sábado, 1 de mayo de 2021

UN ESTRENO Y TRES RAREZAS

 

Semana rara en todos los sentidos: en política, las elecciones de Madrid casi la han convertido en semana de terror; en clima, nos movemos entre el sol primaveral y el cielo plomizo que nos aplasta; la pandemia va dando tumbos, mientras en Europa y Estados Unidos parece más o menos controlada, en la India se muere la gente como moscas. Si, ésta ha sido una semana rara y tormentosa. Pero no de esas tormentas que alivian el ambiente con una buena descarga de lluvia acompañada de rayos y truenos que iluminan el cielo y riegan la tierra. No, esta es una tormenta agobiante, pesada, que no acaba de desatarse.

 


El estreno: Crónica de una tormenta

La que si se desata y lo hace en una película muy recomendable es la de Crónica de una tormenta, el debut de Mariana Barassi que interpretan Clara Lago y Ernesto Alterio, los dos pararrayos de esa lluvia de verdades que se lanzan uno al otro durante una noche en la que permanecen encerrados sin ningún juguete con el que entretenerse. Basada en una obra de teatro del 2015, rodada en el 2019, el estreno ahora mismo le da a esta historia un plus añadido. Tras vivir un confinamiento obligado durante más de dos meses, contemplar a esta pareja encerrada en un único espacio durante una noche tormentosa, se hace más cercano, más comprensible. Pero eso no es lo mejor de esta película de actores y de diálogos afilados. Hay muchas ideas que circulan como ráfagas de viento entre las paredes de la redacción de un periódico una de las pocas noches en las que no hay nadie trabajando: la del 24 de diciembre. Los regalos de Navidad que se hacen los protagonistas, el director del diario y la subdirectora, son dulces envenenados que acaban por estallarles en las manos. Crónica de una tormenta es una película muy apetecible y más en estos tiempos en los que algunas de las cosas que se dicen, son de plena actualidad.

 


Primera rareza: Painting with John HBO

El John al que acompañamos mientras pinta no es otro que John Lurie, inolvidable músico al que descubrimos de la mano de Jim Jarmusch en Permanent Vacation, Extraños en el paraíso y Bajo el peso de la ley. Tres títulos que se podrían extrapolar a la vida de Lurie, que parece vivir en vacaciones permanentes, siendo un extraño en el paraíso y evadiendo el peso de la ley siempre que puede. Esta miniserie de seis capítulos de 20 minutos es una delicia. Al contrario que otras series, creo que vale la pena ver Painting with John poco a poco. Lo mejor es ver un capítulo cada día, antes de acostarse, durante una semana. Especialmente en semanas como ésta tan pesadas y tan plomizas. Acabar el día compartiéndolo con John en su taller de dibujo, en su casa en una isla tropical, con su música, sus colores, sus ideas extravagantes y divertidas (hacía tiempo que no me reía de alguien y con alguien como cuando John encuentra una rama y la convierte en la trompa de un elefante) es relajante y muy recomendable. John dirige estos mini episodios y aprovecha cada uno para mostrarnos sus preciosas acuarelas naif y vitales y contarnos una historia, una anécdota de su vida, casi una fábula, siempre acompañado de las dos risueñas señoras que se ocupan de él en esa isla paradisiaca. Painting with John es la mejor pastilla para dormir feliz. ¡Ah! y no dejen de ver los créditos finales de cada capítulo donde aparecen dibujos y pinturas de John que nos cuentan otra historia a modo de bonus especial.

 


Segunda rareza: Lo que el pulpo me enseñó. Netflix

Antes que nada hay que aclarar que el título debería ser: Lo que la pulpa me enseñó, porque el protagonista de esta extraordinaria amistad que ha ganado con toda justicia el Oscar al Mejor Documental, es un pulpo hembra tan cariñoso, fiel y entrañable como un perro o un gato, aunque diferente, porque no depende de nadie para subsistir y se entrega al baile y los juegos sin recibir nada a cambio. Vimos el documental el domingo por la tarde por recomendación de un amigo. La verdad es que ni el título ni la imagen promocional me habían llamado la atención, pero este amigo nos habló con tal entusiasmo de él que nos despertó la curiosidad. Se lo agradezco porque fue una experiencia relajante, dulce, feliz y un poco triste. Cuenta la extraña amistad, yo diría amor, que surge entre Craig Foster, cámara de documentales, y una pulpa que encuentra en un bosque de algas en los fondos marinos de la costa de Sudáfrica. Foster sufría una cierta depresión, o cansancio profesional, cuando comenzó a bucear en sus aguas. Fue así como conoció a su futura amiga y sus efectos beneficiosos. El primero, despertarle de nuevo las ganas de filmar. Durante un año entero, Foster bajó todos los días al fondo del mar con sus cámaras y exploró el comportamiento de este ser misterioso y amable, procurando no interferir en su vida. Ni siquiera cuando sufre un ataque inesperado, ante el que la pulpa nos da una lección de supervivencia.  Todo está contado por un emocionado Foster cuando recuerda los pasos de esa amistad inesperada. Si los límites entre la ficción y el documental cada día son menos claros (esta es una historia antes que un documento) Lo que el pulpo me enseñó nos demuestra también que los límites de interrelación con los animales no deben constreñirse a los animales terrestres y mamíferos con los que tenemos innumerables conexiones. También se pueden extender a otros seres como este cefalópodo invertebrado de ocho patas que parece un alien bondadoso. Al ver el momento miguelangeliano en que un tentáculo del animal toca suavemente la punta del dedo de Foster, estableciendo contacto por primera vez, reconozco que me emocioné. Si un pulpo y un ser humano pueden conectar entre sí de esta manera, ¿por qué los seres humanos no somos capaces de hacerlo entre nosotros? Lo que el pulpo me ha enseñado es a no tener miedo a los sentimientos, no temer a lo desconocido y no tener prejuicios. Un raro regalo.

 


Tercera rareza: ALMACEN, Almacén, Filmin

El almacén repetido que da nombre a este corto documental de 23 minutos, dirigido por Augusto M. Torres, es el del Museo Nacional de Escultura de Valladolid, mejor dicho, la exposición montada por María Bolaños, su directora, bajo el titulo de Almacén. El lugar de los invisibles. La gracia de la exposición y del documental, es la de mostrar aquellas obras que normalmente no se ven y pasan su vida acumulando polvo en los almacenes de los museos. Obras que no son de grandes maestros, muchas de ellas anónimas, a las que esta exposición dotó de vida mostrándolas agrupadas en pequeños relatos, enseñando la parte oculta, la que siempre queda detrás, el vacio de la escultura que dice tanto como su fachada pintada. Son estatuas religiosas, en su mayoría santos y cristos y vírgenes, a los que se da un nuevo sentido al enlazarlos entre sí en un nuevo contexto. Estas estatuas, muchas de ellas fragmentos de pasos de semana santa dominados por los grandes maestros, forman parte de esa religión atemorizadora con la que la Iglesia(s) controla a la gente en épocas oscuras. “Las casi trescientas obras expuestas forman una conmovedora asamblea que, al salir al paso del visitante, con sus gestos llenos de vida, pierden su condición inerte y se convierten en humanos reales, inmóviles pero vivos, que cuentan, cada uno a su modo, una historia distinta.” Esta frase de presentación del documental me recordó uno de mis momentos personales de terror. Fue durante una Semana de Cine de Valladolid de hace muchísimos años. Una mañana helada de noviembre fui al viejo museo de los pasos de semana santa (supongo que incorporados al museo actual) y lo visité completamente sola. Pasear por esas salas vacías de seres humano y llenas de dolientes figuras, fue algo que aun me provoca un escalofrío. Escribí de ello en el libro de los festivales: “…ese frío noviembre me acerqué al Museo Nacional de Escultura a ver las obras de Berruguete Juan de Juni y Gregorio Fernández. Era una mañana helada y oscura y en el Museo no había nadie. Pasé un miedo atroz contemplando aquellos hombres maltratados. Muchos años después, cuando vi la película de Mel Gibson, La Pasión de Cristo, me acordé de aquel Museo y de aquel Valladolid. Tengo que agradecerle a Augusto y sobre todo a María Bolaños, que con esta exposición en la que las esculturas, sin perder su halo de misterio y de terror, hablan entre sí y con el que las mira de una manera amable y cómplice, me haya permitido exorcizar un poco el recuerdo tenebroso de mi visita al Museo. Lo único que siento es no haber podido ver la exposición, pero bueno, ahí está el documental.

 

El regalo de esta semana es un cuadro raro, pero muy hermoso, de la época abstracta de Ramon.

 


 

 

 

1 comentario:

  1. Lo que el pulpo (pulpa) me enseñó es una lección de lo poco alejados que los humanos estamos de la Naturaleza. A poco que nos pusiéramos a contemplarla ( sin intervenir, por doloroso que pueda ser) tendríamos todas las enseñanzas para vivir en la armonía, la belleza y la alegría. Gracias Nuria por tu magnífico blog

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