sábado, 8 de junio de 2013

MUJERES Y MALDAD





La 21 Mostra Internacional de Films de Dones de Barcelona ha presentado una película dirigida por Margarethe von Trotta sobre la figura de la pensadora alemana Hannah Arendt; en los cines se estrena Inch'Allah, una película de Anaïs Barbeau-Lavalette,  sobre la figura de Chloé, una enfermera canadiense en Cisjordania. Mujeres, todo mujeres. Mujeres del pasado, mujeres del presente. Mujeres que hablan del mal, ese mal tan arraigado en la especia humana que la lleva a destruir a sus semejantes.
Ver las dos películas juntas es muy interesante (y dejo de lado los valores cinematográficos de ambas que son mas bien pocos en los dos casos). Lo que las hace interesantes es comprobar como se enfrentan estos personajes, uno real y otro de ficción, a una situación de violencia insoportable.
Hannah Arendt fue una filosofa judía alemana, exiliada en Estados Unidos desde 1941, que provocó una gran controversia a mediados de los años sesenta con su libro Eichmann en Jerusalén, Un informe sobre la banalidad del mal, donde ponía de manifiesto un hecho terrible: la maldad que ejercen los mediocres, los don nadie que se escudan en “cumplía órdenes", los hombres que son incapaces de pensar por si mismos, es mucho mas horrible que la que se ejerce por pasión, por convicción o por necesidad.  En sus crónicas sobre el juicio al jefe de las SS Adolf Eichmann, uno de los mayores criminales de guerra, Arendt destacó la banalidad de la maldad de los asesinos nazis y acusó al mismo tiempo a líderes judíos de un fatalismo histórico que contribuyó al éxito del exterminio. Ni una idea ni otra fueron bien recibidas en ese momento. Ni creo que lo fueran ahora, en que la ideología progresista dominante impone también su pensamiento único en el conflicto judío/palestino que dura desde hace casi setenta años.
Y en ese conflicto se inscribe el film de la directora canadiense, que, a diferencia de Arendt, no se plantea coger el toro por los cuernos y comprobar la banalidad del mal en ambas partes, una banalidad de seres que no se preguntan que están haciendo y en nombre de quién, -el poder, el dinero, la corrupción, la religión, la exclusión del otro, la intolerancia- sino que acatan órdenes de los que han decidido quienes son los buenos y quienes son los malos sin plantearse nada mas. Como no se lo plantea la protagonista  de Inch’Allah, que, llevada por lo que ve y no por lo que debería pensar, interviene en el conflicto de una forma trágica.

A la salida del film de von Trotta en el pase de prensa, se generó un debate entorno a su figura (aun ahora controvertida). Yo escuchaba y pensaba que lo mejor de esta película, o mejor dicho de lo que defiende Hannah Arendt, es que es extrapolable a nuestra propia actualidad, cuando tantos mediocres se escudan en una legalidad sin interpretaciones ni matices o en una visión sesgada de la historia para defender posturas de pensamiento único. Los mediocres no se limitaron a estar al servicio del III Reich. Los mediocres y su banal maldad  siguen estando en el poder imponiendo su obediencia debida al ordeno y mando del líder de turno. Y no hace falta remontarse a la esfera política, ¿quién no ha padecido un jefecillo malvado y absolutamente inútil, pero con poder para hacer la vida imposible a sus subordinados y eliminar como sea a todo aquel que considere que le hace sombra? Banalidad y maldad se conjugan juntas muchas veces.
La discrepancia, el pensar por uno mismo, el intentar entender lo que sucede, como quería Arendt, no son posturas bien vistas por los don nadies que dominan el mundo.

* la película de Von Trotta Hannah Arendt se proyecta en Barcelona el domingo 9 de junio en la Filmoteca. Espero que se pueda estrenar en algún momento para que la vea y discuta todo el mundo


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