jueves, 27 de junio de 2013

BEATRICE




Nada más de penas, ¿nos seguimos escribiendo? Me encantaría.
 
Miles de besos y para Ramón
 
Beatrice Rosa roja

Estas son las últimas palabras que recibí de Beatrice Sartori. Hace poco más de un año. La complicada vida que tenemos todos hicieron que el deseo de seguir escribiéndonos se fuera alargando y ahora ya no hay tiempo para recuperarla.
Nos hicimos amigas enseguida. En el año 85, yo empezaba en esto del periodismo de cine y ella era documentalista en El País. Nos encontramos en Valladolid. Y empezamos a escribirnos y a llamarnos. Cada vez que iba a Madrid, la veía y cuando ella venía a Barcelona lo mismo. Cuando Beatrice empezó a viajar por festivales y para hacer entrevistas, me mandaba una postal de cada lugar. Tengo una colección entera de postales suyas de los sitios mas raros. Siempre acababan igual, “Besos para Ramón y La Negrita” (mi gata).
Viví con ella momentos muy duros de su vida personal. Compartí ratos muy dolorosos, pero también muy divertidos. La última vez que la vi fue en Berlín. Nos comimos un bocata mano a mano en un banco de las galerías, enfrente del festival. Luego fueron mails cada vez mas espaciados. Hasta hoy en que me he enterado que murió en su casa de Holanda hace unos días.
Me ha dolido saberlo y darme cuenta que no tuve tiempo de volver a encontrarme con ella.  Aunque si pensaba mucho en Beatrice. La foto que ilustra esta entrada, tomada en un festival de San Sebastián, ha estado delante de mí en un corcho de fotos desde entonces.

Ahí seguirá, porque para mi Beatrice no se ha ido. Solo se ha retirado a un lugar mas lejano que Holanda desde donde seguro seguirá escribiendo brillantes crónicas y entrevistas.
(Esta entrada está escrita con la letra que ella usaba en sus mails. Es una forma mas de recordarla)

domingo, 23 de junio de 2013

LA LAPIDACIÓN DEL CINE


Esta semana se estrenan tres películas francesas, bueno dos y media, porque una es de un director catalán, Pere Vilà, aunque este rodada en francés y en Francia.
Es esta precisamente la que da titulo a esta entrada. Se llama La lapidation de Saint Étienne y la protagoniza Lou Castel. Frente a este film tengo una enorme contradicción.
Vilà sabe crear una atmósfera claustrofóbica y enfermiza a la altura de Repulsión de Polanski.  Ese hombre solitario, viejo, enfermo, perdido en el laberinto de un piso lleno de objetos extraños, con radiografías en las ventanas y un mural que reproduce un electrocardiograma, rodeado de fantasmas visibles e invisibles, produce una fascinación morbosa. Se puede decir sin ningún reparo que esta película, de una dureza extrema, es cine en estado puro. Sus imágenes, su ritmo, el montaje medido. No tengo ninguna duda. La duda, o la contradicción, surge cuando me pregunto porque esta capacidad de hacer cine y de crear imágenes potentes no se aplica a una historia que no sea tan horrible y desagradable.
El cine tiene que reflejar el mundo en el que vive, de acuerdo. Pero ¿es necesario que una buena película cinematográficamente hablando, sea también una casi insoportable película, argumental y visualmente? No creo que el  buen cine tenga que ir asociado a historias terribles.  Por eso me pregunto también quien pagará 9 euros por ver este film del que sales con el corazón encogido y deseando esconderte en un rincón. 
La segunda película es Después de mayo, de Olivier Assayas. Esta también me produce una contradicción, pero diferente. En realidad lo que me produce es vergüenza  ajena, o mas bien propia, ya que me reconozco en las estupideces políticas que dicen alegremente estos chicos post sesentayocho (con una diferencia: ellos no arriesgaban nada mas que un palo en una manifestación, nosotros podíamos ir a la cárcel por mucho tiempo), que  aun creían que se podría hacer la revolución y que cayeron rápidamente en el desengaño de las ideologías establecidas para ir a parar a los dos extremos: los hippies dorados que se iban a Katmandú, o los situacionistas de corte prochino que se empeñaban en hacer un cine militante completamente inútil. Entre ambos extremos se mueve Giles, alter ego de Assayas, que acaba por encontrar un camino simplemente en vivir y trabajar en algo que le guste. La gracia del film, es que está contado con una ligereza y una capacidad de autocrítica que la hace muy agradable.
En cuanto a la tercera película, Mi encuentro con Marilou, solo decir que es una enorme decepción. Jean Becker suele tener una sensibilidad especial para contar historias simples, pero aquí cae en un tópico detrás de otro al acercarse a un pintor acabado y una jovencita con problemas. Olvídense de ella.
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Ya tenía escrita esta entrada cuando asistí a una reunión en la sede del Parlament Europeo en Catalunya para hablar del tema de la excepción cultural. Todos estábamos de acuerdo que el audiovisual (no debemos limitarnos al cine) debe ser considerado una excepción en las negociaciones con Estados Unidos. Donde surgió la discusión fue en otro sitio. Como siempre se puso el ejemplo de Francia para demostrar como los franceses apoyan al cine y los españoles no. Los franceses no solo apoyan al cine, apoyan la cultura en general, cuidan sus pueblos, su paisaje, están orgullosos de su historia y su geografía, de su literatura y su cine. Los niños aprenden a apreciar la cultura en todos sus aspectos de una forma natural. Forma parte de una cultura de la cultura que en España nunca hemos tenido. Aquí no solo se desprecia y maltrata el cine, se desprecia y maltrata todo, sin ninguna excepción.
Pero la discusión fue un poco mas allá y entramos en un terreno peligroso porque en gran parte es subjetivo: la calidad del cine español. Hay en nuestro país un nivel muy bueno de cine, hay directores espléndidos que cuentan historias estupendas con presupuestos muy variables. Unas películas son claramente comerciales, otras se enmarcan en el cine de autor. Unas buscan un público y otras, otro. Pero también hay en nuestro país mucho cine que se hace sin criterio, sin sentido, al amparo de una legislación proteccionista, necesaria sin ninguna duda, pero que debería ser mas exigente en los resultados de los productos que apoya.
Este es un tema largo y complicado que no se puede analizar ni en una reunión ni en una entrada de blog. Lo dejo enunciado para seguir en otro momento.


domingo, 16 de junio de 2013

AUSTERICIDIOS

Me encanta esta palabra. La dijo Miquel Roca en la conversación que mantuvo con Felipe González en 8TV. Austericidios. Es lo que están haciendo con nosotros. Un suicidio colectivo por inanición: cultural, moral, política, económica. La austeridad  luterana llevada a las últimas consecuencias es la destrucción de la creación. O no, porque, cuando la gente se ve abocada a la nada, busca recursos dentro de su propia persona o de su entorno mas cercano. Gracias a eso, se están creando nuevas maneras de relacionarse. Dejemos de lado a los políticos, los banqueros, los comisarios culturales,  !!!hagamos cosas¡¡¡



(me pregunto que haría la chef Mar Vidal con estas granadas de Ramón)

En fin. Yo lo que puedo hacer, de momento es hablar de cine. De ese cine que se estrena cada semana a pesar de los pesares. De ese cine que no despierta pasiones ni entusiasmos entre los que de vez en cuando se cuela alguna sorpresa. Como la de Menú degustación, de Roger Gual. Un film que parece concebido en épocas de bonanzas y de burbujas culinarias (cualquier día esa burbuja estalla y nos llena la cocina de porquerías), pero que consigue entroncar con la austeridad reinante gracias a un optimismo y una ligereza dignas de un gran soufflé. Esta es una película que se ve con placer y se recuerda con agrado. Ya es mucho.

La otra película de esta semana es menos graciosa, menos nuestra, menos austera o en crisis. Aunque se hable de crisis, varias y diversas. Se trata de Un invierno en la playa, horrible título para un film que en su versión original se llama Stuck in Love/Atrapados por el amor. Atrapados en el amor están todos los miembros de esta familia de escritores de distinto pelaje y éxito. Comedia ligeramente conservadora, de factura Indie 100% , el film depara una agradable sorpresa: el cameo telefónico de Stephen King. Yo al menos debo agradecerle a esta película el haber vuelto a leer IT, uno de los libros fundamentales de King con el que estoy volviendo a disfrutar tanto como a pasar miedo.


Acabo de darme cuenta que leer a Stephen King es una buena cosa para combatir el austericidio.

sábado, 8 de junio de 2013

MUJERES Y MALDAD





La 21 Mostra Internacional de Films de Dones de Barcelona ha presentado una película dirigida por Margarethe von Trotta sobre la figura de la pensadora alemana Hannah Arendt; en los cines se estrena Inch'Allah, una película de Anaïs Barbeau-Lavalette,  sobre la figura de Chloé, una enfermera canadiense en Cisjordania. Mujeres, todo mujeres. Mujeres del pasado, mujeres del presente. Mujeres que hablan del mal, ese mal tan arraigado en la especia humana que la lleva a destruir a sus semejantes.
Ver las dos películas juntas es muy interesante (y dejo de lado los valores cinematográficos de ambas que son mas bien pocos en los dos casos). Lo que las hace interesantes es comprobar como se enfrentan estos personajes, uno real y otro de ficción, a una situación de violencia insoportable.
Hannah Arendt fue una filosofa judía alemana, exiliada en Estados Unidos desde 1941, que provocó una gran controversia a mediados de los años sesenta con su libro Eichmann en Jerusalén, Un informe sobre la banalidad del mal, donde ponía de manifiesto un hecho terrible: la maldad que ejercen los mediocres, los don nadie que se escudan en “cumplía órdenes", los hombres que son incapaces de pensar por si mismos, es mucho mas horrible que la que se ejerce por pasión, por convicción o por necesidad.  En sus crónicas sobre el juicio al jefe de las SS Adolf Eichmann, uno de los mayores criminales de guerra, Arendt destacó la banalidad de la maldad de los asesinos nazis y acusó al mismo tiempo a líderes judíos de un fatalismo histórico que contribuyó al éxito del exterminio. Ni una idea ni otra fueron bien recibidas en ese momento. Ni creo que lo fueran ahora, en que la ideología progresista dominante impone también su pensamiento único en el conflicto judío/palestino que dura desde hace casi setenta años.
Y en ese conflicto se inscribe el film de la directora canadiense, que, a diferencia de Arendt, no se plantea coger el toro por los cuernos y comprobar la banalidad del mal en ambas partes, una banalidad de seres que no se preguntan que están haciendo y en nombre de quién, -el poder, el dinero, la corrupción, la religión, la exclusión del otro, la intolerancia- sino que acatan órdenes de los que han decidido quienes son los buenos y quienes son los malos sin plantearse nada mas. Como no se lo plantea la protagonista  de Inch’Allah, que, llevada por lo que ve y no por lo que debería pensar, interviene en el conflicto de una forma trágica.

A la salida del film de von Trotta en el pase de prensa, se generó un debate entorno a su figura (aun ahora controvertida). Yo escuchaba y pensaba que lo mejor de esta película, o mejor dicho de lo que defiende Hannah Arendt, es que es extrapolable a nuestra propia actualidad, cuando tantos mediocres se escudan en una legalidad sin interpretaciones ni matices o en una visión sesgada de la historia para defender posturas de pensamiento único. Los mediocres no se limitaron a estar al servicio del III Reich. Los mediocres y su banal maldad  siguen estando en el poder imponiendo su obediencia debida al ordeno y mando del líder de turno. Y no hace falta remontarse a la esfera política, ¿quién no ha padecido un jefecillo malvado y absolutamente inútil, pero con poder para hacer la vida imposible a sus subordinados y eliminar como sea a todo aquel que considere que le hace sombra? Banalidad y maldad se conjugan juntas muchas veces.
La discrepancia, el pensar por uno mismo, el intentar entender lo que sucede, como quería Arendt, no son posturas bien vistas por los don nadies que dominan el mundo.

* la película de Von Trotta Hannah Arendt se proyecta en Barcelona el domingo 9 de junio en la Filmoteca. Espero que se pueda estrenar en algún momento para que la vea y discuta todo el mundo