El buen patrón
Llevamos una gran racha de
estrenos españoles importantes, películas buenas, interesantes, más o menos
redondas, pero todas con algo especial. Ya era hora. Después de la larga
travesía de la pandemia, el cine vuelve a producir grandes títulos. Y pequeños
títulos. Y títulos intermedios. Un equilibrio imprescindible para que una
industria exista. Cualquier industria, incluso la de Básculas Blanco, dominio
absoluto del buen patrón, Julio Blanco, es decir, Javier Bardem. Hace 25 años
Fernando León de Aranoa empezó su carrera con Familia, una película irónica, extraña, inclasificable. Le ha
costado mucho tiempo, muchas películas y muchos compromisos, recuperar el tono
de aquella opera prima. Este buen patrón enlaza directamente con ella, mucho más
que con Los lunes al
sol. El buen patrón es un retrato
de nuestro tiempo paternalista, populista, corrupto, hipócrita, donde la
dignidad y el respeto se consideran cosas del pasado y en el que un golpe en la
espalda de complicidad esconde una puñalada de soberbia. Blanco es todo eso y
además es entrañable, no puedes dejar de sentir simpatía por él. Aunque te
alegres de que encuentre la horma de su zapato en el rostro angelical de una
joven arribista y trepa y comprendas a una esposa que no es en absoluto tonta,
pero que juega muy bien al “no me acuerdo que quería decirte”. Cuando vi El buen patrón me reí en su tragicomedia
más cercana a La Codorniz (los más
jóvenes no sabrán que era esta estupenda revista satírica) que a Berlanga y
pensé enseguida en Parásistos de Bong
Joon-ho con la que tiene mucha relación en el uso del humor negro para
denunciar una situación injusta de la que unos, los parásitos de cualquier
clase social, se aprovechan sin ningún rubor. Blanco es un parásito sin ninguna
duda. Pero un parásito simpático, dispuesto a hacer lo que sea necesario para
conseguir sus objetivos, sin perder nunca la sonrisa y el falso compañerismo.
Rodada en un polígono industrial de los que podemos encontrar en la periferia
de cualquier ciudad pequeña, de una fealdad tan apabullante que acaba por ser
hermosa, El buen patrón es una de
esas historias donde mucha gente se puede reconocer en sus personajes. Unos
como buenos patrones, otros, como personajes secundarios pero necesarios y la
mayoría en el papel de los marginados, olvidados de la historia, restos de un
pasado de luchas obreras que parecen no tener cabida en este siglo XXI. Solo
una nota final, el mejor personaje de la película es Román, el guarda de
seguridad de la fábrica. Es el único bueno de verdad, no como su patrón.
Un
segundo
Una película de Zhang Yimou
siempre tiene algo interesante. Incluso aunque sea un film menor de una sencillez
aplastante. Como Un segundo, no la última
de Yimou que ya tiene dos o tres más a punto de estrenar, pero si la última de
su particular revisión de una de las épocas más siniestras de la historia de
China, La Revolución Cultural del presidente Mao Tse Tung, auténtico reino
del terror y de la incultura, de la involución y la barbarie entre los años 1966
y 1976. Los jóvenes chinos que tenían entre 15 y 20 años en esa época se vieron
obligados a convertirse en apestados culturales en campos de trabajo, como el
propio Yimou o el escritor Dai Sijie, o en guardias rojos intolerantes y
fanáticos como Chen Kaige. La revolución cultural consistía en humillar,
castigar, reeducar y atormentar a cualquier representante de la Cultura que se
les pusiera por delante a los chicos del Libro Rojo: profesores, médicos,
cineastas, escritores, estudiantes… Todos a la hoguera de la reeducación.
Yimou, como Kaige, ha vuelto varias veces a ese periodo para ambientar
historias de supervivencia. Vivir, Amor
bajo el espino blanco, Regreso a casa y este nuevo film, Un segundo, son su personal contribución
a la denuncia de un tiempo inmoral. Pero desde que hizo Vivir en el año 1994 (nunca olvidaré el comentario que me hizo
Diego Galán al salir de verla: “es emocionante cómo se puede tener la historia
de una vida encerrada en una cajita”) hasta este segundo en el que un padre
quiere ver a su hija en un nodo de propaganda, han pasado 25 años y ahora el
director ya no necesita ser rencoroso. Por eso esta película centrada en la rivalidad/amistad
entre un hombre fugitivo que quiere ver a su hija aunque solo sea un segundo y
una joven huérfana, descarada y audaz que le dificulta este objetivo, está más
cerca de Chaplin que de Cinema Paradiso. Cuando me fije en la película que se proyecta en Un segundo, un producto típico del cine chino de propaganda con sus
bailes y sus héroes de la revolución al servicio del líder supremo, me acordé
de los ciclos de cine chino que se hicieron en la Filmoteca Nacional de España
en 1976 y en 1977. donde se proyectaron películas épicas, grandes
musicales del campesinado, exaltaciones de los héroes de la revolución cultural
que aun estaba en pleno auge, historias terribles en su ideología y apología
del líder supremo. Valdría la pena revisarlas para comprobar cómo funcionaba un
régimen autoritario y salvaje en su control de la cultura. Un segundo también me hizo pensar en Godard que mientras el hombre
camina por el desierto para ver a su hija un único segundo, enarbolaba el Libro
Rojo de Mao Tse Tung como la nueva biblia de la nueva religión en un film que
también debería revisarse La chinoise
de 1967.
Para los que quieran hacer un
repaso de la filmografía china sobre la revolución cultural, estas son las diez
películas que creo más interesantes.
El rey de los niños, 1987, Chen Kaige
La cometa azul 1993 Tian Zhuangzhuang
Adiós a mi concubina, 1993 Chen Kaige
Vivir, 1994 Zhang Yimou
Días de sol, 1994 Jiang Wen
Balzac y la joven
costurera china,
2002 Dai Sijie
Sueños de Shanghái, 2005 Wang Xiaoshuai
Sun Flower, 2005 Zhang Yang
Amor bajo el espino
blanco,
2010 Zhang Yimou
Regreso a casa, 2014 Zhang Yimou
El
volcán
Confieso que tengo algún
reparo en escribir este texto. Lo tengo por varias razones. La primera es la
saturación de informaciones sobre la erupción del volcán de Cumbre Vieja en La
Palma que ha entrado en su quinta semana de actividad. La segunda la provoca la
terrible tragedia de la gente que no ha perdido la vida físicamente, pero ha
perdido la vida emocionalmente y algunos, económicamente. Es espantoso ver lo
que les está pasando. Alguna vez a lo largo de estos días me he parado a pensar
que me llevaría yo de mi casa si me encontrara en una situación parecida. Es un
buen ejercicio para darte cuenta de lo que de verdad es importante y lo que no
lo es. Hay cosas en una vida insustituibles: los recuerdos
lo primero, lo que no existe en ningún otro lugar del mundo más que en tu casa,
lo que conforma tu pasado y condiciona tu futuro. Esto es diferente para cada
uno, pueden ser libros, fotos, cuadros, objetos… Espero sinceramente no tener
que enfrentarme nunca a esta decisión. Toda esta introducción expiatoria es
para decir algo que no puedo dejar de sentir: el volcán es el mejor espectáculo
del mundo que he visto en mucho tiempo. Ver las imágenes diarias de la
erupción, se ha convertido en una adicción incontrolable. Las busco
cada mañana en los periódicos y las veo cada noche en los telediarios. Y me
fascinan, me hipnotizan en su belleza aterradora, en su capacidad de crear un
paisaje de ciencia ficción , un infierno en la tierra, una muestra del poderío
de la naturaleza que creíamos adormecida y callada, sumisa al poder del hombre,
pero no, ahí está, dispuesta a demostrarnos que es más potente y fuerte que
nosotros. No puedo dejar de mirar las corrientes de lava incandescente bajando
de la montaña, los ríos de fuego en sus múltiples meandros, la acumulación de
rocas construyendo un nuevo paisaje que antes no existía. Es como asistir a
la creación del mundo en directo. Vuelvo al principio, me duelen las pérdidas
de todo tipo que está provocando, pero acabo reconociendo que la serie El volcán es mucho más apasionante que
cualquier otra cosa.
El regalo de esta semana es una
montaña que bien podría ser un volcán
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