Esta semana se
estrenan tres películas francesas, bueno dos y media, porque una es de un
director catalán, Pere Vilà, aunque este rodada en francés y en Francia.
Es esta precisamente la
que da titulo a esta entrada. Se llama La
lapidation de Saint Étienne y la protagoniza Lou Castel.
Frente a este film tengo una enorme contradicción.
Vilà sabe crear una
atmósfera claustrofóbica y enfermiza a la altura de Repulsión de Polanski. Ese
hombre solitario, viejo, enfermo, perdido en el laberinto de un piso lleno de
objetos extraños, con radiografías en las ventanas y un mural que reproduce un
electrocardiograma, rodeado de fantasmas visibles e invisibles, produce una
fascinación morbosa. Se puede decir sin ningún reparo que esta película, de una
dureza extrema, es cine en estado puro. Sus imágenes, su ritmo, el montaje
medido. No tengo ninguna duda. La duda, o la contradicción, surge cuando me
pregunto porque esta capacidad de hacer cine y de crear imágenes potentes no se
aplica a una historia que no sea tan horrible y desagradable.
El cine tiene que
reflejar el mundo en el que vive, de acuerdo. Pero ¿es necesario que una buena
película cinematográficamente hablando, sea también una casi insoportable película,
argumental y visualmente? No creo que el buen cine tenga que ir asociado
a historias terribles. Por eso me pregunto también quien pagará 9 euros
por ver este film del que sales con el corazón encogido y deseando esconderte
en un rincón.
La segunda película es Después de mayo, de Olivier Assayas.
Esta también me produce una contradicción, pero diferente. En realidad lo que
me produce es vergüenza ajena, o mas bien propia, ya que me reconozco en las
estupideces políticas que dicen alegremente estos chicos post sesentayocho (con
una diferencia: ellos no arriesgaban nada mas que un palo en una manifestación,
nosotros podíamos ir a la cárcel por mucho tiempo), que aun creían que se
podría hacer la revolución y que cayeron rápidamente en el desengaño de las
ideologías establecidas para ir a parar a los dos extremos: los hippies dorados
que se iban a Katmandú, o los situacionistas de corte prochino que se empeñaban
en hacer un cine militante completamente inútil. Entre ambos extremos se mueve
Giles, alter ego de Assayas, que acaba por encontrar un camino simplemente en
vivir y trabajar en algo que le guste. La gracia del film, es que está contado
con una ligereza y una capacidad de autocrítica que la hace muy agradable.
En cuanto a la tercera
película, Mi encuentro con Marilou,
solo decir que es una enorme decepción. Jean Becker suele tener una
sensibilidad especial para contar historias simples, pero aquí cae en un tópico
detrás de otro al acercarse a un pintor acabado y una jovencita con problemas.
Olvídense de ella.
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Ya tenía escrita esta entrada
cuando asistí a una reunión en la sede del Parlament Europeo en Catalunya para
hablar del tema de la excepción cultural. Todos estábamos de acuerdo que el
audiovisual (no debemos limitarnos al cine) debe ser considerado una excepción
en las negociaciones con Estados Unidos. Donde surgió la discusión fue en otro
sitio. Como siempre se puso el ejemplo de Francia para demostrar como los
franceses apoyan al cine y los españoles no. Los franceses no solo apoyan al
cine, apoyan la cultura en general, cuidan sus pueblos, su paisaje, están
orgullosos de su historia y su geografía, de su literatura y su cine. Los niños
aprenden a apreciar la cultura en todos sus aspectos de una forma natural.
Forma parte de una cultura de la cultura
que en España nunca hemos tenido. Aquí no solo se desprecia y maltrata el cine,
se desprecia y maltrata todo, sin ninguna excepción.
Pero la discusión fue
un poco mas allá y entramos en un terreno peligroso porque en gran parte es
subjetivo: la calidad del cine español. Hay en nuestro país un nivel muy bueno
de cine, hay directores espléndidos que cuentan historias estupendas con
presupuestos muy variables. Unas películas son claramente comerciales, otras se
enmarcan en el cine de autor. Unas buscan un público y otras, otro. Pero también
hay en nuestro país mucho cine que se hace sin criterio, sin sentido, al amparo
de una legislación proteccionista, necesaria sin ninguna duda, pero que debería
ser mas exigente en los resultados de los productos que apoya.
Este es un tema largo y
complicado que no se puede analizar ni en una reunión ni en una entrada de
blog. Lo dejo enunciado para seguir en otro momento.
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