almacén. El lugar de los invisibles. La gracia de la exposición y del documental, es la de mostrar aquellas obras que normalmente no se ven y pasan su vida acumulando polvo en los almacenes de los museos. Obras que no son de grandes maestros, muchas de ellas anónimas, a las que esta exposición dotó de vida mostrándolas agrupadas en pequeños relatos, enseñando la parte oculta, la que siempre queda detrás, el vacio de la escultura que dice tanto como su fachada pintada. Son estatuas religiosas, en su mayoría santos y cristos y vírgenes, a los que se da un nuevo sentido al enlazarlos entre sí en un nuevo contexto. Estas estatuas, muchas de ellas fragmentos de pasos de semana santa dominados por los grandes maestros, forman parte de esa religión atemorizadora con la que la Iglesia(s) controla a la gente en épocas oscuras. “Las casi trescientas obras expuestas forman una conmovedora asamblea que, al salir al paso del visitante, con sus gestos llenos de vida, pierden su condición inerte y se convierten en humanos reales, inmóviles pero vivos, que cuentan, cada uno a su modo, una historia distinta.” Esta frase de presentación del documental me recordó uno de mis momentos personales de terror. Fue durante una Semana de Cine de Valladolid de hace muchísimos años. Una mañana helada de noviembre fui al viejo museo de los pasos de semana santa (supongo que incorporados al museo actual) y lo visité completamente sola. Pasear por esas salas vacías de seres humano y llenas de dolientes figuras, fue algo que aun me provoca un escalofrío. Escribí de ello en el libro de los festivales: “…ese frío noviembre me acerqué al Museo Nacional de Escultura a ver las obras de Berruguete Juan de Juni y Gregorio Fernández. Era una mañana helada y oscura y en el Museo no había nadie. Pasé un miedo atroz contemplando aquellos hombres maltratados. Muchos años después, cuando vi la película de Mel Gibson, La Pasión de Cristo, me acordé de aquel Museo y de aquel Valladolid. Tengo que agradecerle a Augusto y sobre todo a María Bolaños, que con esta exposición en la que las esculturas, sin perder su halo de misterio y de terror, hablan entre sí y con el que las mira de una manera amable y cómplice, me haya permitido exorcizar un poco el recuerdo tenebroso de mi visita al Museo. Lo único que siento es no haber podido ver la exposición, pero bueno, ahí está el documental.

 

El regalo de esta semana es un cuadro raro, pero muy hermoso, de la época abstracta de Ramon.