sábado, 30 de octubre de 2021

CUATRO BUENOS ESTRENOS


Seguimos con la racha de buenos estrenos –demasiados, quizás– pero no nos vamos a quejar después de la sequia que la pandemia nos ha obligado a vivir. Y menos nos podemos quejar si los estrenos son como los de esta semana: una película francesa preciosa, una película americana potente, una película inglesa como las de antes y una serie española inclasificable. Perfecto.



Petite maman, de Céline Sciamma

Pocas veces una película te llega directa al corazón, sin pasar por la cabeza. Cuando eso sucede, se siente algo muy especial, difícil de explicar. Es lo que me pasó con la última película de Céline Sciamma, Petite maman. No quiero contar mucho de este hermoso y único film para no estropear el placer de descubrirlo uno mismo, por eso intentaré verbalizar mis sentimientos sin desvelar la historia. Petite maman es una película de fantasmas, pero fantasmas buenos y cercanos; Petite maman es una película de la huella del tiempo; Petite maman es un canto al hilo que nos une con nuestro pasado y nos proyecta a nuestro futuro. ¡Uf que difícil! A ver si lo digo de una vez: esta película sencilla, pero muy cuidada en todos los detalles, corta, solo dura una hora y quince minutos, hermosa en sus colores otoñales y en los contrastes de rojos y azules, maravillosa en sus protagonistas, las dos niñas Nelly y Marion, pone en imágenes un deseo que he tenido muchas veces y que incluso he llegado a describir en algún cuento. ¿Cómo sería encontrarte con…? No cuento mas, no quiero. Seguramente las criticas y las informaciones sobre Petite maman destriparan su argumento, pero yo no. Una única pista, Petite maman empieza en una residencia de gente mayor donde Nelly se despide de los ancianos porque su abuela ha muerto y no volverá allí. La historia sigue en la casa de su abuela y en el bosque donde encuentra a Marion… Este pequeño gran film me ha llegado al corazón, como una flecha, directamente.

 



El último duelo, de Ridley Scott

Que Ridley Scott sabe hacer cine histórico ya lo sabíamos. Pero lo interesante de esta grandiosa película es como cuenta una historia muy intimista y con solo tres personajes, tejiendo los puntos de vista de cada uno de ellos de manera que una anécdota que se puede contar en una frase, se desborde hasta abarcar dos horas y media sin cansar en ningún momento. El último duelo está basado en hechos y figuras históricas. El 29 de diciembre de 1386, bajo el reinado de Carlos VI de Francia, tuvo lugar en París el último juicio por combate resuelto en el último duelo de honor o juicio de Dios que enfrentó al caballero Jean de Carrouges con el escudero Jacques Le Gris, acusado de haber violado a Marguerite deThibouville, esposa de Carrouges. En esos tiempos la violación no era un delito y el adulterio de la mujer se pagaba con la hoguera. Por eso Carrouges acusó a Le Gris de un delito contra su propiedad, Marguerite, poniéndose en peligro a sí mismo y a ella si resultaba vencido en el combate. La historia empieza en los preparativos del duelo, cuando no sabemos nada de los contendientes, antes de adentrarse en el relato de la amistad de Carrouges y Le Gris, el matrimonio de Jean con Marguerite, la violación y el duelo entre ambos ante el rey y toda la corte. Partiendo del libro The Last Duel: A True Story of Trial de Combat in Medieval France de Eric Jager, el guión escrito por Matt Damon y Ben Affleck describe lo que pasa primero desde el punto de vista de Jean de Carrouges, secamente interpretado por Matt Damon, después, desde el punto de vista de Jacques Le Gris, encarnado en un atractivo pero turbio Adam Driver y finalmente desde el punto de vista de Marguerite, una misteriosa y hermosa Jodie Comer. Las variaciones entre un punto de vista y otro son muy pequeñas, sutiles, casi no se aprecian, pero sin que el espectador sea consciente, poco a poco van reconstruyendo la verdad de la historia de uno de los raros casos de violación que en la Edad Media llegaron a los tribunales y que tuvo como consecuencia la celebración del último duelo. Scott no escatima escenas de sangrientas batallas, la Edad Media no era precisamente un baile de salón. Tampoco en el duelo final nos ahorra violencia entre los contendientes. Pero esa violencia, casi coreográfica, es el contrapunto perfecto a la violencia de las relaciones y sentimientos entre estos tres personajes. Tan solo apuntar la presencia y también la importancia de un personaje secundario, seguramente el más malvado de todos, el Conde Pierre d'Alençon interpretado por un irreconocible Ben Affleck, Y como guinda de este pastel medieval, los castillos franceses de una belleza asombrosa y la inteligente utilización de los recursos digitales en una recreación del Paris del 1386, con Notre Dame en plena construcción. Si les gustan las películas históricas, la disfrutaran mucho, Pero si no son fans de este género, también pueden encontrar muchos alicientes en un film, que se puede considerar el primer film histórico de los tiempos del Me Too. Sin ser el mejor Scott, El último duelo nos regala algunos momentos espectaculares.

 


El espía inglés, de Dominic Cooke

John le Carré sigue vivo. Aunque ésta no sea una adaptación de ninguna novela del mejor escritor de la guerra fría, el guión original de Tom O'Connor, es un claro homenaje al creador de Smiley. Estoy segura que le Carré conocía la historia de Greville Wynne y que se inspiró en ella para algunos de sus personajes, en especial el Barley de La casa Rusia. Porque El espía inglés está basada en hechos y personajes reales (como el duelo de Scott). En este caso el ingeniero inglés Greville Wynne con el rostro de Benedict Cumberbatch, que jugó un importante papel como espía al servicio del M16 en los primeros años sesenta, en especial durante la crisis de los misiles de Cuba. Utilizando su cobertura como vendedor de productos industriales, Wynne viajaba regularmente a Rusia, circunstancia que aprovecharon los servicios secretos para convertirlo en correo, así se llama la película en ingles The Courier,  de la información crucial que Kennedy necesitaba para desafiar a Kruschev e identificar donde estaban los misiles nucleares que se estaban instalando en Cuba y que le proporcionaba Oleg Penkovsky, un disidente soviético disconforme con la deriva militarista que su país estaba tomando en el mundo. Lo mejor de esta película clásica en todos los sentidos dirigida por Dominic Cooke, es devolvernos un cine que ya no se hace. Hasta tal punto es sugerente su poder evocador que yo la recuerdo en blanco y negro, como si mi propia percepción se hubiera superpuesto a la realidad del film, para asimilarla al mejor cine de espías de los años sesenta. Wynne y Penkovsky surgen del frio y nos recuerdan que aunque los tiempos han cambiado y ahora los espías son cibernéticos, el mal sigue existiendo y no podemos descuidarnos.

 

EL RINCÓN DE LAS SERIES

 


Doctor Portuondo de Carlo Padial

Carlo Padial es un director de cine inclasificable, mejor dicho es un hombre inclasificable. Su nombre está asociado a la corriente de Cine Low Cost donde destacó con dos películas únicas Mi loco Erasmus y Taller Capuchoc y un artilugio visual inesperado, Algo muy gordo. Pero su trabajo abarca más terrenos, entre otros el de la escritura. En el año 2017 publicó una hilarante novela autoanálitica mas que autobiográfica, en la que narraba sus vivencias en las sesiones de psicoanálisis que mantuvo durante cinco años con el extravagante Doctor Portuondo, un cubano freudiano acostumbrado a gritar a sus pacientes o ponerse a bailar en cualquier momento. Un sabio desquiciado que fuma en pipa y le gusta tenderse en el diván. Ahora Padial ha decidió transformar ese libro en una serie, la primera que produce Filmin. Seis capítulos de 30 minutos, siguen al alter ego de Padial, interpretados por Nacho Sánchez, una especia de doble del propio director no solo psicoanalíticamente, también físicamente, en sus visitas al imprevisible y arrollador Doctor Portundo es decir Jorge Perrugorria. El resultado es un producto que provoca la risa tanto como la congela al ver a ese grupo de pacientes incapacitados emocionalmente para vivir, pero a los que no puedes menos que entender. Alternando la desgraciada vida personal del protagonista obseso del queso, con las sesiones en el diván y las terapias colectivas, la serie se convierte en un retrato de nuestro tiempo con todas sus rarezas y miserias. Se suele definir a Padial como el Woody Allen español, barcelonés para ser exactos. Pero yo no creo que lo sea. Que se coloque a sí mismo en primera persona, que recurra al psicoanálisis para explicar sus neurosis, que sea un personaje atormentado por sus fantasmas mas hilarantes, no son elementos suficientes para decir que es el Woody Allen local. Creo que lo que hace Padial es más interesante. Capaz de crear situaciones incómodas ante las que no sabes cómo reaccionar, esta serie no te deja indiferente, la puedes odiar o la puedes disfrutar, pero seguro que las sesiones en el diván de este estrambótico doctor no se olvidan fácilmente.

 

El regalo de esta semana es un bosque donde Nelly y Marion pueden construir una cabaña.

 


 

 

 

 

 

 

 

 

sábado, 23 de octubre de 2021

TRUEBA(S)

Ha sido completamente involuntario, pero en la misma semana que acabo una novela de un Trueba (David), se estrena la película de otro Trueba (Jonás). ¡Solo me falta algo de Fernando para acabar de hacer el pleno de los Truebas creadores! Lo más curioso de todo es que, siendo muy distintos, tanto el libro como la película son extrañas cartas de amor y los dos son “una primera vez” para cada uno de ellos.

Empiezo por la película




Quién lo impide, de Jonás Trueba

¿Por qué pienso que es una carta de amor? Porque es una carta de amor a una generación que no ha tenido ni tiene las cosas fáciles. Quién lo impide da voz a los nacidos a principios del siglo XXI, los que tenían, ocho años cuando sus padres se vieron sumergidos en la crisis económica más bestia e inesperada, los que tenían 15 años en el 2016, cuando parecía que por fin el mundo les iba a sonreír, los que tenían 18  o 20 cuando la pandemia y el confinamiento les arrancó definitivamente el porvenir en el que creían iban a poder vivir. Esta generación, tan olvidada durante meses y tan maltratada muchas veces, es uno de los segmentos de la sociedad que más ha sufrido las consecuencias devastadoras de estos casi dos años de maldad covidense. Se vieron obligados a encerrarse cuando mas contacto necesitaban, a comunicarse de forma virtual cuando más necesario era el roce personal, a estudiar sin la complicidad del profesor ni de los compañeros. No es extraño que hayan salido en tromba cuando han podido, aunque tampoco es extraño que sus trombas se haya aprovechado tanto para acusarlos de irresponsables, como para utilizarlos como caldo de cultivo de la inestabilidad permanente en la que sectores de ese mundo en la sombra quiere que todos vivamos, Pero dejemos ya las generalizaciones para hablar de este estupendo trabajo. Quien lo impide se presenta como un documental, pero no estoy segura que lo sea. O en todo caso, es otra clase de documental. Sus protagonistas son un grupo de chicos y chicas que se interpretan, si podemos decirlo, a sí mismos, tanto cuando lo vemos en su cotidianidad, como cuando representan pequeñas ficciones muy truebianas. Después de rodar La reconquista en el 2016, Jonás se quedó fascinado por Candela Recio y Pablo Hoyos, los dos adolescentes que interpretaban sus personajes cuando eran pequeños. Y decidió seguir con ellos de una manera inusual. Pero no solo con ellos, también con algunos de los chicos que salían en la película y por extensión con sus amigos y compañeros. Y así nació un proyecto sin nombre ni objetivo claro: seguirlos en su crecimiento durante cinco años, en momentos puntuales, cuando se podía, cuando ellos tenían ganas, cuando él tenía ganas. Poco a poco se fue haciendo el film con ellos y para ellos. Jonás los veía crecer delante de las cámaras, los veía hacerse adultos, y los veía despuntar en distintas direcciones. Y de vez en cuando, les construía pequeñas ficciones de amor, que ellos asumían desde su propia vida, como si de verdad les estuviera pasando aquello que se contaba. La canción de Rafael Berrio que se escucha en La reconquista acabó siendo el titulo de un film generacional que lanza ese grito de libertad: quién lo impide. Nada impide que los chicos de Jonás sigan adelante. Esto en cuanto a la carta de amor, en cuanto a la primera vez, hay varias cosas curiosas. Con los antecedentes de su padre Fernando y su tío David, Jonás no tenia fácil hacerse un nombre propio en el cine español. Poco a poco, fue encontrando su propia voz a partir de una premisa no enunciada: hablar de su gente, de sus coetáneos, de los que crecían con él. Desde Todas las canciones hablan de mi del 2010 hasta La virgen de agosto en 2019, siempre ha mirado a su alrededor, incluso geográficamente ya que casi no se ha movido del barrio de los Austrias en Madrid. Pero con Quien lo impide, Jonás mira a otra generación más joven, no pueden ser sus hijos, a no ser que fuera tremendamente precoz, Jonás nació en 1981, tampoco sus hermanos pequeños, demasiada diferencia. Eso le aleja emocionalmente de ellos y eso precisamente es lo que despertó su curiosidad por saber que les pasa, como son, que quieren. En realidad Jonás acabó por descubrir que lo que les pasa, lo que son y  lo que quieren, no es muy distinto de lo que le ha podido pasar a cualquiera entre los 15 y los 20 años en cualquier época. Eso le permite sentirse cerca, pero no igual, Jonás nunca cae en esa falsa idea de “somos iguales”. Quien lo impide también es una primera vez por su formato, el documental más o menos ficcionado, por sus escenarios, la historia se descentraliza en distintos barrios de la ciudad que nunca antes había utilizado, por su duración, casi cuatro horas magnéticas en las que no puedes dejar de mirar, y por su estructura en tres partes distintas, separadas por dos entreactos que actúan como puntos y aparte entre los tres segmentos del film ,que yo me atrevo a nombrar por mi cuenta y riesgo como Todo es posible; Todo es imaginable, Todo es difícil. Quien lo impide empieza en el final, empieza con una pantalla compartida con los ocho chicos principales confinados en sus casas durante la dichosa pandemia y a partir de ahí, viaja a un pasado de cinco años atrás que parece de otra era y se proyecta a un futuro que ahora mismo es casi de ciencia ficción. Sin duda un experimento a todos los niveles. En el pase en San Sebastián, donde no hay tiempo para nada y la idea de estar cuatro horas en el cine se hacia difícil, los que asistimos a su primera proyección comentábamos antes de empezar, “veo un rato y me salgo, ya la veré entera cuando se estrene”. Pero no se salió nadie, no se movió ni una mosca, casi ni en los entreactos de 5 minutos. No se fue nadie. Y esa es la mejor prueba de su fascinación.

 


Queridos niños, David Trueba

La nueva novela de David Trueba es una carta de amor extrañísima. Es la carta de amor que le escribe un gordo y alcohólico periodista, ácrata y descreído a una candidata a presidenta por un partido de derechas. En este enunciado se encierra también lo de la primera vez. Porque por primera vez, creo, David Trueba no habla ni de sus gentes o amigos o compañeros, ni siquiera habla de sí mismo. Es imposible reconocer en el gordo Basilio ni un solo rasgo de David, (al menos en apariencia). Y tampoco es fácil imaginarse a David siguiendo una campaña electoral como la que conforma este libro, entre el diario de campaña y la reflexión política, entre un retrato costumbrista del folklore multiregional y la cínica crónica de cómo se construye un personaje. La candidata Amelia Torres, elegida por un partido conservador por ser la única o casi que no tiene manchas de corrupción, escoge como asesor para que le escriba sus discursos a Basilio, un hombre de una gordura descomunal y una falta de corrección política legendaria. A lo largo de las tres semanas que transcurren en un autobús recorriendo España de punta a punta, Basilio se irá enamorando cada vez más de esa candidata absurda y es la carta que le escribe recordando su periplo lo que da cuerpo a la novela escrita en primera persona con un destinatario claro: de Basilio a Amelia. La novela es satírica, mordaz, cínica y aleccionadora, no deja títere con cabeza en el mundo de la política y aprovecha para hacer un retrato colectivo de eso que se llama la España de las autonomías y sobre todo, la España vaciada. David escribe un libro importante y diría que necesario. Además de muy divertido.

Un apunte imprescindible

Solo unas líneas para recordar que esta semana se ha repuesto cono honores de estreno El extraño viaje de Fernando Fernán Gómez, la película más inclasificable de un hombre inclasificable. Cine de terror, cine costumbrista, cine transgresor y muy moderno a pesar de sus casi 60 años, El extraño viaje es una sorpresa incluso si la has visto mil veces. Nadie se puede quedar indiferente ante Carlos Larrañaga desfilando ante Tota Alba. Un clásico indispensable. No se la pierdan. 

Esta semana el regalo está dedicado a los Truebas. Una silla destinada a la candidata de David que seguramente rompería Basilio al sentarse; una silla donde nadie les puede impedir sentarse a los chicos de Jonás y encarar su futuro.



 

 

sábado, 16 de octubre de 2021

DE PATRONES Y VOLCANES


(Los buenos patrones de El buen Patrón en el Festival de San Sebastián. 
Foto de Montse Castillo)

El buen patrón

Llevamos una gran racha de estrenos españoles importantes, películas buenas, interesantes, más o menos redondas, pero todas con algo especial. Ya era hora. Después de la larga travesía de la pandemia, el cine vuelve a producir grandes títulos. Y pequeños títulos. Y títulos intermedios. Un equilibrio imprescindible para que una industria exista. Cualquier industria, incluso la de Básculas Blanco, dominio absoluto del buen patrón, Julio Blanco, es decir, Javier Bardem. Hace 25 años Fernando León de Aranoa empezó su carrera con Familia, una película irónica, extraña, inclasificable. Le ha costado mucho tiempo, muchas películas y muchos compromisos, recuperar el tono de aquella opera prima. Este buen patrón enlaza directamente con ella, mucho más que con Los lunes al sol. El buen patrón es un retrato de nuestro tiempo paternalista, populista, corrupto, hipócrita, donde la dignidad y el respeto se consideran cosas del pasado y en el que un golpe en la espalda de complicidad esconde una puñalada de soberbia. Blanco es todo eso y además es entrañable, no puedes dejar de sentir simpatía por él. Aunque te alegres de que encuentre la horma de su zapato en el rostro angelical de una joven arribista y trepa y comprendas a una esposa que no es en absoluto tonta, pero que juega muy bien al “no me acuerdo que quería decirte”. Cuando vi El buen patrón me reí en su tragicomedia más cercana a La Codorniz (los más jóvenes no sabrán que era esta estupenda revista satírica) que a Berlanga y pensé enseguida en Parásistos de Bong Joon-ho con la que tiene mucha relación en el uso del humor negro para denunciar una situación injusta de la que unos, los parásitos de cualquier clase social, se aprovechan sin ningún rubor. Blanco es un parásito sin ninguna duda. Pero un parásito simpático, dispuesto a hacer lo que sea necesario para conseguir sus objetivos, sin perder nunca la sonrisa y el falso compañerismo. Rodada en un polígono industrial de los que podemos encontrar en la periferia de cualquier ciudad pequeña, de una fealdad tan apabullante que acaba por ser hermosa, El buen patrón es una de esas historias donde mucha gente se puede reconocer en sus personajes. Unos como buenos patrones, otros, como personajes secundarios pero necesarios y la mayoría en el papel de los marginados, olvidados de la historia, restos de un pasado de luchas obreras que parecen no tener cabida en este siglo XXI. Solo una nota final, el mejor personaje de la película es Román, el guarda de seguridad de la fábrica. Es el único bueno de verdad, no como su patrón.

 


Un segundo

Una película de Zhang Yimou siempre tiene algo interesante. Incluso aunque sea un film menor de una sencillez aplastante. Como Un segundo, no la última de Yimou que ya tiene dos o tres más a punto de estrenar, pero si la última de su particular revisión de una de las épocas más siniestras de la historia de China, La Revolución Cultural del presidente Mao Tse Tung, auténtico reino del terror y de la incultura, de la involución y la barbarie entre los años 1966 y 1976. Los jóvenes chinos que tenían entre 15 y 20 años en esa época se vieron obligados a convertirse en apestados culturales en campos de trabajo, como el propio Yimou o el escritor Dai Sijie, o en guardias rojos intolerantes y fanáticos como Chen Kaige. La revolución cultural consistía en humillar, castigar, reeducar y atormentar a cualquier representante de la Cultura que se les pusiera por delante a los chicos del Libro Rojo: profesores, médicos, cineastas, escritores, estudiantes… Todos a la hoguera de la reeducación. Yimou, como Kaige, ha vuelto varias veces a ese periodo para ambientar historias de supervivencia. Vivir, Amor bajo el espino blanco, Regreso a casa y este nuevo film, Un segundo, son su personal contribución a la denuncia de un tiempo inmoral. Pero desde que hizo Vivir en el año 1994 (nunca olvidaré el comentario que me hizo Diego Galán al salir de verla: “es emocionante cómo se puede tener la historia de una vida encerrada en una cajita”) hasta este segundo en el que un padre quiere ver a su hija en un nodo de propaganda, han pasado 25 años y ahora el director ya no necesita ser rencoroso. Por eso esta película centrada en la rivalidad/amistad entre un hombre fugitivo que quiere ver a su hija aunque solo sea un segundo y una joven huérfana, descarada y audaz que le dificulta este objetivo, está más cerca de Chaplin que de Cinema Paradiso. Cuando me fije en la película que se proyecta en Un segundo, un producto típico del cine chino de propaganda con sus bailes y sus héroes de la revolución al servicio del líder supremo, me acordé de los ciclos de cine chino que se hicieron en la Filmoteca Nacional de España en 1976 y en 1977. donde se proyectaron películas épicas, grandes musicales del campesinado, exaltaciones de los héroes de la revolución cultural que aun estaba en pleno auge, historias terribles en su ideología y apología del líder supremo. Valdría la pena revisarlas para comprobar cómo funcionaba un régimen autoritario y salvaje en su control de la cultura. Un segundo también me hizo pensar en Godard que mientras el hombre camina por el desierto para ver a su hija un único segundo, enarbolaba el Libro Rojo de Mao Tse Tung como la nueva biblia de la nueva religión en un film que también debería revisarse La chinoise de 1967.

Para los que quieran hacer un repaso de la filmografía china sobre la revolución cultural, estas son las diez películas que creo más interesantes.

El rey de los niños, 1987, Chen Kaige

La cometa azul 1993 Tian Zhuangzhuang

Adiós a mi concubina, 1993 Chen Kaige

Vivir, 1994 Zhang Yimou

Días de sol, 1994 Jiang Wen

Balzac y la joven costurera china, 2002  Dai Sijie

Sueños de Shanghái, 2005 Wang Xiaoshuai

Sun Flower, 2005 Zhang Yang

Amor bajo el espino blanco, 2010 Zhang Yimou

Regreso a casa, 2014 Zhang Yimou



El volcán

Confieso que tengo algún reparo en escribir este texto. Lo tengo por varias razones. La primera es la saturación de informaciones sobre la erupción del volcán de Cumbre Vieja en La Palma que ha entrado en su quinta semana de actividad. La segunda la provoca la terrible tragedia de la gente que no ha perdido la vida físicamente, pero ha perdido la vida emocionalmente y algunos, económicamente. Es espantoso ver lo que les está pasando. Alguna vez a lo largo de estos días me he parado a pensar que me llevaría yo de mi casa si me encontrara en una situación parecida. Es un buen ejercicio para darte cuenta de lo que de verdad es importante y lo que no lo es. Hay cosas en una vida insustituibles: los recuerdos lo primero, lo que no existe en ningún otro lugar del mundo más que en tu casa, lo que conforma tu pasado y condiciona tu futuro. Esto es diferente para cada uno, pueden ser libros, fotos, cuadros, objetos… Espero sinceramente no tener que enfrentarme nunca a esta decisión. Toda esta introducción expiatoria es para decir algo que no puedo dejar de sentir: el volcán es el mejor espectáculo del mundo que he visto en mucho tiempo. Ver las imágenes diarias de la erupción, se ha convertido en una adicción incontrolable. Las busco cada mañana en los periódicos y las veo cada noche en los telediarios. Y me fascinan, me hipnotizan en su belleza aterradora, en su capacidad de crear un paisaje de ciencia ficción , un infierno en la tierra, una muestra del poderío de la naturaleza que creíamos adormecida y callada, sumisa al poder del hombre, pero no, ahí está, dispuesta a demostrarnos que es más potente y fuerte que nosotros. No puedo dejar de mirar las corrientes de lava incandescente bajando de la montaña, los ríos de fuego en sus múltiples meandros, la acumulación de rocas construyendo un nuevo paisaje que antes no existía. Es como asistir a la creación del mundo en directo. Vuelvo al principio, me duelen las pérdidas de todo tipo que está provocando, pero acabo reconociendo que la serie El volcán es mucho más apasionante que cualquier otra cosa.

El regalo de esta semana es una montaña que bien podría ser un volcán



sábado, 9 de octubre de 2021

DE MADRES Y LEYES

 

Esta semana, tercera del volcán en erupción, las madres están presentes en dos películas y un libro y ausentes en un estupendo western urbano.

 


(El cartel de Madres paralelas trajo mucha polémica. A mí me parecieron una tontería las protestas, pero la verdad es que era muy feo. Con permiso de Pedro, para ilustrar este texto me he fabricado mi propio cartel con un fragmento de un cuadro de Ramon)

Madres paralelas

Estoy tan acostumbrada a reconocer en el cine de Almodóvar su propia vida que tengo que admitir la sorpresa agradable que me ha producido Madres paralelas. Por más que lo intente, no consigo encontrar similitudes entre el director y sus criaturas, al menos que yo pueda detectar, Si las hay profundas, es otra cosa. Esa ha sido una de las primeras cosas que han hecho que me interese su nueva película.  La otra tiene que ver con la estructura del film. En casi todas, por no decir en todas, sus películas, Almodóvar cuenta una historia central, troncal podríamos decir, y una o dos o varias historias ramales, que a veces desvirtúan el tema  principal, distraen o crean confusión. Pero siempre están entrelazadas en el guión. Corren juntas, por decirlo de una forma rápida. En cambio aquí, eso no pasa. La historia troncal, la importante es la de esas dos madres paralelas, Janis, en su última oportunidad de tener un hijo, Ana, en una primera vez demasiado prematura. Dos mujeres que unen sus vidas en una habitación de hospital. Lo que pasa después entre ellas, el destino se encarga de enredarlo, complicarlo, haciendo que primero se quieran, luego se distancien y acaben reconciliándose, en un melodrama sobrio y contenido que podría caer fácilmente en el culebrón. La otra, una sola rama del árbol, es la de las fosas de la guerra de la tan traída y llevada Memoria Histórica. En lugar de entrelazarlas a lo largo del guión, Almodóvar opta por utilizar el asunto de las fosas como macguffin para que Janis/Penélope conozca a Arturo/Israel y se quede embarazada. Luego se olvida del tema y al final, en un epílogo, lo recupera aparentemente sin ningún motivo, en un giro de guión inesperado que, sin embargo, adquiere todo el sentido como metáfora de la mentira y la culpa que ha tenido que soportar Janis durante buena parte de la película. Antes de verla tenía muchos recelos con la idea de las fosas comunes y las madres, pero la verdad es que Almodóvar lo ha utilizado bien. Y tengo que agradecerle que no se hable de fosas del franquismo, sino fosas de la guerra civil. Las fosas en las cunetas de los pueblos de España son fosas de la guerra civil, muertos de uno y otro lado, asesinados muchas veces por venganzas personales, rencores familiares, odios ancestrales. Que las familias tienen derecho a querer recuperarlos, seguro. Como Janis.

 


(No estoy segura de haber usado antes este cuadro, pero me da igual, es una muy buena ilustración de esta distancia de rescate: un fantasma frente a una presencia)

Distancia de rescate

Es curioso que en la misma semana se estrene otra película protagonizada por otras madres paralelas y con una historia en la que la muerte está presente desde el principio. La distancia de rescate de Claudia Llosa no se parece en nada a las madres de Almodóvar. Es la historia de dos mujeres, Amanda y Carola, dos madres muy distintas, espejo una de la otra en su comportamiento tóxico y posesivo respecto a sus hijos a los que intentan mantener siempre en esa distancia de rescate del título. Claudia construye con estos personajes una película de fantasmas, de miedos, de secretos, en la que la naturaleza salvaje es peligrosa, pero la naturaleza domesticada lo es aún más. La voz en of de Amanda nos conduce como en un sueño adentrándonos en ese paisaje donde Carola representa lo oculto y misterioso y Amanda asume el rol de la civilización que no logra entenderlo. Distancia de rescate es un film hermoso, que va de la luz a la oscuridad, de lo fantástico a lo cotidiano, de la vida a la muerte.  Distancia de rescate se podrá ver en Netflix a partir del día 15, pero si la pueden ver en cines, disfrutarán más de esos espacios silenciosos y de esos rostros luminosos 

Nota: También se estrena esta semana Titane, la Palma de Oro de Julia Ducournau. A mí no me gusta, como no me gustaba Annette de Leos Carax. Lo que no quiere decir que no sea una película importante. Si la cito aquí es porque también trata de una madre, una mujer embarazada y un hijo nacido de un amor extraño y (a)normal. Me asusta un poco que este año haya dos películas muy premiadas y aclamadas como ésta y la de Carax que tratan de maternidades (a)normales. En una nace una hija de madera; en la otra un hijo de metal. No me gusta nada este futuro que anuncian Titane y Annette, donde la humanidad está despareciendo.

 


 (los tres setenteros protagonistas)

Las leyes de la frontera

Esta película no tiene nada que ver con las madres, pero no quería dejar de hablar de ella. Las leyes de la frontera es la sexta película de Daniel Monzón, un director que en su corta filmografía ha demostrado ser el mejor ejemplo en España de lo que eran los directores de estudio en la Edad de Oro del Cine de Hollywood. Daniel es capaz de acercarse a cualquier género y dejar su huella  en un estilo reconocible, pero sin necesidad de demostrar nada, un artesano más que un autor, o un autor capaz de adaptarse a cualquier historia. Daniel fue antes crítico que director, Daniel ha visto mucho cine, y lo ha visto bien. Por eso sus películas son siempre reformulaciones de los géneros clásicos: de la ciencia ficción a la comedia, del thriller carcelario al cine de acción, del género del suspense a ese western urbano que fue el cine quinqui representado en estas Leyes de la frontera, claro homenaje a Navajeros, Deprisa, deprisa, el Torete, el Vaquilla o el Pirri. Las leyes de la frontera es un western urbano en la Gerona de los años setenta con una potente historia de amor y amistad triangular entre Gafitas, alter ego del autor del libro Javier Cercas, con dos seres marginales, la fascinante Tere y el atractivo y duro Zarco. Los tres juegan a ladrones de bancos en un verano caluroso en el que Gafitas descubrirá el amor, el peligro, la amistad y se dará cuenta que hacerse mayor es perder la libertad de ser lo que quieras ser, para ser lo que debes ser. Monzón se acerca a este mundo quinqui de ambientes desaparecidos con la mirada de ahora mismo. Por eso usa un formato scope, por eso juega a ser y no ser un film de los setenta. Las leyes de la frontera es una película de rebeldes con causa en un entorno gris y mediocre donde ellos ponen los colores y la vida.

 

EL RINCÓN DE LOS LIBROS


Ya que estoy con madres y con quinquis, es un buen momento para hablar de una novela que tiene a una madre como protagonista en el contexto de la Barcelona de ahora mismo, donde los quinquis han desaparecido sustituidos por las mafias latinas de la droga y los narcopisos del Raval. La novela se titula No me busques, se ha publicado en catalán y castellano a la vez. La firma Sara Medina, nombre que esconde los de Carmen Fernández y David Cirici que han escrito la novela a cuatro manos. La madre de la historia es Silvia, una mujer que ha tenido a su hijo sola, sin padre, como Janis y Ana. Martí es ahora un adolescente conflictivo con problemas con la marihuana al que su madre acompaña a terapia para desintoxicarse. El día que empieza la historia, Martí no aparece por ningún sitio. Y Silvia empieza a buscarlo a pesar de recibir en su móvil un mensaje muy claro: no me busques. Pero Silvia es mucha madre y no parará hasta dar con él, aunque eso la lleve a sumergirse en un submundo barcelonés del que no tenía ni idea, de la mano de Moni, una camello de poca monta que sueña con irse a una isla perdida. Lo más interesante de la novela  es su visualización, no solo por pasar en lugares y espacios muy familiares para cualquiera que viva en Barcelona, sobre todo porque se nota que Carmen es guionista de series de televisión y sabe como componer un relato que acabe un capitulo en una imagen que despierta las ganas de leer el siguiente. La mano de Cirici la detecto menos, pero seguramente está presente, quizás convirtiendo lo que podía ser un guión en una novela, al fin y al cabo son lenguajes distintos. El final de la historia deja abierto el camino para que Silvia se embarque en otras aventuras, con Moni a lo mejor, quien sabe si con Martí. No me busques es una novela sin pretensiones, que no necesita demostrar nada. Es una novela entretenida con una trama de buenos y algún malo en un ambiente muy cercano, que se puede ver ya como el futuro guión de una película.

 El regalo de la semana es el cuadro entero del que he recortado el fragmento para el cartel de Madres paralelas



 

 

 

sábado, 2 de octubre de 2021

DOS BUENAS SERIES ESPAÑOLAS

Esta semana hay dos estrenos gordos: Sin tiempo para morir, el desencantado, melancólico y crepuscular nuevo James Bond y Benedetta, el divertimento de Paul Verhoeven con una monja del siglo XVII como protagonista. Pero en esta primera entrada de octubre, lo que me apetece es hablar de dos buenas series españolas.


Ana Tramel. El Juego
RTVE Play

Ha sido una gran sorpresa reencontrarme con la mejor Maribel Verdú en mucho tiempo, y también volver a disfrutar del trabajo de dos directores que me gustan, Gracia Querejeta y Salvador García Ruiz. Ha sido estupendo encontrarse con una serie española de abogados, juicios y adicciones que podría firmar cualquiera en Europa. Porque Ana Tramel es una serie europea, no americana. Es europea por su ritmo, por sus escenarios, por sus personajes. A los americanos les costaría mucho hacer una serie entera basada en un personaje desagradable (las han hecho, pero no es lo habitual) como el de Ana Tramel, es decir Maribel Verdú. Ana Tramel es arisca, seca, le cuesta demostrar sus emociones, no le importa dejar por el camino lo que haya que dejar. Tiene sus razones, como iremos descubriendo a lo largo de los seis capítulos, pero eso no impide que no sea empática con nadie, ni siquiera con ella misma. Y sin embargo, y ahí entra en juego el juego de la interpretación de Maribel, no puedes dejar de quererla, de mirarla, de ponerte de su lado, aunque de vez en cuando te de un bufido, aunque ponga entre ella y nosotros una máscara que, literalmente, esconde sus sentimientos. Ana Tramel es un gran personaje femenino basado en una novela del director de cine Roberto Santiago. El Tema con mayúsculas de la serie es el Juego, la ludopatía como una enfermedad, el auge de una industria de casas de apuestas que corrompe y destruye a los que caen en sus garras. El tema con minúsculas, es el de una mujer/David luchando contra un casino/Goliat mientras combate sus propios lobos. Pero Ana no está sola, tiene un pequeño grupo de incondicionales que la ayudan, la apoyan, la acompañan. Una especie de extraña familia de seres desubicados, como ella. Su mejor amiga y socia, Concha en el cuerpo y rostro de Natalia Verbeque; su ángel de la guardia Eme, un Luis Bermejo contenido; su ayudante Sofía, la joven María Zabala; sin olvidarnos de esa inesperada cuñada y ese inesperado sobrino que le caen del cielo. Un poco al margen, pero muy importante, está el personaje que hace Víctor Clavijo, secundario imprescindible que se anuncia protagonista si es que hay una segunda entrega de Ana Tramel. Naturalmente en una serie que es un thriller hay malos, unos malos evidentes, otros malos mas escondidos y unos falsos malos. Y como escenario Madrid y sus calles. No busquen acción trepidante, no busquen intrigas complicadas. Es una historia de personajes y a ellos hay que agarrase.

 


La Fortuna Movistar+

En un festival de cine siempre tienes prisa. Tienes que ir de una película otra, de una entrevista a otra… Casi nunca hay tiempo para relajarse, a no ser en una buena cena, si es posible. Pero en este último San Sebastián me hice un regalo a mi misma en forma de tiempo: tiempo para ver los seis capítulos de La Fortuna de Amenábar seguidos, en una sala de cine, sin moverme de la butaca durante cinco horas. Fue estupendo. Volví a sentir el placer de ver una película larga, larguísima, sin cortes, sin créditos entre capítulos. Una experiencia que me devolvía a los tiempos de la infancia, cuando veía La conquista del Oeste o Lawrence de Arabia. La Fortuna es una serie de televisión y lo sabe, pero ya he dicho muchas veces que las series que se hacen ahora no están hechas para ver un capitulo cada semana (a pesar de que algunas plataformas se empeñan en hacerlo así supongo que para fidelizar al espectador). Las series de seis o siete capítulos están hechas para verlas seguidas, una tarde noche o un fin de semana, porque esa es la mejor manera de disfrutarlas. Del pase  de La Fortuna en el festival, saqué una conclusión en la que nunca había pensado: las series se pueden y se deberían ver en pantallas de cine. Me imagino que para los exhibidores puede ser una ruina pasar una serie de cinco horas en una única sesión, pero creo que habría mucha gente, yo incluida, que irían a verla en un cine, sobre todo si es tan espectacular, vibrante, divertida y entretenida como La Fortuna. Un poco más arriba he dicho que Ana Tramel es una serie europea. La Fortuna, en cambio, es una serie americana. Amenábar sabe hacer cine americano como nadie y La Fortuna le debe mucho a Spielberg, Zemeckis, Cameron… Es cine de aventuras en el mejor estilo, con unos protagonistas que no son héroes y un malo carismático y magnifico. La Fortuna se inspira en el comic de Paco Roca y Guillermo Corral, El tesoro del Cisne Negro, que a su vez se inspira en el caso real del Oddyssey, el buque pirata norte americana que en el 2007 encontró un tesoro de monedas de oro en el fondo del estrecho de Gibraltar. Ambas historias están detrás de la serie, pero Amenábar las ha llevado a su terreno, el cine de aventuras, usando dos protagonistas contrapuestos que establecen entre ellos una guerra de sexos digna de Katherine Hepburn, Ana Polvorosa es pelirroja, y Cary Grant, Álvaro Mel siempre con traje y casi sin despeinarse. Los dos son funcionarios y están orgullosos de serlo. Me alegra que Amenábar reivindique a los funcionarios que se dejan la piel trabajando, frente a la idea generalizada que se pasan la vida toando café con leche en el bar. Lucía es impulsiva, directa, libre, y de ideas progresistas, votante de Podemos casi seguro. Alex es diplomático, conservador, inteligente y con las ideas muy claras, militante del PP menos voxiano o el PSOE más conservador.. Juntos forman un tándem arrollador en el que el espectador oscila de uno a otro sin perderlos nunca de vista. A su lado tienen a Karra Elejalde, a medio camino de Javier Solana y Antonio Muñoz Molina, como un ministro de cultura más que creíble, Manolo Solo que encarna a un entrañable legionario obsesionado con los piratas, y Clarke Peters, un abogado idealista dispuesto a ayudarlos a recuperar el tesoro robado. Y al otro lado, un malo al que Stanley Tucci dota de inteligencia, encanto y ambición y una enigmática y misteriosa Blanca Portillo. En medio, el tesoro del barco La Fortuna y un enfrentamiento entre dos culturas, la americana y la española, dos maneras de entender el mundo, la de Lucia y la de Alex; y un director que se divierte como un niño con un barco en el mar, para delicia de todos. Cine de aventuras de despachos, sin demasiados efectos especiales, sin carreras ni persecuciones, juego de inteligencias. Tin Tin para el siglo XXI.

 El regalo de esta semana  son unos tulipanes dedicados a Maribel Verdú.